Partida Rol por web

Ligaheim, el último legado de la Segunda República ya estaba a la vista. Quién más, quién menos, todos habían oído de él y de lo que allí podía encontrarse. Maravillas tecnológicas, perversiones cibernéticas, polución. Los nobles deseaban controlar aquel planeta, la Iglesia, eliminarlo del Imperio como si del infierno mismo se tratase. Sin embargo, aquel bastión de tecnología resistía al tiempo conservando su libertad y permitiendo, a quien se lo pudiera costear, acceder a cualquier cosa, desde sofisticados golems hasta soldados alterados genéticamente.

Mientras el piloto aterrizaba la nave, por las escotillas pudieron ver la impresionante ciudad de Kesparate, la única megápolis que se extendía por todo el planeta como una gran mancha oscura de metal y cemento. Kal esquivó las numerosas lanzaderas y los aerodeslizadores que surcaban el cielo contaminado del planeta con maestría y con suavidad, depositó el vehículo sobre la superficie.

-Señores pasajeros- el tono burlón del piloto se dejó oír por los altavoces. -Bienvenidos a Ligaheim. Gracias por volar por Aerolíneas Valmer. Esperamos que hayan disfrutado el viaje.- Luego, salió de la sala de mandos y se acercó al resto. -¿Y bien? ¿Cuanto tiempo permaneceremos aquí? Tengo ganas de visitar ciertos bares y quiero saber de cuantas horas dispongo antes de sacarlos de este agujero.

-Bien, es momento de seguir con los caminos del Pancreator pues no hemos llegado aquí por casualidad, y yo creo, Inanna que aquí encontraremos más respuestas sobre la Leyenda.

Me preparé para bajar de la nave y agradecí al piloto. No solo por su manejo excelente de la misma, que ni se sintió al tocar tierra, sino por su humor, por intentar levantar nuestro ánimo.

-Primero que nada deberíamos buscar donde alojarnos. Luego, creo que lo correcto sería conseguir más información. Siendo discretos podemos hacerlo sin que nadie esté en peligro.

Eso era vital, evitar el peligro, proteger a esa chica tan maravillosa, que llegó a nosotros por obras del Universo y su Creador.

-¿Alguien tiene algún plan específico o algo más? Somos un equipo en esto, realmente hemos sido unidos por algo, para algo, creo que entre todos lograremos ver la manera de unir a Inanna con su destino.

Observo este planeta de pecado con desaprobación conforme nuestro transporte se acerca, durante este viaje he meditado mucho sobre nuestros motivos sin encontrar una respuesta clara

Salgo de la nave sin hacer caso a la sorna del piloto, examinando con ojo crítico los alrededores, las posibles vias de acceso o retirada de la nave y los habitantes de este planeta visible, aun a sabiendas de que en un sitio como este el individuo mas anodino puede guardar mas de una sorpresa

Hago un vago gesto de aceptación a Boudica -hagámoslo como tu dices-

Joyce se unió al resto en el exterior. No le gustaba separar demasiado al grupo, pero lo mejor sería aprovechar algunas habilidades de sus compañeros, y así también pasarían más desapercibidos.

- Creo que no es necesario, ni conveniente, que vayamos todos juntos. Llamaríamos la atención. Lo mejor sería que Marco y yo escoltemos a Inanna y a Boudica a la biblioteca, mientras Sinbad y Borgias buscan alojamiento para todos, y nos reunimos aquí dentro de un par de horas como dijo Marco.

Escuchaba las palabras de todos y no hacía mas que sonreir - Hospedaje? prefiero dormir dentro de la nave. Si quieren disfruten de lo que hay por el camino. Borgias que se encargue de buscarles el alojamiento. Por mi parte prefiero dar unas vueltas a ver quien anda de peligro por ahí; les recuerdo que yo soy el único que no ha sido visto con ustedes, y los únicos que me vieron estan muertos

Me acerqué a Kal y le dije en el oido - Mantente alerta, a cualquier señal de la inquisición debemos estar aquí - caminé hacia Boudicca y le tomé la mano - espero que los tórtolos te puedan cuidar, si no solo pega un grito y ahi estaré para to -. Me di media vuelta y salí de la nave, con la espada guardada bajo trapos y el pin en el bolsillo a ver cuantas monedas podía ganarme

Borgias se volvió a poner su capucha tapando su calva y hacer sombra sobre su ojo bionico, y tras oir los comentarios de los presentes intervino bastante serio.

-¿Acaso os habeis creido que soy vuestro sirviente? No estoy para este tipo de bromas. No pienso hacer se chacha para buscarles a todos cama y comida. A dónde vamos a ir a parar, hace falta que recuerde que sin mi hubierais muerto en aquella biblioteca?

Tras discutir un buen rato sobre quién iba a ir hacia qué lado, el grupo por fin se decidió a partir. Apenas salieron de la nave, Sinbad se perdió dentro de la red de callejuelas que rodeaban el espacio-puerto del planeta, en busca de alguna casa de empeño u otro sitio similar donde poder comerciar y obtener algo de ganancia.

Por su parte, Borgias, totalmente enfurruñado con los demás por pretender que él actuara como niñera, partió en dirección del área tecnológica acompañado por Kal, en busca de los repuestos necesarios para reparar el deflector de Sathra y ver si conseguía un alojamiento decente.

El último grupo compuesto por los sacerdotes, la noble y la joven mujer misteriosa, pusieron rumbo a la Biblioteca Eskatónica donde esperaban encontrar más información acerca del prometido de Inanna y del misterio que envolvía a la muchacha y su persecución a manos del Imperio.

-Sean prudentes con ella!- el viejo Big Morgan se despidió de ellos con esas palabras. Él y el resto del séquito de la noble permanecerían en la nave, atentos a cualquier inconveniente que pudiera surgir allí.

Apenas se despidió de sus compañeros, el joven ladrón se perdió en la multitud que ocupaba las calles de aquella porción de ciudad. A medida que se internaba en la red de vías de comunicación, la contaminación a sus sentidos fue en aumento. Locales con neones brillantes, ruidos de vehículos transportadores entremezclados con numerosas voces que componían un murmullo incesante al tiempo que se mezclaban con cacofonías provenientes de antros de diversión; sudores mezclados con el olor de la basura y la polución; empujones, toqueteos, incluso un intento de arrebatar su cartera. Todo aquello componía Ligaheim, todo allí destilaba exceso y decadencia.

Deambuló un buen rato antes de dar con lo que estaba buscando. La casa de empeños era pequeña, enclavada a mitad de la cuadra, entre un bar de mala muerte y un local de un prestamista, pero eso al ladrón no le importó. Algo en su interior le decía que debía dirigirse allí si quería obtener una buena suma por su tesoro.

El lugar que vio al atravesar la puerta no lo sorprendió. Se trataba de una especie de habitación estrecha pero larga, con estantes abarrotados de objetos de todo tipo, cubiertos en su mayoría por una gruesa capa de polvo. No se veía ningúntipo de protección, pero él no dudó de que aquellas estanterías tendrían alguna clase de tecnología que impedía que los bienes fueran arrebatados por cualquiera que osara hacer el intento. Al fondo del local, tras un pequeño escritorio de madera, se encontraba un hombre mayor, casi calvo y de cabello níveo, que leía enfrascado un libro de un tamaño tres o cuatro veces mayor que el estándar. Al escuchar el sonido de la puerta al cerrarse, el hombre levantó la vista de su lectura y saludó a Sinbad.

-Buenas tardes joven... ¿en qué puedo ayudarte?

El ingeniero y el piloto se separaron del grupo y con total confianza tomaron una de las vías principales que los llevaría directo al distrito tecnológico del planeta. Ambos habían estado en Ligaheim numerosas veces y se manejaban con total naturalidad en aquel lugar, sin permitir que carteristas se hicieran con su dinero, o vendedores ambulantes se cruzaran en su camino sin dejarlos avanzar.T

Tras caminar unos cientos de metros, Val rompió el amable silencio que se había establecido entre ellos.

-Vamos al taller de Roy Sanders... seguramente él tenga lo que necesitamos y nos lo pueda vender sin demasiadas preguntas y sin vaciarnos los bolsillos. Igual, supongo que todo esto corre a cargo del viejo Big... que por cierto, parece haber rejuvenecido una década al tener una nueva aventura entre manos- Valmer rió mientras buscaba tabaco en un bolsillo para liarse un cigarrillo. -¿Gustas?- dijo tendiendo su bolsa a su amigo. Mientras se ocupaba de su faena, continúo con la charla. -Dime Borgias, ¿sabes quién es ese tipo en realidad y por qué les está ayudando?- su mirada destilaba curiosidad. No sólo por las compañías de su viejo amigo, si no porque no terminaba de asimilar que el ingeniero estuviera metido en todo aquello.

La noble Thana y los sacerdotes escoltaron a Inanna a través de aquella red de calles, mientras iban en búsqueda de la biblioteca. Antes de partir, Big Morgan les había provisto de un mapa de la ciudad y después de haberse tomado unos minutos para estudiarlo, habían elegido una ruta discreta y bastante directa hacia aquel centro de conocimiento. Además, como precaución extra, habían conseguido que la muchacha que era el eje de aquella búsqueda cambiara su aspecto gracias a un nuevo peinado, algunos maquillajes y ropa que no llamaba la atención. Cualquier observador casual, vería una sirvienta de Joice en vez de ver a la mujer más buscada en todo el Imperio.

Después de que sus compañeros se fueran siguiendo cada cual su propio rumbo, los cuatro tomaron un callejón amplio y se internaron en la ciudad.

La ruta elegida esquivaba las zonas más concurridas de Ligaheim. Para evitar las grandes aglomeraciones, habían optado por atravesar la zona comercial de mejor status ya que, aunque corrían el riesgo de ser identificados, el moverse entre la gente resultaría más sencillo y más veloz. Aunque sus sentidos estaban alerta, la mayoría de la gente pasaba alrededor del grupo sin apenas fijarse en ellos, ocupados con sus propios asuntos.

Mientras caminaban pudieron observar que, a pesar de la riqueza que reinaba en aquel lugar, la decadencia y el exceso por el cual era conocido aquel planeta estaban presentes en todo momento. Vidrieras con lujosas y recargadas vestimentas, bancos con fachadas ornamentadas por demás, colores chillones a un lado y al otro. El sitio era atemorizante y embriagador por igual.

Después de caminar durante una media hora, se dieron cuenta de que, en algún punto habían perdido el rumbo. Por el tiempo caminado ya debían encontrarse en las inmediaciones de la biblioteca, pero en aquel lugar, sólo se veían tiendas lujosas, apartamentos excesivamente caros y bares elitistas y bizarros. Estaban extraviados.

El plan era bueno pero a veces "el hombre propone y el Pancreator dispone" y ésta parecía ser una de esas veces. Caminábamos entre calles ajetreadas, en donde vidrieras de lujo ostentaban sobre la prosperidad económica de la zona, al menos de este área y se suponía que nos íbamos acercando a la Biblioteca Eskatónica, junto con Inanna. Ella había cambiado su aspecto a base de maquillajes y de un diferente peinado, y eso era vital. La chica era el eje no solo de nuestra búsqueda sino del destino mismo, no podía ser reconocida.

Sin embargo, cuando seguimos andando, nos fuimos dando cuenta de que el sitio por el cual la Biblioteca debía morar, estaba en otro lado quizá, puesto que el edificio no se encontraba donde suponíamos. "¿O es que acaso hemos dado un mal paso? Puede ser que estemos caminando por los lugares equivocados... "

-Joyce, ¿te parece probar suerte preguntándole a algún transeúnte si conoce la locación que estamos buscando? Después de todo el preguntar por un sitio de lectura, más siendo yo una eskatónica, no debería levantar sospechas. Pero prefiero preguntarte, a ti y al resto, ¿os parece buena idea? ¿Tenéis otra?

Miraba alrededor pero no conseguía definir los caminos, no podía aseverar si habíamos andado en círculo o si de verdad estábamos dónde la construcción debería morar, no estaba segura de nada de ello.

Joyce estaba preocupada. Aunque el disfraz de Inanna era bueno, no se sentía tranquila, y ahora se habían perdido. Esperaba que el Pancreator supiese lo que se hacía...Ante la pregunta de la eskatónica, no pudo por menos de asentir. - En estos momentos no veo otra solución. Pero escojamos bien al destinatario de tu pregunta. Si pudiese ser otro sacerdote, alguien pacífico, sería lo más adecuado. Y nos aseguraría una respuesta veraz, pues dudo que muchos de los que nos rodean conozcan siquiera la biblioteca.

La ciudad de Ligaheim era una sinfonía de sensaciones, un exceso para los sentidos. Solo al abrirte a ella notabas como exudaba energía. Era Ligaheim la ciudad en donde el pecado era tan necesario como el oxígeno; el agua en donde yo mejor me podía mover. Fueron varias calles, con la espada a cuestas y aquel pin guardado dentro de mis ropas. Un bar, otro bar, gente en enormes aquelarres que tal vez ni siquiera tenian razón de ser. Así era aquí en Ligaheim, no necesitabas de motivos para dejarte llevar por los placeres.

Un sitio captó mi atención, aquella casa de empeños, en donde alguna corazonada se había puesto sin escuchar razones. Caminé dentro de ella y observé cada objeto como si fuera único. Conociendo las cosas que podían conseguirse no me asombraría descubrir algun artefacto lo suficientemente valioso como para llevarme; sin embargo, tan poca seguridad me confunde... Mejor no tentar al destino por ahora.

Buenas tardes señor - respondí mientras me acercaba al mostrador - venia a ver si podía tasarme un objeto que me han dado. Algunas personas no entienden el significado de pagos en metálico - sonreí - Ademas, sé por experiencia que sitios como este siempre tienen cosas interesantes para los viajeros -. Observé el libro unos momentos para ver si lograba descubrir de que era, tal vez eso dé un buen tema de conversación que facilite la confianza...

El anciano miró al joven con curiosidad. Con lentitud propia de la edad, marcó el libro con una cinta y lo cerró antes de levantarse con parsimonia y acercarse hasta la tabla que oficiaba de mostrador. No sabía qué era lo que aquel extraño podía tener para empeñar, pero el hombre estaba acostumbrado a que personas cuya apariencia decía poco o nada de sí, aparecieran con objetos únicos o muy buscados en ciertas partes del universo.

-Bien jovencito, veamos que tienes para ofrecerme y luego hablaremos de lo que significa un pago en metálicos en este planeta- le dijo jovial y con confianza. Si tenía alguna reserva sobre Sinbad, nada en su modo de comportarse lo dejaba en evidencia.

El camino por la ciudad es una tensión constante, estudio cada rostro con el que nos cruzamos buscando alguna señal de reconocimiento,, cada ventana, cada callejón, en estas condiciones es difícil fijarse en el camino y cuando alguien avisa de que nos hemos extraviado estoy confundido un instante mirando los edificios a nuestro alrededor, no como fuentes de peligro sino intentando identificarlos

-el Pancreator confunda a los habitantes de esta ciudad- murmuro entre dientes antes de asentir a Joyce -sería lo ideal, pero encontrar a un pacifico y virtuoso teologo en este lugar va a ser complicado, dejadme el mapa de Big Morgan a ver si puedo orientarme, si veis a alguien que parezca de confianza preguntadle-

Miré al hombre con cierta suspicacia, mas no era por el hombre, sino por la sensación casi eterna de estar bajo peligro.

Saqué con cuidado la espada y la puse sobre la mesa - Espero sepa usted tasar estas cosas, no son mi tipo de arma - Recogí con la mano aquel trapo que cubría la espada, poniéndolo a un lado para que pudiese admirarse - Me la dieron por ganar un combate, pero para mí no tiene mas valor que aquel que puedan pagar en una tienda. Usted solo dígame que le parece, que no me gusta cargar estas cosas en zona neutral

El sacerdote tomó de manos de Joyce el plano que les había facilitado Big Morgan y comenzó a estudiarlo. Tras unos minutos de observar las calles e intentar reproducir la trayectoria que habían recorrido hasta el momento, pudo ubicarse en un radio de unas tres o cuatro manzanas, aunque no estaba muy seguro de en cual de ellas se encontraban. Lo que sí pudo determinar, es que se habían alejado notablemente de la zona de la biblioteca, acercándose por demás a los barrios de mayor ajetreo.

Tras evaluar la situación llegó a la conclusión de que tenían dos posibilidades: o intentaban volver sobre sus pasos y retomar desde donde habían perdido el rumbo el camino trazado en la nave, o bien podían intentar averiguar cautamente la forma de, desde allí, alcanzar su destino.