Partida Rol por web

Al salir los tres hombres de la tienda, el pasillo comercial está ajeteadro y lleno de gente que va y viene, entrando y saliendo del supermercado o bien mirando los aparadores de las distintas tiendas. Hay realmente mucho movimiento, incluso para ser un día de entre semana. Muchas naves han sido paradas por las Fuerzas del Orden de la Alianza y empieza a notarse en el interior de la Skyplex, especialmente en la zona comercial, ya que la gente se aburre en su espera y se dedica a deambular por todas partes, aumentando el consumismo de todo tipo, incluido el del alcohol y eso sólo conlleva una cosa: peleas y gente gritando y montando escenitas, que alegran la vida diaria de los habitantes permanentes y los viajeros de paso.

A su derecha, tanto Noah como Kratos y Dariel pueden distinguir los gritos y discusiones en chino procedentes del supermercado, están en plena ebullición, vendiendo comida. El olor a aceite refrito inunda las fosas nasales de todo el que esté cerca.

A mano derecha, en la entrada del Consultorio del Dr. Qing, una señora mayor está sentada en una de esas sillas plegables de playa a modo de portera. Os mira por encima de las gafas con detenimiento y sonríe algo rígidamente. Noah reconoce a la madre del Doctor, es una mujer algo extraña, no habla mucho y se pasa el día leyendo novelas baratas en un modelo de e-book pasado de moda o haciendo punto. Hoy le tocaba el turno a una novela de Stephanie Queen, la nueva reina de las novelas románticas.

Nada más entrar en el local, lo primero que hay es la parte de la tienda, una botica tradicional de hierbas y medicina tradicional china, con 3 clientes haciendo cola y un cuarto cliente siendo atendido por una joven asiática, la sobrina del Dr. Qing, Mai-Yu. Todos en la estación saben que para acceder al consultorio médico hay que cruzar la botica hasta la puerta del fondo, que da propiamente al despacho, que es donde Qing atiende a sus pacientes.

Cuando la croupier le de la carta que ha pedido, Jack no va a mirarla, la colocará junto a las otras cuatro, sin hacer ningún intento por mirarla.

Simplemente beberá un sorbo de su whisky, lo saboreará lentamente, y sonreirá a la croupier y a sus compañeros de juego.

Noah salió el último de la tienda, apagó las luces, le dio la vuelta al cartel para que desde fuera se viese "Cerrado" y echó el cerrojo. No se atreverían a entrar en la tienda, pero eso no justificaba que la dejase abierta. Siempre había criajos dispuestos a demostrar a sus mayores que eran capaces de saltarse las reglas...

Ahora en el exterior, se podía ver bien como iba vestido. Unos pantalones de pitillo a cuadros marrones, un chaleco de cuello triangular a juego y una camisa de manga larga remangadas. Llevaba unos mocasines negro de chúpame la punta sin cordones. Un auténtico dandi si no fuera porque toda su ropa era parecida, pero de eso ya se darían cuenta en la nave...

El artesano ando rápido, abriendo la marcha hacia la consulta del doctor. Odiaba tener que pasar por delante del supermercado, tras tres años seguía aborreciendo el olor que se acababa quedando impregnado en la ropa.

-Zǎo shang hǎo- saludó a la madre del doctor con una sonrisa.

Dentro del local, el olor se enmascaraba. Muchas veces había pasado a comprar hierbas a Mai-Yu para conseguir que su propia tienda no oliera mal.

-Quedaros aquí un momento, dejadme a ver si puedo hacer algo- les dijo a sus nuevos compañeros.

-Buenos dias Mai-Yu, tan xiù lì, como siempre- dijo en voz alta, para que pudiera oírle. Añadió su sonrisa más adorable. -Di a tu tío que salga, por fin va a poder conseguir echarle el guante a mi tienda.

[CELDAS DE DETENCIÓN]

Julian es conducido por los feds hasta una zona apartada de donde se realizaron los interrogatorios. Cruza, semi-arrastrado y pataleando, un pasillo estrecho y angosto que conduce a una sub-zona, aislada del ruido y del resto del complejo estacional, la zona de las celdas de detención. Es un área rectangular con las paredes blancas por completo y dos hileras de celdas, una a cada lado, dispuestas de forma contigua. Cada celda está separada de la de al lado por unos barrotes estrechos y blancos y un cristal de metacrilato, que impide que nadie pueda meter la mano entre los espacios huecos dejados por los barrotes. La parte frontal de la celda son todo barrotes, pero sin cristal y con una pequeña apertura alargada justita para pasar una bandeja con comida de cantina. La apertura y cierre de las celdas se controla toda de forma automática desde un panel cercano a la puerta principal de acceso a la sala entera, alejado por completo de las manitas de los detenidos. Normalmente hay dos guardias apostados (dos soldados rasos feds), que se situan a ambos lados de la puerta de entrada, aunque la mayor parte del tiempo lo pasan sentados alrededor de una pequeña mesa situada al lado de la puerta, en una esquina, donde juegan a cartas, leen o comen alguna guarrada de la cantina fed.

Al inicio del turno de las 12-30 hay poco movimiento en el cambio de guardia, la mayoria de celdas de detención están vacías, sólo hay un par o tres ocupadas por dos borrachos durmiendo la mona, un ladrón pillado en plena faena en el mercado, y un joven gimoteante, que no para de temblar, echo un ovillo, sobre el camastro de su estancia.  Y ahora estaría él, Julian Crautchin, que iba a ocupar una bonita estancia con barrotes, justo al lado del Sr. Don Tembleques.

Los dos soldados no son especialmente muy amables, odian que les monten numeritos los detenidos, especialmente si gritan y se revuelven, así que no son muy delicados que digamos, a la hora de hacer entrar a Julian en su celda.

-Bienvenido al hotel Ritz, Señor!- se burla uno, antes de que el otro cierre la puerta, dejando a Crautchin dentro, indefenso y solo. Bueno, solo solo, lo que se dice solo no mucho... Al mirar a su alrededor algo más detenidamente se da cuenta de que su vecino de celda es Ian Green, el doctor de abordo, aunque parece haber pasado por alguna experiencia muy traumática...

[CASA DE APUESTAS]

Jack parece dispuesto a hacer de aquello la partida de su vida y los demás jugadores no parecen tampoco querer tirarse para atrás. Prudence, la croupier, vuelve a dar cartas a cada uno de ellos, segun le piden y desechan las cartas que no quieren, en el segundo y último descarte. La hora de las apuestas daba comienzo en breves...

Steve y Ivy siguen discutiendo con el bar-man acerca del servicio de bebidas pero parece que la cosa está en tablas porque ni ellas parecen querer enseñar sus identificaciones ni el bar-man quiere ceder al respecto.

[CONSULTA DE DR. QING]

Noah, Kratos y Dariel han entrado en la consulta del Dr. Qing, donde son recibidos por la sobrina de éste, que les conduce al despacho del fondo, con una leve sonrisa y sin protestar ni un ápice. En un perfecto chino mandarín llama a su tío y le comenta que el vecino de al lado quiere hablar con él acerca de la tienda. La puerta se abre en seguida y Qing asoma, haciéndoles pasar rápidamente al cuarto de atrás, donde pueden hablar de forma mucho más privada, dejando atrás el ruido del bullicio tanto de la tienda como de la propia calle comercial.

[EMBARCADERO]

Wladimir, Cassia y Eileen siguen midiendo fuerzas, tratando de averiguar las mútuas intenciones, pero extrañamente, Wladimir se siente transtornado ante el encanto de la niña, y aunque su naturaleza de estafador y hombre experimentado le había puesto en un principio en alerta, a los pocos segundos de ver sonreír a la niña y oir su dulce voz y candor, se ve totalmente desmontado. Tal vez no sea lo que él pensaba... quizás sólo sea lo que aparenta ser, una niña intentando ayudar a su familia en el negocio de los viajes. Lo cierto es que si guardaba algún resquemor al respecto en estos momentos se diluyen como si fueran aire hasta desaparecer del todo. Sólo son dos mujeres de buen carácter, encantadoras y bonitas, que le están recomendando un viaje en la nave donde viven, a un precio más que razonable.

[Consultorio Dr. Qing]

El Dr. Yuan Ma Qing abre sonriente la puerta de su despacho al oír las palabras mágicas, expresadas por su sobrina "tienda del vecino" y "negocios lucrativos". Es un hombre bajito, de poco cuerpo, se podría decir, pero con una manos fuertes y ágiles. Noah siempre le ha visto sonreír, de hecho sonríe para todo, incluso cuando da malas noticias, a veces es algo perturbador, pero parece que a la gente le consuela ver su calma y buen humor.

-Oh buenos días, Sr. Noah, como va todo? Pase pase, quiere un poco de té? Oh veo que su familia ha venido a verle... eso es bonito, la familia hay que tenerla cerca...- con unos gestos de las manos indica que pasen los tres a dentro. Parece muy feliz de verle.

El inteior del despacho es muy sencillo, una mesa con un terminal y un pequeño jardín zen, una camilla para los pacientes a mano derecha y a la izquierda un armario grande de dos puertas, de madera oscura labrada al más puro estilo dinastía Ming. Las paredes están decoradas con láminas de estudios anatómicos, puntos de acupuntura, etc. Parece un médico que abarca desde la medicina moderna hasta la tradicional china. En una esquina tiene una pequeña fuente de agua de jardín chino, cuyo sonido es muy relajante.

-Siéntense, por favor...

Con las cartas sobre la mesa doy un trago a mi whisky acabándomelo y levanto el vaso para que una de las chicas me lo vuelva a llenar, sin desviar para nada la mirada de mis rivales. Cada uno a su manera sabe guardar bien sus cartas, se nota porque han llegado aquí, excepto ese Victor que sigue pareciéndome un estúpido con demasiado dinero

Cojo de mi montón una ficha roja y la lanzo al montón de las apuestas -500-

Veamos como sigue esto

Hola,
Te copio y pego el mensaje en el que indicaba el descarte y las cartas que me quedaba... es que ahora se ha quedado muy atrás... XD
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03/01/2011, 23:11
Mensaje para el director
No se si la idea era decir ya cuantas cartas me quedaba y cuantas pedía, como los demás no han pedido cartas, por ahora no las he pedido.
De todas formas, mi única posibilidad de jugada es la de quedarme las siguientes cartas: 5, 6, 7 y 8.
Pidiendo una carta.
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Por tanto, me quedo con las cartas: 5,6,7 y 8. Obteniendo un bonito 3 en la tirada y finalmente tengo... flores... XD

¿Y por qué negarse a viajar en compañía de ambas?

Su desarrollado instinto le decía que algo no cuadraba en
todo aquello, pero quedaba ofuscado por la sonrisa de la jovencita Eileen y la
amabilidad de la hermosa Cassia, cualidades que creía que no le afectarían,
pero de alguna manera se sentía cómodo dialogando con las dos damas que
“casualmente” se habían cruzado en su camino.

De todas formas me la
tengo que jugar con alguna nave, y probablemente estén lo suficientemente
desesperados para no hacer demasiadas preguntas.

Jovencita, veo que
sabes cómo ganarte a la gente miraba a la chica sonriendo, con el gesto de
quien se sabe vencido, pero que para nada está descontento en la derrota, y
tuvo que contener las ganas de alargar la mano y revolver el pelo de la
muchacha que con tanta facilidad había quebrado la natural desconfianza de Zeev
hacía lo desconocido.

Lo que hico fue cambiarse el sombrero de mano y desviar de
nuevo la mirada hacia Cassia. Definitivamente era hermosa, sus rasgos rozaban
la perfección, y era evidente que sabía resaltar sus puntos fuertes, pero lo hacía
con una discreta elegancia que agradaba a Wladimir. Se preguntó qué pensaría
ella de él, no eran pocas las mujeres que aún lo encontraban atractivo, a pesar
de que ya tenía bastante claro que esos juegos ya no le interesaban lo más
mínimo, de ahí que le sorprendiera su propio pensamiento.

¿Conformarse con vos
señorita Cassia? La miró con una media sonrisa creo que es de mal gusto usar semejante verbo para describir la
posibilidad de mantener una conversación con una mujer como usted el tono
era afable, y no destacaba en su pronunciación ningún acento que pudiera dar
alguna pista de su procedencia pero le
ruego que no tenga en cuenta lo torpe de mis intentos de halagarla para
compensar mi falta de educación por no haberme presentado fue entonces
cuando extendió la mano derecha en dirección a la mujer que tenía delante.

Soy Wladimir
Mehêtabêl Zeev, y trabajo para la compañía Cross Rock, y necesito llegar lo más
rápido posible a Whitefall, así que, si da usted su visto bueno, estaré
encantado de viajar en vuestra nave. 

Luego tendría que mantener una conversación con Eileen sobre escaparse sin decir nada (la verdad, tanta poca paciencia no puede ser buena para el manipura de una jovencita) y de desplegar su encanto inocente con desconocidos. Sí, vale; yo también me he valido de alguna treta similar alguna vez en mis años mozos, pero nunca para captar clientela. Tampoco recuerdo que lo haya necesitado.

De todas formas, lo hecho hecho está. El tal Sr. Mehêtabêl parece haber caído en el remolino de dulzura de la pequeña Eileen, por lo que no debe ser mi difícil de mantener a raya si llegase a dar algún problema (hecho que, obviamente, el capitán me echaría en cara por haberlo traído yo. Aunque haya sido cosa de Eileen, que también es mi responsabilidad porque, según él, está en la nave por mí. La cuestión es que todas las culpas son siempre mías). Por otro lado, cosa que es muy de agradecer por estos lares del Verso, es amable y muy educado.

Sonrío un poco, estrechando su mano al verla extendida y ladeando la cabeza.
-No, por favor; no intente halagarme cuando voy vestida de estar por casa. Me hace sentir como si le pusiera en el compromiso de hacerlo.-bromeo un poco, aunque sí es verdad que debería pensar en cambiarme si vamos a quedarnos más tiempo en la skyplex. ¿En qué diyu se han perdido todos? Capaces son de haberse ido a beber directamente tras el interrogatorio, cosa que a mi tampoco me hubiera importado hacer de no haber tenido que volver a ordenar el desastre que habían armado los feds en mi lanzadera ni tuviera que cuidar de la niña.-En tal caso, si usted está de acuerdo con el precio del pasaje y no tiene ninguna queja sobre la información ofrecida en la pantalla, sea bienvenido a la Orpheus.-sonrío al sr. Mehêtabêl, inclinando un poco mi cabeza.-¿Estás contenta ahora?-le pregunto a Eileen, mirándola.

Jack mira despreocupadamente la ficha roja que acaba de posar Rousseau sobre la mesa, da un corto trago a su whisky, y posa una ficha roja y otra azul.
- Voy y subo.
Luego mira a Candy y Sandy y les sonríe mientras les dedica un saludo con el vaso mediado de whisky.

Entro en el despacho no demasiado cómodo. Yo venía a la consulta del médico, no a ver cómo el tipo este hace negocios. ¿Y encima el chino se piensa que somos familia? No sé si sabe algo de genética, pero en mi familia no hay tirillas. Oh, vaya, padre... Mi cara cambia un poco pasando del mal humor a la cara de menos amigos todavía. Debería hablar con Julian y proponerle pasar por Haven cuando terminemos en Whitefall.

Miro al vendedor de armas no muy convencido. Julian podría cabrearse, y con razón, si perdemos demasiado el tiempo. Antes de que los dos hombres tengan tiempo de ponerse a hablar de negocios, me adelanto.

- Perdón doctor, pero antes de que se líen a hablar de sus cosas, me gustaría advertirle que vengo a que me haga un chequeo. Me han dicho que puedo haber estado expuesto a un virus mortal y muy contagioso.

Dicho esto me acerco al médico dispuesto a terminar con la visita cuanto antes.

El Dr. Yuan Ma Qing había sido un buen vecino. Al principio se habían llevado muy mal. Cuando Noah llegó al Skyplex y se dio cuenta que aquello que buscaba no sería tan fácil de descubrir, decidió aposentarse durante un tiempo y para ello necesitaba un sitio donde poder comerciar. Su actual tienda de armas había salido a subasta por impago de su anterior propietario y Noah le había ganado al buen señor oriental por la mano, llevándose él el espacio adyacente a la consulta. Tras dos, tres meses de malas caras por parte del doctor, al final el armero le prometió que cuando se marchara, le dejaría la tienda para él, a cambio de nada. Bueno, tanto como nada no, algún pequeño favor debería hacerle.

Noah mira con mal humor a Kratos y su prisa. Sin apremio por la palabras del gigantón, el artesano se sentó en unas de las sillas.

-Pues si, ya ha llegado el día. Por fin podré marcharme y tu podrás echarle el guante a la tienda- Sonrió -Pero como ves, mis nuevos compañeros tienen algunas necesidades. Y no me apetece embarcarme en un nave con un infectado que acabe convirtiéndola en un ataúd gigante- Así de sincero era...

En el último momento decidió que Qing podía ayudarle de otro forma.

-Ah, si, se que hay una puerta trasera que une nuestros dos locales. No te hagas el sorprendido doctor, era difícil no verla. Bueno, el caso es que me gustaría irme sin tener que estar dando explicaciones a ya sabes quién- Claramente se refería a las triadas que pululaban por el Skyplex como si de micosis se trataran. -¿Puedes mandar a algunos de tus chicos que lleven todas mis pertenencias al Orpheus? Es la nave de estos señores- Podía dejar por seguro que el doctor haría aquello, pero prefería su confirmación antes de decirle qué debía dejar en la tienda y que llevar a la nave.