Partida Rol por web

Los compartimentos tenian unos comodos asientos de color rojizo y espacio tanto debajo como encima para colocar cosas. Pegada a la ventana había una mesita que se podia entender para el uso de todos o mantener encogida para no molestar, sobre ella había una lamparita anclada.

Las ventanas tenian unas cortinas color violeta para correrlas si el sol era demasiado molesto o alguien queria dormir o intimidad, al igual que en la las puertas de los compartimentos tampien había cortinas que podian correrse para que nadie viera el interior o los del interior no vieran el pasillo.

Sonrió a Sylvana cuando entró al compartimento y antes de poder decir o hacer nada, dio un pequeño saltito al escuchar que algo caía detrás de ella. Se giró suavemente y vio a Theo. El pobre parecía estar muerto de vergüenza. Zoey miró al suelo y vio aquel libro, entonces recordó que estaba inmerso en la lectura antes.

Se agachó a la vez que soltaba a su gato (que con velocidad felina se acomodó en uno de los asientos) y cogió aquel libro. Miró con curiosidad la portada y le devolvió el libro al nilo. -Hola, no recuerdo que te hayas presentado antes- sonrió de nuevo y se sentó donde estaba su gato, poniéndose al animal en su regazo. -¿De qué trata el libro? parecías muy concentrado en él antes...

- Oh, tiendo a concentrarme mucho en lo que hago. Olvidando el resto de cosas que me rodean... Me llamo Theo.

Extendí mi mano, para estrecharla con la chica, como se saludaban los adultos. Ya somos mayores, pensé, nada de besos tontos ni reverencias estúpidas.

- ¿El libro? Es un regalo de mi madre. Trata de la que considera la madre de la magia, una bruja gala llamada Cerrydwen. Aunque hay quien dice que era una diosa. Mi madre cree que marca los inicios de la sangre mágica. Es una gran bruja, una historiadora, aunque la gente considera que tiene teorías poco convencionales.

De pronto me fijo en su gato. Parecía muy apenado, la naturaleza le había dado una extraña expresión, lo cual me hizo sonreír un poco. De reojo comprobé que mi lechuza estaba bien, y me acerqué a acariciar al felino.

- Mi lechuza es Arquímedes... ¿Puedo...?

Yo soy Zoey - alzó ambas cejas cuando vio que el niño le extendía la mano, así que ella hizo lo propio. Había visto a sus padres saludar así a otros mayores. Aunque claro tampoco sabía como se saludaban los niños, con su hermano se solía saluda de manera menos... "civilizada". Se quedó embobada unos segundos cuando le explicó el contenido del libro -¿esto leen los niños antes de ir a Hogwarts?- v-vaya, suena muy interesante. Seguro que se te dará genial la historia mágica- su voz sonaba sincera - si voy mal quizás puedas ayudarme, no se me da muy bien retener fechas - soltó una pequeña risita nervios -bien, has quedado como una zoquete...- se riñó a si misma. 

Asintió ante la pregunta del chico - se llama Whitepaw, aunque tendría que haberle llamado de otra forma. Por esa expresión digo... - después miró a la lechuza, maravillada - Arquimedes, es preciosa. Seguro que no se pierde como la mía. 

- ¡Encantado de conocerte, Zoey!

Guardo el libro de Cerrydwen en mi maleta, junto a los otros libros. Menos mal que le habían lanzado un hechizo, haciéndo que pesara menos, porque llevaba, además de los libros del colegio, casi veinte libros más.

Una vez depositado, saqué una libreta más pequeña, con título de "Theodore Wilbur Delacroix". Era sin lugar a dudas, una agenda. Luego apunté con una gran caligrafía unos garabatos.

- Desde luego, te ayudaré. Si puedo, claro. Pero haré lo que esté en mi mano. Me lo he apuntado, así no se me olvidará.

En cuanto a la lechuza... mejor era decirle la verdad.

- Nunca se pierde y es muy puntual y cariñosa, pero nunca la encuentras cuando la buscas, mi madre siempre ha dicho que es más despistada que yo. Perteneció a su familia, los Gallagher. Somos irlandeses.

Añadí con una sonrisa. Creo que era la primera vez en mi vida que hablaba con una chica de mi edad, y estaba resultando más fácil de lo que parecía. Quería preguntarle sobre el colegio, sobre qué casa quería integrar, pero no acerté a decir nada más elaborado que un hilo inconexo de palabras.

- ¿Y tú? ¿Hogwarts?

Se quedó algo sorprendida al ver tantos libros y más aún cuando apuntó lo de ayudarla con las clases de historia mágica. - Si que se lo ha tomado en serio...- Sonrió cuando mencionó que era despistado al igual que su lechuza y escuchó atentamente al chico en todo momento. Parecía simpático (quizás algo raro), pero era muy agradable.

-Soy de la familia Beauclerk, no creo que hayas oído hablar de ella, como los otros niños. Algunos son de familias muy, muy importantes - pensaba en el grupo, casi todos eran de familias de magos de gran pureza de sangre. Volvió a centrarse en el chico - quizás yo pueda ayudarte con las criaturas mágicas, se me dan bien...o eso creo - se pasó una mano por el pelo nerviosa. -Tengo un hermano mayor en Hogwarts, está en Ravenclaw, así que espero no caer en esa casa. A veces es muy pesado con las bromas. Se llama James, por si al final eres Ravenclaw, que seguro que lo serás - sonríe un poco- lo digo porque pareces alguien inteligente - se encogió de hombros.- También está mi abuelo, es el profesor de encantamientos y es bastante estricto. Pero no sé hasta que punto y....

Guadó silencio un momento y agachó la cabeza algo avergonzada. -Lo siento, creo que hablo demasiado

- No suelo prestar mucha atención a las familias por su estatus de sangre, lo siento. Pero sí he oído hablar de tu familia. Publicaron un artículo sobre los dragones hébridos en el Profeta, hace algunas semanas, ahora que lo pienso. Eso sí que es impresionante, contribuir al avance del estudio de la magia... deberías estar muy orgullosa. Mi madre y yo siempre hemos creído que la sangre mágica es importante, pero te da la responsabilidad de contribuir a la causa mágica, como tu familia... no como las tonterías de la "Elegida".

Me estaba sorprendiendo a mí mismo, una acusación tan gratuita no era propia de mí. Quizá esto de hacer amigos no se me diera tan mal como había imaginado, pero tenía que moderarme. De haber estado, Lavignia Gallagher me hubiera premiado con un buen bofetón mi desafortunado comentario.

- Es una pena que no quieras ser una Ravenclaw. ¡Pero podemos ser amigos de todas formas! Aunque estemos en casas diferentes...

Sonríe un poco tímida ante el comentario del niño - lo escribió mi madre- asiente con la cabeza orgullosa - mi padre trabaja en el Ministerio, en Búsqueda y Restricción de dragones - ríe un poco al recordar una anécdota - hace un par de años, un hébrido negro cogió como territorio una zona grande de pastos de ganado muggle. Mi padre me contó que el pobre hombre no sabía como desparecía cada do por tres una de sus vacas y que era imposible que fuese un lobo -entrelaza los dedos de sus manos - ahora está en un lugar que no molesta demasiado...

Ladeó la cabeza al escuchar sobre lo que dijo de la niña Collingwood. Esperaba más revuelo por ser  la profetizada, pero Theo tenía razón, tendría que demostrar que realmente era especial. Le brillaron los ojos de ilusión cuando dijo que esperaba que fuesen amigos -¡Por supuesto! Siempre es bueno tener un amigo aunque no sea de tu casa ¿no?

- Siempre me han fascinado las criaturas mágicas, pero he de confesar que nunca he visto ninguna. Todo lo que sé es teórico, leído de los libros. Siempre he querido ver uno de verdad...

Al fin y al cabo, debido a mi pasado jamás había tenido muchas experiencias en el mundo exterior. Los libros habían sido mis grandes amigos y confesores, pero en ocasiones no era suficiente.

- Siempre es bueno tener amigos, sean de donde sean. Lo bueno de los amigos es que puedes elegirlos, independientemente de la casa.

Dicho esto, sonrío a la chica. Algo en mi interior me decía que nos llevaríamos bien.

Zoey estaba cada vez más ilusionada y nerviosa por llegar a Hogwarts. Ahora tenía un amigo nuevo, que aunque no fuese de su casa, al menos ya había alguien con quien charlar, estudiar los hechizos o para jugar a los naipes explosivos. Se cruzó de brazos, pensativa - ¿ni siquiera un puffskein? - esos bichos estaban en todas partes y además eran bastante fáciles de cuidar para cualquier crío. 

Yo tampoco he visto ninguna criatura mágica, _{que sea medianamente peligrosa.} Tengo ganas de ir a esas clases - una enorme sonrisa llena de ilusión aparece en su rostro - debe ser fascinante, ¿crees que nos dejarán ver alguno de cerca este año? - algo preferiblemente grande, con garras y colmillos, no una bola de pelo amarilla como un puffskein- se dijo a si misma, sabiendo que seguramente sería eso lo que le tocaría estudiar. -Bueno, quizás veamos a ese calamar gigante que hay en el Lago Negro o eso dice James...

- ¿Puffskeins? Ojalá... pero no, lo único que he tenido ha sido a Arquímedes. Siempre he creído que hay algo mágico en las lechuzas, por eso de que siempre encuentran a los destinatarios del correo. Bueno, y los gatos. Los gatos son muy mágicos.

Acariciaba a Whitepaw, tranquilamente, con las yemas de los dedos.

- Yo también quiero ver el calamar gigante. ¡Creo que quiero verlo todo!

Sin duda quería recorrer todo Hogwarts de arriba para abajo. Lo que más me llamaba la atención, claro está, era la biblioteca. Pero eso era otro tema. Siempre me habían fascinado las bibliotecas y la de Hogwarts no sería una excepción, en especial estando considerada una de las más grandes de todo el país.

- Tengo ganas de que el Sombrero Seleccionador nos diga dónde estaremos...

El felino ronroneaba ante las caricias de Theo, bostezó perezoso y se acomodó. -No sé hasta que punto Whitepaw es mágico - rió un poco. Asintió un par de veces -yo también quiero verlo todo ¡seguro que hay muchas cosas increíbles - se imaginó por un momento el colegio, como sería y los fantasmas.

-Ya mismo lo sabremos, habrá que ser paciente - de una pequeña maleta de viaje saca su varita - ¿de qué es la tuya? 

- Es de roble, medianamente flexible, 26 cm y núcleo de corazón de dragón. La compré en Ollivander's, es la varita que me eligió. Me la compraron a los ocho años, cuando realicé mi primer acto de magia accidental. Mi madre se alegró muchísimo, todos pensaban que era un squib...

Me callé por un momento. No quería hablar demasiado, y me estaba atropellando a contar cosas de mi pasado. Quería preguntarle a Zoey qué hechizos conocía, pero tenía un poco de miedo a que ella fuera una gran bruja y yo un mago más bien mediocre.

- Lo cierto es que he practicado algunos hechizos, pero no me funcionan del todo correctamente. No se me da demasiado bien, ¿sabes? La teoría la domino, pero la práctica es otro cantar... ¿Tú conoces alguno?

Abrió los ojos algo sorprendida y miró su varita - la mía es 30 cm, de roble inglés y fibra de corazón de dragón - la sujetó con fuerza, no quería moverla mucho - Ollivander dijo que este tipo de varitas tienen un carácter algo... explosivo. 

Se encogió un poco de hombros - una vez conseguí cambiarle de color a las "cejas" de Whitepaw, pero no le hizo mucha gracia... - el animal sueltó un leve bufido, mirando con reproche a Zoey - y una vez le quemé las cejas a un niño muggle, pero fue sin querer y sin varita...

Se enredó un mechón del pelo en uno de sus dedos, algo nerviosa- bueno, espero mejorar en Hogwarts, no me gusta quemar cejas a los demás...

- De todas formas, algún día aprenderé a hacer magia sin varita, es mi objetivo. Estoy seguro de que se puede, de alguna manera. Ah, espera, creo que...

Rebusqué entre mis pertenencias, hasta dar con una pequeña libreta. Con un lápiz, apunté 2 + 2 y se lo enseñé a Zoey. Después di una palmada y los números se sumaron automáticamente, dibujando un 4. La sonrisa de mi rostro era imborrable.

- He aprendido a hacer eso sin varita, pero no estoy seguro si es porque la libreta estaba encantada de antes. ¡Toma! Igual te ayuda...

Arranqué una de sus páginas y se la di a Zoey, antes de guardar meticulosamente en la maleta todas las pertenencias que había sacado.

Abrió la boca un poco -magia sin varita, seguro que es muy revolucionario, ¡Ánimo Theo! - sonrió ampliamente y guardó aquella hoja con mucho cuidado - gracias, el truco es genial. Mi hermano me enseñó esto este verano -de sus cosas, saca un pergamino y empieza a doblarlo hasta que forma un pájaro de papel - no es gran cosa, pero es divertido -  a continuación lanzó el pájaro de papel y este comenzó a revolotear por el compartimento. No duró más de un par de minutos hasta que volvió a caer al suelo.

Claro está, reflexioné, también sé hacer más magia sin varita, como mover una cucharilla para que remueva el colacao o una escoba para que barra sin esfuerzo, aunque ese tipo de magia sin varita ya estaba asentada en el mundo mágico, y ni de lejos era tan impresionante. Estaba muy orgulloso de mi creación, el pergamino calculador matemático.

Miré maravillado el revoloteo de aquel ave de papel, desde que Zoey empezó a doblar el papel hasta que se posó en el suelo. Sin duda, era una magia preciosa y primaria. Posiblemente diría mi madre que la magia residía en la simplicidad matemática de los pliegues.

- ¿Sabes hacer más animales? ¿Cuál es tu animal favorito?

Negó suavemente con la cabeza -solo sé hacer pájaros, si quieres puedo enseñarte y cuando sepa hacer otros también - meditó durante un momento la respuesta. - animales no mágicos, el zorro volador. Tienen una cara muy simpática-​ sonríe solo al recordar a uno de esos animales comiendo la fruta.-​ Mágicas, hay muchas interesantes, pero los hipogrifos... el leído algo de ellos y me encantaría ver uno. 

Miró a Theo y arrugó un poco la nariz - ¿y que hay de ti? ¿qué te gustaría ser de mayor?