Partida Rol por web

Ezequiel se encoje de hombros levemente mientras con la mano libre sube un poco la cremallera de la chaqueta.

- Hoy lo soy yo, mañana él. La situación decide, compadre, el trabajo manda. No tengo cara de majo comunista como él, en eso sí aciertas. Lo raro serí encontrarte con dos tipos del mismo sitio aquí, ¿no? - Medio sonrie. - Tierra nueva, gente de aquí y allá buscándose las habichuelas... - Deja el final en el aire.

- Pensé que los rusos eran como los chinos, que sólo hacían negocios entre ellos.- dice el tipo. Luego se lo piensa un poco y añade:- Joder, pensé que eran como todos. Nosotros los hermanos tampoco es que negociemos con los panchitos... No te ofendas tío, ya sabes: clanes, sangre y toda esa mierda... Es la hostia que un tipo del sur como tú ande con esos cabezas-heladas comunistas.

- ¿Panchito? ¿Del sur? Hermano no tienes ni la mas remota idea de donde soy y no te acercas por nada del mundo. Lo de la sangre sí, porque la raza y los cojone no nos los quita ni San Pedro - Se santigua y medio sonrie, pero sigue sin relajarse y lanza una fugaz mirada hacia la dirección por la que debería volver Frank. - Esto lo dijo uno mu sabio, creo que un gabacho de esos medio amariconao... "La guerra hace raros compañeros de cama". Esto no es tanto como una guerra, son negocios, pero pa mi que sirve bien.

- Vamos a hasernos cargo de nuevas chicas. Tu sabes como funsiona iesto, así que te iencargarás de recaudasión y de mentenerme informado.

Una sonrisa tan encantadora como falsa aparece en la boca del croata, como siempre que hace una gran promesa.

- Iestamos más serca de tu sueño, Irina. Maneja bien a chicas, y no tendrás que trabajar si no quieres.

Le acaricia con delicadeza la cara. 

- Tendrás que imponerte. Ieso ies bueno para tu futuro. No todo el mundo te quiere como yo, Irina.

Recordarle constantemente que dependía de él es natural para Frank. Y necesario para el correcto funcionamiento del negocio.

- Iestan en segundo piso. Tu quedate en puerta para que ninguna chica salga. Yo les iexplicaré la situasión.

Irina sabe bien en que consiste "explicar la situación": Frank cogería a la chica que esté más colgada de Jerome, y le daría una paliza. Con el cinturón, en brazos y piernas, para no dejar marcas que desagraden a los clientes. Luego seguramente la violaría. Entonces, cuando la chica esté completamente rota física y mentalmente, remataría la faena metiéndole en la cabeza que lo ocurrido es culpa de ella misma por no aceptar quien es el que manda. Que él la protegería.

Frank pulsa el timbre del piso. Cuando contestan, su voz es agradable. La de un cliente ansioso.

- ¿Sara? Me envía Jerome. ¿Puedo subir?

La puerta del portal se abre y la pareja entra en el edificio. No hay ascensor y las escaleras son estrechas. En cada piso hay sólo dos puertas de vecindario. Todo está limpio y ordenado: parece un lugar discreto.

La puerta del piso B de la segunda planta está entreabierta pero nadie espera. Del interior llega el sonido de un saxofón sonando en una cadena musical.

Frank hace un gesto a Irina para que vaya tras él. Empuja la puerta hasta que se abre totalmente, y luego entra, buscando con la mirada la presencia de alguien. 

Al empujar la puerta Frank encuentra un pasillo largo, con pequeños cuadros baratos colgando en las paredes. Las puertas - tres - están cerradas y al final del mismo se vislumbra un salón. Al llegar al fondo, siempre con Irina a sus espaldas, el pasillo se abre a una pequeña estancia con un par de sofás, una estantería en la que destaca la cadena musical y una mesa de cristal sobre la que hay dispuesto un florero con flores secas. A través de la ventana llega el bullicio de la calle. En uno de los sofás, reclinada en una posición totalmente artificial, está una mujer afroamericana de unos veinte años.

Al ver que Frank no llega solo la chica se pone de pie rápidamente.

- ¿Con compañía? Te advertiría Jerome que eso sale más caro...- dice componiendo una sonrisa mientras se acerca lentamente hacia la pareja.

Es una chica realmente guapa, de labios sensuales y mirada cálida. Todos sus movimientos invitan a abrazarla. Y está claro que ella lo sabe.

Frank no quiere gastar demasiado tiempo en este trámite. Va a lo rápido. La chica podía tener toda la vida por delante o quedar lisiada dentro de cuarenta segundos. Y en cualquiera de los dos casos, a él no le importaba una mierda. 

Con seriedad habla a la chica, y saca del bolsillo con su mano izquierda uno de los collares de Jerome. Seguro que lo identificaría.

- La cosa ha cambiado. Jerome ya no os protege. Ahora ieso es asunto mío.

La mira fíjamente. Ratifica que no hay negociación ni súplica ni nada. Sólo hechos. Permanece atento a la reacción de la chica. Si esta es la que le puede dar problemas, sabe que tiene que amarrarla desde el inicio.

Su mano derecha está en el otro bolsillo, cogiendo la navaja automática de Jerome. Si la chica no lo entendía de primeras, lo entendería a la segunda.

- Dile al resto que salga. Hay nuevas reglas.

La mirada de la chica va de Frak a Irina y nuevamente a Frank. Se pone rígida y deja de contonearse sugerentemente casi como si alguien hubiera apretado un interruptor de apagado. Durante unos segundos parece calibrar a Frank pero comprende que no va en broma. Se encoge de hombros y pasando por el lado de la pareja llama a dos de las tres puertas:

- Vamos chicas... salid... Hay... novedades.

De las habitaciones salen tres chicas más: una mulata y dos chicas blancas con el pelo teñido de rubio al estilo Barbarella. Van sin arreglar, lo cual desluce el conjunto, pero con algo de maquillaje y ropa sugerente Frank está seguro de que pueden ser rentables. Todas miran extrañadas al yugoslavo y su compañera pero parece que acatan las órdenes de Sara sin preguntar.

Sara se encoge de hombros cuando todas están en el salón:

- Jessica, Zara y Michaela.- dice señalando a las chicas - ¿Qué ha pasado con Jerome?

No lo pregunta desafiante, sino que procura agachar la cabeza. O es lista o ha aprendido la lección de otras veces. Frank supone que lo segundo. Otro individuo sentiría cierta lástima por la vida de Sara pero Frank está demasiado ocupado intentando que su propia vida tenga sentido.

El croata mira a las chicas como si fueran mercancía. Las evalúa y estima mentalmente cuanto jugo se les puede sacar. Y cuando es preguntado, mira con el mismo gesto hosco a Sara. Su mano derecha sale disparada del bolsillo y golpea de revés la cara de la muchacha. 

Sin dar tiempo a reacciones, con la misma mano la coge por el cuello empujándola hacia la pared. No aprieta lo suficiente como para ahogarla, pero si como para que note que podría hacerlo en cualquier momento.

Gira la cabeza y posa la mirada en cada una de las chicas.

- Ne me gustan las preguntas. ¿Ientendido?

La suelta. Sabe que la pregunta no era un desafío, pero hay que curarse en salud, por si alguna de las otras no es tan dócil. Se recoloca el traje, en un gesto distraido.

Señala a Irina con la cabeza.

- Jerome ne volverá. Irina cuidará de vosotras a partir de ahora. Yo iestaré serca siempre, vighilando. Si hay problema con cliente, Irina debe saberlo y iella me lo dirá a mi. Si alguien os molesta, igual. Si alguna se cree lista - mira a Sara - iella me lo dirá. Si os portáis bien, iella me lo dirá.

Coge delicadamente el mentón de Sara, obligándola a mirarle.

- Enséñame caja con rhecaudasión.

La chica abre los ojos muy sorprendida como si no se esperase una reacción tan violenta a la pregunta. Se cuida mucho de hacer cualquier otro comentario y simplemente conduce a Alex a la tercera puerta que resulta ser la cocina. El lugar está limpio y ordenado. Abre una alacena y de una caja de galletas saca un fajo de billetes.

- Jerome se llevó la recaudación de ayer. Hoy sólo tenemos 30 dólares para gastos...

La chica se los tiende a Frank procurando mirar hacia el suelo.

Frank coge los billetes y les echa un vistazo. Mete la mano derecha en el bolsillo, y añade veinte pavos al fajo, el cual da a Irina.

- Tu administras. Que las chicas iestén desentes para clientes. Que negosio funsione. Iestaré serca.

Con la mano derecha, acaricia delicadamente la mejilla de Irina, y le da un beso. Despues, coge a Sara del brazo con firmeza, y la lleva hacia la puerta. Cuando pasa frente a las otras chicas, sonríe amablemente.

- Sed buenas chicas.

Sale por la puerta, aun con Sara cogida del brazo. No le dirige palabra alguna, y ante cualquier tentativa de conversación, le lanza una mirada amenazante. Sólo antes de cruzar el portal se detiene para examinar los bolsillos de Sara, y hacerle una seca advertencia.

- Ahora, vente andando a mi lado, sin ghilipolleses. Te llevo con Jerome. Si te veo serca de aquí otra ves, sabrás que ies sufrir.

Un buen rato después Frank reaparece en el callejón. Jerome está sentado en el suelo y Ezequiel lo vigila. Ninguno de los dos parece tenso, es casi como si dos colegas esperasen a un tercero para un negocio. Cuando el yugoslavo aparece con una chica negra a su lado Jerome se levanta. Mira a Frank y luego a la chica, entornando los ojos cuando vuelve a mirar al matón eslavo. Se muerde el labio y resopla.

- Vale... ¿Estamos ya? ¿Has acabado?- dice finalmente.

Haram sonríe con sorna.

- Je, ieso nunca se sabe. Llévate a la chica, y que no vuelva a veros por aquí.

Tras eso, queda en silencio. Se queda quieto y en silencio, observando a la pareja, y no dejará de mirarles hasta que no desaparezcan de la zona. Sólo entonces estará dispuesto a marcharse.

Jerome asiente. Sin decir nada más le hace un gesto a Sara y se aleja.

Haram y Ezequiel se quedan solos en el callejón.

Ya solos, Frank le da 40 pavos de la cartera a Ezequiel, la navaja automática, y reparte a partes iguales los collares de Jerome.

- Mañana iempesaremos a cosechar benefisios.

Resopla y tuerce el gesto. La Gran Ciudad, como la llaman, tiene aun mucho que mostrar y mas vale que aprenda rápido y bien.

Acepta el dinero y el reparto de los objetos de Jerome, guardándolos en los bolsillos interiores de la chaqueta.

- Sabes... Aquí hablando ma comentao de cosas de estar juntaos con los que son como tu - hace un gesto abarcando la calle - ya sabes, amarillos con amarillos, comunistas con comunistas... - Se encoje de hombros, ha hablado sin maldad, como una definición genérica para los eslavos. - Carajo, pero el tipo pensaba que era un panchito de esos... - Comienza a caminar para seguir a Frank.

Carajo... Que solo estoy en esta ciudad... Piensa con cierta aprensión, que el sepa es el único español en la ciudad y mas aún metido en el mundo turbio de la mafia. Ezequiel "El Español"... La verdad que sonaba de cojones.

Un poco más tarde el coche de Frank aparca a la puerta del Pluggia. Es hora de dar a conocer a Ezzio los resultados del negocio...

Haram entra con Ezequiel al local y busca a Ezzio para ponerle al corriente.

- Hay trato. Costarán dos grandes por cabesa para organisasión, y otros sinco grandes por cada uno para sentar en mesa. Tengo que llevar iel dinero antes de miercoles noche para confirmar plasa. También tenemos permiso iel joven y yo para estar serca. Salieri no sabrá nada.

Abre ligeramente los brazos, con las palmas hacia arriba.

- Patrón dirá cuando llevamos pago, o que otra cosa hiemos de haser.

Ezequiel camina junto a Haram hasra Ezzio y mantiene una actitud firme, pero respetuosa, con el patrón. Guarda silencio y escucha con gesto grave sin añadir nada. Es un soldado, toca aprender y callar, así son las cosas al empezar desde abajo.