Partida Rol por web

Josep aprovechó una vez que se habían ido sus compañeros para hablar con Elizenda.
Le gustaba la chica, lo que le dificultaba hablar con ella. Tras un rato.....
Elizenda, si tienes un momento me gustaría hablar de negocios contigo ¿Te parece bien que vayamos a hablar a un sitio más tranquilo?

La joven levanto las cejas ante la inesperada petición tras aquella noche de tensión. Dejó que Lourenço se acomodara en la habitación y caminó junto a Josep hasta el lado del pozo, dondee con una sonrisa, esperó divertida a que hablara el chico.

-Claro que sí, bonico. Vayamos al pozo que se está fresco.De qué gustaríais fablar, Josep?

Sigo en mele y le acuchillo, en la pierna izquierda, y en el brazo derecho, heridas leves.

Con su adversario completamente a su merced, Blas lanzó dos cuchillazos más que dejaron listo al rufián, al cual no le dio tiempo de quitarse de encima al goliardo de un empujón antes de que la hoja del cuchillo se hundiera en pierna y brazo. Ya no pudo soportar más dolor y cayó inconsciente al suelo.

El otro, viendo que el único compañero que le quedaba había caído, dejó caer su bracamante y se cubrió con las manos en el suelo implorando clemencia al caballero:

-¡Favor sus pido, hombre de Dios! ¡Por el Altísimo, respetad mi vida!

Muy diferente habría sido el resultado de esta fugaz contienda si Blas no se hubiera olido algo extraño en el párroco, del que por cierto no quedaba rastro. Aquellos asesinos habían contado con ventaja numérica, pero no con la sorpresa de su ataque en medio de la oscuridad, que era lo que les iba a dar la ventaja definitiva para despachar a Íñigo y a Blas en unos segundos. La respuesta de los dos religiosos había sido tan contundente como mortal, y el resultado era un muerto, un inconsciente, un huido y un rendido. Habían herido a Blas, pero eran heridas superficiales sin importancia.

Me apresuro a registrar las monedas y objetos de valor a los caidos, ademas de desarmarles, si tengo que desaparecer de la vista del caballero lo hago.

Una vez cacheados, procedo a desnudarlos completamente, pues de algo valdran sus ropas, calzado, armas y armaduras.

Al ver como el buen Blas se quitaba de encima al rufián que le atacaba, y este caía, muerto o malherido, al suelo, respiré al fin tranquilo. Los gritos de clemencia del que había caído al suelo de poco le habían de servir, pues ya me encargaría yo de que las autoridades le diesen el trato que merecía, aunque no sin antes interrogarlo, que aún había mucho que esclarecer. Agarrele de la solapa, levantándolo del suelo, y le advertí:

- No oseis mentar a Nuestro Señor, no queráis que además de por asesino se os juzgue por blasfemo.

Le arrastré, obligándole a andar, teniéndolo bien agarrado, no fuese a intentar escaparse. Antes que nada miré a Blas, por si tuviese herida grave. No lo parecía, pero con tanta oscuridad no se sabía.

- ¿Os encontrais bien? - le pregunté, y añadí - Más valdrá que salgamos de aquí cuanto antes.

Y según me encaminé de vuelta, comencé a interrogar al cobarde que clamaba por una vida que no merecía.

- Vos, decidme de inmediato quién os ha contratado, y a razón de que.

Alguna idea tenía, y ya sabía bien que el párroco no era mi amigo, pero aún podía averiguar algunas cosas, si aquel pájaro cantaba.

Solo te dio tiempo a recoger sus armas (tres bracamantes) y dos bolsas de dinero, cada una con 50 maravedíes en doblas de oro.

Blas no parecía tener nada grave, pues andaba recogiendo las armas de los asesinos derrotados para después reunirse con el caballero.

El asesino, llevado en volandas por Íñigo, balbuceaba:

-¡Os... os juro que non sabía que había de atacar a un caballero de Cristo! ¡Nada me dixeron de eso!

Era imposible, con aquella oscuridad, mirarle la cara al rufián para saber si estaba siendo sincero, y sus gritos alertarían a la guardia de un momento a otro.

-Non vi la cara del contratante, señor -añadió, respondiendo a Íñigo-. Iba a ser rápido et fácil. ¡Maldictos sean!

Aquella maldición referida a quienes les contrató para llevar a cabo el asesinato dejaba claro que había más de una persona interesada. Sin embargo, no eran aquellos unos asesinos "profesionales", a juzgar por lo mal que habían actuado y lo poco diestros que eran con sus armas. Quienquiera que fuera el que los había contratado, no debía contar con muchos posibles.

Miré con desprecio a aquel criminal, que intentaba excusarse sin forma ni argumento, como si el no saber que atacaba a un caballero le excusase del vil crimen que pretendía acometer. En la oscuridad, me resultaba imposible leer su rostro, y sus gritos llamaban la atención, lo que atraería, confiaba yo, a los guardias, aunque también podía atraer compañías menos deseadas. Di, pues, por finalizado el interrogatorio, confiando en que el cobarde se ablandase ante peores perspectivas.

- No creais que con esas vanas palabras os vais a librar de vuestro castigo, que por asesino ya sabeis cual es. Lo único que queda por dirimir es si tendréis la clemencia de una muerte rápida, o habréis de sufrir el destino que los miserables como vos se merecen.

¿ no puedo al menos quitarle las botas a los difuntos? o algun ropaje valioso?

Aunque me tenga que quedar un poco rezagado.

al que habla tambien le quito el dinero, el arma y la botas.

¿ puedo arrastrar a la luz, y a donde está Iñigo algun cadaver para saquearlo a conciencia?

Blas se acerca   a Iñigo  y le sigue. El caballero anda ocupado haciendo hablar al emboscador.

Blas arrastra hasta donde ellos a uno de los asaltantes caidos, y se esmera en descalzarle y desnudarle en busca de mejor botin, esto es las ropas y las botas, o al menos las botas.

Caballero, si no conseguis que suelte la lengua, dejarme a mi et al mi cuchillo, que ambos dos sapemos como desenroscar lenguas que no quieren fablar, ademas lengua que no fablar, mejor cortar*. Pero antes, permitame vuesa merced que lo registre y le pase la bolsa, pues me mancó et quiero que pague con las monedas et ropas que lleva et calza.

Josep la acompañó hasta el pozo, y una vez allí al amparo de la noche empezó a exponerle el asunto.

-  Verás, me he dado cuenta de que se te da bastante bien tratar con la gente, en cambio eso no es lo mio, supongo que es culpa de que todo el tiempo lo dedico a estudiar y a mejorar en mi arte y no al trato con la gente - Sonrió para darse ánimos y continuó.

Bueno, a donde quiero ir a parar es que soy muy bueno en lo mio, soy capaz de destilar los mejores perfumes, tintes para el pelo, coloretes para cara y labios, asi como licores o casi cualquier cosa que te puedas imaginar. Quiero que me ayudes a vender mis productos, a cambio de una parte de las ganancias.

Mucho había oído yo hablar del tormento como forma de confesión, pero poco confiaba en él, pues se decía que quienes lo sufrían eran capaces de acusar a sus propias madres con tal de librarse de él. Además, no era aquel lugar ni hora para tales menesteres.

- Guardad ese cuchillo de momento, amigo mío, que no son estas horas, ni esos medios. Este rufián lo pensará mejor cuando haya probado un tiempo las celdas de la ciudad, espero. Y no queráis saquearle, que los buenos cristianos no roban ni al enemigo.

Perdone vuesa merced caballero, pero aquesto no es un robo ni et un saqueo. Ando recaudando dineros para curarme aqueste tajo , pues ferido estoy por aquestos viles, et para procurarme armadura blanda para cuerpo y testa, pues andar al su lado posee peligro lo mesmo, o no menos que andar en tierras de moriscos en guerra santa.

Dejadme pues que recaude de  ellos, pues ellos me firieron.

Pensativa, la joven meditó la propuesta y alzó un hombro, quizás algo decepcionada. -Podría usar tus perfumes si así lo quieres para darlos a conocer en la taberna et por donde fuéramos, sin duda. Seguro que a más de un casado le gustaría para su esposa al olerlo en mí, pero dudo que a Lourenço le llegue a gustar que haga de vendedora de los mismos tipos de productos que él mismo elabora. ¿Te vale así? Usaré esos coloretes et los perfumes encantada et para cuando me pregunten, les hablaré de ti.

Astuto, Blas retorcía las palabras para hacer parecer que lo que hacía, que era sin duda alguna tomar lo que no era suyo para sí, no era robo sino reparación del daño sufrido. Mas era cierto que aquellos asaltantes habían causado dañó en él, y era justo que, con sus bienes, reparasen este.

- Sea entonces. - respondí - Mas, para que quede probado que no actuais por codicia, tomaréis lo justo para haceros con buena guarda, y para pagar médico, dejando el resto en limosna para los pobres.

Aquesta solución esperé que satisfaría a ambos, entendido que el bueno de Blas, aunque algo pecaminoso, solo intentaba ganarse la vida, y no codiciar sin remedio lo que no le correspondía.

Bien me fablais et bien juzgais, que una vez resuelto los mis cuidados et la mi protección justo sea dar lemosna a los pobres.

Amen.