Partida Rol por web

La mirada críptica de Josephine no sabias a qué te inducía a pensar, al final asintió pero dijo con tono de advertencia.

Ten en cuenta, estimada amiga, que una vez entras en el mercado del arte en Praga, siempre vas a pisar algo a un Kornfeld o a sus allegados. No pretendo desanimarte, Anastasia, pero en este caso te podría ayudar y presentarte a Katerina. se ofreció la condesa con inusual altruismo.

Ambas fuisteis hasta un pequeño despacho de cuyo escritorio recogió una invitación de papel azul y un grabado de un zorro con una rosa en la boca. Te la tendió: únicamente se leía una fecha dentro de tres días y el lugar: Isla de Kampa.

Nuestro heredero imperial, el Archiduque Rodolfo, va a honrar nuestra ciudad con una visita. La baronesa Kornfeld ha querido celebrarlo con una fiesta en su honor, no creo que haya inconveniente de que vengas conmigo como acompañante.

-Entiendo..- Digo de manera casi automática y sigo a Josephine a donde me lleva

No tengo porque pisárles, puedo reinventarme.... Pienso para mi misma mientras camino con ella

-Oh, muchas gracais querída será para mi un honor- digo tras su ofrecimiento.

Os fuisteis a dormir poco tiempo después, el largo viaje os había consumido la mayor parte de la noche y el amanecer estaba cercano. Josephine insistió en ofrecerte cualquier comodidad que pudieras desear, pero en esos momentos ya deseabas un poco de soledad tras tantas experiencias en la jornada.

Al día siguiente, la condesa te invitó a ir a la ópera, el Príncipe no estaría disponible aquel día, pero ya estaba al tanto de tu situación. Tu anfitriona te dijo que aquella noche interpretaba Sigurd en el Teatro Nacional, la obra de un francés basada en la mitología germánica. Al tener pocas perspectivas de ocio para aquel día, aceptaste sin reservas y, estabas segura, de que visitar el Teatro Nacional de Praga sería una oportunidad excelente para mezclarte con la alta sociedad checa.

Fue un viaje breve, el coche de caballos atravesó la Ciudad Nueva hasta la orilla del río Moldava, desde ahí girasteis a la izquierda por la plaza que acogía el Rudolfinum, aún en construcción, y bajando tuvisteis una panorámica del Castillo de Praga y Malá Strana al otro lado del río. Pruslich te señaló el antiguo Puente de Carlos, advirtiéndote que jamás intentaras cruzarlo y que, algo más allá, se podía ver la Isla de Kampa donde residía la baronesa Kornfeld.

Llegasteis al Teatro Nacional en breve, no se encontraba muy lejos, el parque de carruajes ya atestaba la entrada, pero parecía que Josephine poseía cierta preferencia deteniendo el carro frente a otra de las puertas. Las dos bajasteis  y accedisteis al edificio.