Partida Rol por web

Praga - Luz de Gas [+18]

Introducción de Krisztián Szantovich

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01/10/2014, 15:08
Bálint Harsányi

Te encontrabas en el vestíbulo del castillo de Buda, en la orilla izquierda del Danubio, esperabas con paciencia ser recibido por Arpad Harsányi, aunque eso sabías que sería una novedad. El Príncipe de Buda ya rara vez recibía a nadie, encogido en largos períodos de depresión y melancolía. Era su chiquillo, Bálint Harsányi, quien ejercía de portavoz de su sire y, según las malas lenguas, quien realmente dirigía la ciudad.

Pero tú sabías la verdad, Arpad Harsányi era un paranoico y entre los que se aquejan de este mal existe una especie de reconocimiento mutuo. Pero los asuntos entre los Ventrue de la Perla del Danubio no eran asunto tuyo, los enfrentamientos entre la familia Harsányi de Buda y los Farkas de Pest eran la comidilla de los cainitas locales e, incluso algunos, procuraban no formar parte de ninguno de los dos bandos. A ti te había tocado decantarte por el lado de los Harsányi, pues nadie discutía que fueron ellos los que, en vanguardia de los ejércitos de la Camarilla, había limpiado la ciudad de Sabbat unos pocos siglos antes. Para ti era cuestión de supervivencia.

Al cabo de unos minutos, salió el chiquillo Bálint para recibirte. Puede que fuera nada más que eso, pero solo un necio desafiaría al segundo vástago más poderoso de Buda.

¿Señor Szantovich? Gracias por venir tan rápido a nuestra imprevista solicitud. Por favor, el Príncipe le espera, confío en que sabrá guardar las formas. Mi señor es un hombre de grandes males, no le gusta perder el tiempo. las palabras no sonaron amedrentadoras, ni especialmente dedicadas a ti, Bálint era un lacayo de Arpad sin fisuras. Muchos otros hubieran aprovechado su posición para usurpar el puesto de su sire, pero no el devoto Bálint que realmente amaba y se preocupaba por su sire.

Solo quería lo mejor para él.

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01/10/2014, 15:16
Krisztián Joseph Szantovich

A pesar de la prisa y la brusquedad, Krisztián se alegraba de estar ante alguien quien, por lo que sabía, se parecía en sus principios mucho a él. Decían de Bálint que era un fiel sirviente de su Sire, al igual que Krisztián lo era para la Camarilla.

Así pues, Krisztián sentía una especie de empatía por ambos, el Sire y el Chiquillo, a pesar de no conocerlos apenas. Aunque su simpatía hacia ellos era por razones distintas en cada caso. Por la paranoia compartida con el uno y por la lealtad incondicional compartida con el otro.

Una combinación perfecta, pensó para si Szantovich pues ¿que sería de la paranoica búsqueda de enemigos por todas partes de un sire sin la lealtad incondicional de su chiquillo?.

Sin embargo, esa simpatía venía acompañada con cierto temor. Visitar a un príncipe, a un antiguo, debía ser siempre motivo de cautela y reverencia. Los vampiros más viejos, como Arpad, mostraban signos de demencia. Era algo que Krisztián había apreciado en sus múltiples viajes por diversas ciudades. Y en el caso de Arpad Harsányi, un rumor que pronto podría confirmar. 

Poder, astucia y locura combinados. Cómo no sentir miedo ante ello. Y Krisztián nunca había sido precisamente un valiente. Más bien al contrario. Tal vez fuera eso lo único que le había mantenido existiendo hasta ahora.

—Si. Soy yo, excelencia— Contestó a su primera pregunta. —Pero no me deis las gracias, por favor.  No soy más que un humilde siervo. Es sabido que el príncipe de Budapest...— Dijo Budapest adrede, como queriendo dar legitimidad al príncipe Arpad sobre toda la ciudad, y no sólo sobre la rivera occidental que realmente delimitaba su dominio —  ...apenas concede audiencias. El ser llamado ante su presencia es un sumo honor con el que él me honra.—

Asintió ante el consejo dado por Bálint. Krisztián contaba con cierta educación, dentro de lo que cabía, pero sabía que no estaba ni de lejos a la altura de las maneras de una corte. —Agradezco vuestro consejo, y haré todo lo que esté en mi mano por guardar las formas, dentro de mi humilde posición.— 

Rezó por no meter la pata durante la inminente presencia ante el príncipe Arpad: —Estoy listo. Cuando usted ordene...—

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06/10/2014, 11:22
Bálint Harsányi

El vástago te condujo a través de los grandes salones del viejo castillo de Buda, su solemnidad empequeñecía a la gran mayoría de las fortalezas de ese tipo que habías visto a lo largo de Europa. A pesar de la máscara barroca que se le había ido construyendo alrededor de las viejas estructuras, aquella zona se la veía mucho más antigua que cualquiera. Una vez atravesadas un par de salas ricamente decoradas por tapices, cuadros y expositores de armas, Bálint te condujo a unas escaleras que descendían hacía el corazón de la tierra. Habías escuchado las leyendas sobre los laberintos cavernarios de las entrañas de la colina en la que se asentaba el castillo de Buda, una obra maestra de la naturaleza y la ingeniería del hombre.. ¿o del vampiro?

En aquel laberinto pétreo, Bálint se movía con soltura muy consciente de hacia donde iba. Estabas seguro que si a tu guía le hubiera dado por darte esquinazo, te hubieras perdido irremediablemente en las galerías subterráneas. Habías oído hablar de aquel lugar: celdas, manantiales, cuevas y secretos, contaba la leyenda que incluso el mismísimo Vlad Draculea, Drácula, antes de ser abrazado. Tu paranoia se agudizó, en la que voces y susurros parecían surgir de las paredes y los recovecos oscuros del laberinto.

Al cabo de diez minutos, Bálint se detuvo frente a una puerta de madera desvencijada. Te hizo un leve gesto para que esperaras, llamó a la puerta y sin percibir ninguna respuesta desde el otro lado te invitó a entrar.

Mi señor Arpad, Príncipe de Buda y patriarca de los Harsányi, le recibirá ahora.

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06/10/2014, 11:36
Príncipe Arpad Harsányi

El interior de la sala era oscuro, apenas la lumbre de un par de antorchas junto a la entrada llevaban algo de claridad al corazón de la estancia. No había muebles, salvo un viejo escritorio al alcance de la luz junto a un pergamino abierto y un bote de tinta, algo más allá de la luz percibiste la silueta postrada de un hombre sentado en una especie de trono de madera. A este le acompañaba el sonido metálico de una espada arrastrarse que, cuando entraste, cesó para guardarse en una vaina.

Habías entrado solo, Bálint se había quedado fuera y cerrado la puerta. La inevitable sensación de una trampa te asaltó en la cabeza, varios instantes eternos de silencio sofocante se propagaron en el lugar y al final, la figura sentada extendió la mano hacia la luz con un anillo en el que se podía apreciar el símbolo de los Harsányi: un león con un águila sobre su lomo.

Muestra tu lealtad al señor de Buda y Pest, Krisztián Joseph Szantovich...

Era una voz hosca, carente del brío que hubiera tenido antaño, parecía aquejada por los siglos que arrastraba. No habías tenido la oportunidad de conocer a demasiados antiguos, por lo que no podías compararlo a ninguno que pudieras recordar, pero sentías el poder de la amenaza de aquel cainita en tu sangre. Solo rezaste para que no le entrara un arrebato de locura fatal.. para ti.

Que se denominara señor de Buda y Pest era un pequeño conflicto diplomático, pues sabías que aunque ahora ambas ciudades se habían unido en la gran Budapest seguían teniendo dos Príncipes: en la orilla izquierda los Harsányi con Arpad como Príncipe, y en la orilla derecha los Farkas, con Akos Farkas como el suyo. No era un secreto que ambas familias de Ventrue arrastraban una amarga guerra fría que no había estallado aún.

Notas de juego

Disculpa la demora, he tenido una semana reorganizando partidas. Hubo otro abandono en otra partida y he tenido que estar buscando a un nuevo jugador, haciendo equilibrios para no resentir el avance.. ya sabes, imagino xD

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07/10/2014, 22:21
Krisztián Joseph Szantovich

Szantovih había permanecido bastante temeroso durante la mayor parte del viaje por el subterráneo. Según descendieron a él, y empezaron a recorrer las profundidades bajo las colinas, sus sentidos se agudizaron sobremanera. Se mantuvo alerta a cada curva o esquina de manera inconsciente, como si tras cada recoveco de aquellas oscuras galerías acechara un enemigo.

Aquellos sonidos y ecos cavernarios le habían recordado antiguos tiempos, en los que contemplara agazapado en la oscuridad de cavernas bajo los Cárpatos orientales el paso de monstruosidades de sus antaño señores Tzimitsce. 

Aquello le hizo acelerar el paso durante el viaje, lanzando miradas suspicaces a un lado y otro, nervioso y deseando llegar por fín a su destino.

Tras lo que le pareció una eternidad, no pudo evitar sobresaltarse al flanquear la entrada a la estancia. Su miedo resultó evidente cuando sintió el calor de las llamas y clavó asustado la mirada a las antorchas a los lados de la entrada. Dio un salto adelante, evidentemente asustadizo, hacia el centro de la sala, para poner distancia entre él y los fuegos.  Si hubiera sido humano, sudaría en aquellos momentos.

¡Antorchas!, cuán obsoletas en estos tiempos. ¿Acaso no ha oído hablar de los candiles?

Retiró de su mente esos pensamientos al oír el sonido de la puerta cerrarse tras él. Ante él se presentaba la figura del antiguo, y Sanztovich se sintió estúpido por haber temido a las antorchas hace tan sólo un momento, cuando el verdadero horror se encontraba frente a él, apenas vislumbrado entre la oscuridad y la vacilante luz que proporcionaban aquellas dos teas ardientes.

A priori, Krisztian no supo como reaccionar ante las palabras de Arpad Harsányi. Había estado en presencia de otros príncipes, pero no hablado con ellos. Normalmente, estos transmitían sus deseos a través de sus vasallos. Además, no lograba recordar haber tratado a ninguno tan viejo como el Arpad que tenía ante él.

¿Mostrar lealtad? ¿Qué querría decir con eso? Recordó los consejos del chiquillo, Bálint, y eso lo hizo reaccionar... de algún modo. Procuró ser breve y cortés:

—Yo... no sabría como complacer a tan ilustre señor de de ambas orillas del Danubio, salvo cumpliendo con todo aquello que él pueda... ordenar.— Entonces se aproximo con lentitud al brazo alargado del príncipe, y agachando la cabeza besó su anillo, aunque con maneras algo torpes. Una imagen que habría Sanztovich visto en la litografía algún libro, seguramente. Siquiera sabía si había realizado la maniobra de forma correcta.

Se preguntaba si eso le bastaría al antiguo, o si aquél anciano esperaba mucho más en su invitación a "mostrarle lealtad".

Permanecíó aún a la espera con la cabeza gacha, temiendo que, desairado, el monstruo se lanzara sobre su cuello. Si eso ocurría, poco o nada podría hacer Szantovich para defenderse. Aquella habitación era una jaula, y no cabía duda alguna de quien sería el depredador, y quien la presa.

- Tiradas (1)

Motivo: Saber mostrar respeto (Carisma 3 + Etiqueta 1)

Dificultad: 6

Tirada (4 dados): 1, 8, 8, 7

Éxitos: 2

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09/10/2014, 10:10
Príncipe Arpad Harsányi

El antiguo retiró la mano en silencio hasta que esta volviera a desaparecer en las tinieblas junto al trono. Su rictus siniestro se mantenía inmóvil, podías adivinar su semblante en la luz danzante que apenas se derramaba en su rostro, pero de nada te hubiera servido verlo con claridad pues aquella cara era totalmente inexpresiva.

Pasaron unos sofocantes minutos de silencio inquietante, Arpad te contemplaba sin pestañear ni hacer ningún ademán. Sin ningún movimiento perceptible que lo anunciara, el Príncipe de Buda empezó a hablar.

¿Qué sabes de los Farkas, Krisztián Joseph Szantovich? preguntó lentamente, sin darte tiempo para responder continuó. Nada, apenas nada. Te he llamado a ti porque sé que no has trabajado para el usurpador Akos Farkas ni para la zorra de Julianna Farkas. Por lo que serás útil para lo que te pido, ¿verdad?

Nunca una pregunta fue más retórica que esa, Aspad Harsányi no parecía ser un hombre acostumbrado a las negativas.

Hay alguien que ha finalizado su existencia en este mundo hace poco. Un huésped de mi ciudad, Petrov de Lenke. Un presuntuoso que se hacía llamar duque, sus simpatías por los Farkas le han costado caras, especialmente cuando decía ser.. mi amigo. habías oído hablar de aquel cainita, por lo que sabías mantenía el título ducal incluso después de ser abrazado, aunque entre los vampiros poco importaban esos títulos anteriores a la no muerte. Tenía una chiquilla, a la que decía ser su esposa. Anastasia. Huyó de Buda temiendo que su destino fuera parecido al de su sire, no le faltaba razón. No. Pero no deseo su final, soy un hombre comprensivo, ¿verdad? Quiero que le mandes un mensaje, solo eso. Dile que Arpad Harsányi desea que ella regrese a su hogar, que le garantiza su seguridad.

 

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10/10/2014, 21:37
Krisztián Joseph Szantovich

¿Sólo eso?— La pregunta quedó en el aire. Quizás una respuesta demasiado precipitada y no demasiado meditada a la solicitud del príncipe Arpad.

Si Szantovich se parara a pensarlo un momento, quizás Harsányl estaba intentando insinuar algo al antiguo revolucionario. Algo que el antiguo creyera que debiera sobreentenderse a partir de sus palabras. Cosas del tipo de en realidad estarle diciendo que se encargara de traer de vuelta a Budapest a esa vampiresa fuere como fuere, o que se ocupara de ella del mismo que alguien se había ocupado del tal Petrov de Lenke.

¿Cómo demonios podía interpretar un “sólo quiero eso”, después de un “ella temía que le pasara algo parecido a lo que le ocurrió a su sire, pero no le falta razón”?

Literalmente hablando, la orden era ir a buscar a Anastasia y darle el mensaje de que podía volver a Buda sin temor a represalias por parte del príncipe, todo ello de boca del propio príncipe. No parecía demasiado complicado. Sin embargo, estos príncipes tenían dobles, triples o cuadruples líneas de pensamiento a la vez.

Szantovich miró a al príncipe de Buda intentando deducir sus intenciones a partir del gesto del mismo, pero el rostro era hierático, y su expresión pétrea. Y aunque tuviera la capacidad de leer mentes, de la que algunos miembros de su Clan alardeaban (aunque incluso a Szantovich le costaba saber cuando un congénere Malkavian le hablaba en broma o en serio sobre esas cosas) ni se le hubiera ocurrido mirar dentro de la mente del antiguo, no fuese a ser que lo que allí se encontrase no le gustara un pelo.

Bueno, o quizás sólo Krisztián le daba demasiadas cuentas a las cosas, y aquello era simplemente lo que parecía. El deseo de un antiguo para el que fuera un siervo de sus dominios volviera a su regazo.

Aun así, le apreció extraño que enviara a un cainita a hacer algo que cualquier humano o ghoul podía hacer. Incluso una simple carta hubiera bastado.

¿Además, por qué tanto interés en que regrese esa chiquilla? Si la quiere de vuelta, será por algo.

Prefirió guardarse esa interrogante para sí. Quizás no fuera nada, pero aquello le parecía raro. Sin embargo, como para preguntar directamente a alguien así si tenía segundas intenciones. Además, que eso no era asunto de Szantovih. Él era un siervo y debía obedecer. No había nada que hablar.

Mejor callar y hacer preguntas más inteligentes y que sí vinieran a cuento:

Bien, si me lo permite, quisiera preguntar si sabemos de la situación actual de esa mujer, o hacía dónde podría haberse dirigido. Por supuesto, si no se sabe, me encargaré de investigarlo, pero eso me ahorraría tiempo.— Puso una sonrisa nerviosa, sin dejar de mirar a aquél rostro hierático que le observa desde las su trono en las sombras, como juzgándole. —Por lo demás, podría dictarme una carta para ella, si lo considera necesario. No tengo mala letra...—

Aquella mirada le ponía nervioso, y era torturadora. No había forma que cambiara de expresión. Era como hablar con un muro. —...oh... bueno, pero si usted considera que esas palabras son suficientes, pues, en fín... — No supo más que decir. Se quedó en blanco. —...bueno, intentaré en todo caso hacer lo posible para convencerla con mis propias palabras de su regreso a Buda.—

Torció el gesto, como si fuera a recibir una bofetada. Y quedó callado a la espera, deseando no haberle ofendido. Nunca se sabía.

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16/10/2014, 10:46
Príncipe Arpad Harsányi

El antiguo se acomodó en su trono mientras te contemplaba entre largos silencios, su mirada era en ocasiones errática, bailando por cada uno de los rincones de la penumbra de la sala. Aquellos interludios eran inquietantes, pues como ya sentías en tu cuerpo, no sabías si eran el preludio de más conversación o de un fulminante arranque de ira del Príncipe.

Solo mis palabras le deben bastar. Por derecho de nacimiento, soy su señor. Habla con el Príncipe Starkemberg de Praga, es un viejo amigo. Dile que vienes de mi parte, no pondrá impedimentos a tu estancia en su ciudad. explicó mirando a algo a tu espalda. No has de convencerla, Krisztián Joseph Szantovich, solo transmitirle mi mensaje. Si no la veo de regreso en menos de dos meses, sabré a quien guarda su lealtad. siseó tenebroso.

Con un sutil gesto de la mano, cambió de tono dirigiendo ahora la mirada hacia ti.

Tras el mensaje, serás libre de ir hacia donde quieras. Praga es una ciudad de oportunidades, alguien como tú sabrá aprovecharlo. casi viste como paseaba su lengua entre los dientes. 

Las tinieblas danzaban en el límite de la luz de las antorchas, aquel baile tétrico dotaba de las más perversas máscaras que pudiera otorgar la imaginación. Aquello te evocaba a otros tiempos, otros más tenebrosos, otros más crueles.. ¿de verdad que las cosas habían cambiado para ti?

Habla ahora o márchate, Krisztián Joseph Szantovich. dijo al final invitándote a formular las últimas preguntas que pudiera tener en la mente.

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16/10/2014, 18:36
Krisztián Joseph Szantovich

Miro de soslayo, aunque no se giró completamente, para intentar descubrir por el rabillo del ojo a qué demonios estaba mirando el príncipe Harsányi tras él, aunque entonces pensó que quizás fueran fantasmas de su mente. 

—No necesito nada mas, majestad. Creo que eso es todo. No quiero haceros perderos más el tiempo. Partiré enseguida.—  Así que la chica está en Praga. Bien, bien.

—... y, desde luego, siendo aliados enviaré también saludos al príncipe Starkemberg de vuestra parte, en cuanto me encuentre frente a él... Hizo una reverencia antes de concluir: —Un placer tener la oportunidad de serviros.—

Se giró hacia puerta con intención de abrirla. Imaginaba que el fiel Bálint Harsányi seguiría al otro lado, y que le guiaría de nuevo de regreso a la salida de aquél laberinto.

Eso esperaba, porque la verdad estaba deseando salir de allí ¿De verdad los Cainitas eran seres de la  oscuridad? ¿Entonces cómo es que él la tenía tanto pavor a la las sombras como al fuego? Quizás porque en cualquier momento esperaba la repentina aparición de entre las mismas de sus antiguos compañeros Sabbath, sobre todo su sádica sire.

Reprimió un escalofrío. Lo primero que haría nada más salir sería ir a su alojamiento en la ciudad de Buda, bañarse allí, cambiarse, coger sus cosas y hacer las maletas. En cierto modo, siempre estaba preparado para ello. Llevaba muchas décadas de una ciudad a otra, y aquella no era la primera vez.

Se preguntaba si la "generosa" oferta del príncipe Arpad Harsányi no era más que una excusa encubierta para ordenarle que se largara y no volviera. Su "sugerencia" de ser libre para quedarse en Praga así lo parecía. Bueno. Al fín y al cabo Arpad era un príncipe y él un mandado, así que no quedaba otra.

Lo de "las maletas" era una metáfora, porque en realidad contaba con varios baúles de ropa variada y maquillaje, así como algunos libros. Aunque con los años había refinado sus habilidades sobrenaturales para parecerse a quien quisiera, aún tenía la obsesión de vestirse a la manera de aquél al que imitaba. En cierto modo, le ayudaba a meterse en el papel, o siendo más exactos, en el personaje.

Quizás tomara otra apariencia e identidad durante el viaje. En Buda se sentía relativamente tranquilo, pero los viajes siempre eran peligroso para los seres como él. Incluso en una época tan moderna como aquella. Y tenía siempre el miedo latente de los miembros de su antigua Secta.

Además, Europa Oriental aún era una zona salvaje y sus compañeros cainitas siempre hablaban con reverencia de engendros en los bosques. Seres que supuestamente cazaban a la estirpe de Caín. Aunque Krisztián nunca dio crédito a esas leyendas y tonterías. Él había viajado mucho por los caminos de Europa Oriental y nunca se había cruzado con uno de esos "engendros". Cuentos de viejas, al fin y al cabo, de vampiros supersticiosos nacidos en eras menos civilizadas.

Pensó en usar el tren en cuanto tuviera oportunidad. Era caro, pero podía permitírselo. Por desgracia, Hungría era aún un poco atrasada en ese aspecto aún. Pero sabía que a poco se dirigiera a otras regiones más hacia occidente y hacia el norte disfrutaría de los avances del moderno Imperio Austro-Húngaro.

Primero en carrozas, viajando de noche y parando en posadas cuando fuera necesario. Luego en cuanto pudiera en tren, y pagando a mozos para que se ocuparan de su abultado equipaje. No creyó que se le presentaran problemas en su viaje hasta Praga.

O al menos, eso es lo que el pensaba.