Partida Rol por web

Los escudos se movieron por la diestra, buscando la siniestra de la mujer. Su cuerpo se cimbreo a un lado com el junco del oasis, y giro voluptuoso, ondeando al viento la especiada cabellera, conforme defendia a dejar muerte en el muslo de su detractor. Mithril contra acero cerca de la arena avida de ellos; un beso metalico momentaneo y una nueva separacion. Mas el exotico olor de la imponente hembra se habia cobrado su primera victoria en las pituitarias de Parnassus. El gladiador detuvo su giro con lentitud, dejando que el cerco de polvo de su ultimo pie, dibujando un circulo para ubicarse, planeara lentamente a su posicion anterior.

-Tu mirada me dibuja con trazo distinto esta noche, Hija de la Luna. Acaso tus palabras no me hablen del mismo modo tampoco?- dijo el esclavo, mientras su guardia descendia lo justo para que ella pudiese apreciar sus labios moviendose.

Los tobillos de la hakhim se inclinaron con gracia calculada, y sus dagas avanzaron con ellos.

El escudo derecho del Paladin de Obsidiana encontro sus dagas antes que estas su brazo, como si se movieran a camara lenta. Entonces la imagen se acelero y Parnassus dejo pasar a la mujer, girando hasta quedar a su espalda. Una nueva congelacion del momento y un nuevo aceleron. La pierna del guerrero termino la vuelta, extendiendose contra la columna expuesta de la mujer y proyectandola a trompicones algunos metros.

Cuando la mujer se iro de nuevo, se sorprendio al seguir la linea de la vista de Parnassus, su miel posada en sus caderas. Cuando volvio a alzar el menton, sonreia. Con verguenza? No, mas bien con complice descaro.

Estaba jugando y ella lo sabia; reconocia ese sutil brillo chispeante en sus pupilas. Una luz que le indicaba, sin embargo, que disfrutaba de los momentos con ella, aunque pudieran resultar tan arrebatadores; tan violentos...

Sentí su cuerpo vadear el mío, rozar apenas mi túnica al pasar a mi lado y situarse a mi espalda... tan rápido y certero... y sentí la obsidiana en la piel... el golpe y sus aristas rasgando los tules y derramando mi sangre tibia... la inercia de su fuerza impulsándome, doblegándome el gesto y obligándome a la distancia... desequilibrada... trastabilleando en aquella arena roja de sangres y muertes...

El júbilo del público atronó el cielo ante la primera sangre... y yo me volví orgullosa para encarar a Moalim de nuevo... con el pelo dibujando el arco del movimiento para posarse sobre la sangre de mi espalda.... con el velo blanco de la túnica enmarañado en las piernas... y la mirada destellando... y la media sonrisa perfilada en los labios...

La sangre se me agolpó en las mejillas al sentir su miel sobre mi cuerpo... al encontrar su ámbar gemelo del mío en mis ojos... al ver su sonrisa.... Y casi inconsciente las dagas bailaron bajas esbozando escudo de plata de mis formas... mientras con la piel encendida afilaba la mirada... y la sonrisa.... Jugaba, lo sabía... y las pupilas se me entornaron desafiantes a aquellos elfos que observaban desde el palco... Almas negras que disfrutaban de nuestra sangre... Curiosamente, ellos no sonreían...

Los mieles de las miradas volvieron a enredarse cuando... intentando sujetar el rubor... las dagas iniciaron de nuevo las filigranas de plata... y el cuerpo las seguía dócil... Blanca y plata... dagas y Hakhim... una sola...

El cuerpo se me cimbreaba a cada paso... amagando el golpe... buscando la brecha.... Moalim y alumna midiendo movimientos y gestos mientras sin desatar su mirada de la mía encontraba la grieta de sus escudos... la de su mascara... Las dagas arañaron en cielo cuando aguijón de mi cuerpo elevé los brazos a él... cuando el giro repentino, demasiado cerca, velo su ámbar con el azabache de mi pelo... Y el movimiento surcó el espacio entre las obsidianas que rasgaron la estela dejada atrás de mi túnica... y me llevo a su pecho... y a su sangre...

Miel contra miel el cuerpo se me arqueó levemente atrás entre sus brazos, entre la obsidiana de unos escudos que poco podían herirme situada tras ellos... y serena descargué las dagas... con el brillo orgulloso en la mirada de aquel que demuestra... con el destello divertido de aquel también juega... Y aún permanecí un segundo en aquel dorado de arena de sus ojos mientras la sangre manaba dócil dibujando enredados en su piel bajo la mascara.... mientras corría por su cuello tibia, y caía mansa buscando su pecho...

Que miras?... La sonrisa se me afiló aún más... No deberías perder de vista las dagas... mi Moalim... después de todo... son lo más hermoso que poseo...

Parnassus dejo que ella se acercara, deseando que estuvier mas proxima a el, mas sus dagas volaron veloces contra su mascara, golpeandolo con sana y clavandosela en la piel. El impacto dolio, pero su cuerpo, tan cerca del de Parnassus, mas aun. Ya dentro de la guardia de los escudos, la mujer envio su daga directamente contra la axila del guerrero, mas un rapido barrido con empujon de este la envio al suelo antes de que pudiera efectuarlo. Se dejo rodar y recupero la postura erguida, antes de que Parnassus iniciara su carga:

-Cada instante que he alejado mi vista de tu acero ha merecido la pena, Dama de Arena. El deleite bien merece una pequena contusion. Pero este ultimo intento... demasiado proximo al corazon. Aun no puedo permitirme que te acerques tanto.- bromeo el guerrero antes de avanzar hacia ella directo.

Miel contra miel vio mi ataque... Miel contra mil supo de mi movimiento y adecuando el suyo me lanzó a la arena cálida... arena que se adhería a mi ropa y mi piel salada de sudor... a mi espalda, dibujada del rojo húmedo de mi sangre....

El giro terminó en el movimiento que de nuevo me irguió ante él... más danza que lucha... y teñido el blanco de la túnica ahora de rojo de sangre y ámbar de arena... los hombros se me afianzaron orgullosos ... Miel contra miel... Le vi avanzar....

Moalim.... sonreí esperando su acometida... con el brillo malicioso en la mirada y en el brillo de plata de las dagas.... yo también había aprendido... Y el azabache de su obsidiana se reflejó en el miel de mis ojos cuando justo antes de que rozaran mi pecho el pivotar del cuerpo me llevó a su flanco... mientras los velos acariciaron los escudos y la piel de sus brazos en su avance... mientras las dagas derramaban de nuevo su sangre... mientras el aire le envolvía de jazmín y desierto... y sol de tarde....

Deleite?... Qué dices?... Deleitate con el filo de mi plata... Moalim... tú me enseñaste a usarlo en este coso... el susurro le llego como aliento cálido en la piel de la nuca.... Vi tu obsidiana esta vez... mi Moalim... la voz se teñía de una complicidad divertida entremezclada con el sonido suave del acero rasgando el aire... corta la distancia entre los cuerpos... corta la distancia del golpe que ya se dibujaba ...Demasiado próximo al corazón... y eso es algo que... no podemos permitir...

El siguiente letal avance de Anat fue detenido con habilidad por los escudos de Parnassus, mientras la mujer se apartaba de él, evitando una inminente represalia de sus escudos. Sin embargo, una de las guardas interceptó la salida lateral, poniéndose en medio con un arco ascendente. Anat tuvo que contragirar para no lacerarse el pecho con las aristas, y en cuanto su flanco izquierdo estuvo paralelo al gfrente de Parnassus, el guerrero picó fuerte a la axila de la mujer con una de sus afiladas puntas de ónice. La sangre resbaló ardiente por el cristal volcánico, soltando una voluta de vaho a la fría noche. El calor del desierto contra el viento gélido de las montañas:

-¿Mas cuánto lugar habría en el tuyo, si yo me abriera paso hasta él?- siguió Parnassus la cómplice broma, acompañando su doloroso ataque.

Anat le respondió con una sonrisa, mientras su daga descendía veloz y le "acariciaba" el muslo con la dulzura de una hoja mordaz. EL corte se volvió carmesí y descendió al encuentro de su prófuga hermana, manada de la mujer del desierto, abajo en la arena. Ya distantes de nuevo el uno del otro, Parnassus volvió a hablar, esta vez en tono más serio:

-¿Qué brumas han empañado tu mirada cuando buscan la mía, Anat? ¿Qué sabes que no me dices? Demasiado duro para la frágil máscara de Moalim, dicen tus ojos. ¿Qué dice tu boca?- preguntó por fin el guerrero, misterioso.

El corte fue profundo... igual que el dolor... igual que su voz, que caló hondo y me obligó a desviar la mirada del rojo del brazo al miel de sus ojos... Brumas?.... quizá....

Las dagas se detuvieron pendiendo mansas a los lados de mi cuerpo... y tome aire... dejándolo ir despacio... con el porte erguido y los ojos orgullosos de mi casta y de mi raza... de mi senda... de mi destino... Y con la cadencia suave di unos pasos hacia él... acariciada por la brisa de la noche que nos cubría... que velaba miradas e intenciones... y susurros vertidos a la piel....

Mi aliento dice... que no es bruma... mi Moalim... sino dolor sufrido por la que ahora es mi sangre... el dolor de ella... y tú dolor... las dagas oscilaban suaves sobre las caderas, rítmicas a mi voz y a su movimiento... Moalim... cuál es tu nombre? Lo recuerdas? Fue tu madre la que te llamo... Parnassus...? aún más cerca, velados ya los labios a cualquiera que no fueran él y la jalea de sus ojos... Por tu mascara y tu nombre... por tu vida robada... Por la máscara de Liu mi hermana... y por su vida rota... Pido justicia a la Diosa por todas ellas... y pongo mi vida y su destino en tus manos...

El susurro fue caricia de noche... la mirada brillo de acero dorado enredado en aquel miel que me contemplaba tras la mascara... y sin importar el dolor ni las aristas, el movimiento leve me llevó aún más cerca para verter el aliento confidente a su pecho... quizá aún más adentro.... Los Obsidiana... morirán...

Las palabras de Anat amargaron la sonrisa de Parnassus, devolviéndolo a un tioempo en que aún era una piedra asustada y sin pulir. Un nombre...

Cuando lo sacó de su ensimismamiento, atacando a la derecha, Parnassus sajó al muslo adelantado, frenando el ataque, antes de girar y enviarla hacia atrás a trompicones, esta vez con el herido brazo izquierdo terriblemente dañado. La mano cayó flácida, sin fuerza, y una de las dagas besó el suelo:

-Tus palabras hablan promesas que podría llevarte más de una vida cumplir, Anat.- indicó Parnassus, con tono monocorde -Palabras que podrían acabar con la que ahora tienes; los Obsidiana no se toman a bien las amenazas.- declaró el esclavo gladiador.

Vi la hiel en su sonrisa... en su mirada que se perdía en otro tiempo... y al leve movimiento del brazo, cuando mi acero buscaba de nuevo su piel... el gesto rápido y definitivo de su obsidiana mordió la mía.

Las aristas se clavaron en mi muslo rasgando la túnica y el músculo...deteniendo mi avancé apenas un segundo... segundo en el que Moalim giraba ante mí como remolino de aristas afiladas... y vi impotente el elevar de los escudos... y sentí el desgarrar del brazo... el golpe... la sangre manar...

Impulsada por sus escudos di unos pasos hacia atrás... con los dientes apretados sujetando el dolor que me recorría... sintiendo el rojo tibio recorrerme y gotear de mi pierna... de mi brazo... Sangre que goteaba de mi mano a un acero que ya era incapaz de sostener... que resbalaba de ella sin que pudiera hacer nada por impedirlo... y se derramaba en aquella arena como lo hacía mi vida... y la suya...

No hablo de promesas Moalim.... No hablo de amenazas.... el pecho se me aceleraba con una respiración agitada por el dolor... por el esfuerzo... sudor y sangre mezclados en mi piel... Hablo de sentencia.... de Justicia... de lo que es y debe ser... Y si el precio es mi vida... que importancia tiene? la sonrisa se me dibujaba en los labios mientras el brillo de los ojos parecía aún más vivo... Puro reflejo del mi fuego interior... de mi Fe... que se me desbordaba en las pupilas y en el pecho... Si es mi destino, que así sea... Ese es mi camino... no temeré recorrerlo...

Tras su mascara... Miel contra miel...

Moalim me observaba ahora casi triste... y yo... erguida a pesar del dolor... del rojo de las heridas y la debilidad de la sangre que manaba de mí... con el brazo izquierdo pendiendo inerte sobre el contorno de mi cuerpo... iniciaba de nuevo el baile de plata. La diestra giraba y obligaba a la daga a rasgar el aire y dibujar figuras de brillo de Luna mientras me acercaba a él... A un él que parecía esperarme casi dócil... perdido quizá en otro lugar... en otro tiempo... en otra gente......

El giro del cuerpo me devolvió entre sus escudos... tras ellos... mudos ahora de su amenaza negra de piedra... y allí... tras los escudos y tras la mascara.... la única daga se apoyo en la piel de su cuello... como mis ojos se apoyaban en los suyos...

Mi vida o mi sentencia cumplida... la sonrisa fue leve sombra en los labios... Mi hermana Liu merece venganza y junto a ella la obtendré... Es mi destino, es mi camino Moalim... Moalim... no Parnassus... Para eso he nacido... eso es lo que grita.... mi frente... la daga beso intensa su garganta... que se abrió derramando su vida sobre mi.... Duerme ahora, mi Moalim... La Diosa te velará hasta el despertar.... sobre su hombro, la mirada se me perdía en aquellos elfos Obsidiana que con las mandíbulas apretadas me observaban...

Parnassus se derrumbaba... moría... Quizá fuera Moalim el que renaciera....

Avanzaba entre las sombras húmedas de aquel pasillo de piedra con la mirada miel perdida más allá de la reja... perdida en la arena sedienta de sangre que pronto recibiría su premio... en los primeros rayos tímidos de sol de tarde que lamían la boca de aquel túnel... Y la cancela se abrió en un lamento ahogado por los gritos de aquellas gargantas tenebrosas de almas aún más sombrías... mientras la cadencia suave de las caderas me devolvía al coso de muerte... a los ojos de aquella masa airada... con los mios dorados llenos del orgullo de mi sangre... con los hombros fuertes y el paso suave... con la sonrisa en los labios... y el plata en la cintura....

La figura de un hombre me esperaba en el centro de la arena... y yo afilaba el dorado de los ojos para dibujarle mientras caminaba hacía él... mientras las manos buscaban las empuñaduras labradas de las dagas liberándolas con el movimiento sutil de su descanso en la cintura... dejándolas caer lánguidas siguiendo el contorno de mi cuerpo... sobre el blanco de mi túnica,... velo que a cada paso se arremolinaba en mis piernas... Erguida y orgullosa... blanca y plata... Luna y brisa del Desierto...

Caminaba hacía aquel hombre con el azabache del pelo serpenteando en la espalda y el miel de los ojos enredándose en sus pupilas... y a su frente... con el paso detenido y el porte de mi casta en el gesto... con la Luna reinando en mi frente y en el brillo de mi mirada... el movimiento sedoso inclinó mi cuerpo en el saludo casi musical de mi raza... mientras pupila contra pupila buscaba su esencia en el pozo de sus ojos más que en cualquier otro lugar... No había otro lugar para encontrarla....

Bienvenido.... volvía a erguirme ante él... Soy Anat ben Ishtar... Hija de Luna... Sierva del Único... las dagas iniciaron el baile suave dibujando filigranas de plata sobre mi cuerpo.... Que el sol te sea clemente, que el viento te sea propicio... que la Luna aliente... tu fuego Interior...

Juan se encontraba en el centro de la arena esperando a su rival mas este no estaba preparado para lo que venia. El dulce vaiven de la hermosa Hakim que cruzo las rejas del lado opuesto del terreno de batalla, combinado con la sensualidad de su figura y sus ojos miel que acariciaban a los suyos con una mirada tan profunda y tan tierna como la de una diosa, bloquearon completamente su mente dejandole en un tupor de profunda admiracion.

Su saludo, como un coro de angeles, llego a sus oidos indignos receptores de tal majestuosidad, mas el guerrero seguia sumido en su intenso aroma y su abrumadora presencia. No fue otra que la sangre de su propio cuerpo lamiendole el muslo derecho y llegando hasta sus talones cubiertos por las zaparrastrosas ojotas que siempre portaba, lo que le devolvio a la realidad. El dolor no fue suficiente para despertar en su alma deseos de venganza contra la diosa que acababa de conocer... tal vez si algo de retribucion... pero no venganza.. ni odio... nunca odio.

-Mi nombre es Juan Bautista del Corral.. y es un placer para mi.. tener el honor de contemplar su mirada Sierva del profeta...

Habia pasado una eternidad o unos segundos, hasta que las palabras salieron de su boca en respuesta al saludo de su oponente. El espadachin se negaba a pelear contra tal divinidad que tenia frente a el...Su sola presencia tiraba por la borda todas sus creencias sobre las viles criaturas que acechan en estos lugares.. ya que si ella podia estar aqui... si una luz puede brillar en tan profunda oscuridad... entonces él todavia podia salvarse...

-Con tu simple mirada me has demostrado muchas cosas... Lamento tener que pelear contra ti...y te agradezco nuevamente, ya que tu sola presencia me devolvio la esperanza perdida...

No dijo nada... y yo le observaba con la leve inclinación de cabeza... con el miel intrigado y el plata de las dagas destellando a mi alrededor.. Y fueron los gritos de los elfos los que marcaron el movimiento... el toque de las cornetas las que detonaron el combate.... y el giro de mi cuerpo, que buscando el suyo encontró su sangre...

Las dagas habían sajado su muslo a mi paso, tiñendo de su rojo la estela de mis velos al retirarme... y fue al alejarme... al detener el giro buscando de nuevo su mirada cuando escuche su voz... Voz que me sorprendió... que me arrancó la sonrisa bajo aquel cielo plomizo... entre aquellos gritos infames... Y el brillo miel se me aguzó sorprendido, pero orgulloso... y los labios dibujaron un suave gracias... como suave lo dibujo el gesto... la leve inclinación de cabeza.. el reconocer de la mirada...

Gracias... por tu voz... y por el favor que me otorgas... las dagas continuaban girando... prolongación plata y mortal del blanco de mis brazos... pero no es mi mirada ni mi presencia las que devuelven la esperanza... No puede prenderse la madera húmeda... la sonrisa se dibujaba en mis labios como lo hacia en los suyos... como brillaba en el dorado de mi mirada... Si tu esperanza ha vuelto... quizá es que nunca la perdiste... quizá solo... dejaste de escucharla...

El cuerpo se me afiló al notar su movimiento... y las dagas...los ojos... el cuerpo se me coloreó de malicia al brillo de su acero acercarse. Un giro en blanco y negro... gasa y pelo girando remolino de mi ser... y acero contra acero el chocar de las armas resonó en el aire.. mientras el de las miradas, igual de intenso y desafiante, resonó en nosotros. Fue un segundo largo... y de nuevo el oscilar de mi cuerpo le envolvió de jazmín mientras mi daga le mordía el brazo... mientras yo ya le abandonaba ... y su sangre de nuevo se vertía sobre aquella arena que la bebía ávida...

Le miré con la fe desbordando las pupilas... con la sonrisa dulce... incluso allí... incluso en medio de aquel lugar de infierno... de aquel aire que parecía espesarse por los gritos y las voces sádicas de aquellos elfos malditos...

Me alegra haberte conocido... el honor es de esta Sierva... Juan Bautista... de nuevo el acero acompasaba a la voz... al vaivén suave de la cintura... Que la luz de tu esperanza sea faro en esta tierra de tiniebla...

Juan Bautista seguia hipnotizado por los sensuales bailes y las hermosas palabras de su contrincante. Habia perdido el deseo de pelear contra ella, aunque debia fingir que su actitud era firme si no queria una reprimenda ejemplar por parte de la "ama del coliseo".

Hizo un amague de un ataque, pero cuando sintio el dulce aroma del desierto que portaba la profeta del unico, perdio el impetu. La guerrera del desierto no freno en su ataque y desgarro la mano con la que Juan portaba su arma, pero este no sintio dolor sino un fuerte calor que lo invadia y apaciguaba.

Su sangre manaba por toda la arena y sus heridas eran innumerables... mas la sierva del profeta estaba intacta, inmaculada en su esplendor mientras danzaba sin pausa por todo el terreno de combate.

Juan alzo la mirada una ultima vez viendola acercarse hacia el, balndiendo sus armas con maestria indescriptible y suavidad incomparable. Aprovecho ese momento para acercarse a ella... y amagar un ataque, que retrajo justo en el ultimo instante para recibir de lleno el suave gozo de las dagas plateadas lacerando su cuerpo.

-Gracias....

Susurro Juan al oido de la mujer, mientras esta abria en canal la garganta del espadachin. El resto de sus palabras y sentimientos se vertieron sobre la caliente arena del coliseo, a la vez que su cuerpo se entregaba entero al placer del descanso mortal...