Partida Rol por web

El bote esperaba en el pequeño lago que se formaba dentro de aquella cueva. Con todas las corrientes, salvajes y descontroladas que había encontrado, era el puerto más seguro. Del techo surgían estalactitas con formas retorcidas e imposibles, terminadas en romas puntas, y columnas que parecían sostener el techo. El suelo parecía luchar contra el suave roce del asesino, y las sombras se arremolinaban por doquier. Ante él, dos túneles se extendían a derecha e izquierda, cada uno más oscuro que el anterior.

A pesar de la escasa luz, Hugo pudo intuir que el tunel a la derecha del lago de la cueva descendía ligeramente, mientras que su opuesto tenía una leve inclinación hacia arriba.

Pasados unos instantes, y tras inspeccionar las bocas de ámbos túneles, me decidí por el túnel de la izquierda...era el que tenía un curso ascendente, y yo debía salir a la superficie para alcanzar el templo, para alcanzar mi meta, y lograr el ansiado descanso.

Mi paso era lento, pausado, y lo más silencioso posible. Acostumbrado a vivir entre sombras, sabía lo que se podía esconder en ellas. Y en esta isla, sabía que me iba a encontrar con mis peligrosos compañeros del coliseo, pero desconocía totalmente, si había otros peligros a los que enfrentarme...noté como se me erizaba el pelo de la nuca, y como un escalofrio tomaba mi débil cuerpo...si, sin lugar a dudas en la isla se escondía más maldad de la que uno era capaz de concebir, casi podía escuchar susurros de las armas torturadas de los que vinieron a la isla con anterioridad, y perecieron sin remedio...

Seguí ascendiendo por el túnel, con las dagas firmemente sujetas entre mis puños, debía mantenerme alerta, preparado...

El chirrido sacó a Hugo de su ensimismamiento. ¡Murcielagos, grandes como mastines! Media docena de ellos se precipitaron sobre el asesino.

Uno de los murcielagos consiguió desgarrar el cuello de hugo antes de que este pudiese hacer nada al respecto. Pero la velocidad del hombre le permitió librarse de él antes de que le abriese la garganta. La sangre manó caliente desde su cuello. No sobreviviría a otro de aquellos mordiscos.

Lso cadaveres de dos de aquellos asquerosos bichos cayeron al suelo. El asesinos se movía con la frialdad de un profesional, sin didas ni miedo. Sin embargo, el resto no cejó en su empeño.

Cuando mis brazos habían tomado ya impulso para atravesar a una de aquellas bestias, mi oído me avisó de que debía detener el ataque y postrarme en el suelo...

Fue el momento justo, pues una de aquellas bestias me sobrevoló, librándome de su ataque por tan sólo unas décimas de segundo...Rodé por el suelo, las dagas apretadas firmemente por mis manos, detuve el giro y me incorporé a agazapado, a la espera del próximo envite, del próximo ataque de  las bestias...

Los restantes vampiros se alejaron del asesino con sus chillidos. Continuando su camino, Hugo llegó al fin a la salida...