Partida Rol por web

Hablaba... serpiente negra... envenenado... Falso... y la mirada miel permaneció altiva... Incluso en el dolor... incluso en la sangre derramada que me debilitaba más y más...

Qué actos... elfo?.... miraba mi cadera impregnada de mi sangre cálida... que me lamía la piel y los velos obligándolos a mi cuerpo, ciñendo el blanco ahora carmesí al muslo... Qué ha hecho esta Sierva del Profeta que tanto te ha ofendido?... qué.. que en tanto peligro te ha puesto?... Levantaba los ojos despacio... con el brillo orgulloso desbordandose de ellos... hundiendose en él como se hundía el gesto erguido... la barbilla alta... los hombros fuertes... Que sabe de mis motivos?.... el paso que me acercó a él fue decidido... desafiante... Lo mismo que sabes de mí.... Nada....

El plata de la daga que aún sostenía con esfuerzo bailaba sobre mi cintura... y en mis ojos.. y en la sombra de mi sonrisa...

Mi.. pueblo... Conquista con honor y respeta en la victoria.. Mi sangre... no esclaviza... convence... Y esa.. elfo.. es una gran diferencia... Un nuevo paso cimbreante... un reguero de sangre junto a él... Los liberaste?... El relámpago cruzó el oro y negro de los ojos... Si es cierto que lo hiciste... no fue por la bondad de tu corazón... No hay nada bueno en el tuyo...

No... no condeno a tu raza... Hay muchos de los tuyos que albergan luz... Piensa lo que dices... Qué destruirá tu... ciudad... elfo?... Yo??... Una hija de la luna? Una mujer del desierto?.. Las cuchillas de oro se clavaban en él... Sabes que no... sabes muy bien... que si esta ciudad cae... caerá de mano de los tuyos.... la sonrisa fue afilandose.... como lo hacían los ojos... No conoces mis motivos... no tienes ni remota idea, de lo que deseo... Y no juzgo tú miseria, ni la de tu gente.... No juzgo vuestra vileza... vuestra morbosidad... ni siquiera vuestra crueldad... No me importa lo negro que sean vuestros corazones ni vuestras gargantas, son vuestros.. queaoslos....

Un nuevo paso... una nueva sonrisa... una nueva voz...Nada sabes, nada entiendes... No lucho para acallar lo tenebroso de vuestras almas... lo hago para proteger la luz que brilla en tantas otras que habitan esta tierra...

Lanzó sus kukris... mientras yo hundía la mirada en la suya... mientras mi cuerpo giraba dibujando un arco sanguinolento a su alrededor... rojo de sangre, blanco de velo, azabache de un pelo que, en su movimiento, se enmarañaba con aquel otro que pendía de sus armas...

El movimiento me condujo a su espalda... Apenas un segundo allí antes de retirarme... antes de que su filo y su mirada me buscaran... Apenas un segundo. Suficiente..

Desengañate... eres demasiado inteligente para creerte tus propias mentiras, elfo... Delderius el negro... el aliento se vertía en su cuello... abrasaba la piel... Pronto se giraría... pronto su acero buscaría la mía... No soy tu esclava... a pesar de mil muertes que me des a tus manos... de mil torturas... Tú... a mí....quizá me has vencido, Delderius... pero nunca me has conquistado....

Me retiraba de él... brisa del desierto replegándose sobre la duna... y con la barbilla alta esperé....

Ni en vida... ni en muerte....

Delderius sonrió con ligera aparente desgana. Pero no era cuestión de mentir: estaba disfrutando. Siempre difrutaba de luchar contra Anat, que milagrosamente había logrado esquivar su último ataque con una extraordinaria agilidad y le miraba con desafío.

- Buen movimiento. - sonrió Delderius, aprobando a su adversaria- Aunque en todo lo demás... eres una niña, Anat. Esta ciudad no es la tuya. Esta cultura no es la tuya. Tus actos solo son una piedra contra el mar. Escucha: soy un hombre instruido. Se lo que tu y tus hermanas haceis. Se como repartís justicia. No tienes que tratar de contarme mentiras sobre la bondad. No sois bondadosas. Sois vengativas, y os gusta la sangre. Como a mi, por lo demás. Pero sois tan débiles que excusais vuestra sed de matanza en la sed de matanza de un dios, y no en lo que late en vuestros corazones. En cuanto a lo demás... no son los míos los que han puesto a esta ciudad al borde del desastre y el genocidio. Son solo las predicaciones de cambio, el deseo de revuelta y revolución que algunos predican... y la estupidez de una niña norteña tratando de cambiar las cosas. No. No destruimos nuestras propias ciudades, salvo cuando está en juego algo mayor que las vidas de sus habitantes. Tal vez te parezca un monstruo. Pero lo cierto es que dejé a esas personas vivas porque nada me servía su muerte, y solo hubiera servido para acercar mas la destrucción a esta ciudad. Y esta ciudad, Anat, me divierte. Como tu

Anat trastabilló. Sus heridas eran excesivas. Y Delderius no dudó ni atemperó su ataque. Un nuevo golpe atravesó el costado derecho de Anat, que perdida su mano, no pudo defenderse.

Y tras el, otro golpe. En el mismo sitio, que introdujo el acero oscuro en el costado hasta golpear el esternón. Herida de muerte, la gladiadora haakim se derrumbó.

Una sonrisa perversa apareció en los labios de Delderius. Era tan divertido combatir contra Anat. Tenía que hacerlo mas a menudo. Estaba ahora de mucho mejor humor. Miró como agonizaba, piadosamente rápido en esta ocasión.

- Tienes razón, Anat. Y yo estaba equivocado. Si fueras mi esclava no me divertiría ni la mitad de lo que me divierto así. Pero sigo diciéndote lo mismo: sufrirías menos. - la sonrisa se hace mas acentuada- Ya sabes que tienes alguien que te dará de comer si alguna vez te echan de este lugar. No me gustaría que alguien como tú se muriera de hambre. Sería un desperdicio.

Anat agonizaba. Delderius miró su cuerpo con curiosidad. ¿Qué se llevaría en esta ocasión? Con una sonrisa cogió las sandalias de Anat, empapadas de sangre, y las limpió en el pelo de Anat mientras esta expiraba. Luego saludó al público, y se marchó

DUELO PARA DELDERIUS. ARENA LIBRE PARA NUEVOS DUELOS

El ensordecedor griterío se jacta, jocoso, del esperado duelo... muchos de ellos recuerdan en sus retorcidas retinas el anterior enfrentamiento y la excepcional intervención de la Negra.

El astro solar baña mi tostada piel aplacando mi inquietante alma de vetas negras... reconfortando mi ser, unos impagables instantes de quietud que preceden a la tormenta que iba a llegar... tormenta del desierto...

El abundante cabello azabache, coronado con sendas trenzas sobre mis hombros, se mece al compás de suaves ráfagas de aire... hijo del viento... pueblo del viento.

El oscuro pozo de mis ojos, reflejo fugaz de mi insaciable compañera, se aposenta, sosegado, en la sedosa sacerdotisa... hija de Luna... sierva del Único... la blanca y plata... la nueva... Al-azahar. El orgullo de su sangre rezuma, mezclado con férrea convicción, en su mirada, en sus movimientos, en su gesto... orgullo compartido. Hija de Luna nueva, como así reza el tatuaje de su frente... pero además tan hija del viento como yo.

La obediente lanza había dejado hace tiempo de bailar a mi alrededor para reposar mansa, a una mano, sobre la arena. Ambos iniciamos, con orgullo... en silencio, el antiguo ritual de bienvenida, haciendo honor a nuestras ancestrales raíces comunes... a pesar de las constantes burlas de los herejes... burlas inofensivas que no consiguen si quiera rozar la imperturbable aura que nos aísla.

Su plata trazó hermosas filigranas ante sus ojos, a la vez que el baile de mi obediente lanza... la contienda iba a comenzar... el encuentro ya se había producido antes...

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Tras una columna... siendo uno con las sombras... sumergido en ellas, la vi aparecer con su cadencioso paso por el siniestro y mohoso túnel que conduce al coso. La penumbra difumina su blanca silueta, sin embargo no puede ser nadie más que ella... mi corazón se entusiasma... mi maldita alma se retuerce. La Nueva avanza irremediablemente hacia mi discreta posición como así parecían hacer nuestras sendas... nuestros caminos. Ahora, tras los recientes acontecimientos vividos, tenía certeza de que ella no había sido instruida para poner fin a mi camino, sino que tenía uno distinto... uno, desconocido para mí, que le había traído hasta aquí... siendo, únicamente, el caprichoso azar el que tuvo a bien enlazar ambos destinos.

La Dama negra había concertado una nueva contienda entre ambos... quizás para poner a prueba su autoridad... quizás para poner a prueba mi sumisión... quizás empujada por sus ansiosos devotos ávidos de morbo. El honor de mi sangre, de la sangre de los míos parecía estar condenada a ser mancillada con tal ofensa... con otras tantas... quizás desde el mismo momento en el que vi la luz a manos de mi querida madre.

¿Y qué hacía yo allí en vez de esperarla en el coso?, no sabría explicarlo... aunque es cierto que necesito encontrarme con ella... y necesito que fuese en privado, lejos del mundanal ruido sediento de sangre.

-. Bien hallada de nuevo, Sierva del Único... Al- Azahar...- Resonó suavemente en el oscuro túnel. Mi figura abandonó el abrazo de las sombras para dibujarse a contraluz a unos metros ella... la obediente lanza a una mano. -... aunque hubiese sido de mayor agrado en otras circunstancias.- Mi grave voz se pausó unos instantes... pensativos. -. La Dama negra estará presente...-

Los golpes en la puerta interrumpieron el rito... La Diosa se cubría de una nueva mañana, y tras las abluciones de agua y jazmín yo oraba en la ventana...con los ojos cerrados y los dedos posados suaves en las lineas de mi frente... Sólo piel y fuego... sólo la sierva, y su diosa...

Los pasos se alejaron resonando en el pasillo antes siquiera de que llegase a responder... Qué falta hacía de la voz? Yo sabía a dónde debía acudir... Él sabía que acudiría...y así abrí los ojos al nuevo día, al sol frío que reinaba en él y que destellaba sobre los tejados oscuros de aquella ciudad... y apoyé las manos en el alféizar desafiante para observar la mañana y el bullicio tímido que extendía... para recibir su hálito helado sobre la piel... Debía darme prisa.

Di la espalda a la Ciudad Negra para encarar el blanco de mi túnica que descansaba sobre la cama... para admirar el plata de las dagas, que oscurecían su filo y su hoja aquí y allí para dibujarse de intrincados que se copiaban en mi piel... Tatuajes antiguos que me recorrían hablando de desafíos y victorias, de pérdidas... de destino... Y como siempre, el dorado de los ojos se me perdía en ellos y en sus recuerdos... lineas azules que se enredaban en mis brazos... que reptaban golosas por los hombros para perderse en la espalda, recorriéndola... desbordándose también de ella para dibujar las caderas de sus filigranas...

El blanco de mi culto pronto cubrió la piel dorada... Se ciñó casi con fiereza a unos músculos aún fríos, pero que pronto deberían derramar sangre o sangrar el rojo que los alimentaba...y con ambas manos liberaba el pelo negro y aún húmedo aprisionado bajo los velos.. y con ambas manos recogía las dagas que se acomodaban tranquilas en la cintura... Era la hora... estaba lista...

Mis pasos apenas resonaban en la piedra lóbrega de aquel túnel recorrído por tantos tantas veces. Aquella mañana era yo la que lo caminaba... la que respiraba su húmedad gris y casi palpitante... la que pisaba una piedra oscura que no hablaba de victoria ni derrotas... solo de dolor y sangre... y la caminaba orgullosa y blanca... decidida... hasta que le vi a él...

Su voz me detuvo... y le vi surgir de la sombra, recortándonse tranquilo contra la boca de aquel túnel... contra su luz... Viento... Al-Azahar, había dicho... y sentía el aliento detenerseme en aquel túnel... que ya no era tan gris...

Bien hallado... aquel que se da a conocer como Kiurbu, Viento del desierto... su sombra y su rostro se definian mientras avanzaba hacía él.. mientras el dorado de los ojos le dibujaba... y buscaba su azabache profundo de noche de mi tierra... No había vuelto a encontrarle desde que viera segar su vida en la arena poco antes de que se extinguiera la mía... Hacia demasiado tiempo...

Kiubu hablaba de la Dama... y yo inclinaba la cabeza hundiendome en él, en el brillo indomable de sus ojos... cómo lo era el mío...

Ella?... acaso eres tú... mi oponente?... La piel se me erizó... opacado el dorado por el recuerdo... por su sangre vertida sobre mi, sangre que aún me abrasaba...

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Frente a mí... mecido sus cabellos por una brisa que tambien a mí me acariciaba, Kiurbu se mantenía firme como firme me mantenía yo... Orgullosos y alejados de aquel lugar, devueltos a la tierra que nos había visto nacer y que uno encontraba en la mirada del otro, en su porte, en su gesto suave.. Sol, dedesierto, especias y arena... arrullo de calima dulce que embriaga... calidez... calor...

El saludo fue el inicio del baile... de la danza suave que iniciaron las armas acompasadas y complejas en sus movimientos...

La sangre pronto se vertería... los alientos ya lo habían hecho...

Ambos nos sonreímos en silencio, para mí sólo existía ella...

Mi cuerpo se movió raudo como el viento atraído por ella para quebrar con un giro... con una sonrisa su argéntea estocada obligada a arañar el aire... la finta me sitió a su vera, albina y sedosa, con el propósito de enredar su cuerpo y proyectarlo hacia la arena con la obediente lanza que, quizás, se mostraba demasiado perezosa.

Nuestros ojos se enredaron nuevamente... nuestra cálida sangre, mezcla de sol y arena, latía con fuerza en el interior de nuestro pecho.

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Oponente... una extraña sensación de aversión se adueñó de mí, retorciendo mis entrañas... no, yo no era su oponente. Mis párpados se ocluyeron acompañando la muda negación de mi cabeza... de mis oscuros cabellos. -. Así lo ha adecuado la Dama Negra...- Expuse iluminando mi mundo, centrado en aquella mujer... en aquellos ojos dorados, cuando mi cabeza se detuvo. -... pero no seré vuestro oponente o adversario... o contrincante, aunque las normas de esta ávida arena así lo contempla.- Mi grave voz emana serena... templada, oscureciendo la inquietud de mi alma. -. Seré vuestra pareja... vuestro acompañante en el coso. Y cada gota de vuestra sangre que derrame dolerá más que la mía propia.- Sí, atentaría contra el honor de mi sangre... de mis ancestros... contra mí mismo, pues había descubierto, merced la terrible pesadilla que me visitó, que perderla... perder su luz para siempre sería más que insoportable. Así que había decidido cargar con la imperdonable ofensa a mi ya condenada alma... a mí mismo, antes de que mis actos la condujesen a la tragedia.

Las insaciables gargantas de la exigente audiencia resuenan con más viveza en el interior del túnel... sedientas de sangre... de morbo... de ver a sus juguetes destrozarse mutuamente. -. Ellos buscan la lujuria, la diversión en la sangre... en la crueldad. Y es cierto que el coso puede llegar a serlo alentado por esas ánimas. Sin embargo, Al-Azahar... Sierva del Único... Hija de Luna Nueva, tú sola eclipsas esa pérfida atmósfera con tu sola presencia... y es a ti a quién estaré observando... siempre.- Dentro y fuera del mismo... porque, Al- Azahar, mi vida no es más honorable ni menos cruel que esta maldita arena.

Mis oscuros ojos se enredan en los de ella, al igual que lo hacía mi aliento... al igual que deseaba hacerlo mi cuerpo.

-. Reconozco el símbolo de tu frente... lo que eres... lo que siempre has sido y serás.- Dibujando, en el escaso vacio que nos separa, con mi mano el tatuaje que reina en su frente... Luna Nueva. -. Reconozco lo que representa cada uno de los tatuajes de tu cuerpo...- Detuve el hilo de mi discurso para tras una pausa comenzar con otro. -. Hasta hace unos días creí que encontraría el final del camino que había elegido en esta ciudad... ahora sé que no fue más que un espejismo... una ilusión concertada por otros para atraerme como al sediento al agua. Nada me ata a este lugar... sin embargo aquí continúo...-

No mi oponente... no mi adversario...

Su aliento me rodeaba como la brisa en el oasis... Ardiente, y sin embargo... anhelada. Abrasadora, y sin embargo.. refrescante en lo asfixiante de aquel túnel.. en su gris.. en su oscuridad oprimente... Que lejos todo aquello de la luz de nuestra tierra, de sus colores, de sus matices...

Cómo odiaba el gris...

El azabache de su mirada se hundía en mis pupilas... cómo lo hacía su voz. Derramaría mi sangre... me observaría... siempre... Y erguida ante él, espigada y blanca, el brillo de mi miel se fundió con el de la sonrisa... con el destello de la noche de sus ojos que se acercaban...sólo un poco más.. solo un poco...

Sus dedos acariciaban el aire entre nosotros rindiendo honores a la Diosa, a la sangre... a la raza... Y yo casi podía sentir su tacto en la piel... Kiurbu decía reconocer la marca, saber lo que yo era, lo que siempre había sido... lo que siempre sería... Y dejándome acariciar por unos dedos que no me tocaban, bajé los ojos al suelo... un segundo breve, quizá uno eterno... Él sabía lo que yo era... sí... Y tomé aire.. y levanté la mirada dorada y profunda, orgullosa y plena... ventana y espejo de mi misma...Luz miel más allá de los velos y las líneas de mi piel.. .esculpida por ellos... suma de palpitos y noches, de sueños, de sangre derramada y llantos vengados.. de sol en los ojos.. de sudor en la piel.. de fuego en el alma.. de fe...

Lo que yo era... Quien yo era... Anat...

No hay camino que tenga fin... Viento del Desierto... la voz sonaba extraña entre aquellas piedras lóbregas... voz blanca entremezclada con aquellos otros gritos, con aquellas voces negras que clamaban por una sangre aún no derramada... Si algo debe enseñarte la senda y la palabra del Único es eso... No hay final que no regale un principio... no hay camino que no enseñe que lo importante no es recorrerlo...sino la manera en que se recorre...

La mirada pareció llamear en las sombras de aquel corredor que pronto nos llevaría a la arena de sangre...

No sé qué te trajo aquí... aquel que desea ser Kiurbu... pero haré honor a la promesa que te hice el día que nos conocimos... el dorado pareció oscurecerse durante un segundo en el recuerdo de aquel día.. el día en el que su aliento se extinguió por mi mano... el día en el que la suya se negó a apagar el mío..

No me acercaré a tu fuego.. ni a aquello que te consume si ese es tu deseo... sus ojos azabaches me esperaban... mirada negra y extraña que reflejó la mía cuando me acerqué aún más a él... cuando el aliento se volvió confidente... y el gesto se entremezcló de interés y desafío... Pero sé... que nada detiene al viento del desierto... Sé, Kiurbu... que libre llegaste y libre permaneces.. Y sé... que si nada atara tus pasos a este lugar... no seguirías aquí...

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Fintó mi acero.. girando cercano y arremolinando el aire con su cuerpo a mi alrededor... llevándome con su esencia a otro lugar, a un sol más cálido... a una tierra de luz añorada... Y enredada en sus ojos vi el brillo de su lanza buscar mi piel... y enredada en sus ojos fue el giro de mi cuerpo el que me deslizó suave sobre sus brazos... el que enredó blanco de velos y pelo azabache en su piel... el que le rodeó de jazmín... Y me llevó a su espalda...

Mis brazos ya le rodeaban... caricia fría de plata.. y apenas el miel de los ojos se reflejó un segundo en la daga antes de que el rojo cálido de Kiurbu se vertiera sobre el acero...

Mi pecho se apoyaba en su espalda... mi aliento en su oído mientras el filo derramaba su sangre... mientras sentía su cuerpo estremecer bajo el baile de mi plata...

Apenas fue un roce de los labios...

Más que la mía propia...

Mi indefenso cuerpo se estremeció...

Su armonioso y pulcro giro fue como una acaricia cuando discurrió entre mis brazos... el suave blanco de sus velos no era rival para su azabache melena... estela de jazmín y azahar que la llevó a mi espalda.

Mi desprotegido cuerpo se estremeció pero no fue su afilada plata que exponía mi cálida sangre el causante. Fue su repentino contacto... sus brazos arropando mis hombros... su pecho en mi espalda... su cálido aliento derramándose en mi nuca... en mi oído.

"Más que la mía propia..."

Un susurro rompió el silencio entre ambos... el roce de sus labios la invisible barrera entre ambos cuerpos...

Sentí como libera mi cuerpo... como se distancia... como la sensación de frialdad se adueña de la grieta dejada a su paso.

Giré sobre mi mismo para encararla... para buscar el calor de sus ojos con los míos... con la perenne sonrisa en los labios... Sonrisa que se acentuó cuando me adelanté a sus movimientos, para interponer varias veces mi protectora lanza entre su plata y mi cuerpo. Lanza del viento y plata de la noche, se besan sonoramente con cada chance... encontrando una a la otra.

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Mi voz grave había desvanecido entre mis labios como un suspiro... enmudeciendo aquello que deseaba decirle con tanta vehemencia... aquello que acelera mi palpitante corazón, que alimenta mi aliento, que exprime mi alma... aquello mismo que no conseguía que brotase de mi pecho... que me había quedado por ella. Quizás fuese el estúpido miedo a ser rechazado por mis pecados... mi insaciable compañera; quizás su devota senda de nacimiento... que respetaba tanto que sentía que yo no era digno; quizás fuese el camino que me queda aún por recorrer en la mía... aplacar mi sed de sangre... acallar mi condenada alma... ponerme en paz con mis ancestros, con mi compañera, conmigo mismo... con mi sangre.

El pozo de mis ojos la dibujaba con cada oleada de su aliento... su voz, que compartía conmigo, que me daba de beber... Otra sed había nacido en mí... otra bien distinta a la primogénita. Cada gesto único... cada mirada incomparable era perfilada con delicadeza por mis dilatadas pupilas, ventanas abiertas de par en par a alma para recibir a las suyas. Al- Azahar, flor de Azahar... esencia de mi tierra... mi propia esencia...

"No hay final que no regale un principio... no hay camino que no enseñe que lo importante no es recorrerlo...sino la manera en que se recorre..." Había dicho, silenciando en mi cabeza, aquellas grotescas gargantas que pretendían adueñarse sin éxito del encuentro. Y había dicho verdad... no sólo buscaba el final de mi tortuoso camino, sino que pretendía con ello iniciar uno propio... libre de vetas negras... libre de carga... libre.

Mi voz grave había desfallecido entre mis labios como un suspiro... acallando aquello que anhelaba decirle... que quería una senda común, una interminable senda junto a ella.

Mi insaciable alma se retorcía por dentro, intentando imponer vagamente su voluntad... irrumpir bruscamente el confuso hilo de mis pensamientos... algo que resultó inútil ante la dorada luz de aquellos ojos. Mi astuta compañera, más próxima a mi corazón de lo que me gustaría, se había percatado de mis sentimientos mucho antes que yo... desde el momento en que mi camino, el de la blanca, se cruzaron azarosamente por primera vez en el viejo coso.

Los recuerdos de aquel cuando, misteriosamente atraídos por su suave voz... por sus pesarosos ojos, me embriagaron...

Me dispuse a abrir los labios para pronunciarme... labios mudos que quedaron entreabiertos al proseguir de su voz... al enredarse nuevamente nuestras pupilas tanto... tanto que su cercanía caldeó inevitablemente mi sangre.

"Y sé... que si nada atara tus pasos a este lugar... no seguirías aquí..." Sus curiosos ojos eran capaces de desmenuzar aquella parte, cada vez más escasa, de mi alma impoluta. Cuanta verdad decían sus palabras... ¿era posible que lo supiese?... tantos y tantos años de férrea mascarada... hermano de las sombras... y sentía que nada podía esconder a esos ojos... no quería hacerlo.

La perenne sonrisa afloró en mis labios, en mis oscuros ojos, ante la inesperada situación. Su voz confidente me invita a confiar... sus arrolladores ojos erosionan la sombría carcasa que hago llamar Kiurbu. La perenne sonrisa se suavizó para poder hablar. -. Dices verdad... nada detiene al viento del desierto... pero yo no soy viento...- Una nueva oportunidad... sentí quebrar a mi consolidado aplomo... ¿Por qué temía tanto?... -. Alguien me ata aquí...- Mi voz me volvió a traicionar con el silencio... haciendo la pausa más eterna de lo que quisiese. -... tú...- Lo había dicho, el peso de mi pecho escapó con un suspiro... y con él llegó alivio, la ligereza... y la firmeza. -. Tú... Al-Azahar...-

Se detuvo antes de pronunciar el nombre… y en el silencio largo mis ojos llamearon orgullosos… y la sombra de la sonrisa pinceló mis labios mientras me hundía en él… mientras la noche de sus ojos parecía dudar en la confidencia… Yo decía verdad… sí… Nada detiene ni obliga al viento del desierto más que su propia voluntad…

Fue un estallar… un sacudir extraño… el llamear salvaje de un fuego que creía conocer bien… Y sin embargo, arreciaba a su voz… y sin embargo… se me hacía desconocido..

Me llamó Al-azahar… me llamó motivo y ancla de sus pasos en aquel lugar… y yo sentía las pupilas dilatarse ante la sorpresa… y entreabría los labios sin llegar a comprender… queriendo hacerlo… temiendo hacerlo…

Yo..? el dorado de los ojos le recorría el rostro… se perdía en sus ojos y en su respuesta… Soy yo la que te ata a esta tierra negra?... la cabeza se me inclinaba levemente mientras le observaba con el miel interrogante… Nuestras sendas tan solo se cruzaron un par de veces… Kiurbu…. aquel nombre sonó diferente… intencionado… entremezclada la voz con aquellas otras que reclamaban nuestro dolor en el coso… Ni siquiera pude llegar a descubrir…. quién eres…

Los dientes sujetaron el labio y la voz… y enredada en aquella esencia de desierto añorado me pregunté si realmente quería saberlo… si realmente me importaba… Tenía su mirada y… después de todo… no era aquello lo que definía a un hombre?

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Las dagas zigzagueaban en el aire para encontrar una y otra vez la firmeza de su defensa… de su lanza… que parecía adivinar cada uno de mis giros y mis ataques incluso antes de que yo misma los sintiera… Y las miradas se enredaban como lo hacían los cuerpos… mientras su rojo goteaba tibio…

Más… mucho más que la mía propia….

La lucha nos separó… una pequeña tregua para iniciar de nuevo el baile hundidos el uno en el otro… y fue entonces cuando ambos nos perdimos para girar al unísono… cuando mis dagas danzaban bajas arremolinadas entre velos blancos… y su lanza dibujaba un escudo invisible para su cuerpo… una herida profunda para el mío…

Sentí como se introducía en mi pecho… impulsada más por mi propia inercia que por la suya...y el movimiento aún perduró y me acercó a él a pesar de todo… a pesar del dolor… a pesar de la sangre que sentía inundar mis pulmones y negarme el aliento… Mi daga mordió su pierna al tiempo que su lanza se hundía en mi carne… y la sonrisa se me tiñó de rojo tibio… Dolía… no me importaba…

Aún permanecimos así un segundo… engarzados el uno en el otro entre los gritos de júbilo de aquellos elfos oscuros… Y el dolor arreció cuando me separé de él… y el frío…

La piel, la carne que cubre su torso cede ante el vacilante empuje de mi afilada lanza... penetrando en ella... bebiendo de ella... desgarrándola por dentro. Al instante la retiré con inquietud… con temor y fue entonces cuando fui plenamente consciente de la terrible ofensa. La sangre comienza a brotar a borbotones salpicando mi atuendo... abrasando mi piel con su contacto... abrasando mis ojos con su visión... y no cesaba de salir... no dejaría de hacerlo.

Más que la mía propia...

Tal es así que ni siquiera sentí cuando su plata había expuesto, con su certera maniobra, la carne de mi pierna... sólo mi cálida sangre emanando de ella era fiel testimonio de su filo.

Más que la mía misma…

Es de ilusos albergar la esperanza de encontrar consuelo en el posible perdón de mis ancestros, de Luna, de ella... cuando soy yo mismo el que no se perdonará nunca.

Más que a la mía propia...

Mi perenne sonrisa se había acentuado cuando fui herido, ahora no era capaz de hacerlo.

Más que la mía misma…

Aturdido por la visión de su sangre bañando la impoluta vestimenta, paralizó mi cuerpo junto a su cálida proximidad... junto a su embriagadora esencia... junto a Al-Azahar, mientras las estridentes gargantas se regocijaban satisfechas con el sangriento espectáculo. El oscuro pozo de mis ojos no pudo dejar de mirar aquel preciado fluido carmesí y tuvo que ser ésta, la sierva del Único, la que me arrancó de aquel doloroso paisaje al alejarse de mí.

Más que la mía propia...

Confuso aun, apesadumbrado por lo que había hecho, sólo tuve fuerzas para rebatir, una y otra vez, sus continuos envites... pero no así los que, hirientes… mortales, me arrojaba mi mente y bramaba mi condenada alma.

Más que la mía misma…
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Cierto, dos veces se habían cruzado nuestras sendas... y una más, en forma de horrible pesadilla, en mis sueños. ¿Cuántas veces han de cruzarse entonces?. Una pregunta que no pronuncié... una respuesta, la mía, que ya conocía: sólo necesité dos para reconocerlo... tan sólo unos instantes para sentirlo.

Pude percibir a mi maliciosa alma retorcerse, en mi interior, a carcajada limpia... burlándose de mí... azotándome triunfante por la incrédula respuesta obtenida. Su sibilina voz atronó ensordecedoramente en mi mente... llena de sorna... de intención... de veneno. Quizás mi compañera tuviese razón... me sentía estúpido por mis palabras... por su sincera respuesta.

El oscuro pozo de mis ojos, tentado a abandonarla, sostuvo su interrogante mirada... el orgullo de mi sangre latía con fuerza en mi interior. Su carnoso labio inferior apresado entre los nacarados dientes... su intensa miel...

Nada sabe de mí... nada sabía de ella... ¿Acaso importa... acaso esa ignorancia podría ralentizar mi corazón?, la respuesta es no... no importa... no importó la primera vez que la vi... no lo hará jamás. Por tanto lo que siento no se gestó al conocer quién es sino al percibir su esencia misma... sólida semilla que se acrecentará cuando lo haga... que madurará fértil con cada cosa nueva que sepa de ella...

-. Ormuz... Ormuz Ahriman...- Pronuncié mi nombre tantas veces omitido que sonó extraño en mis propios labios... -. Así me bautizó mi querida madre en su vientre... soy un hijo del desierto... nómada como el viento... el último resquicio de mi extinto pueblo... adoptado un buen día por la sombra... hermano desertor de la misma- Mi grave voz se mantuvo firme, orgullosa... sin quiebros ni titubeos. -. Un nombre perseguido... un nombre proscrito...- ¿Qué quedaba en mí de ese Ormuz ingenuo, ignorante de su nefasto devenir, que contemplaba en solitario la luna en la hermosa noche del desierto?. -. Un nombre sólo conocido por mí mismo, por mis sombríos hermanos... y ahora por ti, Al-Azahar.-

Mi alma de vetas negras enmudeció, temblorosa, al oír mi confesión...