Partida Rol por web

Deseo se detuvo, a penas una fracción de segundo, sorprendida por el tono de Parnassus. No era el mismo hombre con el que ayer estuvo hablando, su actitud era distinta, de nuevo la de un compañero, no la de un siervo. Esa fracción de segundo bastó para distraer su atención lo suficiente como para que el Gladiador, en un rápido movimiento, perfectamente controlado, sajara su piel con el afilado metal de la nueva pieza de su escudo.

Aún desorientada y dolorida, su mente estaba lo bastante clara como para seguir adelante con su intención. Tenían que juntar sus recursos, y obtener aquello de lo que dependía ese Destino que Parnassus mencionaba...

-El Destino es una incógnita, Parnassus, pero como tal, aunque esté escrito, quizá lo tengamos que modelar nosotros. Dime primero, si quieres, ¿qué te decía Olshva en su carta...?

-Decia que mi Destino esta ligado al tuyo en esa mision que, imagino, estas haciendo para el. En ello mi voluntad no tiene nada que ver, quieras tu o no. Aunque imaginaba que, a pesar de no saber lo que estaba escrito, intuias sus implicaciones.- explica Deseo la reaccion del otro dia de Parnassus.

Comprendiendo repentinamente lo ocurrido la noche anterior, Deseo parecio turbada; los escudos de Parnassus le mostraron, al cortar su costado derecho en horizontal, sajando costillas y desgarrando el brazo a su vez, que descuidarse en un entrenamiento con el favorito no era lo mas indicado...

-Te equivocas al pensar que trabajo para Olshva. O para Morkhalee. Lo que hago lo hago por mucho más. Anat dijo ayer que quién pagaría si me encontraran en la Mansión, o a tí; cree que sólo yo, o tú, lo haríamos. Que lucho por mi, que busco mi provecho. Pero no, se equivoca, y tú te equivocas. Cuando hablo de Destino, estoy implicando al mundo entero. A sus hakhims, a tus amos, a mi tierra querida entre cimas rocosas. Al mundo entero...

Los escudos de Parnassus no atendían a razonamientos, no cabían las palabras entre sus evoluciones. El Favorito del Coliseo no había cedido ni un ápice, y ella vió que iba a morir. No habían podido hablar, aunque hubiera intentado alargar el combate, no había servido de nada. ¡Tantas preguntas que hacerle, tanto que contarle!

Debería esperar. O, quizá, nunca llegaría ese momento...

Como otras veces, renato entró en la arena de la dama de la guadaña. No había tenido buenas experiencias, pero si algo le sobraba al pequeño pícaro era falta de sentido común.

Observó como la gladiadora hacía girar su arma con la fluidez que daba la práctica y se mantuvo firme, listo a esquivar esa peligrosa hoja y poder hacer lo que sabía... si tenía tiempo!

Mientras manejaba su Guadaña en sucesivos molinetes, lentos, aunque impresionantes en un arma tan grande, Deseo pensaba que nada sabía del hombre que tenía delante. Lo que era, era evidente. Un pícaro humano, a quien muchos consideraban erróneamente pequeño. No ella, una luchadora como Deseo sabe que a un hombre la estatura es lo último que le define.

Pero apenas habían cruzado unas frases, siempre en la arena, siempre de pura cortesía de luchadores. Le miró con un destello de curiosidad en el fondo de sus pupilas, abrigada la mirada en el velo esmeralda de sus iris.

-¿Qué te trajo hasta el Coliseo, Renato? ¿a qué, o a quién le debes ser Gladiador...?

El pequeño de las cadenas miró sorprendido a la dama de la guadaña - Que? - preguntó sorprendido mientras movía el cuerpo hacia uno y otro lado y evitaba los posibles golpes de tan formidable arma.

Ese fue el momento que eligió para responder, mientras una de sus cadenas realizaba un extraño arabesco entre ambos e impactaba en el pecho de la galdiadora - Que me trajo? El hambre! - contestó sinceramente - Aquí se come, no como en las calles y el ama me vio defenderme de unos cocineros que querían apresarme y... parece que le gustó lo que vió -

Sin reconocer que los cocineros tenían toda la razón del mundo en intentar apresarlo, después de todo estaba robando comida en ese momento Renato se preraó para el próximo cruce.

- Acaso la comida no es el mejor motivo para pelear? - preguntó retóricamente - A mi, por lo menos, no se me ocurre ninguno mejor -

Deseo sonrió. Abrió la boca para responder. Pero luego, aún sonriendo, se mordió ligeramente el labio, y calló.

Sólo al cabo de unos momentos, volvió a hablar, mientras el pequeño Renato trazaba sinuosos caminos en el aire con sus cadenas. Había esquivado un mortal ataque de la Guadaña como si fuera lo más fácil del mundo. Deseo tendría que luchar mucho más hábilmente si quería ganarle.

-El hambre es un gran motivo, Renato. Pero ahora que estás aquí, ahora que ya tienes esas necesidades cubiertas, encontrarás razones mucho más vastas. Razones mayores que tú, o que yo. Incluso que cualquier otra cosa que puedas llegar a imaginar. Porque se acercan tiempos muy duros, y todos deberemos tomar partido...

Las palabras se perdieron, afinándose, quedando en la conciencia sólo como una hoja cayendo en otoño. Suavemente. Y junto con el afinarse de las palabras, el movimiento se acrecentó, se hizo rudo. Perdió la fluidez del giro, y se convirtió en embiste, directo, atrozmente veloz, imparable.

La hoja alcanzó tan rápido a Renato que éste ni advirtió que le estaba llegando, y con ella la muerte.

La mujer se quedó mirando tristemente al guerrero caído, mientras una vez más el graderío aullaba, satisfecho. Después levantó la vista, y les miró a ellos.

"Llegan tiempos muy duros..."

Las palabras de la gladiadora eran coherentes, precisas, con sentido. Tanto que Renato se detuvo un momento, mirándola, intentando encontrarles un sentido oculto. Fue lo último que hizo.

El cegador filo de la guadaña interrimpió cualquier tipo de respuesta que pudiera pensar.

Había algo innegable. Deseo era una rival de ciudado, si alguna vez quería vencerla no debería distraerse, ni con los movimientos ni con las palabras. Solo combatir. COn todas sus fuerzas... y algo de suerte.

Deseo se encontraba de nuevo sola, en el centro del coso, entrenando con su Guadaña. Tenía el ceño fruncido, y aunque los movimientos con su arma eran como siempre precisos y controlados, lo que requería una concentración inmensa dadas sus características, parecía estar sumida en el ensimismamiento que habla de una profunda preocupación.

Así, no oyó ni vió llegar a la majestuosa elfa que, envuelta como siempre en la preciosa capa de seda, se adentraba en el círculo de arena hacia ella. Lo hizo cuando ya estaba a pocos pasos. Sin dejar de moves la Guadaña, que emitía un ligero silbido al cortar el aire, le sonrió.

-Oh, Liu An, compañera. He de admitir que me has sorprendido...

Buenas noches…Deseo… bonito nombre y terrible arma. Una combinación muy sugerente para los poetas y bardos de la ciudad que ya empiezan a saber de tu fama.
La dama mas mortal del coliseo..

Te importa si entrenamos juntas, el otro día la compenetración fue perfecta. Tu estilo de combate es… extraño y el arma que usas… mas propia de campesinos revueltos y milicianos pobres… ¿El porque de ese arma?

Liu se acerco a la pared de la sala, dejando cuidadosamente la capa y la blusa oscura. Con una camisa blanca y unos pantalones ajustados se acerco a otra vez al centro… al llegar el látigo ya brillaba con intensidad en su mano…

Me deseo suerte… se que tu no la necesitas… dama temible.

Con movimientos felinos las dos tigresas comenzaron el combate...

Deseo levantó la Guadaña hacia el techo abovedado, mirándola con orgullo. La hizo girar lentamente alrededor de su eje, rodando el asta con sus dos manos. El asta, y la empuñadura, estaban hechas de una madera oscura, durísima y sin embargo labrada desde la base hasta el remate, que era metálico y tachonado de ónice pulido de forma que permitiera el mejor agarre posible. Lo que había labrado eran runas, pero formando un enramado espiral, que ascendía hasta la hoja. Ésta era de una aleación extraña, el acero tornasolaba su plata con reflejos rojizos y azulados. Tan extraña como su forma, completamente inhabitual.

-Es una Guadaña-Alabarda, de hecho. Es el arma más preciada y característica del País del que vengo. El de los Guerreros de la Noche. Y ésta que ves, es la más antigua que existe. Y también la mejor...

la bajó de nuevo, sin dejar de admirarla.

-...y la más bella.