Partida Rol por web

no pienso rendirme

totalmente desahuciada la elfa se mantenía en pie, con la sangre chorreándole por la boca a borbotones...

A pesar de la perdida de sangre que la debilita, Liu An sigue siendo una formidable adversaria.
Y la prueba de ello la obtengo cuando su látigo lacera mi pecho.
Aprieto los dientes resistiendo el dolor y me preparo para contraatacar.

Me lanzo hacia delante descargando una estocada mas sobre el pecho de la elfa.
Si no logra detenerlo, sera el fin del combate.

Aun saca Liu An fuerzas de algún recóndito lugar de su alma. Pues cuando me ve llegar, espada en ristre, alza sus dagas y carga con férrea decisión.
Admirado por el valor que demuestra, casi me tiembla el pulso y casi fallo mi estocada.
Pero como un relámpago, un pensamiento cruza mi mente.
Esta elfa es una guerrera honorable. Y un acto de debilidad por mi parte en el climax del combate tan solo la deshonraría.
Por tanto, mi espada continua firme su curso y es la punta de mi acero la que primero llega hasta su objetivo.
El corazón de la elfa oscura.
Envuelta en su desgarrado vestido y sangrando por sus múltiples heridas, finalmente Liu An se derrumba sobre la arena del coliseo.
Y yo, como es costumbre, me cuadro en silencio y alzo mi espada en señal de respeto por tan digna oponente.
Y alli permanezco hasta que los sanadores entrar en la arena.
Solo entonces envaino e inicio mi camino.

El reinante sol acaricia mi tostada piel, reconfortando mi agitada alma... aislándome de aquel clamor insaciable de sangre que inunda todo aquello cuanto me rodea.

La arena a mis pies semeja más pura, más limpia de lo habitual como si la lluvia del día anterior hubiese arrastrado todo el poso sanguinolento de sus víctimas.

Y aquí me hallo, arreciando al viento con mi obediente lanza... esperando a mi próximo contrincante.

Su figura emergió a través de la oscura garganta cuya recia verja se acababa de alzar... reconocí al instante a la misteriosa elfa de piel oscura... Os oscuro pozo de mis ojos se enredó en su silueta, cada vez más próxima... mi obediente lanza se detuvo cuando estuvo cerca y sus palabras arrinconaron nuevamente a mis sentidos.

Mi perenne sonrisa le había dado la bienvenida...

El calor que emanaba del foso era mas fuerte de lo habitual… al pasar de la oscuridad de los pasillos oscuros del coliseo a la arena lo entendió…

En medio estaba el hakhim de la lanza… el guerrero del desierto… el heraldo de la tormenta

Con una inclinación de cabeza lo salude… y deje caer la capa oscura a mis pies… hoy no la necesitaría… dejando que la suave brisa meciera los volantes de fina seda me acerque hasta el guerrero de alma oscura… el calor que despedía a su alrededor era fuerte…

El látigo con suavidad se fue materializando en mi mano…

…Kiurbu… alma en pena… bien hallado seas… suerte en esta lid…

Como repasando mis pecados, escuche mi corazón… olvide la arena… y desee viajar a esas tierras indómitas que hacían esta gente tan especial… tan… salvajemente civilizada….

… mi alma y mi cuerpo… mi sino y fuerza… mi orgullo y mi tesón… todo uno…

… por guiar mi destino…

daga derecha latigo izq

El respetuoso saludo fue recíproco, mientras era testimonio del suave descenso de la capa sobre sus hombros...

-. Bien hallada... mujer de los misterios... la misma suerte te deseo.- La intencionada sonrisa se acentuó en mis labios. Piel oscura... máscara nacarada...

La suave brisa se arremolina entre nosotros meciendo mis negros cabellos... meciendo los suyos... una pausa prolongada en la que ambas miradas se enredan, una espejo de la otra...

En eso, sin previo aviso, nuestros cuerpos se ponen en movimiento... desatando un torbellino de polvo y arena.

La elfa de piel oscura se abalanza, gracilmente, con su mordiente daga anhelando mi carne... pantera. Mi voluntariosa lanza acudió al rescate, un rápido giro y la punta atravesó su brazo de lado a lado... inutilizándolo... obligando a la daga a caer mansa sobre la ensangrentada arena.

Su tímida mueca de dolor me fue enmascarada tras el velo de porcelana. Sin embargo, su reacción no se hizo esperar ni un instante. Su tenaz látigo, cual relámpago, acarició dolorosamente uno de mis brazos... sin nada que poder hacer para evitarlo, pues mi obediente lanza había quedado presa en su negra carne.

Un último esfuerzo y conseguí liberarla... giré sobre mi mismo intentando alejarme del alcance de su lengua armada.

El polvo subía de la arena, el calor del desierto inundaba todo… el brazo totalmente inerte a mi derecha estaba desequilibrándome todo el rato…

Los círculos que mi sangre dibujaba en la arena empezaron siendo unas pequeñas manchas… pero cada vez era peor… pero ahora como la lluvia resbalaba por mi brazo, la lluvia que sobre el desierto tocaba la arena… la arena la absorbía… ansia de sangre… la arena tenia ansia de sangre… sin distinguir ni raza ni sexo ni posición… como la muerte…

Respirando hondo volví a alzar los hombros… kiurbu el indomable… la lanza giraba en sus manos con vida propia… heraldo de mi pronta muerte… o yo de la suya… espectáculo de masas…

El nómada era todo lucha, la giraba y movía la lanza de un lado a otro y sus ojos oscuros en los míos… leyéndome la mente… mis movimientos…

Cuando mi mente decidió atacar el ya lo sabia, su lanza ya estaba en la trazada de mi látigo, y dejando que se enredase en el asta la empujo hasta clavarla, su punta en mano mano sana... mi sangre otra vez en la arena…

Hoy parecía que la voluntad del desierto seria mas fuerte… o no…

Apartando el dolor de mi mente, agarre con fuerza el látigo… no pensaba ceder ni una gota mas de mi cuerpo a esa arena… no sin hacerla pagar cara…

Volvi a mantener la mirada de mi heraldo… y el calor de la arena se mitigo…

… hombre del desierto… heraldo del destino…

Sus pupilas tan oscuras como su piel se enredaron en las mías, así como lo hacían sus palabras en mi mente... y su veloz lengua en mi obediente lanza.

-. Oh... oh...- Mi sonrisa se acentuó divertida, bajo mi arremolinado cabello, al vernos los dos en esa extraña situación... en esa particular lucha por la posesión de mi arma. -. Ummmmmmm...- Un pequeño tirón por su parte, juguetón quizás, fue correspondido por otro mío. -. Mucho te gusta mi lanza... no podrá ser esta vez.- Mi sonrisa se acentuó, lamenté enormemente no poder ver la suya tras aquella máscara que la mantenía prisionera de si misma.

Mi cuerpo giro sobre si, raudo como el viento... torbellino, enredándose en su apresado látigo que me condujo hasta ella. Fue entonces cuando, a escasa distancia, el extremo romo de mi voluntariosa lanza enredó su brazo... alzándola por encima de mi, rodando sobre mi espalda, hasta obligarla a aterrizar mansamente en el suelo.

La tenaz elfa de piel oscura en ningún momento, aun en el suelo, liberó su látigo, aferrándose a él como quién se aferra a su vida. Su determinación despertó mi sincera admiración. Respiré una generosa bocanada aire, allí ante ella... ante su maldita máscara... mis ojos azabaches intentaron atravesarla... llegar a su alma. Unos segundos hasta que, giré de nuevo sobre mi mismo, desembarazándome de su pegajoso tacto... liberando con ello a mi obediente lanza.

-. Los misterios nos atormentan a todos...- Afiancé mi obediente lanza con ambas manos. -. No dejes que estos marquen completamente tu sino... o condenarás tu alma.-

Sorprendentemente, me vi expresando esas palabras que creí únicamente que había pensado.

El golpe en el estomago la dejo sin respiración... y la brisa del desierto la meció en el aire...

deliraba... estaba segura... no sabia volar... cuando su mente fue capaz de comprendedlo el dolor del brazo al volverse a romper por mas sitios la situó otra vez en donde estaba...

...el coliseo, el foso de la misericordia... la arena de la gloria...pero no lo parecía... el calor del desierto apagaba el frió de la ciudad elfa, el olor a sal inundaba la arena...

Mi heraldo volvio a acecharme, se movía rápido en los vértices de mi mirada... un sombra que buscaba mi corazón... estaba leyendo su mente... habíamos conectado... alma oscura con alma oscura...tormento y dolor de tiempos pasados nos unían como a uno... pero enfrentados entre si...

Sabia que estabas a mi espada, sabia que su lanza buscaba mi corazon, sabiamos que no podia consentirlo y mi latigo busco su pierna... y dudo... o clavarme en la arena y caer a mi lado o cortar el latigo...

Fueron milesismas...

decidete!

y la lanza sesgo el látigo por la mitad... la magia se disipo y el látigo se desvaneció en el aire...

otra vez menos posibilidades... el dolor no pudo con ella y se levanto...

Había arremetido contra su indefenso cuerpo, mi obediente lanza se dirigía imparable hacia el pecho de la dama albina, la negra albina. Sin embargo, en última instancia, la pantera reaccionó increíblemente rápido desde el suelo, su zarpa buscó desmenuzar mi incauta pierna... demasiado próxima a ella. Obligándome a recurrir a mi protectora lanza que acudió rauda al auxilio, aplazando su proposito inicial.

Remolino del desierto... desvió con su aspa la intención del látigo.

Dicen que nada es más peligroso que un felino herido, acorralado... y la dama albina lo era.

Tras la obligada maniobra defensiva, terminé el movimiento con un salto que me llevaría hasta ella... y a mi obediente lanza a su destino. A pesar de sus vanos esfuerzo por alejarse rodando sobre la ensangrentada arena... arena que abraza su cuerpo respetando su albina cabellera... el filo de mi arma golpea su rostro... arrancando un trozo de su máscara de porcelana... desvelando parte de su piel, de su rostro tan negro como la noche.

Mis ojos azabaches no mostraron repulsión ni rechazo a aquello que ya habían contemplado con anterioridad. Si la albina pudiese ver mi interior, mi alma de vetas negras, no estaría seguro de que ella no me repudiase...

La pantera se alejó de mi, no para lamer sus heridas, sino para incorporarse con esfuerzo y hacerme frente de nuevo...

Hoy no era su destino ganar… lo supo al levantarse de la arena. La esquiva suerte un día mas le había evitado…

Hoy ella no seria el heraldo de la muerte… a un así se resistió a su destino, el nuevo látigo apareció en su mano, lento de luz apagada como su cuerpo… lenta en movimiento lenta en el envite… sabia que no llegaría…

Y el señor del desierto, de punta de plata era su arma… de roja teñida otra vez más con mi sangre… estela plateada que buscaba mi carne, encontrándola.

Estela de plata y rojo carmesí quedo en la arena cuando freno la lanza… mi mirada en sus ojos… sumiéndose en su oscuridad… la tranquilidad me embargo… la eterna noche me estaba meciendo…

Heraldo de mi noche… heraldo de mi nueva muerte…