Partida Rol por web

Ricardo vio marchar a sus conjeneres orgulloso. Se bajó de la silla y se dirigió hacía el rincón donde solía estar sentado Adrian.
Agarró la silla y la rompió contra la pared, despues recojió los trozos y salió de la casa en dirección al bosque. Todavía había mucho que hacer.

Deseo vió a Ricardo entrar en la casa, o mejor oyó el revuelo que se alzó a su entrada. Intrigada llegó hasta él. Cuando le vió le abordó enseguida, antes de que saliera rodeado de Norteños. Ella necesitaba hablarle, y aunque esta quizá era una ocasión comprometida, tal como iban las cosas, cualquier ocasión lo era. De modo que le habló.

-Ricardo, ¿qué ocurre...?

En cuanto agarraron a Ricardo este se giró con furia, dispuesto a encararse con quien se atreviese a detenerle, en este momento se pelearía incluso contra un ejecutor.
Cuando oyo la voz de Deseo y vio su cara de preocupación, se relajó.

Deseo...Lo siento no es un buen momento. Es algo que nos atañe a los norteños.
De todas formas, si no es imprescidible no salgas para nada de la zona del coliseo. No quiero que haya violencia de ningún tipo, pero se que hay algunos elfos que buscarán cualquier escusa para que haya pelea.

-Espera sólo un segundo. Es importante, Ricardo. Mucho. Hay tantas cosas... pero tendrán que esperar.

Deseo estaba realmente preocupada, se notaba en su actitud, y en el rictus fiero y ansioso a la vez que marcaba las facciones de su rostro, endureciéndolas. Miro a los ojos del Norteño, buscando transmitir toda la carga de urgencia que había en ella.

-No todos los Oscuros son iguales, en realidad hay algunos que realmente buscan el bienestar de la ciudad. Y no solo eso, de sus gentes, todas, sean de la raza que sean. Pero hay fuerzas tenebrosas que buscan su propia finalidad, y que si consiguen lo que quieren, pueden extender el mal tan lejos, y tan profundamente que pueden arrasar no solo Ankortak. Pueden arrasar el Mundo entero.

Aspiró, le faltaba el aire. Hablaba deprisa, tenía poco tiempo. Pero sabía, sin saber la causa de ello, que podía confiar en Ricardo. Siguió traspasando con su mirada verde las pupilas del hombre, asomándose a su alma, buscando en su valor y en su entereza la respuesta que necesitaba.

-Había algo en esa Mansión de ayer, algo que unos y otros buscan. No sé si tú lo conseguiste, o si fué Anat. O quizá por ello murió Adrian, no lo sé. Pero lo necesito. Sé cómo actúa, el valor que tiene, lo que puede hacer. Y es terrible. Tengo que recuperarlo. Si quien lo busca lo encuentra... todos lo pagaremos, Ricardo. Norteños, mi gente, los Oscuros, los Hakhim, los orcos... todo el Mundo de los Reinos de Cenizas...

Ricardo se quedó mirando fijamente a la hermosa mujer. Transmitia urgencia y necesidad con sus ojos verdes. Se apartó a un lado con ella, mientras los hombres se marchaban y los demás miraban atonitos.

Tienes razón no hay tiempo, pero lo que dices es importante.
No eres la primera que me dice que hay algunos elfos que buscan la igualdad, o algo parecido, con los demás pueblos. Kurgle era uno de ellos, puede que Jerion sea otro, no lo se y ahora mismo no me importa.
Adrian murió por esa creencia y por ese orbe. Y el culpable lo pagará. Se quien es su asesino, y el de Kurgle. Y se quien tiene el orbe.
Ahora dime, ¿qué haciais Parnassus y tu en la mansión de Kurgle? ¿Y que sabes de ese orbe?

Los ojos de Ricardo han buceado en los de Deseo, hasta sus más profundas simas, hasta el último rincón de su alma. Y eso ha sido posible porque ella ha abierto una ventana en ellos, dispuesta a confiar en el Norteño. No sabe por qué, pero su corazón le dice que es un hombre recto, limpio. Y lo que el luchador ha encontrado en Deseo es verdad. No va a mentir. Y decisión. Lo que tiene que hacer es más importante que ella misma, está dispuesta al sacrificio.

-Parnassus me protegía. Y yo iba a buscar el Orbe. Los asesinos son importantes, pero el Orbe lo es más. Ese Orbe es la clave para el futuro de los Reinos. Si cae en manos equivocadas, será usado para dislocar la muerte. Sí, a la misma muerte. Todo lo que conocemos acabará, y una nueva era de eterna tiniebla, de nigromancia, nacerá, y prevalecerá. Eso es lo que el Orbe representa.

Su voz ha sonado dura, templada por el Destino, y una Misión. Se detiene, apenas un segundo, y prosigue, esta vez implorando.

-¡Ricardo, ayúdame! ¡Necesito rescatar ese Orbe!

Ricardo no pudo evitar estremecerse ante la pasión de Deseo, ante la voluntad y resolución de sus palabras. Le estaba diciendo la verdad. Lo de Adrian era importante pero esto también.

Sigueme. No preguntes, no digas nada, sólo sigueme.

Y el norteño se dirigió con paso rápido escaleras arriba. Hasta su habitación.

Deseo asintió. Aún las miradas prendidas la una en la otra, aún los corazones latiendo por una misma razón, sin palabras, entendieron.

Así, cuando el Norteño se giró y emprendió la subida hacia su habitación, la mujer de cabellos de fuego le siguió a menos de un paso.

Garruk volvió al gran salón donde solían descansar en las horas previas a los combates... ultimamente había tenido la mente en otro lugar y no había parado mucho por allí.

Se acercó a la barra y no vió a nadie dispuesto a servirle así que alargó su brazo cogiendo una jarra de cerveza medio llena que había al otro lado y se la llevó consigo, sentandose y dando buena cuenta de ella.

Ricardo y Deseo estaban hablando alejados de la gente, parecían estar discutiendo.

La sala estaba practicamente vacia y la mayoria de los que quedaban no eran humanos. De improviso Ricardo se calló, se fijó en la concurrencia y de la sala y le dijo algo a Deseo.

Acto seguido ambos subieron por las escaleras hacía la zona de las habitaciones.

Una vez estuvieron dentro de la habitación, Ricardo cerró la puerta y la ventana, realizó un rápido registro por si había algo o alguien y al final se encaró a la guerrera.

Deseo, no puedo explicarte lo que significa la muerte de Adrian. Pero esto puede ser la gota que colma la copa. Los animos estan muy caldeados y cualquier chispa, por mínima que sea, puede hacer estallarlo todo.
Voy a hacer todo lo posible porque no ocurra, se que es lo que hubiese querido Adrian. Pero algunas personas quieren que surja el conflicto y que todo acabe en violencia y destrucción. La mayoria son elfos ocuros.
Sí, se que no todos son así, pero son minoria. E incluso los que están de nuestro lado no haran nada para evitarlo porque tienen mucho que perder.

Ricardo sacó una bolsa, y de ella extrajo un orbe.

Me imagino que esto es lo que estás buscando. Por lo menos estoy seguro que es lo que queria el mago que entró volandolo todo en la casa de Kurgle.
Creo todo lo que me has dicho y confio en tí. Es por eso por lo que te lo doy.

El norteño alargo el brazo y tendió el orbe a Deseo.

Pero necesito que me hagas un favor.
Guardalo si quieres pero no hagas nada hasta que acabe el funeral. Tengo que calmar a la gente, para que no les den ninguna escusa a esos cabrones.
Cuando acabe te buscaré e iremos juntos a donde sea que lo tienes que entregar.

La mirada de Ricardo era sincera. Había fuerza y resolución en esa mirada, pero también tenía una expresión calmada y serenea como hacía tiempo que no se le veía. Parecía una persona distinta, en paz consigo misma.

Si algo me pasa o las cosas se ponen feas, al menos el orbe estará en buenas manos.
Cuidate de Lorethien. Es el mago que busca el orbe, además de quien mató a Adrian y Kurgle.

El norteño se quedó de pie, con el orbe en la mano, listo para entragarselo a Deseo. Esperando la reacción de ella.

Las manos de Deseo temblaron cuando las alargó para recibir el Orbe. Había escuchado a Ricardo, y aunque en un par de ocasiones estuvo a punto de interrumpirle no lo hizo, dejó que siguiera adelante con lo que decía, hasta que terminó.

Pero ahora tenía mucho que decirle, ¡tanto!...

-Ricardo, sabes mucho, y estoy realmente aliviada de que sepas tanto. Porque lo que has dicho yo lo recibí como una confidencia de alguien que no te esperas. Por ello voy con tanta precaución, por ello ayer no pude decir nada, ni tan sólo Parnassus conoce lo que estás diciendo, lo que yo sé. O, por lo menos, no me lo confió. Es verdad que quien quiere el Orbe, quien mató a Kurgle, aunque desconozco lo que ocurrió con Adrian, es Lorethien. Y él ha convocado a los Ejecutores. Pero hay que detenerle, y evitar que jamás, jamás consiga esto... por que es la clave de lo que quiere conseguir. Antes de irte... Dime, ¿qué sabes de él? ¿Tienes idea de qué quiere hacer con el Orbe? ¿Tienes idea de quién quiere impedirlo, y por qué...?

Ricardo sonrió amablemente a Deseo.

No conozco tanto como me gustaría la verdad. De Lorethien sólo el nombre y lo que ha hecho, aunque creo que fue el mago que entró en la casa.
No me digas donde vas a esconder el orbe, por si acaso me cojieran. Pero como te he dicho intenta esperarme.

De repente se puso serio.

Otra cosa más. Puedes confiar plenamente en Anat, pero vigila tus palabras ante Parnassus.
No me malinterpretes, le confiaría mi vida en cualquier combate y le consideró un buen amigo... Pero es un esclavo de la casa Obsidiana, y es totalmente leal a ellos.
Lamentablemente no conoce lo que es la libertad, nació esclavo y por más que lo he intentado no quiere saborear otra vida

El norteño se acerco a la guerrera, le puso una mano en el hombro y la miró fijamente.

Tengo que irme, si me retraso más los norteños pueden ponerse nerviosos y cometer cualquier locura.
Por favor ten cuidado, y ... Ten cuidado ¿vale?

Hizo ademán de dirigirse a la puerta.

-¡Espera! No he dicho todo lo que tengo que decir. Y quiero hacerlo, quiero ser sincera. Tú decides. Sé qué piensas de los de Obsidiana. Y lo que piensas de Morkhalee. Como todos. Pero antes de que salgas por esa puerta, he de decirte que las cosas no son nunca como parecen. No si uno se adentra en ellas, y las mira desde el interior. Sé que esto te está hiriendo, quizá te haga arrepentirte de haber confiado en mi. Asumo el riesgo.

Inspiró profundamente, estaba rígida, tan seria que podía notarse una enorme arruga cruzando su frente, usualmente diáfana.

-Te he dicho que no todos los elfos oscuros quieren ver a los humanos esclavizados. Es cierto. Y no quiero decir que los de Obsidiana, o Morkhalee, sean de esos. Pero a veces hay intereses mayores, superiores, que salvan grandes distancias. Y es el momento de salvar las nuestras con ellos, créeme. Lo que estoy diciendo es que lo que tanto ella como Olshva quieren impedir algo que va más allá de los Humanos. Más allá de los Hakhim, de los Elfos, de los Orcos. Estoy con Morkhalee, sí, estoy en esto con ella. Pero no contra los humanos, si no por ellos. Como antes te he dicho, por el Mundo tal como lo conocemos...

Una pausa. Corta, el tiempo apremia. Demasiadas cosas que deben ser dichas. Y el riesgo de que no sean comprendidas...

-Lorethien es un elfo al que Morkhalee conoce muy bien, porque una vez, hace mucho tiempo, se amaron. Pero les separó la obsesión del oscuro para salvar a su hermana, atrapada entre la vida y la muerte. Pasó a ser su única intención, dejó atrás a los suyos, dejó atrás cuanto era. Y Morkhalee, porque le amaba, consultó el futuro para saber cómo ayudarle. Sin embargo, lo que vió fué devastador... y es a lo que nos llevará Lorethien si consigue el Orbe. Lo necesita, lo llevará a matar a la misma muerte, para poder liberar a su hermana para siempre. Matar a la muerte. ¿Te das cuenta de lo que eso significa...?

Ricardo se paró, estaba muy rigido. Se le notaba que estaba controlandose.

NO

Cuando el norteño se giró, su semblante estaba en calma. Sólo sus ojos le traicionaban.

He confiado en tí. Te he dado algo muy importante por el que han muerto buenas personas. No puedes decirme que lo quieres para Morkhalee

Casi escupió la última palabra.

Esa bruja no puede saber lo que es el amor. Sólo le interesa el dinero. Cuida de sus esclavos y les proteje sí, pero proteje su inversión. Nada más.

Respiró hondo varías veces antes de seguir.

No se de que me estás hablando. Sólo soy un simple guerrero, antaño explorador. Era muy joven cuando los elfos oscuros me cojieron junto con mi aldea. Fuí de los pocos que sobreviví al viaje. fui el único que sobrvivió a la arena.
¿Quieres saber como? Matando. Matando a gente que conocia. No me importaba. Me tube que volver insensible a los demás. Era bueno. Tanto que cuando maté a mi dueño para conseguir la libertad me dejaron, les hizo gracia, se reian.
Como no tenía donde ir me quedé en el coliseo porque me daba la oportunidad de matar a elfos oscuros sin represalías.
Luego conocí a Adrian, y a Anat, a Parnassus y a otros, también a tí. Cambié. Volvi a sentir algo por los demás.
Y ahora una de esas personas ha muerto y otra me explica tonterías de matar a la muerte. Seré un ignorante porque no lo entiendo.
Pero se esto. Me debo a mi pueblo. Y por ellos voy a impedir que se levanten en armas y les maten, aunque me cueste la vida.

Haz lo que quieras con ese orbe, te lo he dado y no voy a quitartelo. Pero no me pidas que lo entienda, o que confie en Morkhalee, o en la familia Obsidiana, o en Svaltafer o Delderius. No me pidas eso. No quiero saber nada más tampoco.

Ricardo se giró una vez más en dirección a la puerta.

¿Sabes una cosa? Eres la primera persona a la que le cuento mi historia. No se por qué la verdad. En fin tampoco es gran cosa, supongo que no es más original que la de cualquier otro.
He de irme. Ya nos veremos.

Abrio la puerta y se dispuso a salir.

Deseo se quedó ante Ricardo, mirándole fijamente. Tensa, grave. De nuevo las almas hablaron a través de los ojos, de nuevo sus espíritus entendieron sin que ellos lo hicieran. Lentamente, muy lentamente, le devolvió el Orbe, sin dejar de mirarlo.

-Escóndelo. Iré contigo. Estaré a tu lado. Lo que tengas que hacer, hazlo, te ayudaré. Y después, ayúdame tú a encontrar al Elfo. Y a matarlo...

Una vez más, en muy poco tiempo, Ricardo se sorprendió. No esperaba la respuesta de Deseo. Suspiró aliviado. No deseaba enfadarse con la guerrera, ni que acabaran de malos modos. Agachó la cabeza, para que no viera sus ojos empañados.

Gracias

Volvió a guardar el orbe en la bolsa. Despues cojió un petate y metió yesca y pedernal, y una lampara de aceite que tenía en la habitación.

Vamos, hemos de darle un digno final a un gran hombre.

Recojió los restos de la silla de madera que había tirado al entrar, y luego Ricardo y Deseo salieron de la habitación.

Al poco de haber subido, Ricardo y Deseo bajan las escaleras y salen de la Casa de los Condenados.

Tras su victoria sobre Liu An, Ur entra en la Casa de los Condenados. Algunos veteranos inclinan su cabeza ante él, otros se apartan de su camino. Saluda secamente al tabernero, y le comenta algo en voz baja. Luego, se sienta en una mesa con una jarra de cerveza en la mano.