Partida Rol por web

De las cuatro puertas de la ciudad, la norte era la más pequeña. La guardia, por tanto, era menor, pero aun siendo la más pequeña, su tamaño era impresionante. Finamente labrada con disimulados glifos de protección, daba el paso a las pequeñas poblaciones del norte, y a las montañas de Perdición.

Al llegar a la puerta, ves un grupo de seis elfos oscuros. Con capuchas y pertrechos para la nieve, y sus lazos en la mano, no había duda de lo que eran. Cazadores. Alguno parecía un poco más despistado, tal vez un novato o dos, pero el resto parecían conocer bien su oficio y aseguraban con fuerza sus pertrechos. Ves que tienen dos ropajes para la nieve de más. Uno debía ser entonces para tí.

Hago un gesto, saludando al resto de cazadores. Tengo una sonrisa en los labios. Es algo que me apetecía desde siempre. Una caza es algo de una belleza singular, y verdaderamente entretenido

- Saludos. Soy Delderius. Creo que me esperaban

Tu debes de ser Delderius. Nos dijeron que vendrías. El elfo oscuro le ofreció la mano, aunque tampoco es que una sonrisa abierta cruzase su rostro. Aun falta uno más que viene a ayudarnos. Vete poniendote la ropa de abrigo. Vivir en montañas heladas es peligroso, si no sabes lo que haces al salir de la ciudad. Tranquilo, somos expertos. Solo preocupate de cubrirnos las espaldas.

Parnassus asintio, asumiendo lo dicho, mientras se colocaba una enorme piel de color negro con jaspeado rojo; siempre los colores de la casa de la obsidiana. Dio unos breves saltos para entrar en calor, y espero hasta que aparecio quien los guias aguardaban.

El guerrero se sorprendio poderosamente al ver presentarse al agil elfo oscuro al que varias veces se habia enfrentado en el coso. Al ver al elfo, Parnassus hizo una inclinacion de saludo, no sin sorpresa:

-El Coliseo no paga lo suficiente, Maese Caelis? No esperaba encontraros fuera de sus muros.- saluda algo mas animado de lo que sus exposiciones en la Casa de los Condenados solian mostrar.

Delderius se pone las ropas que señala Kalofher, tras estrecharle la mano. Luego asiente a sus instrucciones. Tiene razón, y por supuesto no está interesado en molestar a la partida de caza

- No os preocupeis. Seguiré vuestras indicaciones, siempre he entendido que vuestro trabajo es apasionante. Y muy necesario. No olvido que vos os dedicais a esto, y esta es mi primera vez. - luego escucha la voz de Parnassus y le mira sin disimular su extrañeza- Parnassus, veo que tus amos te han incluido en esta cacería. Me alegra verte, eres un luchador experto. Y no, no es cuestión de dinero. En realidad siempre ha sido otro el motivo - responde Delderius con orgullo pero sin ser especialmente despectivo con el humano

El gladiador asiente, tanto para agradecer el cumplido, como para indica que no desea ofender al altivo elfo oscuro con su perórata de esclavo. Justo entonces la partida de caza comienza a moverse, y Parnassus los sigue en sliencio, tras embrazar cómodament sus escudos aristados. En cuanto avanzan levemente enla espesura, el guerrero se agacha junto a un charco y estampa ambos escudos contra él. El brillante mithril se tiñe de negro sucio y deja de brillar; salta a la vista que el gladiador no es ningún estúpido tampoco fuera del coso.

Delderius, tras vestirse con las ropas de los cazadores, sigue las indicaciones del llamado Kalofher, honrándole como al jefe de la cacería que es. Como buen elfo oscuro siempre ha tenido en alta consideración sus habilidades de caza y rastreo, pero en esta ocasión es un novato. Mira todo con mucha atención, para aprender... y también para prevenir posibles emboscadas.

Es un elfo oscuro entre elfos oscuros, después de todo

Una vez todos están listos, Kalofher saca de su abrigo un cuerno de caza, y lo hace sonar. Las puertas, altas como cuatro hombres comienzan a moverse lentamente para permitirles la salida. Solo había un mnotivo para el tamaño de las puertas de la ciudad: Permitir que los cazadores pudiesen traer gigantescas bestias, para el coliseo. Una perspectiva poco agradable.

Tenemos trabajo que hacer, así que hagámoslo, y hagámoslo bien. No quiero juegos ni tonterías. Son más de una docena. Si veo que alguno de vosotros se saca el miembro ante las mujeres, yo mismo os lo cortaré. ESta no es una misión cualquiera.

Fuera, lo único que hay es nieve y hielo. A pesar de los gruesos abrigos, el viento os muerde el rostro como una alimaña. Avanzáis lentamente, buscando señales de los miembros fugados. Pero, por pura suerte, Delderius encuentra un pequeño rastro de huellas que el viento del norte aun no ha borrado. Se fueron al norte, hacia las montañas

Increíble. Tienes talento para esto, Caelis. Kalofer levanta la vista. Hay un par de cuevs lo suficientemente grandes como para albergar un grupo así. Espero que hayan sido lo bastante listos como para encontrarlas.

Parnassus había visto también los pequeños pasos en la nieve fresca, pero su actitud felina lo refrenó de hablar, por no alertar a la presa. Estaba bien dejar la gloria a los elfos oscuros; eran apreciaciones que no le importaban. Con la aprobación de sus amos ante las presas recuperadas, tendría premio más que suficiente. Los esclavos debían estar muy cerca. El gladiador aprestó los escudos, a sabiendas de que pronto estaría combatiendo contra los prófugos.

Avanzar hasta la montaña fue un infierno. El dolor, los músculos ateridos y la nieve en el rostro eran terribles. La temperatura era muy baja, y vuestras ropas estaban ya empapadas apenas empezó aventisca.

Esto, por contra, era mucho peor.

La montaña era cada vez más escarpada, llena de salientes y con una gran inclinación. Si no veías donde pisabas, la nieve podía engañarte y hacer que dejases el peso donde no había nada. Aunque aun no hacía falta escalar, os movíais en unas condiciones de lo más duras.

Parnassus estaba denodadamente acostumbrado al esfuerzo físico. Su pasado se hundía en un oscuro pozo lleno de aristas y rocas, donde el cansancio que no te daba el trabajo duro te lo daba la pérdida de sangre por los cortes y la debilidad por desnutrición. Esto no era más que un paseo para el Gladiador, acostumbrado a largas horas de ejercicio físico constante diario. Además, todo su combate giraba en torno a dos pesadas guardas de metal y cristal volcánico; obviamente no era lo mismo que agitar unos cuchillos, muy a pesar del mithril; los de entrenamiento eran puro plomo.

Sin embargo, el elfo parecía acusar mucho más el ascenso. Imaginaba que esto tenía que ser muy distinto del ambiemte habitual del elfo oscuro en Angkortak. Aun así, Parnassus no hizo comentario alguno; no quería herir el orgullo del elfo haciendo notar algo que posiblemente Kalofher ya había advertido también, y que no tenía remedio: la cecería de esclavos era una carrera contra reloj. Si alguno desfallecía, sería dejado atrás para regresar a Angkortak; no podían permitirse retrasos.

Era horrible. El ascenso suponía que las piedras se le clavaban a Delderius en las palmas y, en absoluto acostumbrado al trabajo físico tras una vida disoluta, lo cierto era que no disfrutaba en absoluto. Estaba cansado, y harto de la montaña.

Pero no decía nada y seguía adelante. Tenía su orgullo después de todo. Y seguiría adelante hasta el final

Al llegar a una determinada pendiente, el cazador jefe dio el alto levantando su puño izquierdo.

Un poco más al este se encuentra una cueva razonablemente grande, tal vez se encuentren allí. Tened cuidado con los habitantes de las montañas. Hay seres terribles ocultos en las cercanías.

Parnassus asintió en silencio y comenzó a avanzar por donde Kalofher les señalaba, volviéndose un instante tras los primeros pasos, para asegurarse de que Delderius lo siguiera.

El gladiador obviamente carecía de la sutileza de los elfos oscuros al avanzar, pero procuraba mantenerse agazapado bajo los cúmulos de nieve, respirando despacio para que el vaho que salía de su boca no se advirtiera desde lejos.

A medida que os acercáis a la cueva, véis un leve resplandor en la ventisca...