Partida Rol por web

Parnassus estaba asintiendo a las palabras del elfo oscuro... sopesandolas... cuandoescucho su advertencia, poniendose en guardia automaticamente. Dio un rapido paso adelante y en diagonal, preparado para cubrir a Kalofher, mientras trataba de distinguir algo en la oscuridad.

De la oscuridad aparecieron 6 hombres, dando apenas tiempo al cazador a sacar el látigo que colgaba de su cinto. Armados solo con garrotes, desesperados de miedo y frío, cinco norteños y un orco se lanzan contra vosotros.

Parnassus vio demasiado tarde las figuras que se les echaban encima; consiguio interceptar el ataque de uno de los humanos, pero el habil orco se dirigia inexorable hacia el cazador.

Kalofher hace restallar el látigo sobre las cabezas de los esclavos, para luego derribar de un latigazo en la cara a uno de los que le saltaban encima.

Los hombres seguían presionando, desesperados, aunque no tuviesen esperanza de vencer.

Una vez pasada la sorpresa inicial, los esclavos no eran ningun problema para el experto gladiador. Su escudo los mantuvo a raya, mientras en viaba a uno contra la pared del desfiladero de una soverbia patada, que estrello su nuca contra el muro, noqueandolo:

-Un latigo experto, Kalofher. Solo conozco a otra persona con tanta destreza.- indico el guerrero, con tiempo de sobra para charlar.

Vais a soltar esos garrotes, o voy a dar de comer vuestros intestinos a los perros ¡Escoria! Por un momento, Kalofer parecía un colérico demonio, tan diferente al hombre que conocías.

cuatro hombres retroceden, dejando caer sus armas y susurrando súplicas de piedad. El último se lanza a por el cazador...

Dos hombres yacían inconscientes mientras los otros cuatro estaban ahora desarmados. Se arremolinaron alrededor de sus camaradas caídos, portegiendolos del demonio y su perro. El odio en sus ojos era casi palpable.

Calla, Parnassus, dijo el cazador. No hay gloria en esto. ¿Donde están los demás? les espetó. Ninguno habló.

El tunel solo es un poco más largo, les vería si estuviesen delante. Volvamos y dejemos a estos con los otros...

Parnassus obedecio y unicamente asintio a las palabras del guerrero. Escoltaria a los hombres, como habia indicado, en silencio. No tenia nada que decirles... no comprendia su actitud; al menos no del todo... aun no.

De nuevo el grupo de cazadores se reune en la intersección. Delderius apenas habái llegado cuando se presentaron Parnassus, el Jefe de Caza y un buen puñado de esclavos fugados, que les seguían mansamente. Kalofher se los entregó a sus hombres, para que les custodiasen.

Me acerco a Kalofher.

- Hay señales de otro grupo de esclavos en esa dirección. Tal vez se dividieron. Hay que cruzar un pequeño abismo, y allí encontré una soga. Tras él hay una zona con murciélagos vampiros, y en la misma encontré el cadáver de una cría humana. Estaba muy reciente, así que deben estar muy cerca aun. Ese motivo me hizo volver a informar

-Movámonos entonces.- conviene Parnassus -El otro ramal está ya despejado, y no ha habido incidentes remarcables.- añadió Parnassus con una mirada cómplice a Kalofher -Terminemos con esto.- concluyó el guerrero, deseoso de volver al abrigo de la ciudad.

Si cualquier cosa pasa a esos esclavos, el responsable les acompañará como regalo a sus dueños, ¿Me he explicado con claridad? La furia relampagueaba en los ojos de Kalofher. Después, se dirigió a Delderius y Parnassus. Vamos

Asiento y acompaño a ambos llevándolos hasta la pequeña grieta y señalándosela en completo silencio, así como al cabo que dejé en la misma.

Tras señalarse, salto la misma en perfecto silencio y sin esfuerzo, haciéndoles un gesto para que me sigan

Kalofher salta como un felino sobre el estrecho abismo, con la naturalidad del que respira. Su cuerpo funciona como una máquina enana, perfectamente engrasada. Se encara hacia atrás, esperando a Parnassus.

Parnassus siguió a los elfos sin inconveninetes también, con un salto sin esplendores, pero suficiente. La tenue luz de su antorcha no le dejaba ver tanto como a klos elfos oscuros, que tenían una mejor apreciación de la distancia, pero eso no lo iba a amedrentar.

Después de que todos superasen el sencillo obstaculo, llegaron al segmento de cueva cubierto de guano de murcielago. Tras las rocas, Delderius les mostró el cadaver del niño, con la yugular desgarrada por los enormes murcielagos.

Parnassus comenzó entonces a preocuparse más porlo que había sobre sus cabezas que por la niña muerta. Si había algo, los elfos lo verían mejor que él, y si algo les caía encima, era mejor que contaran con unos escudos solidos que los defendieran.