Partida Rol por web

Delderius miró la antorcha y luego señaló la misma e hizo un gesto a Kalofher, indicando primero la antorcha y luego la parte superior de la cueva. Era evidente que tenía sus dudas de si la luz no serviría precisamente para provocar el ataque de los murciélagos... o si por contra lo evitaría. Delderius esperó la conclusión del cazador, esperando que diera la orden para continuar adelante

Kalofher asintió y apagó la antorcha, mientras Delderius hacía lo mismo. -Permanece aquí hasta que hayamos acabado, humano, le dijo a Parnassus mientras indicaba a Delderius que continuasen.

Parnassus asintió y se retiró un poco hasta el cuello de pasillo anterior, tras el primer meandro. Allí podría asegurarse de que nadie salía del lugar y el corto radio de visión de su antorcha no sería problema para detectar a todo enemigo que doblara la esquina; Si eran varios, además, verían reducido su número. De hecho si los murciélagos atacaban, sería más agradable tener un muro a su espalda en cuyo pie aguantar con los escudos, que no ser asaeteado por los cuatro costados. Despidió a los elfos con un asentimiento de cabeza, antes de desandar algunos pasos. Un gesto a su oído indicaba que estaría atento; solo tenían que gritar.

Muy lentamente sigo a Kalofher, pisando donde este lo hace, y tratando de moverme en completo silencio. Voy atento a todo lo que hay a mi alrededor, tanto para evitar posibles trampas como para descubrir pistas que nos den datos sobre el numero de esclavos, si están heridos o armados...

Tras adentrarse un poco más en la caverna, ambos hombres miran al techo, para ver una decena larga de enormes murcielagos. Ambos hombres se mueven como sombras, sin hacer el menor ruido. Pasan al otro lado, donde oyen un constante martilleo.

Una vez llegados al otro lado, os encontráis con un nutrido grupo de humanos, unos 20. La mayoría mujeres y niños. Solo 6 de ellos son hombres armados con tridentes y armas en mal estado. Junto a la pared veis a dos hombres con picos, que han dejado de golpear la pared del fondo. Parece que su plan era abrir una brecha por aquella montaña para salir por el otro lado. No es que fuese un gran plan.

-Atrás, os espetan. ¡No vamos a regresar, monstruos!

A lo lejos oyes un murmullo de voces, bajo los chillidos de los murcielagos.

Delderius miró a los humanos con una sonrisa perversa y habló con claridad.

- Estais malheridos. Afuera ya habéis visto que el frío es intenso. Y habéis logrado que una niña muriera. ¿Acaso quereis seguir muriendo uno a uno?, ¿dejando a vuestros muertos apoyados en estalactitas?. Estoy seguro que si regresais ahora no habrá repercursiones demasiado horribles por vuestra huida. Rendios, dejad las armas y acompañadnos

Los esclavos parecen dudar ante las palabras de Delderius. Se miran unos a otros. Cansados, helados. Apenas con fuerzas para levantar las herramientas de su huída. Uno a uno, se miran y asienten.

No hay esperanza para un esclavo.

Una madre acuna a su hijo y llora desconsolada. No quiere que su hijo viva así. Pero ya no pueden luchar más.

Los hombres tiran las armas uno a uno, y se disponen a seguir a los cazadores.

Buen trabajo, hermano. Limpio y sin contratiempos. Kalofher palmea la espalda de su compañero, orgulloso. Pobres diablos. Les espera un destino amargo...

Asiento a las palabras de Kalofher

- Ha sido muy instructivo acompañarte. Espero que sea la primera vez de otras muchas

Regresaron por la cueva, con cuidado. Esta vez, no permitieron a los humanos encender ninguna antorcha, sino que ivan cogidos a una cuerda y los llevaron tirando de ella, para que encontrasen el camino sin dificultad. Mientras Delderius iva en cabeza, Kalofher iva detrás, asegurandose de que ninguno tropieze ni haga ruido. Tras ello, se reunieron con Parnassus

Regresamos al poco de habernos ido, no se había oido ruido alguno, ni ninguno de los esclavos mostraba signos de haber combatido en los últimos minutos.

- Creo que podemos irnos ya. - dije con sencillez a Kalofher

Con una mirada que prometía que todos ellos pagarían por aquello, Parnassus aferró al esclavo más cercano, antes de indicar:

-Esa es la última estupidez que he visto hoy.quien repita la jugada tendrá que irse con el peso del sufrimiento de este hombre sobre su cabeza: juro que vivirá lo suficiente como para odiar a quien se tiró, mientras le arrancio la piel a tiras; luego irá el siguiente, y otro, y otro.- dijo el guerrero, con actitud sombría -Mi labor es llvaros con vida; antes de fallar en ella, os aseguro que os enterrará a todos un alud.- declaró el gladiador, mientras su afilada obsidiana rozaba la nuca del desafortunado, dispuesto a dejarlo paralítico, que no a matarlo.

El regreso transcurre sin más incidentes. Los esclavos han perdido toda esperanza, toda gana de vivir, y se dejan llevar de vuelta a la ciudad, bajo la ventisca de mil demonios que cae sobre la montaña. Kalofher se asegura de que sus compañeros no maltraten a los esclavos más de lo que sea necesario. Una vez volvéis a cruzar las puertas de la ciudad, vuestra comitiva acompaña a los esclavos a sus respectivos dueños.

Habéis hecho un buen trabajo. El cazador os entrega a cada uno una generosa suma por vuestros esfuerzos. Voy a ocuparme de que cada esclavo llegue a las manos de su amo. Esclavo, asegurate de que la compensación llegue a manos de tus amos. Yo les llevaré su propiedad. Después, os dedica una leve reverencia y se aleja con su grupo de cazadores.

Parnassus observó el dinero como si fuera mero barro en sus manos, y guardó la bolsa asintiendo. Lo llevaría directamente a casa de sus amos. La incursión había sido prácticamente un éxito, y tenía mucho que tratar con ellos. Los ominosos acontecimientos de los días anteriores a su partida habían calado hondo en el gladiador:

-Buen regreso, Maese Delderius; nos volveremos a ver en la arena.- se despidió con respeto de Delderius y se encaminó hacia el Palacio de Obsidiana.