Partida Rol por web

Parnassus hizo un gesto de espera a sus acompañantes, mientras se dirigía de pasada hacia aquella comitiva. Si aquello estaba ocurriendo, mucho se temía de quién era aquel barco.

A la altura de la cabeza de la comitiva, hizo un gesto de reconocimiento y preguntó con simpleza, en un susurro, confirmando órdenes:

-¿Sin mí, o me buscabais?

Apartate, esclavo. Vengo en nombre de los señores de la Casa de Obsidiana. El chambelán fruncía el ceño, molesto.

Sin mediar palabra, pero con un gesto de suficiencia que indicaba que nada tenía que temer de aquel hombre, Parnassus giro un cuarto de vuelta, dejando el paso libre al hombre y haciendole un gesto para cederle el paso.

No habia nada que decir; la evidencia caeria por su propio peso.

Sacado de la escena, se dedico a observar lo que ocurriera.

Juan Bautista observaba desde lejos lo que ocurria con Parnassus y los demas hombres, estaba listo para interceder si fuera necesario aunque parecia que el gladiador conocia a esas personas.

Demasiada intriga y misterio para unos simples gladiadores

Al acercarse a la barandilla, un corsario, de aspecto Hakhim, les recibe. Intercambian unas breves palabras, en voz baja. El corsario niega con la cabeza. A pesar de que el Chambelan parece indignado, el y sus hombres dan la vuelta.

Yo también permanezco en silencio observando los acontecimientos. Y me percato de la breve conversacion entre el corsario y el chambelan.
La conversacion ha sido breve. Y no puedo evitar preguntarme de que habrán hablado ambos.
Por lo que pueda pasar, miro a ambos lados del muele en donde se halla atracado el jabeque Hakhim. Pues no parece que la conversacion haya sido muy fructífera precisamente.

Terminada la escena, me vuelvo hacia Juan de Alvarado y le digo.

-Bueno, entonces nos dividimos para buscar a este capitan o que?

La impaciencia se empezaba a adueñar de mis palabras, algo poco comun en mi pero aun verdadero... nadie escapa a las emociones, ni siquiera un soldado..

Mientras el grupo conversaba, Deseo se presentó en el puerto. Con su letal guadaña a la espalda, resultaba una visión imponente. Se resguardaba en una capa negra, tal vez cedida por un Elfo Oscuro. Miraba a su alrededores... hasta que su vista cayó en ellos.

No tuvo que buscarles mucho. Una mirada circular, y les vio.

Anduvo a paso firme, directa como alguien con un propósito muy concreto y asumido. A su alrededor la capa de seda negra ondeaba, aleteaba como las alas de un cuervo. La capucha de la capa le caía justo sobre la frente, y ocultaba su pelo rojo sangre, a pesar de lo cual, no resultaba una visión discreta. A ello ayudaba tanto la mirada verde esmeralda de unos ojos brillantes que destilaban decisión, y encerraban enigmas, como el enorme perfil de su arma, a la espalda, la guadaña que sobresalía por encima de su cabeza, plata sobre negro.

Se acercó a ellos sin despegar los labios, y cuando llegó a la altura de los tres hombres, de los tres Gladiadores, compañeros de arena y de sangre, inclinó su cabeza.

-Espero no interrumpir nada importante. Los tres me conocéis, aunque nunca me habéis visto fuera del coso...

Juan Bautista mira a Deseo, algo sorprendido por su aparicion pero no asustado. Ella puede parecer muchas cosas, pero al haber peleado y cruzado armas con ella se puede saber que no es una persona que le desea el mal a nadie.. intrigado por su presencia Juan Bautista no se contuvo ante la gladiadora.

-Deseo, es raro verte fuera de las arenas, que te trae por el puerto?

Digo a la vez que le indico que tome asiento para llamar un poco menos la atencion.

Saco con un movimiento fluido y elegante la guadaña de mi espalda y la apoyo en el muro junto a mí. Sin embargo, aunque suelto la cincha de sujeción que sostenía el arma junto a mi cuerpo, no me quito la capa.

Mi rostro, tras la cortina de seda negra de la capucha, queda ensombrecido. Pero no parece importarme. Me siento junto a Juan Bautista, en muda aceptación de su ofrecimiento.

-Raro es, desde luego, Gladiador. Pero estos son tiempos de misterios. Y más que han de venir. En mi caso, vengo en busca de Parnassus. Tengo un recado para él. Y en el vuestro, decidme, ¿qué hacéis aquí, en tan extraño lugar para tres hombres de la arena, si es que puedo saberlo?

Juan miraba a la gladiadora con suma extrañeza... buscando a parnassus... ella no llevaba mucho tiempo aqui y ya estaba metida en misterios y tramas...

-Si necesitas a Parnssus, deberas esperar que vuelva se ha ido a hablar con algunos de sus allegados de la casa de Obsidiana que se reunian en aquel barco. No debe tardar mucho..

En cuanto a la razon por la que nosotros estamos aqui...bueno.. digamos que conocer un poco la ciudad no le hace mal a nadie..

Luego de sus palabras, Juan Bautista miro de reojo a su compañero de Alvarado... no sabia si era su deber decirle a Deseo el motivo de su visita al puerto, asi que simplemente esquivo la pregunta, solo quedaba ver si el esgrimista estaba dispuesto a sincerarse ante Deseo...

-¿Conocer la Ciudad...?

Deseo se quedó mirando por unos momentos a Juan Bautista. Sin añadir nada. Después dirigió su mirada a Juan de Alvarado, quizá el otro gladiador quisiera dar una respuesta más concreta. Los dos hombres callaban.

Entonces afirmó con la cabeza. Bien, eran libres de decidir en quien confiaban y en quien no. Tampoco ella era alguien hablador, y probablemente no emanaba ningún aura de tranquilizadora calidez.

-Está bien. Decidme entonces qué barco es ése en el que se encuentra Parnassus, supongo que eso no debe ser secreto. Iré a buscarle, antes de que él mismo regrese.

-No creo que eso sea lo mas apropiado querida compañera... Parnassus esta en estos momentos, con gente... poco amigable a los extraños, por tu propia seguridad y comodidad te aconsejo que lo esperes con nostros.

Juan Bautista queria mostrarse amigable y abierto ante la recien llegada, pero a la vez debia mantener oculto su verdadero objetivo por el momento... de verdad le estaba destrozando el alma...

Deseo, que había empezado a levantarse de nuevo, detuvo su gesto a las palabras del portador de la espada curva. Le miró con curiosidad.

-¿Por qué no hablas claramente, Juan Bautista? ¿A qué te refieres? ¿Por qué razón debe preocuparme mi seguridad? No soy una mujer temerosa, puedes creerlo. En todo caso, deben preocuparse por la suya aquellos que alcen su mano sobre mi, fuera de la arena.

Miró entonces hacia los muelles, en la dirección inespecífica a la que se habían referido al nombrar "el barco". Había varios atracados, pero tampoco cientos. No le pareció ver nada que llamara su atención, al menos a primera vista.

-Insisto, dime qué ocurre. O muéstrame el barco en cuestión, y yo decidiré al respecto del riesgo que corro.

Deseo estaba muy seria, incluso más de lo que solía estarlo en el coso. Sus facciones, ante los tanteos evasivos de los dos hombres, se habían endurecido. Esperaba una respuesta con los ojos entrecerrados, la guadaña en la mano presta para partir de allí, y un leve repiqueteo impaciente con el pie.

Juan bautista exhala un largo suspiro tras las aplabra de Deseo... lo mas gracioso de todo es que el ya sabia que ella iba a reaccionar asi.

-Bueno, hay cosas que hasta ni yo mismo entiendo Deseo.. pero dejame decirte que segun nos dijo Parnassus, el se dirigia al barco al cual entraba un delegado de la casa de obsidiana seguido por dos de sus guardias. Si no me equivoco conociendo el estilo de los elfos y de su nobleza esos dos guardias seguramente deben estar a la misma o mayor altura de Parnassus y no dudarian un momento en desmembrar a una humana con una guadaña y cara de asesina que se acercara hacia ellos.

tu eres muy fuerte, pero ellos no se quedan atras...creeme a veces la paciencia es la mejor respuesta.

No me gustaria no volverte a ver por el coliseo...

Luego de las ultimas palabras Juan Bautista deja salir una leve sonrisa tratando de buscar la complicidad de la dama, un recuerdo de indecision en su ultimo combate con ella le dice que hay algo en su inquebrantable armadura de hielo que se esta desmoronando...y puede que le haga caso... o puede que no...

Deseo, aún incorporada, dejó de nuevo su guadaña recostada en el muro, y entonces apoyó ambas palmas en la mesa, frente a Juan Bautista. Quizá por su semblante serio, quizá por la negrura de la seda que la envolvía, quizá por que no era una mujer que pasara desapercibida, la visión de la Guerrera era intimidante.

Sin embargo, no había amenaza en sus pupilas cuando las clavó en el espadachín.

-Has hablado como un amigo, y te lo agradezco. Más que a tu compañero, que no ha abierto la boca...

Siguió desviando una fracción de segundo su mirada hacia Juan de Alvarado, que seguía en su mutismo inquebrantable. Y volvió de nuevo a clavar la saeta verde de sus ojos en Juan Bautista.

-...pero no me dices todo lo que sabes. No confías en mi. Bien, te respeto por tu decisión. Pero no me des consejos hueros y vacíos, si no eres capaz de acompañarlos de tus razones. Dime, ¿espero tu sinceridad, o sigo mi camino hacia mi destino?