Partida Rol por web

La taberna del Torturado es un oasis de paz en una ciudad de violencia. Varios guardaespaldas orcos se aseguran de ello. Y la política de no permitir armas en su interior parece funcionar. Dentro, miembros de todas las razas, pero sobre todo humanos beben unos junto a otros, pero no juntos. Por el aspecto de la clientela, la política de nada de armas es acertada. Criminales de toda ralea y fugitivos sin rostro negocian entre susurros.

Tú. Deja tus armas o te saco los dientes, pequeñajo El aliento del Orco es terrible. Pero su enorme tamaño debe hacer que los clientes no se lo comenten demasiado.

Había estado caminando por aquellas concurridas calles de Angkortak... mi capucha me otorgó la intimidad necesaria para ser un ánima más en aquel contaminado océano... del que yo, ni mi alma, distorsionaba.

Entretanto, la inquietud hervía bulliciosa en mi mente... desmenuzando cada uno de los trazos de aquella letra... cada variante... y todas sus perturbadoras implicaciones.

Creí haber borrado mi rastro... había usado un nombre nuevo y el verdadero, el de madre, murió con ella en aquella arena hace muchos años. Lo que crees... lo que sientes nunca se asemeja a la realidad... quizás se aproxime pero nunca es igual. De lo que sí tengo certeza, es que el margen de error había sido concienzúdamente reducido al mínimo... tanto como los muertos pueden silenciar. Sin embargo, al igual que había hecho yo en múltiples ocasiones, mis hermanos tienen costumbre de hacer lo mínimo en suficiente...

No me había costado mucho hallar el lugar, la taberna del Torturado, un afamado local en donde la violencia debe esperar... aunque, no deja de resultar irónico que no empeñemos en culpar a las armas... y no a nosotros. Así que, apuntillaré mi anterior comentario... un afamado local en donde el filo debe esperar...

Cuando me disponía a entrar, un enorme amasijo de pestilente carne orca detiene mi propósito... con su fétido aliento antes que su cuerpo.

Eché la capucha hacia atrás, con ambas manos, mostrando mi sonriente rostro... mis azabaches ojos... mis orígenes; para después extender mis manos en señal de desarme... con el afilado acero oculto en mis brazales. -. Yo llevo más armas que mis dientes...- Expuse simplemente, en tono divertido. -... lo cual no deja de ser una contradicción a tus palabras, ¿no crees?.- Por la cara que puso el recio ser, juraría que está más acostumbrado a sacar... que a pensar.

A los graciosos me los como con verduras frescas. El orco escupe al suelo, tal vez un poco demasiado cerca de tu bota. Pasa. Al menor problema, mis hermanos y yo rompemos huesos y después preguntamos, ¿entendido?

Sonreí aun más al elocuente comentario del guardian de la taberna... del velador de paz amenazandome con comer verdura.

-. Lo tendré muy en cuenta... gracias.-

Ya estaba dentro, no oculté mi rostro, pues la presunta mujer que me requería ya sabía quién era... y yo no sabía quién era ella. Una clara desventaja que esperaba equiparar en breves instantes...

El local está abarrotado y me dejé ver intencionadamente hasta la barra... sin prestar más atención que llegar simplemente hasta allí. Prefería que autor del manuscrito no supiese que espero encontrar a una mujer... y me viese como un incauto.

-. Ponedme dos vinos cuando gustéis... para mi y mi tardío convidado.- Solicité al enjuto y afanado tabernero, esperando que en cualquier momento alguién se aproxime a mis espaldas, toque mi hombro, me susurre... o me haga cualquier otra señal. Si no es así, de buen agrado daré cuenta de ambos tragos.

Cuando se acerca la camarera, una elfa oscura poco altanera, te mira con una cierta curiosidad. Deja ambas bebidas ante tí, y te comenta, casualmente "Tal vez os gustaría más tomarlas en aquel reservado de allí, señor. Detrás de la cortina." parece divertida por algo y a pesar del bullicio del local, no eleva demasiado su tono de voz.

El tabernero respondió, silenciosamente, a mi solicitud con una extraña mueca... una peculiar jerga que parecía comprender únicamente una de sus camareras, una de presumida mujer de raza oscura. Le sonreí, devolviéndole la suya juguetona, mientras me deja divertida ambas bebidas.

Cita:

Prácticamente me susurra con un deje sugerente... muy estudiado... muy ensayado. Fijé mis sonrientes ojos azabaches en ella. Era la señal que aguardaba... pero no a semejante recadero... quién anduviese tras esto se cuidaba bien de que nos viesen juntos...

-. ¿Me ha leido el pensamiento, mi señora?... le sugiero que no siga asomándose, quizás se ruborice de lo que pueda encontrar... ¿o no?- Le sonreí de nuevo mientras tomo con ambas manos las copas. Déjate de sonrisas Ormuz... no hemos venido a fanfarronear. Lo sé, tampoco hemos venido a que nos vean intimidados... ni tensos. Confía en mi... compañera.

Me encaminé hacia el reservado, con paso confiado y fálsamente incauto...

La cortina pronto dejaría de velarme lo que hay tras ella... y pronto estaría en equidad con el autor/autora del manuscrito.

El rincón reservado de la taberna, velado en sombras, ofrece una mesa y una silla en la que te acomodas. Una pequeña vela, en medio de la mesa, es la única fuente de luz aparte de la que se adentra por las rendijas de la cortina. Definitivamente es discreto.

Te he visto en la arena, Hakhim. Tu forma de moverte es fluída y agil. Habla a gritos de tí. La voz que proviene del otro lado de la mesa es forzada, ronca, como si el interlocutor quisiese disimular el tono real de su voz.

La tenue luz de un vela arropó aquel pequeño oasis tras la cortina... un oasis de discrección... un oasis de misterio. En él hallé una figura apagada entra las sombras, oculta bajo la sombra de una capucha a la que débil luz no llega... y encubriendo su verdadera voz con finjido tono.

Sentado en la silla, bajo aquel manto de embrujo, dispuse de ambas copas para ambos tras beber de ellas... en muestra de que ningún veneno contaminaba su néctar.

-. ¿Y qué os dice?...- Fijé mis sonrientes ojos azabaches en en lugar dónde deberían estar los suyos... y me fijé en algo más.

Me dice... se detiene un momento, parece que le cuesta hablar de esa forma. ...que o habéis venido a buscar a alguien o estáis huyendo de mucha gente. Pero que tenéis un objetivo muy concreto en esta ciudad.

Entre las sombras atisvas los pliegues de la capa marrón que cubre todo el cuerpo, rebelando pocas formas, y la capucha que le tapa la cabeza, que mantiene inclinada. Y entre la capucha una... ¿máscara de porcelana?

Svaltafer se adentra en la taberna "El Torturado," donde uno de los guardaespaldas que la camarera tiene contratados le detiene.

Detrás de ambos, la parroquia parece la flor y nata de los críminales, pícaros y peor estopa de la ciudad, lo que era decir mucho en esta ciudad. Tras la barra, una joven Elfa Oscura servía cervezas y vinos a sus clientes, que estaban calmados y callados. Aquello era tierra neutral, un lugar de negocios y paso.

Tus armas. Ahora. El enorme orco tiene cara de pocos amigos.

Acaricié con mis labios el contorno de la copa antes de saborear su contenido, sin que mis ojos perdiesen detalle de aquello otros velados por las sombras... y una máscara de porcelana...

-. Eso es mucho decir... o poco, según se mire, pues muchos de los que aquí se hallan podrían ajustarse a tus palabras.- Enmascarando mi propósito con un velo de confusión. -. Pero en algo sí tenéis razón... la forma de moverse habla... y mucho... y no engaña.- Sonrío de nuevo. -. Me ha hecho venir por algún motivo, quizás no sea su hombre, pero aquí me encuentro.- De mi mano surgió el misterioso manuscrito de trazos suaves, que deposité sobre la mesa. -. Si ha sido usted el que escribió esto, ¿Cuál es su requerimiento?.-

Mientras permanece inmovil, continúa Necesito a alguien con determinadas habilidades para ayudar a mi pueblo. Y sospecho, por lo que sé del tuyo, que tú las posees. A cambio, creo que podría ayudarte en tus objetivos, si los conozco. Carraspea un poco. Llevo mucho tiempo por aquí, Hakhim, y conozco varios secretos de este maldito lugar.

- Muy bien, pero tranquilo y aleja ese aliento de mi

Meto mi mano izquierda por detras de mi capa y le entrego uno de mis ganchos, el otro lo dejo atado a mi espalda disimuladamente y espero que el orco no se de cuenta de él. No me gusta estar totalmente desarmado ante todos estos "hermanos" mios.

"Todos somos iguales, asi que si yo lo hago lo habrán hecho todos"

- Cuida bien de este arma orco, espero que cuando me vaya este en perfectas condiciones - le miro directamente a los ojos - igual que como te lo he dado.

El orco gruñe un poco como única respuesta, y se da la vuelta. No hay nadie conocido en la taberna, pero te fijas en que hay un discreto reservado al fondo, tras unas cortinas marrones. Parece ocupado. Hay un par de mesas vacías, las demás ocupadas con gente de mucha menos alcurnia que tú.

"Mmm un par de mesas vacías, vamos a ver si me puedo relajar un poco antes de irme a dormir"

me acerco a la barra, tranquilo, despacio, pero sin dudar, queria pedir una jarra de buena cerveza a la elfa.

- Una buena jarra de cerveza preciosiodad.

Espero a que me la sirva para llevarmela a la mesa.

Ella sonríe entretenida, mientras la parroquia no levanta la vista de sus jarras. Aquí tienes... Perdona que te diga pero, ¿tu no combates en la arena? dice mientras llena una jarra con cerveza negra especiada, otra frivolidad que hace furor entre los Elfos Oscuros ultimamente. Como todas las modas, pasará rápido. Pero mientras dure a disfrutar.