Partida Rol por web

Se despierta un nuevo día. El amanecer te descubre en tu cama y bañada en sudor. En parte por el calor insoportable de este verano tórrido, en parte por los sueños intranquilos que te han asaltado durante la noche... y no es para menos.

Has vivido un día muy intenso. La muerte de Zafra, la investigación en la que casi os matan, la escalada que está realizando este asunto, al juntar las pocas piezas que podéis juntar... la escena del piso de Eduardo tampoco contribuyó a que te sintieras más cómoda... y también está Conrad. No sabes por qué, pero dirías que algo se agita en tu corazón cuando estás cerca de él. Puede que sólo sea la necesidad de sentir a alguien cerca, alguien en quien poder confiar y a quien poder recurrir.

Sea como fuere, has vivido un día en el que las emociones se han vuelto locas en un cóctel que el destino ha agitado sin compasión.

Observas el despertador. Tienes tiempo de asearte y prepararte para ir a ver a Carmen al velatorio de su padre.

Te presentas en el tanatorio de Cunia.

La estancia amplia y limpia, destila un silencio cargado de murmullos apesadumbrados de la gente que se reúne en este lugar a velar a sus muertos.

En este momento, parece haber dos velatorios, pues hay gente arremolinada ante dos de las cuatro estancias de que dispone el tanatorio para reunir a las familias y amigos de los fenecidos. Te acercas a una de las dos estancias, donde te parece ver alguna cara conocida de los tiempos en que trabajabas para Ramón.

Estás un tiempo en el velatorio, apoyando a Carmen, que parece algo más calmada que en el día de ayer, pero igualmente afectada. Las ojeras marcadas desvelan falta de sueño y exceso de lágrimas. Su marido está con ella, aunque a veces se levanta a recibir a los que van llegando, evitando el esfuerzo a su mujer.

Hay bastante gente que se ha preocupado por llegarse hasta aquí a presentar sus respetos a la familia. Tras una ventana de cristal, el ataúd con Ramón en su interior. Han hecho un buen trabajo de reconstrucción de la cara y a penas se notan deformidades. Sólo los más allegados pueden apreciar "algo raro" en su cara, pero se explica en cuanto se recuerda que calló desde treinta metros contra el duro e inmisericorde suelo.

El murmullo constante de las voces, que pretenden ser silenciosas, causan un zumbido molesto. Al entrar, algunos se giran a mirarte, pero nadie mantiene la atención.

En este momento, parece haber dos velatorios, pues hay gente arremolinada ante dos de las cuatro estancias de que dispone el tanatorio para reunir a las familias y amigos de los fenecidos. Te acercas a una de las dos estancias, tras no ver a nadie conocido, miras en la otra y puedes distinguir a Carmen y Joan. La una junto a la otra.

Estoy ligeramente desorientado en el tanatorio. No es precisamente el tipo de lugar que frecuento, aunque claro, tampoco es un sitio que a la gente le guste ir a visitar, pienso al ver los rostros llorosos de los asistentes.

¡Joder! Zafra está muerto y la gente se desahoga llorando, sin hacer nada por buscar a sus putos asesinos... ¡Malditos hipócritas! Seguro que pasado mañana ni se acuerdan de cómo se llamaba Ramón, ni de lo que hizo por ellos.

Encuentro a Joan y Carmen con la mirada y me dirijo hacia ellas.

- Hola - digo sin más. Nada de "te acompaño en el sentimiento", "¿cómo estás?" ni ninguna de las frases hechas que se suelen decir. ¿Cómo va a estar? Jodida... era su padre. Y no es mi viejo el que ha sido asesinado, así que no sé cómo se puede sentir... Se me hace raro pensar en mi padre. ¿Haría por él lo mismo que estoy haciendo por Ramón? ¡Joder, claro que sí! Que no tenga mucho aprecio por mi viejo es una cosa, pero me cargaría a cualquiera que tratase de hacerle daño.

Saco el paquete de tabaco empezado, por suerte aún me quedan algunos cigarros del que compré ayer, y se lo ofrezco a Carmen. - Te apetece un cigarrillo - seguro que le será más útil que mis condolencias.

Miro a mi alrededor, buscando tanto a Sento como a cualquiera que parezca desentonar tanto o más que yo en este lugar. Pensaba que se enterraba a la gente directamente en el cementerio, así que esto del "velatorio" es un mundo desconocido salvo por las películas, y aquí no hay bebidas como en las series americanas.

Carmen mira a Negro. Algo en su mirada dice que se da cuenta de los pensamientos sinceros que cruzan por la mente del muchacho.

- No... Gracias. - Dice ante el ofrecimiento del cigarro. - Gracias por venir... hoy también.

- Hola Negro. - Dice con voz se seria, también denota pesadumbre. Muy en consonancia con el lugar y el momento. - ¿Qué tal?

Se acerca al grupo. Mira a Negro y Joan.

- Si... siento no acudir a la cita ayer, pero estaba hecho polvo por todo esto y... tenía asuntos familiares que atender.

Baja la mirada y se acerca a Carmen, ofreciéndole un abrazo, con lo cual, la pobre mujer se echa a llorar en su hombro.

Mirando alrededor no ves al policía.

Hay gente pintoresca, eso sí, pero supones que en todo grupo de personas que se reúnen para algo como esto debe haber un poco de todo.

Me encojo de hombros cuando Carmen rechaza el cigarro. La verdad es que aquí me siento completamente fuera de lugar, como un pulpo en un garaje, pero además de haber quedado con Joan, es necesario que alguien venga a echar un ojo. Alguien que pueda estar más pendiente de la gente que del propio velatorio.

- ¡Pablo! - la aparición del mecánico me pilló por sorpresa. Pero claro, era sobrino de Zafra, así que tiene todo el sentido del mundo que esté aquí. Arqueo una ceja ante su comentario. "Asuntos familiares". Puede tener sentido, dada toda la parafernalia que se monta cuando alguien se muere, pero su excusa se me antoja, cuanto menos escasa, dadas las circunstancias.

Baja la cabeza y le da un abrazo a Carmen. "¿Por qué baja la cabeza? Me rehuye la mirada... ¡Joder, Negro! Estás paranoico", me digo a mi mismo. Sin embargo, después de la conversación con el mafioso de ayer noche, lo raro sería que no lo estuviera.

- Bien, Joan... Dadas las circunstancias. Luego hablamos y te pongo al día - le digo a la secretaria. - O, si queréis salir a echar un piti, te comento ahora - añado sacando un cigarro del paquete que le ofrecí a Carmen antes de guardarlo. Es probable que me sienta algo más cómodo fuera que rodeado de toda esta gente.

Recibe una llamada al móvil. Saca de su bolso el aparato con fastidio, mostrando en su cara una disculpa por no haberlo silenciado antes de entrar aquí, pero cuando mira la pantalla no duda en descolgar el teléfono.

La cara de Joan es de consternación.

- ¡C.. cómo! - Con nerviosismo, se aparta el pelo de la oreja y pierde su mirada en las baldosas del suelo - ¿Cuándo ha sido?

Joan se aparta algo del grupo que rodea a Carmen. Al cabo de un rato vuelve, con la cara desencajada y guardando el móvil en el bolso. Mira a Carmen. Parece que su amiga tiene bastante con lo que tiene, así que se acerca a Negro.

- Va... vamos fuera. - Es una mezcla entre orden y súplica.

Miro preocupado a Joan. Los retazos de su conversación telefónica me han sorprendido, así que cuando me pide que la acompañe no dudo en salir con ella. De todas formas, no creo que ahí dentro me dejen fumar.

- ¿Qué ocurre Joan? ¿Quien era? - pregunto mientras me enciendo el cigarrillo.

Miro a mi alrededor. Dentro del tanatorio hay demasiada gente para poder distinguir a nadie, pero si alguien quiere seguirnos lo normal sería que esperase fuera.

- Sento se ha matado esta mañana - Suelta a quemarropa en cuanto salís al exterior. Joan está visiblemente nerviosa y afectada.

- Parece ser que venía con el coche hacia aquí y ha tenido un accidente. Se ha chocado de frente con un muro de hormigón. No se sabe si ha muerto del impacto o calcinado, pues el coche se ha incendiado inmediatamente.

Mira a Negro a los ojos, las lágrimas están a punto de aflorar, pero se resisten.

- Creo que necesito un cigarrillo.

Toso.

La noticia de Joan me ha pillado totalmente desprevenido y me ha dejado tan anonadado que se me ha olvidado exhalar el humo de mis pulmones. Llevo media vida fumando, y eso que acabo de cumplir la mayoría de edad, pero por primera vez desde que tengo memoria el humo del tabaco se queda atragantado en mi garganta.

- Accidente... ¡Y una puta mierda accidente! - digo sacando el paquete de tabaco para darle un cigarrillo a Joan. Sin embargo, debo haber elevado el tono algo más de lo debido porque veo cómo más de uno de los presentes gira la cabeza hacia mi.

Me obligo a respirar con fuerza un par de veces, tratando de calmarme y continúo bajando la voz.

- Claro, el cuerpo estará lo suficientemente hecho mierda como para que no puedan hacer una autopsia decente. ¡Me cago en Dios! - blasfemo golpeando la pared con el canto de la mano. - Sento ha tenido el mismo tipo de accidente que Ramón, estoy seguro. Alguien está muy interesado en que no se siga investigando todo esto, pero como les coja les voy a dar de hostias hasta en el cielo de la boca...

Me doy la vuelta, enfadado. Pese a la bravuconada estoy nervioso, pero no quiero dejar que Joan lo note. Se han cargado a un poli. ¡Joder! Normalmente pensaría "¡uno menos!" y me quedaría tan tranquilo, pero quien quiera que lo haya hecho va a seguir con todos los que investigamos la muerte de Zafra... ¡Y es alguien capaz de cargarse a un puto poli y hacer que parezca un accidente...

- Deberíamos avisar a los demás - digo apretando los puños y mirando a mi alrededor con cara de pocos amigos.

Coge el cigarrillo. Sus dedos tiemblan tanto que parece imposible que fuera a lograrlo. Pero finalmente consigue colocarlo entre sus labios y sujetarlo para que Negro pueda entenderlo.

No está acostumbrada a fumar, sólo muy de vez en cuando, así que el humo le sacude las fosas nasales como una marea ardiente y le hace toser y llorar los ojos. La segunda bocanada ya entra mucho mejor y comienza a hacer efecto.

- Joder, Negro. Voy a un amigo por día. - Es lo poco que logra articular en palabras en ese momento. Sé sorprende a sí misma con ese lenguaje, pero poco importan las formalidades en un momento como ese y sé deja contagiar por la jerga del muchacho.

Las lágrimas por fin afloran, liberando tensión.

Suena la melodía de mensaje entrante. Un sms de Eduardo.

"Seguimos pista solida: Taskin, pension Sunshine. Hay que investigar a Molina, en que anda metido y competidores."

El móvil de Joan también se queja de haber recibido un mensaje.

Suena la melodía de mensaje entrante. Un sms de Eduardo.
"Seguimos pista solida: Taskin, pension Sunshine. Hay que investigar a Molina, en que anda metido y competidores."

El móvil de Negro también se queja de haber recibido un mensaje.

Miro a Joan llorar, sin saber exactamente qué hacer. El nudo que tiene en la garganta hace que se atragante con el humo y que le cueste hablar, pero tiene razón... Zafra era un conocido para mi, alguien que me había hecho un gran favor, pero no tenía una relación estrecha con él. Sin embargo ella le veía a diario y Sento también era su amigo. Por primera vez en mucho tiempo, no sé qué decir. Aprieto suavemente el hombro de Joan, tratando de consolarla.

El móvil interrumpe un momento incómodo y me da una excusa para separarme.

- Era Eduardo, - explico aún mirando el SMS. - Estaban investigando el caso Cortez y parece que han encontrado algo en la pensión Sunshine. Me pide que investigue a Molina...

Alejandro Molina. Lo único que sé de ese tipo además del nombre es que podía estar metido en un asunto de drogas. Joder, entre Monzón, Don Victor y ahora este Molina parece que nos hemos metido en un puto capítulo de Los Soprano...

- En teoría teníamos que investigar a la pareja Parra y Palma, pero quien quiera que esté detrás de todo esto parece tener bastante más que ocultar que un divorcio... - Miro nuevamente a mi alrededor.

- Joan, ¿crees que es una buena idea ir al entierro? Se han cargado a Ramón y al poli y se están molestando en hacer que parezcan accidentes. Alguien nos está vigilando y no quiere que averigüemos qué está ocurriendo aquí.

Me quedo pensativo un momento. Tal vez sea pronto para asegurar que el caso Palma no tiene nada que ver con la muerte de Ramón, pero no quiero dejar de investigar a ese Molina. Tal vez L pueda echarme una mano otra vez...