Partida Rol por web

Verom coge un trapo del suelo y se lo pone de manera improvisada a modo de capucha. Luego busca algo que pueda parecer un vaso o una botella.

...intentaré ir en silencio pero es difícil...si alguien me mira intentaré hacerme el borracho e ignorarlo...

Verom tirita e intenta parar el castañeteo de los dientes.

...malditos bárbaros...ahora se van a civilizar consiguiendo hielo...sabía que me arrepentiría de esto...

En su misma posición se frota un poco el cuerpo con las manos aguantando el frío que le atenaza.

Comienzan a descargar el carro.

-¡Su puta madre, qué frío!¡Están chorreando!

-Cógelos desde arriba y arrástralos, Jordil, así no te pringas

Te aprietas contra tu mochila y el estoque, haciéndote lo más rígido posible. Por fin arrastran tu saco. Si te vieran en la corte de Estoralia helado y haciéndote pasar por un trozo de jamón de uro ni las lavanderas querrían meterse en la cama contigo...

-Este cacho sí que pesa, échame una mano

Un par de minutos más tarde te depositan apilado junto a más trozos de carne; asomas un ojo por el agujerito: estás en el patio de la fortaleza del General Feleppo. En frente de ti se encuentra la herrería cerrada, los establos a su derecha, la casa del caldelero, el pozo y la entrada de la cocina deben estar a tu derecha, pero no los ves por los sacos que hay apilados a tu lado.

Sacas el filo del estoque por el agujero, cortas con él hacia abajo y sujetas el saco hacia arriba. El esparto se rasga y te permite sacar la cabeza fuera del saco: Las altas y grises paredes del patio octogonal reverdean cerca de donde se abre el pozo. El sitio es frío y húmedo, en estas latitudes el sol es tan bajo que no puede iluminar más que en su cénit el patio. Las construcciones que se levantan en cada pared del patio amenazan con ruina; las tejas caídas del tejado de la cerrada herrería han dejado su marca en la tupida cobertura de maleza que la rodea. Las paredes del establo están desvencijadas y enormes marcas negras de humedad caen desde los balcones del piso superior hasta el suelo.

Terminas de rajar el saco y te colocas la mochila mientras corres hacia la puerta sur. Te cuelas por ella. Estás en un pasillo ancho con tres puertas entreabiertas a cada lado. Los techos son altos y el suelo de losas de piedra que Feleppo insistía en mantener pulcramente limpios están puestos a perder de barro por el trasiego que sufre el pasillo. Al fondo hay un balcón por el que entra la luz diurna y en el que recuerdas que hay una impresionante vista del río a más de cien pies bajo él. El pasillo se bifurca a izquierda y derecha frente al balcón; recuerdas que al final de esos dos brazos hay sendas escaleras que suben al siguiente piso. En el último piso tenía Feleppo su residencia.

Avanzas decidido hacia allí, por que piensas que si Horgan Hos se atreve a dormir bajo un techo de piedra, sólo puede ser en las habitaciones del gran enemigo de los bárbaros. Te detienes de golpe por que una voz seca y grave resuena por el brazo izquierdo del pasillo; alguien viene desde esa dirección.

Verom se acerca a las otras puertas e intenta introducirse en una de ellas para evitar que Ojan Argar lo vea.

...no, ahora no...me ha costado mucho llegar hasta aquí...

Ojan desvía su mirada al cielo que azulea entre las nubes a través del impresionante balcón donde el pasillo se bifurca.

-Tú lo has querrido, imbécil. Tirradlo porr el balcón.

El corazón te da un vuelco. El Argar y el Hor saltan sobre ti.

Ante la orden de Ojan Argar, el Hor que hay en frente de ti se tensa como un jabato. Titubeas y finalmente das un paso hacia la izquierda para frenar e intentar colarte bajo su brazo izquierdo, rodeándolo por la derecha. La maniobra no te sale nada bien, el bárbaro te agarra de la mochila y luego te pasa un brazo por el cuello y el otro por debajo de la mochila, cerrando sus manos a tu espalda. Ojan Argar retrocede unos pasos por que el Hor te intenta arrojar contra la pared. Mientras, el otro bárbaro, un Argar algo delgado, se acerca para cogerte por las piernas y ayudarle al Hor a tirarte por el balcón...

Verom afianza los pies en el suelo y tras un esfuerzo inicial ínfructuoso recurre a su instinto de supervivencia y lanza al Hor contra el Argar.

Verom gira sobre sí mismo y arroja con un grito al Hor hacia el bárbaro shamán. Trastabillando, el Hor se suelta y se equilibra apoyándose con los brazos en la pared opuesta; el Argar sólo retrocede un paso y luego se arroja hacia Verom.

Verom ve abalanzarse al Argar e intenta zafarse sin mucho éxito.

Te dispones a sortear al Argar y casi lo consigues. Cuando le has pasado por el flanco derecho, el Argar se estira hacia atrás y alcanza a agarrarte de la pierna izquierda. Tú tironeas pero él se mantiene firme; tiras tanto que das con tus huesos en el suelo, y el Argar cae también, pero enganchado a tu pierna por los dos brazos.

El Hor se recupera. Comienza a rodearte mientras forcejeas con el Argar para cogerte por los brazos y así arrastrarte hasta el balcón...

El Argar intenta mantener la presa sobre Verom. El Skarge grita el nombre de Horgan Hos, y el otro bárbaro trata de engancharle por la cabeza y enmudecerle.

El capote que le echa el manco a Forad surte efecto.

-Ummmmm, hay verrdad en tus palabrras, come-hierrbas. Rakuar se rasca la barba, pensativo. La lona se descorre y Arum le alcanza un par de botas desde la puerta; el joven bárbaro da una palmada amistosa al hombro de Forad antes de salir.

-Vosotrrros trres, sois librres. Os irrá mejorr si abadondáis vuestrrros hierrros ahí afuerra. Voy en busca del hace-palabrras, nos vimos cuando toquen el cuerrrno de la danza parra la comida en la puerrrta del rrío -habla primero a Sortien, Kanlil y Ankor; luego se dirige al postrado Forad-. Tú te quedas aquí. Puedes serrr útil si encontrramos a los otrros guarrros. No se te ocurrra hablarr con los ancestrros aquí. Hay Argar y Pequeños Sabios porr todos lados, te descubrrierron y te matarron porr nada, crréeme.

-Sí, tú y tu lengua empalagosa podrríais engañarr a los Horgan... perro no a los Argar. No olvides que quienes me dierron el Brazo de Kolundral, y con ello el mando sobrre los clanes, fuerron ellos. Y si soy incapaz ante sus ojos de mantenerr la horrda unida, bien prronto me verré arrrojado a un lado, contando historrrias a mis nietos y currtiendo pieles con los dientes.

Perro lo peorr es que no me lo contaste. Sospechaba que habías sido tú, y porr eso te envié lejjos, ni los ancestrros podían decirrrme si estabas hincando la rrodilla ante dos Horgan. Tuve que enterrarrme a trravés del maldito Ojan de tus rreuniones con Horgan Aros en Har Duchodri. ¡Me dejaste en rrridículo delante de él!¡Me echaste a sus pies! Si los Argar prredicarran lo ocurrido, perrderría toda autorridad con los demás Horgan. ¡El grran Hos engañado porrr un casi-hombrre! Encima, Ojan se ha... ¿erreggido?... como el grran padrre que arrregla una disputa entrrre sus hijos Horgan Hos y Horgan Aros. ¡Qué asco, ojalá mis ancestrros no hayan visto eso! Aros ha acudido a mi llamada para la rreunión de la Luna Llena, perro ya no rresponde ante mí. Oh, parra los Hombres parrecerrá que sí. Perro no es así. Sé que a Aros no le gusta eso, lo que él quisierra es rretarrme a combate singularr y hacerrse una capa con mi pellejo. Perro mientrras tenga el Brazo, no puede, y así consigue al menos debilitarrme...

Y no he venido a Vallealto parra saquearr, como hicierron mis padrres y los padrres de mis padrres. He colgado los huesos del fundadorr de los caballerros de mi balcón. Duerrmo en el cuarrto de Feleppo. Vivo bajo un techo de piedrra y, que se atrreva alguien a decir lo contrrarrio, toco metal sin que mis ancestrros me rrepudien. He venido a quedarrme. Fui el Horgan que rrecuperró los prrados verrdes parra los Hombres. Los come-hierrbas acabarrán tomándome como su Padrre, porr que les di la oporrtunidad de serr Hombres sin tenerr que rrenunciarr a sus costumbrres, y ellos me lo pagarron con su fidelidad. Las mujerres y los niños Duchodri cazarron donde antaño lo hacían los ancestrros. Y los Valwochi vinierron detrás, parra ayudarrnos a rrecuperrar la tierrra de los valles. No solo los Valwochi. Los Duwolchi, los Teludri, los Hombres de Hielo... todos querrán seguirr mi ... ¿estala?. Si tú no lo estrropeas con tus prrisas, estúpido Sureño.

El gran Hos se acerca a la chimenea, coge un atizador de hierro y remueve las brasas.

-Ven, caliéntate a mi fuego. Y dime qué trraman los Argar contrrra mí, y cómo vas a arrreglarr el prroblema que me has causado, Verom de los Skarge. Si fuiste útil, quizás te prrotejja de la mano de Ojan...

Rakuar deja su conversación con los bárbaros y te lanza una mirada de reproche.

-¿Cuando te corrrtarron el brrazo también te quedaste sorrdo, viejo come-hierrrbas? Te dijje que lo trajje cuando suene el cuerrno parra la danza de la comida. Además, nos vimos en la puerrrta del rrío, que es la siguiente que hay al surr- señala camino adelante, al lugar por donde baja el mozo con los bueyes. Luego se vuelve a seguirr hablando con los suyos en voz baja.

Si el pobre de Sortien escucha algo no se tapará los oidos.
Sortien vuelve lentamente con sus amigos.

Maldito cabrón de mierda, yo come-hierba pero tú comiste estoque Hochalas.
Maldita sea ya pienso como ellos...

Con gran disimulo acabas por completar tu disfraz en el solitario patio. Observas los sacos donde estuviste apilado hace una hora y tomas la puerta a donde conducen los surcos producidos al arrastrarlos. Recorres un largo pasillo en el que al final se ve la luz proveniente de un gran portón abierta al exterior. En tu camino vas dejando puertas laterales cerradas y entreabiertas, pero actuas con mansedumbre y no curioseas en ellas. Te cruzas con un bárbaro calvo y de ojos claros que camina mascullando entre dientes; es Hor Corlum, uno de los Hombres de Horgan Hos. El hecho de que te ignore por completo tras lanzarte una rápida mirada te lleva a confiar en que tu disfraz es bastante bueno.

Sales al exterior del patio por el portón y luego bajas la escalerilla de piedra adosada a la fortaleza que da acceso al nivel del suelo. A tu alrededor se extiende el Barrio de los Rubíes, un centenar de casas donde viven distintos artesanos y practicantes de útiles oficios como la caldelería, la cordelería, el fabricante de velas o la herrería. Sus casas de piedra y tejados de bálago cubren casi todo el área que cierra el perímetro amurallado. Además, también están los cuarteles del desaparecido ejército de Feleppo, que quedan a tu mano derecha, cerca del acantilado sin amurallar en el que se encarama la fortaleza.

Sobres las torres y almenas de las murallas ves claramente varias patrullas de bárbaros. Por la calle empedrada que baja por el barrio de los Rubíes ves ascender lenta, cansinamente al grupo de porteadores que cargó con los sacos llenos de carne. Además, una centena de grandes tipis, pertenecientes a los Hor de confianza de Horgan Hos y sus partidas de guerra, se extiende en la pendiente del área despejada en torno a la fortaleza. Bajar hacia la puerta de las murallas supone cruzar los tipis y luego el barrio de los Rubíes. El carro en el que viajabas como carne para cocinar se encuentra detenido cerca de ti, un joven mozo haraganea encaramado al pescante.