Partida Rol por web

Iseo miró de hito en hito al borracho y Aleera. Habían pasado dos días en la espesura, siguiendo el rastro, y no más de dos horas en Nefaria. Había mostrado impaciencia con anterioridad, en más de una ocasión, pero su reacción ante la estancia en el pueblo era desproporcionada a ojos de la sacerdotisa. Incluso el lobo parecía más a gusto entre los edificios.

—Le diremos que te hemos visto —dijo a Markov—. No deberíamos tardar en dejar Nefaria, hacia el norte. Espéranos allí si lo deseas.

No pidió ver el contrato, aunque hubiera sido la forma más rápida de comprender de que trataba todo aquello. No tenía suficiente confianza con la muchacha como para entrometerse en asuntos que no le concernían.

Trixa se quedo muy extrañada que el bardo no conociera a Waukin... pero claro, en aquella diminsión todo era tan raro que eso no tenía por qué sorprenderla. 

—Vale, pues esperemos aquí a las lectoras, ¿Quieres una cerveza? Se me da bien pedirlas, el bigotes sólo tarda diez minutos, quince refunfuños y una multitud de abusadores para ponerla. 

Markov inclinó la cabeza tanto en saludo que estuvo a punto de perder el equilibrio. Satisfecho con la respuesta de Iseo, parecía estar muy seguro de ver a Trixa pronto.

—A su servicio, señoritas.

Dicho lo cual se alejó con paso inestable hacia el norte.

El cuervo, que había estado posado en un edificio bajo cercano, alzó el vuelo para, como otras veces, trazar círculos en el aire sobrevolando al grupo. Estaba menos hablador que de costumbre, y les seguía tranquilamente, como si la cercanía de su amo hubiera disipado sus ansias.

Con la tranquilidad de quien no espera entender todo lo que ve y oye, Xander asintió. Su mente todavía estaba en el prisionero atado en la plaza. Si había justicia en este mundo, Ilmater le había retirado su favor. Pero Xander no estaba seguro de que ese fuera el caso.

—Vamos.

Evaryan asintió.

—Me alegro de que tus amigos sean tan comprensivos— guiñó un ojo traviesamente a Trixa, pero claramente se refería a todos.

—Me ha costado encontrar gente de fiar desde que los Honorables nos separamos. Relajémonos mientras esperamos.

Se apoyó contra la barra, esperando por la cerveza que Trixa acababa de mencionar.

Aleera, Iseo y Xander no tardaron en llegar. La nueva cerveza de Trixa (que bebía muy despacio) solo estaba por la mitad.

El bardo Evaryan, Trixa y Zz´pora habían estado esperando, pero no del todo ociosamente. A cada grupo le quedó claro en seguida que los otros tenían algo en mente. El día todavía era muy luminoso, aunque el sol ya estaba en su descenso. Se sentían más cerca que nunca de Nikander, pero este mundo estaba resultando abrumadoramente extraño.

Aleera fue directamente a buscar a Trixa. Se acodó en la barra y dijo en voz baja:

—¿Conoces a un tal Markov?

Aleera se acercó a ella y le hizo una pregunta en voz baja, Trixa al principio pensó que le iba a hacer alguna confidencia, pero luego le preguntó por alguien. Como suponía que sería una pregunta importante, se lo pensó durante unos instantes (que eso requiriera llevar las manos a las sienes y rebuscar por su a veces desordenada cabeza era necesario). Luego se acercó a Aleera y le dijo en el mismo tono bajo, con los ojos muy abiertos.

—No.

Aleera suspiró. Por supuesto, ¿como rayos iba a tener lógica cualquier cosa en aquel pueblo?

—Bueno. Pues hay un tipo medio borracho en la entrada norte del pueblo que se llama así y está segurito e tener un contrato que afirma que firmaste hace tiempo y que ahora te toca pagar tu deuda —resumió —. Como asumo que será otra de las estupideces de este mundo, seguramente nos meta en problemas gratuitamente.

Tamborileó con los dedos sobre la mesa. Lejos de estar asustada, aquello la irritaba. Que feliz casualidad que hubiese adivinado por arte de magia que conocian a Trixa. Ya solo faltaba la hueste de mercenarios y matones escondida.

—Claro que también podemos salir por cualquier otra parte, dirigirnos al norte y que le zurzan—añadió encogiéndose de hombros—. Tenemos demasiadas cosas que contaros de esas "reglas" de la plaza como para perder el tiempo con cretinos. Tú dirás.

Trixa se echó a reír. Ahora en voz alta, casi a carcajada limpia. Se serenó y respondió luego en voz bajita a la elfa. —No se como voy a firmar ese contrato... ¡Si no sé escribir!— sin querer, derramó parte de la cerveza en el suelo —No he firmado nada en mi vida. Decían los otros que la palabra escrita te roba ideas de la mente, pero estoy seguro de que no es así. De todas maneras, nunca aprendí.

Se metió un mechón de pelo en la boca, pensativa. —Si fuera por mí iría a ver a ese mierda y le daría una patada en el culo, pero eso sólo haría que el abusón del bigote y su panda de lameculos vinieran a molestarnos más. ¿Nos vamos dando un rodeo? Y de paso nos contáis sobre esas normas estúpidas.

Zz'pora carraspeó.

—Lamento interrumpir —dijo, y bajó el tono de voz—, pero Evaryan ha localizado en la ciudad a un antiguo informante de Nikander. Si el mago ha pasado por aquí, quizá haya tratado de ponerse en contacto con él. Me gustaría ir a hacerle una visita antes de irnos.

Trixa sintió un escalofrío al recordar al sacerdote de Shar al que tuvo que recurrir una noche no hacía tanto. A falta de dinero, el tipo aceptó una firma (más bien un garabato) en un trozo de papel que entonces le había parecido mágico.

Estaba un poco mareada, como si el poco alcohol que había bebido estuviera haciendo efecto. Trixa se había sentido tan débil desde que llegó a este lugar... ¿Tendría algo que ver con el papel de aquella noche?

Aleera primero parpadeó, desconcertada por el ataque de risa, luego esbozó media sonrisa por lo evidentemente absurda que resultaba la situación. Además, le gustaba que la gente fuera capaz de admitir algo sin prejuicios.

Cuando el hombre lagarto habló sin embargo, lanzó un lastimero gemido apagado.

—Zz'pora, no sé si te odio o te quiero... —suspiró dejando caer la cabeza dramáticamente, como si le acabase de caer una roca encima. Aunque enseguida la levantó—. No veo el momento de largarme de este sitio, pero tampoco pienso dejar ni una sola pista sobre Nikander atrás; a mi también me gustaría hacer esa visita. Es un buen hilo del que tirar.

—¡Cómo has podido llegar a tu edad sin aprender a leer! —trató de preguntar, errando en el tono, de modo que lo salió de su garganta fue una acusación rebozada de incredulidad.

Incluso en su pueblo natal, campesinos la mayoría de sus habitantes y artesanos manuales el resto, todos aprendían las letras durante la niñez. Claro que su pueblo natal se encontraba junto a la Gran Biblioteca de Candelero, uno de los principales centros de conocimiento de Faerûn, y su mayor colección de libros. Pero para Iseo, leer era algo tan natural, que no se hubiera sorprendido más si Trixa hubiera revelado que no había aprendido a caminar o a controlar esfínteres.

Así se olvidó por un momento de Markov, del contrato, de Nikander e incluso de las horribles leyes del Archimago. Oyó la voz de Zz'Pora, pero las palabras atravesaron su mente con el mismo efecto que una andanada de virotes de ballesta por un banco de niebla.

—Eh... ¿perdona? —preguntó, girando el rostro hacia el hombre lagarto.

Zz'pora desplegó las crestas del cráneo, de un intenso color amarillo, en un primitivo gesto de dominancia antes de saltar como un resorte para defender a Trixa.

—No teniendo a nadie que se moleste en enseñarla, ¿cómo si no? —respondió el Caballero de Chelimber con aspereza.

Las crestas se replegaron tan rápido como habían aparecido cuando el hombre lagarto contestó a Aleera.

—Bueno, prefiero que me amen, ya tengo suficiente odio con el de estos pueblerinos bigotudos. Sin ofender, Evaryan —observó—. Pero me temo que nuestras especies son incompatibles. En fin, ¿hacemos una visita a ese hombre? 

—¿Especies incompatibles? Pues yo me alegro. ¡Piensa en los niños!— bromeó el bardo. Codeó divertidamente a Iseo, a quien empezaba a considerar inteligente y sofisticada, aunque un poco demasiado seria.

A decir verdad, Evaryan se había tomado un tiempo para examinar al grupo con unos nuevos ojos. Con la inconfundible mirada de un aventurero con experiencia, trató de juzgar fuerzas y debilidades de cada uno, y del grupo en conjunto. Lo que planeaban no era más que una conversación, pero nunca se podía estar seguro. Y estaba bien saber que, si Zz´pora iba a andar cazando magos por ahí, lo haría con gente de la que podía depender.

—Vamos. Tengo una buena idea de dónde encontrarle y no debería quitarnos demasiado tiempo.

Trixa se sintió extrañamente reconfortada con las palabras de Zz'pora, aunque no quería que Iseo se ofendiera. Consideraba a las personas como la clérigo sabias e inteligentes y no quería estar en su contra.

Tratando de avanzar la conversación animó a todos a acudir a ver al informante. —Venga, démonos un paseo, hablems con el tipo y luego salgamos de este pueblo asqueroso.