Partida Rol por web

También desmonto de mi montura visiblemente cansada y deseando reposar. Cubro su lomo con su manta tras desensillarla y me aseguro que las bridas quedan bien atadas. Después, ayudo en la recogida de leña para la fogata, va a ser duro dormir en tierra.

- Yo prefiero hacer la última guardia, es mejor madrugar que dormir a medias, jeje -

- Bueno, pues como somos bastantes para hacer las guardias entre dos, yo haré la primera con Leyna. Así me cuenta algo de su tierra natal que no hayamos visto y no nos aburrimos.

Horas más tarde, mientras hacen la guardia, hay un momento en que le parece escuchar algo, así que trata de aguzar el oído aún más, mientras inclina la cabeza hacia el lugar del que, le parece, provenía el hipotético sonido.

"Despertad me cuando me toque"

Leyna está más ensimismada mirando el fuego que a las cosas que puedan ocurrir a su alrededor. El cansancio parece haberse apoderado más de ella de lo que creía.

Sea pues, yo haré guardia en medio de la noche, que es la peor de todas porque divide el descanso en dos. Me voy a echar ahora para estar descansado cuando me toque la guardia, no me despertéis para cenar. Ya cenaré en mi turno, así me mantengo despierto.

Enrique se baja del caballo y lo ata junto al resto a un árbol en un lado del claro. Comienza a descargar su mochila sacando los enseres útiles y dejando el arcón en el suelo y sin vaciar.

¿Podré mantener la hoguera despierta durante mi guardia?

Mientras espera una respuesta extiende una esterilla junto al baúl de viaje y sobre él un par de pesadas mantas que envolverán su cuerpo, aunque esten viajando hacia el sur está acostumbrado a latitudes aún más cálidas. En un momento dado saca de su arcón una pequeña almohada de plumón. Como explicación a una pregunta que nadie ha formulado añade.

Normalmente en las posadas las almohadas son de todo menos cómodas.

Tras recibir respuesta a su pregunta, se echa a dormir y comienza su reposo sin ni siquiera saber quién hará guardia con él.

La noche no es especialmente oscura, la luna llena ilumina y las estrellas. Empieza a refrescar, ves como se levanta una neblina (apenas un poco por encima del tobillo). Entonces tienes la sensación de estar soñoliento. No duermes pero tus compañeros duermen placidos.

Julián, que ya estaba alertado por el súbito levantamiento de una niebla como jamás había visto, ahora está verdaderamente alarmado: Leyna iba a hacer la guardia con él, y no es nada propio de su compañera el dormirse. De hecho, no le ha pasado jamás, y probablemente, cuando se entere de lo ocurrido, se culpará y se enfadará consigo misma, aunque no tenga nada que ver porque algún tipo de fuerza esté actuando sobre ella. Tratando de estar atento a todo, y sin dejar de mirar a los alrededores, se levanta y camina hacia Leyna para intentar despertarla y así calibrar hasta qué punto está dormida o sumida en algún tipo de encantamiento, o qué es lo que ocurre. Mientras da los pocos pasos que le separan de su amiga, piensa:

- Quizá sea algo así a lo que se referían en el pueblo... Si aparece alguna dama del río, sin importar lo bella que sea, no me seducirá: no sólo está en juego mi vida, sino también la de mis amigos, y eso no tiene precio.

Al llegar junto a su otra mitad de la primera, guardia, ya con la espada en su mano derecha, por si el peligro que los acecha es más prosaico, comienza a zarandearla con intención de despertarla.

- Leyla. ¡Leyla! -grita ligeramente la segunda vez, mientras zarandea su hombro. Vamos, despierta.

vuelvo a fracasar

Ves que tu compañera no despierta

- Máldita sea, ¿qué está ocurriendo? ¡Ni siquiera estamos cerca de un río, que yo sepa!

Visto que es incapaz de despertar a su compañera, Julián se convence a pasos agigantados de que algo no explicable por medios normales está ocurriendo.

- Todo el mundo se despierta si se hace suficiente ruido para conseguirlo, si no hay magia o veneno de por medio... Piensa, Julián, ¡máldita sea!

Aunque tiene claro que lo más seguro es que no sirva de nada, Julián decide coger la espada, por lo pueda pasar, y prepararse. No es un estorbo demasiado grande y, sin embargo, hay cosas de las que uno podría defenderse con ella. Aunque no de otras, la verdad...

Por si acaso sirve de algo, Julián se aproxima al lugar en que duermen el resto de sus compañeros e intenta zarandearnos, mientras no pierde de vista los alrededores, y a la vez grita, sin temor ya a que quien o lo que esté  allí le oiga.

- ¡Vamos, despertad! Por vuestras vidas, vamos.

Julián ve como una sensación de adormecimiento que no parece natural se apodera poco a poco de él, a pesar de la frenética actividad que está llevando a cabo. Intenta por todos los medios acudir a su voluntad para no caer dormido y, tras unos instantes en que no está claro si será el sueño o su fuerza interior quien ganará, al final consigue mantenerse despierto y más atento que antes.