Partida Rol por web

Untergard, un pueblo que dejo de ser aldea hace apenas media docena de años, construida en el sur del bosque de Drakwald.
Su historia no deja de ser curiosa e impresionante, quizas incluso rara de que se vuelva a repetir. Apenas tiene 100 años de existencia, los aldeanos de la zona de Grimminhagen, hartos de los abusivos impuestos del Graf Sternhauer, hicieron las maletas y se dirigieron hacia el sur. El Graf se enfureció, pero tenía la certeza de que el Bosque de Drakwald se tragaría a esos disidentes. Los aldeanos siguieron el curso del río hacia el sur hasta que hallaron un lugar adecuado para asentarse. Construyeron una aldea en la vertiente oeste del río y lograron labrarse una vida contra todo pronóstico; es más, la aldea comenzó a crecer. El pequeño asentamiento se convirtió en un pueblo, extendiéndose hacia la parte este del río. Mediante un esfuerzo supremo, los habitantes de Untergard extrajeron piedra suficiente para contruir un ancho puente que conectara ambas secciones del pueblo. En dos generaciones la aldea de exiliados se había convertido en un núcleo de comercio local. El puente era el único paso existente al sur de Grimminhagen y el pueblo se convirtió en una parada natural para las barcazas mercantiles que viajaban río arriba.

No obstante, tal éxito no vino sin un precio. Cuando las fuerzas de Archaón invadieron Middenland. Untergard y su puente adquirieron una importancia crucial. Una noche Khazrak, el señor de la guerra hombre bestia más poderoso del Drakwald, archienemigo del Conde Todbringer, encabezó un ataque sorpresa sobre Untergard. Los hombres bestia de Khazrak asaltaron los miros, irrumpieron en el interior y arrasaron la mitad este del pueblo por completo. Los defensores se concentraron en el puente, y comenzó una batalla de nueve días por el control de Untergard. Miles de tropas imperiales y aliados enanos reforzaron el pueblo, y el puente se convirtió en el escenario de una matanza increíble. Frustrado su avance, Khazrak destruyó la mitad este del pueblo y condujo a su ejército hacia el norte. El centro de la campaña pronto fue desplazado a la propia Middenheim, y Untergard parecía estar a salvo. Regimiento tras regimiento se marcharon de Untergard para reforzar las tropas imperiales en otras partes.

Los supervivientes comenzaron la reconstrucción. La mitad este del pueblo había quedado tan devastada que tuvo que ser abandonada temporalmente. Los nativos de Untergard, junto a muchos refugiados de asentamientos menos afortunados, se pusieron a trabajar en las ruinas. Tardaron semanas en enterrar a los muertos, y los cadáveres putrefactos causaron un contagio que redujo aún más el número de supervivientes.

Actualmente la población de Untergard es de unas 75 personas, en su mayoría campesinos y burgueses. Todos los residentes sanos y capaces deben contribuir a la defensa del pueblo, efectuando turnos de guardia en los muros y en la empalizada frente al río durante varias horas al día ademas de sus actividades normales. El pueblo se encuentra bajo ley marcial, establecida por Gerhard Schiller, el capitán de la guardia.

 Cuando las fuerzas astadas de los hombres bestia cayeron, la destrucción que desataron fue magnánima. Ante su furia, los habitantes y los hogares de la zona este cayeron bajo los viles aceros de los hombres bestias. Pero Untergad fue salvado. Y aunque fuera salvado, aún lo peor no había comenzado, pues la destrucción, la peste, la podredumbre de los cadáveres inundaba las vidas de los que se quedaron atras.

 Muchos hombres marcharon hacia Middenheim para luchar allí, otros muchos se quedaron. Entre ellos el joven Cahir, quien se puso bajo las órdenes del Capitán de la Guardia que trataba de mantener la estabilidad en una zona devastada. Cansados y agotadores eran los trabajos que el joven realizaba. Muy variopintos y diferentes entre sí. Ahora lidiaba en una pelea callejera, evitando que hubiera heridos, para luego ayudar en la reconstrucción de las zonas más dañadas de la muralla y la empalizada. Transportaba, protegiendose con un pañuelo a modo de mascarilla, cadáveres a la inmensa pira para quemarlos. Mejor era eso, aunque el hedor de la carne quemada era muy desagradable, que dejar que se pudrieran y provocaran más muertes por pestes. Otras veces ayudaba como podía a quienes aún estaban heridos.

 Ahora se encontraba vigilando, junto con algún otro soldado o miliciano, la reciente empalizada que se alzó alrededor del río. Y su cabeza no dejaba de preguntarse... ¿volverán las bestias? Con la marcha de los destacamentos imperiales y aliados a Middenheim, Untergard había quedado literalmente "en bragas".

Unos dias antes de llegar al pueblo me impresiono ver las pisadas al rededor del camino, enseguida entendi que esto solo lo podia hacer un gran exodo de personas y/o el ejercito, lo mas seguro la segunda opción.

Cuando ya teniamos cerca el publo el cochero al igual que la gente que con migo iba en las carretas miraban impresionados los restos del pueblo y los desastres tipicos de la guerra. Todos habiamos escuchado rumores de guerra en el norte, pero esto hacia peligrar toda la zona, y aun no sabiamos muy bien las dimensiones de lo ocurrido.

Ya llegando al pueblo, recogi mis cosas y quede agradecido por el viaje al jefe de la espedición, un tal Pep, y fui directamente a acercarme a un pequeño puesto de guardias, mas bien solo habia dos jovenzuelos, mucho mas que yo mismo, medio armados, y con expresión nerviosa, mientras miraban el camino sus alrededores y ahora a mi mismo.

Me acerque a ellos y levantando la mano de lejos les salude con una media sonrisa, estuve hablando un poco con ellos para intentar descubrir lo que aqui habia pasado, me quede muy sorpendido por los comentarios de estos dos, y despues de un rato di las gracias y segui mi camino hasta el interior del pueblo.

Ungrim había luchado en la defensa del puente luchando codo con codo con sus congéneres Enanos y sus aliados los Humanos. Lamentablemente al acabar la batalla muchos de sus compañeros de batalla estaban muertos o gravemente heridos. Por suerte Ungrim solo había sufrido algún que otro corte menor pero lo peor es que había perdido uno de sus ojos practicamente. Después de varias semanas en el Hospital de guerra salió de la tienda de campaña con un parche en el ojo y decidido a volver a su casa y hacerse Guardia Real. Pero primero iba a ayudar a esa gente que le había salvado el ojo a reconstruir su ciudad.

Apenas quedaban un centenar de personas en el pueblo ya que los ejercitos habían partido ya a apoyar en otras ciudades. Los mismos aldeanos hacían guardía por las noches y ayudaban por las mañanas en la reconstrucción del pueblo. Ungrim se puso manos a la obra poniendose al servicio del capitán de la milicia.

La mayoría de los 75 supervivientes de Untergard ya se han congregado a la decrepita plaza del pueblo, y murmuran los con los otros sin cesar. Muchos aun lucen heridas de guerra, y otros, aun son claramente demasiado jóvenes o viejos para haber participado en la batalla. Todos están pálidos y harapientos, y es evidente que algunos saben muy bien lo que es el hambre.

Moviendome por el pueblo, veo la desolación que lo acosa por cada esquina, en estos pueblos lo normal es que te reciban 2 o 3 perros, pero aqui no se escucha ni el cantar de los pajaros. Asi paseo por entre las calles, hasta llegar la plaza central, alli se congrega bastante gente, no se si quedara mucha mas gente en el resto del pueblo, pero los que aqui andan murmuran sin cesar y yo mismo parezco un hombre entre tanto niño y tanto viejo entre los comentarios se escuchan muchas cosas y me paro distraido a escuchar sus lamentos.

Sin nada mejor que hacer, y sin ganas de aparecer tan de mañana en ninguna posada, me siento tranquilo en unos escalones de una casa cercana, alli no parezco molestar y nadie estara atento a mi, o al menos no mas de lo normal. Entre todo el trajin de gente veo un chico pasar con los ojos muy habiertos, me mira y con una señal le digo:

-He chico ven aqui - mientras levanto la mano -¿que es lo que pasa aqui? - digo señalando a todo el gentio.

El chico avanza temoroso, haciendote caso solo por la voz autoritaria...no tiene mas de 10 o 12 años, sus ropas apenas cubren parte del torso donde se le ve bastante desnutrido No...no lo se señor...yo solo vivo aquí! sin duda los pueblerinos no les hace gracia los hombres de armas que no conocen...han sufrido los estragos de la guerra por los ejércitos de Archaon y por el desgaste de las provisiones de los ejércitos imperiales en otras desgracias... Mucho mas decidido gira sobre si mismo y se pierde en el gentío de la plaza.

Nací en el bosque de Laurelorn hace 80 años y, durante toda mi vida, he visto luchar a mi pueblo por sobrevivir. He visto a valerosos guerreros elfos morir a manos de las horribles criaturas del caos y, en numerosas ocasiones, yo misma he tenido que luchar para salvar mi propia vida o la de mis compañeros.

Mi padre, durante mi infancia, me entrenó con pasión en el arte del combate y, cuando alcancé la adolescencia, solicité voluntariamente mi ingreso en una de las múltiples camarillas que defendían mi hogar con sus arcos y, a veces, con la vida de sus miembros.
Aunque en un principio mi decisión no fue bien recibida, pronto demostré que mi habilidad era tan buena como la cualquier otro miembro de la unidad.

Entonces llego la orden de abandonar mi hogar. Había que impedir el avance de las fuerzas del caos en otro lugar y mi unidad sería la encargada de ello. En ese momento comprendí que la mancha del caos se extendía sin control por todo el Imperio.

Desde que abandoné el bosque de Laurelorn, mis ojos no han contemplado nada más que desesperación y miseria. He visto pueblos enteros arrasados y familias destrozadas por la guerra. Pero sobre todo, he visto caer a mis compañeros bajo el azote del caos. Me juré que, mientras yo viviera, lucharía por acabar con todo esto.

Hace poco tiempo, regresé brevemente a mi hogar. Necesitaba informar que yo era la única superviviente de la unidad que se había enviado originariamente.
Entonces, me enteré de que mis padres, mi idolatrado padre y mi amada madre, habían muerto. En un principio pensé que habían fallecido luchando contra las fuerzas invasoras. Nada más lejos de la verdad. Habían sido asesinados, mientras dormían, por un traidor a nuestra causa que había huido de Laurelorn nada más cometer el asesinato. Una vez más, realicé un juramento: vengar su muerte costara lo que costara.

Me marche nuevamente esa misma noche. Desde entonces, he recorrido el Imperio en busca del asesino de mis padres, combatiendo al caos allí donde lo he encontrado.

Ahora, mis pasos me han llevado hasta un pequeño pueblo llamado Untergard, en el cual me he vuelto a encontrar con la desesperación y la miseria.
Lo que me espera en dicho pueblo es algo que solamente los Dioses conocen.

Cuando llego a la plaza central del pueblo, observo con tristeza la escena que se abre ante mí.

- Mire a donde mire, lo único que encuentro es dolor y desesperación. Gente herida y desnutrida. -

Paseo entre la gente, intentando ayudar a los más desfavorecidos, e intentando obtener algo de información importante sobre lo ocurrido en el pueblo.

Ungrim salió de la tienda de campaña que hacía las veces de Hospital de guerra y se dirigió al tumulto de gente que se concentraba en la plaza. Vio gente conocida y gente desconocida, llevaba allí unos días, quizá semanas, aunque en realidad le parecían años, y todavía no había tenido tiempo de entablar conversación con la gente del pueblo. La verdad es que las hordas de Khazrak no les habían dado tregua durante días. En realidad no sabía cuando era la última vez que había dormido en condiciones antes de esa noche, pero estaba claro que descansar le había sentado bien, se encontraba de nuevo ágil y el ojo prácticamente ya no le dolía.

Ungrim se acercó al fuego y se sentó alrededor como si fuera uno más, mirando que había alrededor suyo, por si veía alguna cara conocida con quien entablar una alegre conversación.

Lo que daría ahora por una buena cerveza Bugman y una buena hierba para fumar - pensó Ungrim

Por lo que parece, todos los pueblerinos están esperando al Capitán de la guardia, Schillerva hacer un importante anuncio.

Los minutos pasan y el capitán no aparece...los rumores del pueblo se comentan sin tapujos ni discreción.

Parecía que la gente estaba un poco nerviosa,

Quizás deba enterarme que pasa por aquí, pondré la oreja un poco a ver si me entero de que va este jaleo.

- Maldita sea... eh Wolfgang. - Le dice el joven a otro de los que andan vigilando. - No tardo, voy a echar una meada... - Todo sea por escaquearse dos minutos.

 La gente parece nerviosa, cuando se congregan en multitud no presagian nada bueno. Tal vez sí... pero los tiempos que corren no son propicios para buenas noticias. Poniendo la oreja, el joven trata de enterarse de algo, y acercandose a un aldeano le pregunta.

 - ¿Que ocurre, que me he perdido?

Escuchas a dos pueblerinos a voz baja cuando pasas por su lado. Hablan en voz extremadamente baja mirando de lado a lado mirando que nadie los escuche.

<- Sabes que me ha dicho un amigo? que el otro día se cayo de una barcaza un cofre repleto con el salario de una compañía de mercenarios tileanos, y ahora descansa en el fondo del río, esperando a que vayamos a por el y nos hagamos ricos.
- En serio? algo alterado, deberíamos ir sin que nos vean, dejaríamos de vivir aquí para irnos a ciudad y rodearnos de riquezas y bellezas que nos harían de todo.>

Conociendo a las multitudes y sobre todo cuando pasan miseria, tenis mis pertrechos bien cogidos a mi, mientras echaba miradas furtivas de un lado a otro, nunca se sabe cuando el hambre aprieta.

Segui llegando gente, esperaban a un capitán, quizas este diera un poco de luz y de paso podria enrolarme, quizas haya un grupo de mercenarios cerca, mi bolsa anda escasa ultimamente y no me estaria tan mal.

En mi escalon puedo ver mas o menos la plaza y en caso de disturvios ser el primero en salir por piernas.

Continuo mi andadura entre la multitud que se ha congregado en la plaza, oyendo como la gente habla cada vez más alto.

- Estos humanos parecen estar muy nerviosos. ¿Qué les abrá pasado?. Quizá un ataque repentino de algún ejército enemigo -

Hasta mí, llegan pequeños fragmentos de conversaciones. Al parecer, todo el gentío espera la aparición del capitán de la guardia.

- Espero que el Capitán al que todos están esperando llegue pronto o puede que la gente empiece a amotinarse -

Entonces, mi mirada se fija en un pequeño enano sentado alrededor del fuego. Tiene una gran barba blanca y un parche en el ojo, y parece estar farfullando alguna cosa.

Paso delante de él con paso firme y me siento en el suelo a escasos metros del lugar en el que se encuentra.

- Quizá, si entablo conversación con alguno de los habitantes del pueblo que se encuentra cerca mío, o si escucho más detenidamente alguna de las conversaciones que hay a mi alrededor, pueda enterarme de qué es lo que ha ocurrido en este lugar -