Partida Rol por web

El desconcierto reina en el autobús, mientras el frío comienza a entrar poco a poco por la luna y la puerta delanteras, una rota, la otra abierta. Exceptuando a Miguel, que sangra de su ojo izquierdo, no hay heridos visibles en el autobús. Hay un puñado de muertos, con los ojos sangrantes, pero el resto se encuentran "bien". Quizás, al no haber volcado esta vez el vehículo, las consecuencias del accidente son menos graves.

Entre los gritos, peticiones, varias llaman la atención. Las carcajadas del chico de las filas delantera, se mezclan con los aullidos de Marina en busca de respuesta. Ni las carcajadas reciben atención, ni nadie le dice nada a Marina. Alfonso, el padre de familia, agarra a su mujer y la hace caminar hacia las filas delanteras, como si no hubiera ocurrido. Gero parece seguirle, por puro impulso.

Atrás... El sacerdote comienza a hacer preguntas incoherentes... Miguel mira al infinito, perdido en alguna parte, y el hombre de gafas de sol se zarandea como un bebé entre lágrimas.

- Gero - le llama, aturdida - ¿A donde...? 

"No tiene ningún sentido". Un mal sueño. Seguro que todo ha sido un mal sueño.

Así que sin más, camina tras él.

- Venga, vamos - le indica a María, que tiene la expresión perdida, como si no acabara a comprender.

"No ha pasado" se repite, mientras observa a la chica seguir al tipo de los cascos. "Dios santo, está tremenda..." observa, perdido en eso, en la belleza de la chica y la reacción visceral que le está provocando.

- ¡Muévanse! - grita al resto - ¡Aquí no estamos seguros, tenemos que buscar refugio! 

"No ha pasado".

Ve a un pequeño grupo caminar hacia la puerta, y... Dios.

Les sigue. 

Como una oveja, les sigue, porque es más fácil seguir al primero que pasa que pensar en lo que acaba de ocurrir.

Con asco, se aparta del chaval, que no ceja de reírse. No sabe porqué, pero la reacción del muchacho le produce aprensión.

"Inspira" se repite, como un mantra. Ve salir al pequeño grupo, y mira hacia atrás. Aún queda un grupo bastante grande que no parece salir de su estupor. "Expira" se vuelve a repetir. 

Y luego recuerda. "Había un chico fuera, ¿en el coche?".

Se para un momento a pensar en eso. Había. ¿Cuando había?

"Inspira" se vuelve a repetir. Así que hace eso y se encamina a la salida, para ir hacia el coche. No sin antes mirar a Alejandro con profunda aversión.

- Aitá... Perdóname - llora - Barka iezadazu...

El frío. No puede de dejar de recordar sus piernas ancladas en el hielo, derrumbado, congelado. Tratando de volver, demasiado tarde. Sus dedos. Su pecho. Quemaba. Quemaba.

- Barka iezadazu...

André deja de rezar. No servirá de nada, y tampoco es que crea demasiado. Observa a su alrededor, y mira hacia atrás. De los que están allí, solo la chica de pelo rizoso parece ser coherente, y debe estar ofreciéndose a ayudar. Ya demostró que tenía cojones antes. A André siempre le han gustado las mujeres con un par, y está convencido de que por eso siempre le ha ido tan mal: no hay mucha gente que los tenga bien puestos, y las tías que los tienen buen puestos suelen tener la cabeza suficiente para elegir a tipos mejores que él. 

En fin. Ni que fuese el momento para ocuparse de algo así. 

Le hace un gesto a la chica, y señala al sacerdote, al chico y al anciano. Por una cosa o por otra, esos necesitan ayuda. El anciano parece agotado, física y mentalmente, con su mujer fallecida a su lado. El sacerdote, ido. Y el niño... Aún peor.

"Mierda". 

Un grupo acaba de salir hacia fuera. Paloma sigue llorando abrazada, pero ahora mismo, Josemi solo tiene una prioridad. Salir del puto sitio. Así que con cero delicadeza, la aparta, se levanta, y camina hacia la salida tras los demás.

Observa aturdida a su novio, apartarla sin apenas comentar nada. Durante unos segundos se queda allí quieta, sin comprender. "Está desbordado" se convence a si misma, antes de salir tras él.

Nadie parecía reaccionar a sus palabras así que Sandra se mantuvo por unos segundos parada, sin saber muy bien qué hacer e intentando no fijarse en Miguel que, sentado delante de ella, sangraba por el ojo. No era que la joven no quisiera ayudar al muchacho, simplemente era que una herida en un ojo era algo que a ella le impactaba demasiado y, al no tener ni idea de cómo hacer aunque fuera una primera cura, prefería no meter la pata. Se dio cuenta de que un grupo comenzaba a salir del autobús y, mientras los observaba, su mirada se cruzó con la del portugués que le indicaba que se preocupara por los que ella tenía más cerca. Asintió en silencio obligándose por fin a moverse.

Tenían que salir fuera, buscar refugio pero... ¿Y si de nuevo se encontraban con el loco que había matado a... bueno, con el loco del parador? Eso si asumía que lo que había sucedido no había sido una pesadilla y había ocurrido realmente. Pero no, eso no podía ser posible porque en ese caso tendrían que seguir en el edificio y no de vuelta al autobús sufriendo un nuevo accidente.

—Padre —dijo al cura cuando se acercó a él sin saber muy bien si esa era la forma en que debía tratarlo—, lo necesitamos para que nos ayude a sacar a la gente del autobús y... —miró al anciano desconsolado junto al cuerpo sin vida de su esposa— para que dé consuelo a los que han perdido a alguien. Esa es su tarea ¿no? Dar consuelo y aliento.

Después de intentar convencer al sacerdote se giró de nuevo a Miguel, haciendo un esfuerzo para no mostrar ningún gesto de repulsión.

—Muchacho —dijo Sandra con ternura sabiendo que el joven tenía que estar conmocionado—. Miguel, tenemos que salir de aquí, ¿puedes caminar o prefieres que te ayude?

Mierda. Mierda. Mierda. Mierda.

Nadie contesta a Marina. Solo sangre, muerte, caos y desconcierto a su alrededor. Aquellos que han tenido la fortuna de sobrevivir al accidente parecen estar también perdidos. Lejos de cesar, el temblor en las manos de Marina persiste insistente. La joven avanza como puede hacia la parte trasera del autobús tratando de hacer algo por sentirse útil. Allí reconoce al pobre Miguel, mortalmente herido, y a Sandra tratando de consolarle. Ella no es capaz de reunir el valor suficiente para encarar la situación, por lo que se limita a bajar la mirada al suelo durante unos instantes tratando de contener las lágrimas que luchan por escapar.

-Salgamos del autobús cuanto antes... No podemos quedarnos aquí -dice alzando la voz y tratando de contener la vibración en su voz.

Muchos recuerdos se le pasan por la cabeza, no puede controlarlos. El encapuchado, disparos, sangre, frío, oscuridad... No paraba de pensar en lo mismo. ¿Qué había pasado en aquel lugar? Era imposible que fuese un sueño, todo era muy real. Tenía que serlo, pero era imposible de creer. Por lo menos para una persona cuerda. 

Al ver salir a un grupo del autobús se pone nervioso, no quiere quedarse dentro del vehículo accidentado. Mira a su alrededor para ver quienes quedaban aún dentro, al escuchar a Marina se levanta tambaleante para seguirla.

-Deberíamos buscar refugio, si... refugio... o algo así.- se le escapa una pequeña risa como si de un chiste se tratara. -Aunque dudo que podamos escondernos de la oscuridad.- la risa se convirtió en miedo.

Esperando la decisión del pequeño grupo se quedo mirando por la ventana hacia ningún lado en especifico. Simplemente miraba.

La chica de pelo negro rizado se acerca a mí y me insta a que haga "mi labor". No le contesto. La miro con los ojos muy abiertos, pensando que tiene razón. La sigo con la mirada mientras se acerca al chico que sangra por un ojo. -Como el conejo, pero sólo un ojo... La muchacha se está ocupando de todo. Tengo que ser más productivo. Aún no está demostrado que ésto sea el infierno o un sueño. Démonos otra oportunidad...

-Jose Antonio. Puedes llamarme por mi nombre. -Digo a la chica después de unos instantes. -Y no sé si soy "padre" en un mundo que no es gobernado por las leyes de dios. -Busco a Gero con la mirada. Y a Alfonso. Con los que más confianza tengo. Los veo salir del autobús. -Tengo que ir con ellos. 

Un tic florece. Se guiña el ojo izquierdo de vez en cuando. Algo que no sucedía desde la adolescencia. Mala señal. Miro de nuevo a mi alrededor. -El chico será atendido por ella. El anciano antes fue reacio a mi ayuda... Intentaré sacar a ese otro hombre. -Me acerco a Paco. -Vamos, no podemos quedarnos aquí, tenemos que crearnos otra oportunidad. -El ojo izquierdo se guiña una y otra vez, dándome un aspecto poco creíble. -¿Estás herido, hijo? ¿Puedes levantarte?

El chico tardo en reaccionar a las palabras. Eh… si… si puedo caminar. Pero sus movimientos eran mecánicos, como los de un robot, carentes de calidez humana. Aun no se había recuperado del shock, y puede que tardara aun unos minutos más en recuperarse.

André se acerca al anciano, pero este le hace un gesto de que está bien. La chica parece haberse ocupado del niño, así que André va hacia la fila de atrás y se acerca al tipo de las gafas.

Cuando el gigante viene a por él, Paco, que sigue llorando, agarra su mochila entre sus brazos y se queda allí, mirando al tipo. Y niega.

- Fuera. Fuera solo hay frío. Frío y muerte. Frío.

André no entiende una mierda a ese tipo. Ni lo que dice, ni nada. Pero no tiene ganas de dejar a nadie allí tirado, y el pobre diablo parece en shock. Así que le agarra por la pechera y lo saca a rastras del autobús. 

Temblando, se deja arrastrar. El horror espera fuera, pero el verdadero horror está dentro. El verdadero horror no puede evitarse ya.

El grupo al completo sale al exterior. Carlos es arrastrado por Edu y se deja llevar por este. Francisco, todavía con una expresión risueña y lágrimas en los ojos de las carcajadas, sale siguiendo al grupo. Rufino camina junto a Sandra, que guía a un extrañamente robótico Miguel hacia el exterior.

Cuando os reunís fuera, veis que Ana ha ido hacia el coche y ha conseguido despertar al chico que antes habíais encontrado inconsciente. 

- ¡¿Qué ha pasado?! - grita, entre la ventisca.- Estaba en una cama, y... ¿Donde esta mi padre? ¿Lo habéis visto?