Partida Rol por web

-O sea, que ellos apagaron la música y entonces vino el hombre... -Pienso, cabizbajo, andando hacia la mesa de los altavoces y los papeles y tocándome una oreja con dos dedos. 

-Debemos encontrar un mapa... Un mapa, si. Dios ha debido dejarnos una señal aquí dentro, no nos ha abandonado aún... No nos ha abandonado, todos lo veréis. El conejo ahora no estará, no estará...-Digo casi susurrando, más para mí sólo que para los demás. 

Me acerco a la mochila, y la abro para inspeccionar su contenido.

La música demasiado alta, la mochila en el suelo al fondo, la mesa llena de papeles, todo parecía estar igual a como Sandra lo recordaba. Por unos instantes se quedó parada, mirando a todas partes y obsevando a sus compañeros de viaje moverse en distintas direcciones, pero ella no se movió, cansada de aquella pesdilla, sin entender qué estaba pasando ni el porqué todos la habían seguido cuando ella era a que más miedo tenía, o por lo menos así se sentía.

Sandra no sabía qué hacer ya que el resto parecía haber saber hacia dónde dirigirse o qué hacer, pero ella se quedó de pie, mirando a su alrededor, esperando que por algún milagro que la pudiera llevar a encontrar cualquier pista, cualquier indicio o detalle que consiguiera salvarlos, cualquier cosa que la vez anterior les hubiera pasado desapercibido.

Todos parecían haber asumido que lo que había ocurrido la vez anterior, había ocurrido de verdad. A Gero seguía costandole creer que no había sido algún tipo de alucinación. Aquello era jodidamente imposible. ¿Que ostias estaba pasando? ¿Como es que podía recordar todo aquello? ¿Como es que todos ellos podían? Poco a poco iba poniéndole de los nervios.

Seguía junto a Esperanza. Al principio se había juntado con ella porque le parecía guapa, luego había querido protegerla, y ahora era ella la que le servía un poco de anclaje con la realidad. Le ayudaba a mantenerse algo más calmado. 

-Oye, vosotros, necesitamos encontrar un teléfono - con todo lo que estaba pasando, aquello le parecía la única opción sensata  - Necesitamos llamar y pedir ayuda. No podemos salir a la nieve e irnos caminando ¿habéis visto como está fuera? Es un puto infierno - se refirió a la idea del padre Jose Antonio de buscar un mapa 

Entonces uno de ellos mencionó que faltaba alguien. 

-Joder, es verdad... la señora rubia de delante ¿verdad? ¿Nadie la ha visto? - miró a los demás, aunque suponía que si supiesen donde estaba habrían dicho algo antes. 

Justo cuando iba a apagar la música aparece la mano de Marina para impedírselo, después de escuchar su razonamiento entiende el por qué y se abstiene de ello. Simplemente se queda ayudándola a buscar algo entre los papeles.

Al escuchar a Gero hablar sobre encontrar un teléfono vio necesario aportar la información que ya conocía de la otra vez.

-En la recepción hay un teléfono pero no da señal, no funciona. Como todo en este sitio...- terminando la frase se giró para continuar en la busca de algo que les ayude.

-Seguramente esa mujer ya estará en manos del encapuchado, ¿quién sabe? igual ella es la encapuchada...- Pensativo seguía revolviendo papeles.

Observas alrededor.

La sala tiene polvo. Mucho polvo. Y hay un ambiente... Cargado. Como si llevase así mucho, mucho tiempo. 

Sin embargo, no hay nada especial en ella. Solo lo que hay en la mesa y... Observas que además de los muchos papeles que hay encima, un recorte... ¿De periódico? Está doblado en el suelo bajo una silla. Parece haberse caído en algún momento cuando se dispersaron los papeles por todos lados.

Tras dejar la música como está, os acercáis a los papeles.

Los ojeáis primero. Para Marina... No hay nada en ellos que no viera poco antes. Están, principalmente, escritos a mano. La mayoría son ecuaciones matemáticas que ninguna de las dos comprende, menos aún con un simple vistazo. Parecen cálculos bastante complejos. Si a eso se le añade que están todos embarullados, sin ningún orden, y letras caóticas... Y que encima tienen un montón de garabatos dibujados alrededor, y cosas absurdas escritas. "AMANECE PRONTO" repite mucho. Y otra hoja solo tiene escrito, enorme, sobre las ecuaciones: "NEGRO. NO. VACÍO. NO. SIN".

Quizás si alguien supiese algo de matemáticas, podría encontrarle un sentido a algo de lo que pone allí... O puede que no. Mucho parecen garabatos, pero las ecuaciones quizás tengan sentido si las analizasen a fondo. Veis que el anciano se ha sentado y está mirando uno de los papeles con expresión confusa, igual que la mujer de gafas, que niega y musita en voz inaudible: "Que mierda es esto..."

Quizás Dios te escuche todavía. 

Abres la mochila con la nula esperanza de encontrar algo. Y vaya si hay algo.

Una pistola. Una pistola real.

Además hay una cantimplora, un par de bengalas, y un pequeño y llamativo libro de cuero negro. También lo que parece una brújula, aunque algo extraña, y ... un mapa doblado. 

Un mapa, justo como estabas buscando.

Justo cuando Gero pregunta por la mujer, Francisco, el chico que ha apenas ha hecho nada hasta ahora, se ríe.

De nuevo. A carcajada limpia. Sin que le importe lo más mínimo que todos le miren.

Se sienta en la mesa de los papeles.

- La gorda esa salió nada mas volver al autobús - dice, con la vista perdida, todavía sonriente -. Antes que ningún otro. Y se fue caminando. Para abajo, creo. Pensé en hacer algo... Pero. ¿Que más da? 

Al oir a su tocayo, Paco levanta la cabeza, mientras Paloma trata de calmarle.

- Si fue para abajo, está muerta - susurra, aunque todos le oís -. Abajo solo hay frío. Frío. Los dedos se te congelan. Se rompen. Los parpados... Los parpados se me quedaron cerrados. Sellados. Y la lengua se astilló. En pedazos. Es un frío inmundo. No es normal. Este sitio no es normal. No es algo que podamos salvarnos.

Toma aire.

- Esto es el Infierno - gruñe -. Yo sé porque estoy aquí. Empezad a pensar porque estáis vosotros.

- ¿El infierno? - se encoge de hombros -. Bueno, al menos es mejor que fingir que no ha pasado nada. Vale, te compro eso. Estamos en el infierno. 

Se ríe, la vista perdida, mirando al techo.

- Aquí no importa NADA - dice, en voz alta -. Es... Tan horrible que es genial. NADA. ¡Ja!

- ¿Queréis cerrar la puta boca, subnormales? - grita desde su mesa, al escuchar la discusión que le saca de su ensimismamiento. Oh, joder, hacía tiempo que no veía a alguien como ella.

Señala a su hijo y a Miguel.

- Hay niños aquí, malditos idiotas. Cerrad el puto pico.

Marina se mantiene durante unos instantes con lla mriada fija en los confusos papeles que examina.

-Pero... ¿qué cojones? ¿Qué clase de loco haría esto...? Me temo que vuelve a estar ese tío por aquí...

La tensión se hace patente con la discusión entre varios de los rpesentes. Sin duda, todos se encuentran al límite.

-Chicos, ¿qué hacemos? ¿Habéis encontrado algo...?

Carlos horrorizó antes las especulaciones de los demás. Una mujer había desaparecido y se hallaban -de nuevo-, en una escena con un loco caminando por vete a saber cuya ''misión'' era matarlos.  Así pues, si bien aquello le parecía inconexo, la idea del sacerdote/cura o lo que fuera de índole religiosa, le ''tranquilizaba'' de cierto modo.

Claro, un mapa... -repitió más para él que para el grupo que parloteaba-. Y armas...

Es cierto, el teléfono no funcionaba -pensó-, estamos perdidos en medio de la densa y fría nieve...

Miro la mochila durante unos segundos, sorprendido, con los ojos de par en par... Trago saliva. 

-El arma no puede salir de ésta mochila. En una situación de estrés, no debería haber un arma rondando por aquí. ¿A quién pertenecerá? El tipo de la máscara va con un cuchillo...

Saco el mapa, la brújula, las bengalas, la cantimplora y el libro. Dejo el arma dentro, cierro la mochila y me la cuelgo a la espalda.

Miro la mochila sorprendido, durante unos segundos con los ojos de par en par y comienzo a sacar su contenido en la mesa, uno por uno:

Unas bengalas, una cantimplora, un mapa doblado, una extraña brújula y un libro negro. Cierro la mochila y me la cuelgo a la espalda. Miro a los demás, luego cojo el libro negro, con los ojos como platos y lo observo. Sin soltar el libro, abro el mapa con la otra mano... -Miren, tal vez nos sea de ayuda todo ésto. 

Después de examinar los papeles y ver los mensajes que habían dejado le cambia la cara completamente. Estaba aterrado, más gente había visto la oscuridad. -No puede ser, no puede ser, no puede ser.- Da unos pasos hasta la silla más cercana y se sienta.

Se limita a escuchar la discusión de sus compañeros e intenta tranquilizarse lo máximo posible. 

Al ver al cura sacar el contenido de la mochila le llamo la atención el libro negro. -¿Qué es ese libro?- Además de que había un mapa, podía ser la solución para salir de ese maldito lugar. 

-¿El mapa es de este lugar? ¿Hay alguna salida que hayamos pasado por alto?.- dice con desesperación.

Sandra sentí una gran congoja en su pecho fruto tanto de la angustia que experimentaba al saber que aquel loco podía estar detrás de cualquier puerta como también por la sensación de opresión que aquella instancia le deseprtaba, toda cubierta de polvo como si hiciera mucho años que aquel lugar llevaba cerrado. Por unos instantes cerró los ojos intentando recobrar la calma y, cuando los abrió, pudo ver a algunos de sus compañeros de viaje curiosear los papeles de la mesa, pero fue el sacerdote quién de verdad le llamó la atención al ver cómo sacaba distintos objetos de la mochila.

Fue hacia él con curiosidad y, mientras se acercaba, vio algo en el suelo bajo la silla que captó su atención. Se agachó a recogerlo y pudo comprobar que se trataba de un recorte de periódico pero, por unos segundos, dejó de prestarle atención para ver tanto el plano que el sacerdote había sacado de la mochila como el cuaderno negro.

—¿Hay algo escrito en el cuaderno? —Por unos leves instantes su ya casi olvidada curiosidad periodística despertó en ella, expectante por ver qué había escrito en él.

Iba a acercar su mano para coger el cuaderno cuando se dio cuenta que aún tenía el recorte de periódico en la mano.

Marina contempla el libro que el padre sostiene entre suus manos son sin cierta curiosidad. Cualquier excusa que le permita desviar la atención de ese galimatías que había encontrado entre los papeles. La joven se lleva las manos a las sienes masajeándolas en un burdo intento por pensar con claridad y calmarse. Sin embargo, una vez que Sandra ya ha inquirido por su contenido, decide limitarse a esperar una respuesta del hombre.

Con el mapa abierto sobre la mesa y la extraña brújula sobre él, cojo ahora el libro negro con las dos manos y lo abro, delante de todos los presentes que me observan. Trago saliva y echo una ojeada desde la primera página, con la intención de volcar todo mi conocimiento acumulado durante años de estudio y experiencia.

Es hora de ver qué esconde ese misterioso hombre enmascarado, si es que es él el dueño de éste manuscrito...