Partida Rol por web

Viendo que Aaron se iba preparando para la acción, Faliar también fue preparando un hechizo. 

- Esperad un momento

Comenzó a gesticular y a murmurar palabras arcanas casi incomprensibles. A su alrededor, y a pesar de la lluvia, empezó a levantarse polvo, y comenzó a girar a su alrededor. Poco a poco, piedras pequeñas también empezaron a flotar a su alrededor, a medida que sus gestos se volvían más pronunciados y su voz se elevaba en un tono cada vez más alto. En el cenit del hechizo, el polvo cubrió su cuerpo con una delgada pátina gris, y un segundo después cayó al suelo como una arena fina. Faliar había cambiado; su piel ahora tenía un ligero tono grisáceo, y cuando se movía, un ligero polvillo caía de sus articulaciones y se acumulaba a sus pies, para desaparecer al cabo de un segundo

- Ya está. Listo

Aaron miró con sus nuevos ojos el lugar. Vio como los animales nocturnos se escondían, extrañados de la lluvia. Vio como las gotas de agua caían impactando contra el suelo provocando un sonido hueco. Vio como las ventanas estaban cerradas y como la puerta parecía abierta. O al menos, no cerrada a cal y canto. 

Pero no vio el interior de la casa. No consiguió penetrar su vista más. 

Y la casa apestaba a magia negra.

Xerine observó toda la escena en silencio. Entonces Faliar interrumpió al extraño tipo que había salido del anillo de Aaron para realizar su hechizo, y todos guardaron un breve silencio momentáneo, quizás debido a cierto respeto prudencial por no desconcentrar al mago en el uso de un poder tan antiguo como peligroso. Cuando terminó, Xerine habló, en tono cortante, mirando a Aaron

No tenemos tiempo para tonterías. Dile que se convierta de nuevo en anillo

Luego se giró hacia al resto, hablando con tono monótono y serio, sin dejar entrever en momento alguno lo que estaba pensando en realidad, o como se sentía respecto a la situación en la que se encontraban

Estuve ahí dentro muchas horas, pero no vi nada que se pareciera a una entrada secundaria. Así que a menos que se os ocurra algún hechizo para forzar una de las ventanas, la única manera de entrar es por la puerta principal. Me gusta tan poco como a vosotros, y si Guido es la mitad de astuto de lo que aparenta ser, habrá llenado la mansión de trampas o emboscadas para hacernos la vida imposible... Pero no hay otra opción. Vamos

Acto seguido, y si nadie tenía nada más que añadir, comenzó a caminar hacia la puerta de la mansión

- Por una vez estamos de acuerdo en algo

Faliar siguió a Xerine, al tiempo que cogía su arma y su escudo, y se colocó delante de ella; que fuera la música la que encabezase la marcha le parecía irónico cuanto menos. Si tenía que presentar batalla a toda la guardia del Marqués, estaba más que preparado. Y esta vez, Emil no lo pillaría desprevenido.

Aaron miró al loco. Ya sabía lo que tenía que hacer, volver a convertirse en anillo y no salir hasta que no hubieran terminado lo que tuvieran que hacer allí.

-Ése lugar apesta a magia negra. Debemos tener cuidado, las trampas físicas no es lo único que me preocupa.

El chico se mordió una uña y siguió a Faliar, manteniendo una distancia prudencial. No era bueno pegarse tanto a él, si tenía que hacer un hechizo o una maniobra de combate sólo le retrasaría y entorpecería.

El grupo empezó a caminar. Un silencio sepulcral dominaba el lugar, tan solo roto por el susurro del viento y el tronar de los relámpagos. Parecía que el propio Cavalcanti os llamaba a entrar, a enfrentaros a él, a probar lo que os tenía preparados. Paso tras paso, huella tras huella el tiempo de pensar el plan había pasaba y se convertía en tiempo para la acción. En tiempo para las decisiones rápidas, y los músculos ágiles.

La puerta, para sorpresa de todos, estaba abierta. Cavalcanti daba la bienvenida a sus enemigos.

 Xerine empujó con suavidad la enorme puerta de entrada, y curiosamente, giró sobre sus bisagras, mostrando el interior. Oscuridad. El anterior semblante del lugar, tan luminoso y bien cuidado estaba totalmente cambiado. No había luz, no había antorchas ni lámparas. Era complicado discernir el lugar por donde avanzar.

Tras un rato acostumbrandose a la oscuridad, comprobaron que se hallaban en el hall. Las sillas decoradas y los jarrones con bellas flores seguían a los lados de las paredes, pero debido a la carencia de luz era difícil distinguirlos.

Al parecer, había tres puertas, una en cada lado de la habitación.

Norte, este, y oeste.

Xerine repasó el lugar una, dos, tres veces. Oscuridad, nada más que oscuridad. A veces aliada, a veces enemiga. En aquellos momentos, no les servía para nada: Era Guido quién había tenido tiempo para prepararse, no ellos. Era Guido quién había preparado el terreno, quién había dispuesto sus trampas y secuaces en una retorcida partida de ajedrez en la que ellos tenían todas las posibilidades de perder. Guido, ese retorcido aristócrata... Esa noche, era él o ellos. No había más que pensar

Una vez entró en la habitación, algo aprehensiva, y comprobó que no había peligro, se giró y dio la espalda al resto. Se agachó, y comenzó a sacar algo de su bolso

Dadme unos segundos

Tras unos segundos, cuando hubo acabado de hacer lo que fuera que estaba haciendo, Xerine guardó algo en su bolso y volvió a girarse hacia el resto. Sus ojos viajaron hasta las paredes de la habitación

Ese tipejo ha quitado las lámparas. Tenía pensado atraparnos en la oscuridad, y mucho me temo que así va a ser, a menos que podáis cambiarlo con vuestra magia

Catherine puso una mano en su pecho, y empezó a cantar. Lo hacía casi sin querer no conocía bien qué es lo que podía hacer con su poder. Pero, en sus sueños estaban las respuestas. Algo dentro de ella le hacía cantar canciones que solo recordaba de ciertas noches, y los efectos extraños ocurrían a su alrededor.

Ésta vez una la propia Catherine empezó a brillar. Su cuerpo emitía una luz brillante que eliminaba la oscuridad de la habitación. Ya no había problemas de visión, ya podrían encontrar lo que quisieran en el palacio. Una de las bazas de Cavalcanti había sido eliminada. Las demás caerían en breve.

Catherine no dejaba de sorprenderla, su amiga era increíble. Quizás esa fascinación viniese de que nunca antes le había visto hacer magia y parecía como si con sólo decírselo, con sólo saber de la existencia de su poder le resultase tan ..¿familiar? La joven Nahia se preguntaba si para ella sería igual..quizás sólo debería dejarse guiar por sus sentimientos, por las sensaciones, a veces inexplicables, que le daban una idea posiblemente errónea.

Sujetó con más fuerza su flauta, esperando la vocecita interior que le dijese cómo y qué hacer.

Arreglado el problema de la luz, Faliar asiente a sus compañeros y se encamina hacia la puerta del centro

- Será mejor que no nos detengamos, ni nos separemos. Hay que actuar rápido. Vamos.

Aaron entró en la habitación tanteando las paredes, con más miedo a tropezarse y hacer ruido que a encontrarse con algo desagradable. Era obvio que el marqués les esperaba, pero ellos eran seis. Si había algo que once ojos no pudieran ver les faltaría campo para salir corriendo.

-¡Au!-Susurró-Eso era mi pie. ¿Quien me ha pisado?

Apartándose hasta la pared para dejar entrar al resto entrecerró los ojos intentando captar algo más de luz. Fue entonces cuando Catherine empezó a brillar como si de una piedra de lampiridae se tratase. Así llamaría la atención, y mucho, pero era mejor que andar a tientas.

-Y...¿Por que puerta vamos?-Preguntó sin dejar de susurrar. Tenía miedo de que alguien o algo pudiera escucharles y delatar su posición. Debían tener mucho cuidado, podrían no ser los únicos que contasen con magia.

Aaron se tocó la herida abierta del pecho.

Y Émil...Émil era aterrador y no dudaba de su presencia en la casa. Si volvía a verle remataría el trabajo, y ésta vez se aseguraría de no fallar.

En un breve parpadeo, las manos de Xerine volvían a estar ocupadas, sujetando la misma ballesta que el grupo ya había presenciado antes en el Zeppelín. La música miró a Faliar

Os sigo. Ofreceré apoyo desde atrás

Luego se giró hacia Catherine. No le gustaba ni un pelo que la chica cantara tan alto, pero era un mal menor con tal de poder ver entre tanta oscuridad. Alertarían al Marqués de su posición... Pero eso era algo con lo que ya contaba

Abrieron la puerta norte, que daba paso al pasillo del piso inferior de la mansión. Una alfombra roja cubría la zona, y cuadros de vivos colores decoraban las paredes. Ante la luz que Catherine irradiaba, todo estaba realmente parecido al día de la comida con el marqués.

Eso sí. La sensación que trasmitía era totalmente contraria a ese día. Intranquilidad, quietud... el silencio era excepcionalmente inquietante. Sólo se escuchaban de vez en cuando gritos aislados, como si de una niña pequeña se trataran. Y golpes intermitentes en armarios. Como si algo se agitara en dentro de toda la mansión.

De pronto... pasos. Desde todas las direcciones.

Desde el extremo derecho del pasillo, un par de hombres empezó a acercarse, armados con una espada larga y vestidos con telas y harapos rotos y descosidos. En apariencia eran como momias que se acercaban a una velocidad endiablada. Sus caras denotaban una falta total de sensaciones o sentimientos y sus ojos, con un extraño brillo amarillento helaban el mismo corazón. Sus intenciones estaban claras. Matar.

No fueron los únicos. Desde el extremo izquierdo venía otro par de soldados. Y desde cada una de las dos escaleras de caracol que había en el intermedio de las escaleras surgieron otro par. Eran ocho soldados en total.

Una voz dominante surgió de la esquina izquierda. Todos la reconocieron al instante. Era la voz de Émil Zolt.

-Debisteis ser unos chicos buenos y someteros como los demás. Ahora ha llegado el momento de que muráis. Definitivamente. No penséis que esta vez volveréis a escapar de las garras de la muerte. Vuestra suerte se ha acabado. Habéis enfurecido a Cavalcanti. Ha llegado vuestra hora.

Todas las puertas que permanecían abiertas se cerraron bruscamente, con un sonido de cerradura al final del movimiento. Estaban encerrados.