Partida Rol por web

Conrad cerró los ojos, ante el espectáculo que montaba Faliar, y volvió a abrirlos cuando el rubio intentó calmarle.

- Andersen, por favor, respóndame -dijo, tras un suspiro, intentando ser educado.

Ahora sí que Fred estaba totalmente blanco. Con expresión de verdadero terror en sus ojos, se sentó de nuevo en la mesa, secándose el sudor de su frente con un pañuelo.

-Lo... lo siento. No quería parecer insensible... pero tratad de comprenderme. Acabo de perderlo todo...

-No todo, yo estoy aquí. Nos tenemos al uno al otro... y mamá seguirá en casa. Habrá recibido la carta de que no atienda a visitas y todo pasará.

La voz de Marianna parecía tranquilizar a Fred, a pesar de no sonar del todo convincente. La chica también tenía miedo, y no sabía qué iba a ser de su vida. ¿Su matrimonio continuaría adelante?

Faliar resopló. No se le había pasado el enfado, pero al menos era consciente de que se había pasado.

- Está bien. Lo siento. 

Conrad volvió a cerrar los ojos, tratando con toda su alma de tranquilizarse. No le era fácil, Marianna le recordaba tanto a Niobe... pero debía insistir

Conrad volvió a cerrar los ojos, tratando con toda su alma de tranquilizarse. Parecía bastante afectado, lo cual era normal, pues la vida de Niobe estaba en juego. Esta vez habló en un tono más calmado.

- Señor Andersen, no es que no me importe su situación, pero, ellos acaban de perder a un amigo, que además era un hombre de gran valentía y noble corazón, y yo....bueno....mi hija....quiero saber en qué está involucrada, ¿sabe?

-Os dejo con él, supongo que tendrá muchas cosas que contaros.-Julius dirigió una mirada inquisitiva a Fred, que el noble aceptó bajando la mirada.- Tengo que preparar un asunto en el piso inferior, pues creo que Conrad seguirá queriendo un "salvoconducto".

Julius desapareció del habitáculo, bajando las escaleras que daban al piso inferior, pero dedicó una última mirada a Quint antes de dejar la habitación. Sus ojos, brillantes gracias a las lágrimas que estaba a punto de derramar, competían entre la mirada de determinación y la de tristeza. Nadie podría saber qué ocultaba esa mirada.

Y no es el único

Beatrice se había incorporado, al parecer cuando nadie miraba, y observaba a Frederic en silencio, si bien su expresión no mostraba ira o desconcierto... Más bien cautela. Conociéndola, era posible que llevara despierta unos minutos. Pero Xerine siempre había sido desconfiada, y era más que probable que hubiera dejado un tiempo de cortesía para asegurarse de que no corría peligro... Algo de lo que, por ahora, parecía convencida

¿Eres tú el titiritero que nos ha reunido aquí? Se llevó una mano al hombro, como comprobando que, en efecto, ya apenas le dolía ¿O eres solo una pieza más? Te escuchamos

Ni una palabra de saludo a los demás. Ni un simple comentario al respecto. Como siempre, los ojos de la joven mostraban una pared impenetrable, tras la que, con toda seguridad, se ocultaba un mar turbulento y agitado. ¿Que pensamientos vagarían en esos momentos por la psique de Beatrice?

Conrad desvió la mirada hacia Beatrice, sólo por un momento, y después volvió a mirar a Frederic. Seguía esperando respuestas. No pareció importarle lo más mínimo que Beatrice ya no fuese aquella joven herida y asustada, a pesar de haberse preocupado por ella durante el alboroto.

Conrad agradecía en el fondo que Xerine se mostrase de repente tan distante, tan desinteresada por el resto. Era exactamente lo que necesitaba. Estar lejos de ella. Sólo temía que alguien se diese cuenta de lo a gusto que estaba con esa situación.

-Yo nunca pedí que vinierais a mi fiesta. De hecho, no os conozco a ninguno. Era un acontecimiento social, un método para dar a conocer la boda de mi hija. no conocía a la mitad de las personas que había allí, y a la mitad de las que conocía no las conocía ni la mitad de bien que desearía.

Hizo una pausa.

Pero a vosotros, no tenía ni idea de vuestra existencia. Marianna me ha contado que un par de asesinas trataron de matarte, dijo mirando a Xerine.- y que luego Julius entró para salvaros a todos de un sol desde el cielo. Pues bien, creo que tengo claro quién encargó lo que hizo dormir a todos, y quién estuvo a punto de mataros, no así lo de las asesinas, que aún no soy capaz de explicármelo.

Tragó saliva, tratando de conseguir que fuera más fácil decirlo.

Erzebet, condesa de Lizmarak, ama y señora de la ciudad de Ark.

Faliar se puso tenso un instante. Ese nombre le sonaba.

- "¿Salvarnos?" Yo diría que eso no iba solo para nosotros, sino para todos los que estaban allí, incluidos el resto de los invitados. ¿Esa condesa tiene algo contra usted, no? Algo bien gordo

- Vaya , qué casualidad. No, usted no me pidió que fuese a su fiesta. ¡Ella lo hizo! ¡Y ahora tiene a mi hija! -Conrad enfatizó sus últimas palabras, más altas que el resto, arrojando a los pies de Andersen la nota.

Beatrice asintió en silencio

Continúe, por favor

A pesar de estar en camisón, recién despertada y cubierta parcialmente por las sábanas de su lecho, su porte era regio e imponente, como solo una verdadera dama sabe aparentar. No en vano, había dispuesto de muchos años para trabajar esa fachada

-Supongo que quiere atar cabos sueltos. Acabar con mi influencia. Digamos que he requerido de su ayuda durante años para lograr mis objetivos comerciales, eliminando a la competencia sin que pudiera nadie relacionarlo conmigo.

Sólo que... al parecer, he dejado de serle útil. Pensadlo, un accidente así, en esta fiesta hundiría mi prestigio, reduciéndome a nada. Sin mi dinero, no soy nadie contra ella. Si al cerrar nuestro vínculo hubiera decidido ponerme en su contra, puede que consiguiera algo... ahora, no soy nadie.

Háblenos más de ese "vínculo", si no es mucha molestia

Aunque sus palabras eran educadas, su tono casi parecía imperativo. Casi

- Usted también estaba allí, señor Andersen, y también estaba dormido. Si no hubiese aparecido Julius, no hubiese acabado arruinado. Simplemente, estaría muerto -apuntó Faliar

Aaron retrocedió hasta la pared y ahora escuchaba en silencio, bebiendo de todas y cada una de las palabras que soltaba Frederic y relacionándolas con la advertencia que Beatrice le había echo en la fiesta. El problema era que aquello sólo generaba más preguntas.

Por el momento se limitaría a escuchar.

- Pero contéstame, ¿qué era lo que tenías que conseguir para ella? ¿por qué se llevaría a Niobe, y por qué insinúa que usted la reconocería bien, a mi hija? ¿quién es esa "amada compañera" suya de la que habla?

Conrad volvía a impacientarse, al no recibir respuesta a las preguntas ya antes formuladas.