Partida Rol por web

-Me adelanto. ¿Dónde está la iglesia?

- En la plaza del pueblo. Yo iré enseguida, en cuanto acabemos aquí

En realidad deseaba ir cuanto antes, pero antes quería hacerle una pregunta a Quint, y para ello tendría que quedarse con él

Aaron asintió y un segundo después echó a correr.

Alice gruñó cuando otro de esos cabellos aró su piel con precisión de cirujano, dejando tras de sí un flujo regular de sangre. La cosa iba de mal en peor, y sus movimientos eran demasiado lentos como para hacer frente a ese extraño arma. Aún así, se forzó a sonreír, mirando fijamente a su enemiga

Oh, no... No va a morir todavía, desde luego que no

Un nuevo corte, esta vez en el dorso de la mano. Por poco suelta la daga. Giró sobre sí misma para despistar a su enemiga, con escaso resultado. Sin embargo, la maniobra le proporcionó el suficiente espacio como para maniobrar, quedándose a espaldas del retablo que coronaba la iglesia. Dos nuevos ataques la obligaron a agacharse, quedándose en cuclillas de cara a su enemiga, con los dos brazos extendidos en una uve por encima de su espalda. Aprovechó la buena posición para impulsarse hacia atrás, pero no fue lo suficientemente rápida. Dos nuevos trazos se dibujaron en su tersa piel, marcándola por su ineptitud para combatir con un enemigo tan formidable. Trastabillando hacia atrás, dio a parar con el altar: Estaba arrinconada

Sin embargo, no mostró ni por un instante el miedo que atenazaba su ser. Volvió a sonreír y, por unos segundos, dio la sensación de que tenía la situación perfectamente controlada

Pero deseará la muerte. La deseará como se desea un trago de agua en medio de un desierto, o una lumbre en medio de una tormenta de nieve. Comparadas a ella, las otras dos zorras tuvieron suerte

¿Muerta?

No todavía. Mas Quint cometió un error bastante estúpido. La asesina estaba moribunda, sabía que no había escapatoria y menos con una de sus piernas separada de su cuerpo. Su cabeza daba vueltas y cada vez le costaba más concentrarse. Tan sólo había una cosa en ella. La cara de su compañera, aquella preciosa cara sonriente. Sintió un escalofrío por la espalda como si una caricia de su compañera la recorriese. Mas era la llamada de la muerte.

Pero el Rubio estaba tratando de curarla, y mantenía una daga en su cuello.

Cerró los ojos. Y dejó que todo su ego, y su postura altiva se relajara. Había llegado el momento, ni era útil para la misión, ni era útil para la órden. Sería imposible que saliera con vida, y aún más imposible que no la torturaran... o cualquier cosa peor, pues nunca se sabe con seres sobrenaturales, para obtener información de su órden.

No.

Eso estaba súmamente prohibido. Antes la vida que revelar ningún secreto. Sentía que había dicho demasiado con el nombre, pero eso no les llevaría a ningún lado, en cambio, no quería tener que soportar dolor, ni su alma lo necesitaba.

Aún con los ojos cerrados, sintió el frío acero apoyado sobre su cuello "amenazándola de muerte para que no se moviera". Tonterías, lo que quería la mujer ahora no era otra cosa que morir. Con la mirada perdida de nuevo...

-Te quiero...

Así que, su cuerpo se tensó, las lenguas de ki azules volvieron a surgir de su cuerpo y capturó la mano de Quint con su diestra. Fue sólo un segundo, mientras el cazabrujas estaba entretenido curándola. Un segundo en el que la asesina escupió sangre sobre su cara y haciendo presión ella misma contra la daga se seccionó el cuello.

La sangre comenzó a manar a borbotones, al tiempo que su vida se perdía como un río.

Para siempre. 

Mani seguía moviéndose mucho más rápido que Alice, pero sus palabras hacían mella en su pequeño corazón. Tocaba la fibra sensible. La había dejado atrás, la había abandonado para tener tiempo suficiente para poder matar a esa zorra. Ella iba a ganarle ese tiempo, luchando contra el grueso del pelotón.

Era buena... pero su arma no funcionaba bien. No... estaba mintiendo.

-Mientes falsa asesina. Ella está viva, estará viva. ¡¡Acabaremos contigo!!

Sus siguientes movimientos fueron más torpes, como si de la ira que estaba sintiendo no pudiera apuntar bien sus ataques. Tanto fue así que Alice pudo ver un fallo en su guardia...

El desprecio que aquellas mujeres sentían por su propia vida no dejaba de impresionarle. La chica de las agujas había continuado luchando a pesar de estar mortalmente herida, y en ningún momento había hecho ademán de salir huyendo. Y ahora, esta se rajaba el cuello delante de ellos. ¿Lealtad, o fanatismo?

La mano de Alice tanteó algo, y en su rostro se dibujó una sonrisa

Suerte con eso

Acto seguido, el cáliz lleno de vino que antes estaba sobre la mesa derramaba su contenido sobre los ojos de la asesina

Mani giró su cuerpo y sus cabellos trataron de cortar el vino, casi por acto reflejo. Obviamente, sólo lograron salpicar más la zona y hacer que tanto el traje de Xerine como su ropa estuvieran salpicados por motitas del granate líquido. Aunque en el caso de Alice se mezclaba con la sangre.

El resto del fluído cayó al suelo, esquivado limpiamente por la asesina.

Alice aprovechó el momento de despiste de su contrincante para subirse, de un salto, sobre el altar, tirando algunos de los objetos que aún quedaban sobre él al suelo. Rápidamente se encaró con su enemiga, alzando las dagas en posición defensiva

Vamos, ven a por mí

-Es lo único que deseo.

Mani volvio a la carga.

Nahia había visto todo desde atrás, las cosas habían sucedido demasiado rápido, Quint, su padre..y de pronto ¿aquella mujer se quita su propia vida?

Debía reconocer que aunque sorprendida y algo confundida una mueca parecida al inicio de una sonrisa había conquistado sus labios cuando su padre había acabado con aquella mujer, y un sentimiento de tranquilidad acogió a su corazón tras ver que ella misma decidía como acabaría su historia.

Pero ¿que le pasaba? no estaba bien sentir aquello, era una persona igualmente. Tanto tiempo con Xerine que empezaba a sentir como ella. Y sin embargo, aunque había envidiado aquella falta de ¿Humanidad? Sí, era humano sentir pena por otros, creer que dentro de ellos podía haber algo que...y aunque no fuese así, habían nacido de una madre, formaban parte de un todo.  ¿No?

Meneó la cabeza. La realidad se descubría cual sucia prostituta ante sus ojos, ellas habían matado a Julius, y ahora su familia y compañeros e incluso ella misma podían estar en peligro después de lo que habían hecho.Serían humanos y merecerían vivir, pero si había que elegir, ellas habían decidido primero.

Sin moverse aún de su posición y mientras el resto centraban su atención en a suicida ,Nahia, metió la flauta en su funda y dejó la daga en el suelo. Se quitó el maletín de su espada y sacó de él el violín. Cerró los ojos e intento ver a través de las paredes, escuchar más allá de las voces de la habitación, sentir la presencia de una sombra que quizás hacía tiempo que había dejado de ser percibida.

Aquel violín hacía tiempo que deseaba ser oído. La mano de la joven se deslizaba por las cuerdas, el arco acariciaba aquel instrumento que hoy se mostraba presumido ante el público.

Sólo un poco de suerte.....

Los cabellos de la asesina barrieron el altar, y solo un último movimiento reflejo de Alice consiguió salvarla del mortífero ataque. Dando un salto hacia atrás, cayó al suelo de forma algo brusca, quedando agazapada entre el retablo y el altar con las manos y pies aún apoyados en el suelo, conservando el equilibrio por muy poco. Ese combate la estaba forzando al límite, y solo gracias a sus reacciones instintivas podía salvarse, aunque por muy poco, de lo que de otro modo serían cortes fatales. No podría aguantar mucho tiempo más así...

Dos nuevas amenazas la sacaron de sus pensamientos. Uno de los cortes le pasó rozando junto a la cara, llevándose en el proceso unos pocos cabellos que flotaron frente a sus ojos durante unos fatídicos segundos. El otro impactó contra el retablo, destrozando un par de figuras de los apóstoles sin apenas esfuerzo. Los trozos de madera cayeron sobre Alice, que no tuvo más remedio que cubrirse la cabeza y apartarse unos pasos, hacia la parte derecha del altar, dejando su flanco descubierto. Cuando se giró, Mani se disponía a aprovechar el hueco en su defensa...

Quint estaba demasiado ocupado intentando mantenerla con vida para darse cuenta de lo que en realidad pretendía la asesina. Para cuando sintió la presión sobre la hoja ya fue demasiado tarde para retirarla, y un cálido chorro de sangre le bañó la mano.

El cazabrujas se levantó lentamente, sacudiendo la daga para que cayera la sangre, y sin decir palabra guardó las armas y recogió un pesado recogedor de ceniza que había junto a la chimenea. Y la ira dentro de él explotó con toda la violencia que había reprimido hasta ese momento. Juntando todas sus fuerzas y descargando todo su peso con cada golpe, Quint dejó salir su rabia a golpes contra el cadáver, destrozando una gran cantidad de huesos y haciendo que la cabeza estallara como una sandía madura que se cae de una mesa.

Cuando acabó, unas tímidas gotas de sudor recorrían su cara. Lanzó con desprecio el recogedor ensangrentado a una esquina de la habitación y salió de la casa. De camino a la iglesia, hizo una parada para recoger las ropas del sacerdote y darle la noticia a Julius.

-Una menos, amigo. Una menos.

Ni Faliar pudo mirar cuando Quint entró en ese frenesí de golpes sin sentido. Matar humanos, aunque se lo merecieran como era el caso, le provocaba desazón, pero aquel ensañamiento ya le parecía detestable. Entendía que Quint estaba furioso y que necesitaba desahogarse, pero de todos modos... no era necesario

Cuando se marchó en dirección a la iglesia, siguió tras él. Se detuvo al lado del carro, y antes de continuar, le hizo una pregunta

- Quint, ¿de verdad estabas dispuesto a negociar con ella?

Quint le miró fijamente, impasible.

-¿De verdad crees que la iba a dejar salir con vida?

Faliar se frotó las sienes

- No, supongo que no. Perdona, era una pregunta estúpida.

Quint se dio la vuelta y siguió andando hacia su destino.

-Esa zorra mató a Julius. Y yo mataré a todo aquel que tenga relación con ella.

Un destello verde surgió justo detrás de la atacante de cabello implacable. Y ese destello era Conrad arropado por lenguas de flamígera esmeralda, que había desaparecido de su anterior posición, y en aquel instante, nada más aparecer, el cartógrafo ya estaba enviando la punta de su acero al encuentro con la carne de la asesina.

- ¿Eso incluye a Alice?