Partida Rol por web

"Dios vos pague el vuestro acorro, señor" te agradece la anciana, y entonces se levanta y toma al niño más pequeño con una mano y le da la otra a otro niño. "Venid, niños, aqueste hombre nos llevará a un sitio meior."

Aprovechas mientras tanto para echar un vistazo alrededor, pero como no puedes entrar descaradamente en las habitaciones, no puedes ver más que las que tienen las puertas entreabiertas. No obstante, estos pobres sirvientes no deben tener consigo grandes riquezas. Tampoco ves ningún palo más que el del niño que juega con él, aunque es demasiado delgado.

Simplicio anda contrariado pues no esperaba que la vieja le hiciera caso. De todos modos tampoco es malo de suyo ayudar a cinco niños y a una abuela a salir de una situación apurada. Mientras procurará sacarle información, a ver si el susto y el verse apurada ayudan a soltarle la lengua.

Tal vez ayudarla podría inspirar su ingenio, y sacar tajada de la situación.

-Vamos, traed acá a ese par de zagales, que los apañe bajo el brazo.

¿Agüela sabéis algún refugio donde echar el rato y esperar que amaine la lumbre?

¿Quienes sois, pues no parecéis hija de marquesa ni serlo tampoco, cual es la vuestra familia?

¿Creéis por ventura que las mazmorras sean buen sitio para esconderse, por estar en lo bajo,  pues sabido es, que la lumbre sube al alto y no baja a lo bajo?

¿Que sabéis anciana, de las acontecimientos de aqueste castello?, Pues dícese que hubio muertes y suicidios, y preñamientos no buenos?

¿Conocéis a Esteban, que buenas daisme de el podéis?

¿ y del infante y del señor del castello sabéis darme razón?

Por el camino, mientras salís del edificio y os dirigís al patio de armas, la anciana te va respondiendo a tus preguntas:

"Pos lo más lejos de la lumbre que se pueda. Al mesón del Pedro habríamos de ir por que estuviéramos más acorridos."

"Non quiso Dios, non, darme en grazia nobleza, mas sí me bendixo con un buen marido, que en paz descanse, et con muchos et buenos fijos, mas todos soldados. Ellos me truxeron al castiello tiempo ha, por que enseñara bien el mi oficio de lavandera et quedara a la paz de Dios cuando ya non me quedaran fuerzas, mas aquestas entoavía me valen pa curar de los nanos."

"A las mazmorras, por Dios, non nos llevaredes, que escuras son como la Muerte et asaz cercana la he como para me meter ya toda en ella, et non sé si sabe la lumbre baxar, mas non quiero me fincar allá para sabello cuando non podamos salir. Llevadnos al mesón, si non es molestia grande, buen mozo."

Mas no le da tiempo a la venerable mujer responder a más preguntas, pues cuando habéis atravesado la puerta que da paso al patio de armas, os encontráis con unos invitados inesperados: unos tipos armados con armas variopintas, algunos protegidos con cuero, otros con metal, que se están colando por los agujeros de la parte de la muralla que vosotros debíais reparar. Dentro ya hay más o menos una docena, y siguen entrando sin que nadie del castillo se haya dado cuenta, ya que todo el mundo tiene puesta su atención en el incendio. No estás seguro, pero es posible que aún no te hayan visto.

Guela, vos sabeis mejor que yo el sendero, partid presto et rezar por me.

Dicho lo cual, Simplicio, decide salir a la carrera, en dirección contraria a los nuevos invitados. Procurará hacerlo sin que le vean, y hacia dentro de las mazmorras.

No hago  la tirada, salgo corriendo.

Iré a la de la torre de donPedro.

¿ de donde saqué esta información?

....Recuerda que allí ya no está Mateo (lo llevaron a la torre de don Pedro) ....

Creo que para ganar tiempo y buscar inspiración divina, me vuelvo a vigilar el parto  del nieto de Sancho.

Pasan lentamente los minutos en vuestro encierro y todo sigue igual. Lo único que empiezan a cambiar son vuestros planes. ¿De verdad os conviene esperar allí a que regrese Genoveva? Si es cierto que ella mandó a esos hombres a mataros, ahora mismo seríais dos cerdos esperando a ser sacrificados en el matadero. ¿Por qué correr ese riesgo?

Elvira aún vigila la puerta de vuestra habitación; lo sabéis porque de vez en cuando la oís hablar en voz baja con Leonor. Ahora ellas tienen vuestras armas... y no son unas mujeres cualquiera: ellas solas han sabido ocuparse de dos tipos armados bastante rudos. ¿Cómo podréis salir de esta?

No hay trampilla alguna en esta habitación, no hay ventanas... solo un candil encendido impide que os envuelva completamente la oscuridad, y un catre os sirve de asiento. El techo reforzado con vigas de madera tampoco parece una alternativa factible de fuga. Sois los tristes prisioneros de cuatro putas que primero os han salvado y ahora aguardan a que llegue vuestra verduga.

Aunque es mucho peor estar encerrado en las mazmorras de un castillo. Y vosotros ya sabéis lo que es eso. No puede ser tan difícil salir de esta situación, si ya habéis salido de otras peores. No puede ser que vuestra vida termine aquí, asesinados por unas mujeres que viven en una cabaña en medio del bosque. Algo podréis hacer para evitarlo. Miráis atentamente el fuego del candil, como si en él se encontrara la respuesta...

Lentamente, abro un poco la puerta, para mirar por la rendija que quede. Mi idea es comprobar cuan vigilados estamos. Aunque no se me dé muy bien, es posible que pueda convencer a las dos de que somos inocentes... O intentar escapar directamente...

En el limitado ángulo de visión que te ofrece la rendija, solo ves a Elvira sentada en una silla frente a la puerta, haciendo guardia mientras pela y se come una naranja gajo a gajo, sin soltar su cuchillo; pero sabes que Leonor debe estar cerca porque escuchaste su voz. Deben haber encendido un candil, ya que está oscureciendo y la luz solar ya no es suficiente para iluminar la casa.

—Creo que deberíamos intentar algo para que nos liberen. Tal vez podamos convencerlas de alguna manera para que nos suelten —comento a Ventura en un susurro, al ver que estamos vigilados—. ¿Se os ocurre algo? Yo no soy muy bueno hablando, pero puedo intentarlo...

Cuando digo esto último, recuerdo el incidente de Ventura y porque estamos aquí. Tal vez, aunque no sea bueno, tengan mejor idea de mí que de Ventura.

"Proceded, Ruperto, no creo que lo hagáis peor que yo; bastantes sospechas he levantado ya entre ellas al matar a ese tipejo."

—Muy bien... —es lo último que digo a Ventura antes de abrir la puerta y salir por ella.

Una vez estoy fuera, digo a nuestra captora—. Perdonad, pero... ¿No creéis que llevamos ahí dentro demasiado tiempo? Creo que hemos demostrado que no tenemos malas intenciones...

Elvira se levanta de un salto en cuanto sales por la puerta, aferrando su cuchillo y apuntándote con él.

"Vuelve a entrar ahí si non queredes que te saque las tripas et te las sirva en un canasto."

A unos pasos de ella está Leonor, que estaba sentada en uno de los cojines y se ha puesto de pie rápidamente, mirándote con desconfianza.

Sin embargo, está claro que aquí la que tiene la voz cantante es Elvira, y que es a ella a la que debes convencer de que os deje libres.

No hay nadie más en el lugar; seguramente las otras dos putas estén en las habitaciones, y en medio de la zona de los cojines hay un candil, y otro más en la parte de la cocina, como dos únicas luminarias.

Ventura asintió a Ruperto cuando este se dispuso a dialogar con las vigilantes. Mientras el muchacho intentaba, sin mucho éxito, convencerlas de las buenas intenciones Ventura observaba el candil con fijación.

—Quizá... —murmuró y acto seguido se levantó y cogió el candil de la habitación en la mano y se acercó a Ruperto con ánimo de dar lago de luz.

—No quiero haceros daño. Además, estoy herido, y no quiero escapar... Pero creo que hemos pasado demasiado tiempo ahí, y que hemos demostrado que no tenemos malas intenciones. Por favor, dejadnos marchar. No sabemos nada del resto, y si no han venido ya, es que puede que les haya pasado algo...

No soy muy bueno convenciendo, pero espero que al menos la puta tenga ganas de hablar... O de escucharnos. ¿Por qué sólo me pasan cosas malas?