Menudo ataque, pensó... - YO no caERé hoy UNRIR - La voz mecanizada de Nickar se escuchaba tal vez más breve que antes, pero en esta ocasión era reconocible como la clase la tiflin - Él cree quE ERES INjusta - en esta ocasión el sonido mecanizado recordaba el habla de Cisco, pero las palabras no acababan ahí, una voz que salía de cada enganaje añadió sus propios pensamientos, ni Nickar, ni Cisco le impedirían hablar por si mismo, con ellos, el constructor era libre por primera vez de contar su verdad - NOSOtros cree que NO es SOLO mueble, me creasTEIS PARA cusTODIAR Y abandoNASteis EN el TIEMpo cuaNDO CREÍSTEIS no neceSITARME, YO y tú me HAN DAdo motIVO de existIR, VOSOtros me desheCHASTEIS, ahora se QUE ENCERRAndo dioSES ARREbatáis el poder que RECIbirían elos DE SUS creyentes, Solo sois SANGUIjuelas de diosES - El estallido de sus siseos desapareció, tal vez porque le faltaban engranajes que le potencian.

- yo Te ASEgura que SI PODEmos, más dioses SERÁN LIBERAdos, vuestra CODIcia de POder y poSEER a los CREyentes de otros DIOses llega A su fin, si queréis PODER, ganároslo - de nuevo la voz de Nickar se manifestaba. Indicando con un apéndice mecánico a la diosa.

¡Libre! ¡Libre al fin! Había liberado a su Diosa, y no podía estar más contenta con ello. Por desgracia, ahora venía lo que, una vez más, ella se había esperado que pasaría. Sus amigos la habían seguido hasta abajo... pero no había salida de allí. Pero no tenía ya uso lamentarse, no tenía uso pensar el qué hubiera sido si. Ni siquiera tenía uso maldecir a Pain por dejarlos tirados, eso era normal en él. No tenía control en Pain, ni tampoco lo tenía (ni lo quería) sobre las libertades de sus compañeros. Ya fuera por tener el mismo objetivo con otro Dios, ya fuera por querer seguirla y ayudarla, ya fuera por lo que fuera, habían decidido venir y sabían el peligro que correrían.

Quizás Lythrai no habría podido llegar hasta allí sin ellos. Quizás ellos no pudieran salir sin ella. La situación era casi imposible: una divinidad quería castigarles, y estaban en lo más profundo de Arokham, sin el apoyo de sus divinidades, además de que Nickar y Cisco parecían por alguna razón fusionados con Kusanagi. Era una situación donde tenían todas las de perder. Sin embargo, Lyth estaba sonriente. Emocionada. Determinada, inspirada por su divinidad. Empezó entonces a responder la pregunta de Hazir. "Hay una manera de salir. No puedo teleportarte tan lejos como Pain..." Lyth levantó la mano haciendo que su sombra de Lyth comenzase a elevarse del suelo. "Solo puedo empujarte unos veinticinco pies..." gesticuló un empuje con la mano. "...Aunque puedo teleportarte hasta mi desde el doble de lejos." gesticuló el coger algo con la misma mano y tirar hacia ella. "Así que básicamente no nos queda otra que correr por el camino más rápido. Imaginate que eso de ahi..." señaló al golem gigante, concretamente a su pierna. "...son las faldas de una montaña. En lugar de trepar la pared..." la sombra comenzó a canalizar magia entre sus dedos. "Correremos por la montaña."

Acto seguido la sombra les teletransportó a ambos lo más lejos posible sobre la pierna de Kusanagi, y acto seguido Lythrai echó a correr por las faldas de aquella 'montaña' si es que se le podía llamar así a la pierna del Forjado. No se olvidaba de Nickar y Cisco, que por alguna razón extraña casi por fortuna, ellos estaban ya 'arriba'... ¿dentro? del forjado. Si la mercenaria conseguía salir por el agujero podría atraerlos a los dos. Solo le quedaba rezarle a Shar por que el proteger a Kusanagi hubiera sido para que éste luego los protegiera a ellos.

Mientras Hazir y Lythrai corren por Kusanagi, éste despliega las aspas de su espalda. Están destrozadas pero el magnetismo reparador comienza a hacer efecto atrayendo piezas hacia el axim. Lo primero son las aspas y la cabeza, que trae consigo a un inconsciente kobold. Sin embargo, aunque las aspas son reparadas, la cabeza está demasiado lejos y no llega antes de que Unrir neutralice la magia de la máquina. Sus arreglos cesan abruptamente y las piezas se deshacen y caen por todas partes. Cysco queda libre de sus ataduras de metal y su cuerpo pasará muy cerca de donde se encuentra Hazir¹.

La inercia lleva la cabeza hacia el cuerpo de Kusanagi mientras éste comienza a elevarse por el giro ensordecedor de las aspas. Los presentes podéis ver el esfuerzo en el rostro de Nickar a través del pecho destrozado.

Lythria, sabes que tus conjuros no pueden llevarte hasta arriba, pero ahora, con Kusanagi alzándose, quizá haya una posibilidad. Al mirar hacia arriba ves las aspas girando a gran velocidad, moviendo todo el aire de la estancia. Al mirar hacia abajo puedes ver cómo Unrir prepara su siguiente ataque.

De pronto, el cuerpo de Kusanagi se modifica, sus engranajes giran y absorbe a todos los que trepan por él² y los proyecta hacia su pecho, junto a Nickar. Kusanagi... el Axin, expulsa a Nikcar de sí y usa todas sus partes para formar un escudo en su espalda (incluidas las aspas) cuando tiene la suficiente inercia como para llegar hasta la abertura.

Sois conscientes de que, cuando el ataque de Unrir choque contra Kusanagi, si éste consigue resistir, saldréis proyectados hacia la salida, hacia el agujero en el que Pain aparece y queda agarrado al borde. La velocidad a la que saldréis proyectados es incierta³. Tampoco si entraréis por el agujero limpiamente o si no os atravesará la metralla de lo que quede de Kusanagi.

Sientes como tu conciencia se fragmenta, se divide. Pierdes la mente de Cysco y la de aquello más antiguo para volber a ser Nickar. Sólo Nickar. Aún estás sobre su pecho con una irrefrenable sensación de pérdida. -¿Se está sacrificando o se está protegiendo?-. Todas sus partes se concentran en la parte trasera. Incluso aquellas que te mantenían conectada a él.

Lythrai era como una explosión de luz en una habitación oscura, como un amanecer dorado tras las dunas. A pesar de que la situación distaba mucho de ser la mejor en la que se podía estar, la mercenaria parecía feliz, feliz por completo, sonreía como si todo fuese perfecto y los problemas, una nimiedad. Si Hazir hubiera necesitado más pruebas de que la Fonn'Aster era de los suyos, ahí habrían estado: era una explosión de color, una vitalidad arrolladora, un desenfreno sin trabas. 

Y, como siempre, tenía un plan. Por supuesto, no había liberado a su diosa e incluso blandido su mismísimo poder para quedarse allí inactiva o ceder al miedo: sabía lo que tenían que hacer, y por si fuera poco Shar le había dejado de regalo el poder de los dobles sombríos. Hazir la miró con una sonrisa abierta y de pura felicidad enajenada. Su plan era descabellado, demencial, una locura, y también era maravilloso, emocionante e increíble. 

-A por la montaña entonces-dijo, y echó a correr a la sobrenatural velocidad de un luchador de sharkandir. Sus zancadas le impulsaban con fuerza, el aire silbaba en sus oídos, y en un segundo estuvo sobre Kusanagi. El enorme dios de metal empleó su magia y las piezas arrancadas salieron disparadas de nuevo hacia él, como si el tiempo se invirtiera y los daños se deshicieran. Hazir saltó sobre él, trepando y corriendo por el metal, esquivando las planchas y las aspas que pasaban como lanzas a su alrededor, cantando en el aire al cortarlo. Se agachó cuando las aspas de la hélice izquierda pasaron a centímetros de su coronilla, y el aparato se reensambló como si nunca hubiera estado roto. Hazir saltó sobre un eje que volvía a su dueño y lo suó para llegar hasta el hombro, donde se agarró con dedos de hierro al acero y se impulsó hasta quedar de pie sobre la criatura de metal. 

Vio que la cabeza volvía, y se echó a un lado, pues venía lanzada como un proyectil de trebuchet, pero entonces la otra diosa presente abrió la mano, y onda disipadora fue tan poderosa que sintió la magia de su alfanjón y su cinturón titilar por un instante como una llama azotada por una ráfaga de viento. La magia reparadora se detuvo en seco y el metal rebotó por todas partes, pero la cabeza siguió su camino, llevada del impulso que había cogido. En su interior, Hazir pudo ver a Cisco, que se precipitaba sin remedio, hacia lo que claramente era una muerte segura. 

Cisco. Parecía mentira la cantidad de cosas que habían ocurrido desde que conocieron al pequeño kóbold. Parecía que habían pasado años desde que se encontraran en aquella prisión, en aquel comedor lleno de presos como ellos, donde les habló de la Lanza Negra y de su tribu. Donde se había ganado su simpatía, donde habían visto que había algo más en él que un simple animalillo asustado. Habían creído en él, y él había brillado. Ahora no podía dejarle allí, muerto sobre el suelo de piedra de una inmisericorde prisión. Habría sido un desperdicio terrible, un final inadecuado para la gran historia que se merecía. Hazir atrasó el pie derecho, y flexionó las rodillas. No, no quería que el kóbold se matara. 

A pesar de estar en equilibrio inestable sobre el hombro de una máquina medio desintegrada, Hazir saltó, saltó sin miedo y sin dudas, como lo hacía todo en su vida. Giró en el aire, agarró al kóbold, que no pesaba nada en sus brazos, y cayó de nuevo, con los pies firmes sobre el acero curvado del lomo de Kusanagi. 

-¡Agarraos!-gritó cuando comenzaron a elevarse. 

La orden/advertencia de Hazir llegó al tiempo que el cuerpo del Axim los asimilaba dentro de sí y subían hacia arriba. No es que el coloso de engrananes y metal los estuviera protegiendo -quizá la conciencia de Nickar tuviera esa intención-, lo que realmente ocurría es que estaba retrayendo todas las piezas, las que le quedaban, hacia su espalda en un rápido intento de crear un escudo que absorbiera el impacto de la diosa y le permitiera salir de allí.

-Mortales jugando a ser dioses. ¿Creéis que os habéis acercado al poder? No tenéis la más mínima idea.- Alzo el mentón, cierro los ojos. Mis cabellos comienzan a brillar, de mis ojos emergen rayos de luz blanca. Mi piel se raja deshaciéndose en pequeños pedazos de luz que se extienden por la estancia. Librando mi fuego, completamente blanco. Librando mi consciencia, el poder capaz de romper las reglas de la creación.

No hay más palabras, pues no existe lengua capaz de narrar los efectos. Recordarán que fueron bañados por el fuego de Inspiración. -¿Muerte? No, no moriréis. No dejaré que vuestros dioses reciban vuestras almas... jamás-

Pain
El fuego blanco os alcanza en violenta sacudida desintegrando el cuerpo del Axim. La máquina, creación corrupta y obsoleta, es consumido. Así como aquellos que encierra en su interior. Tensas tus músculos y te aúpas. Agarras los escombros para salvar el hueco antes de que el golpe final te alcance. Ruedas por el suelo, que se agrieta debajo de ti. Todo está temblando. Miras hacia atrás y adviertes que eres capaz de coger a uno de ellos, de sacar a uno de aquellos afortunados de las llamas la luz. Aunque también podrías dar un puñetazo a alguien, devolverlo abajo impidiendo cualquier opción de salvación o, simplemente, no perder más tiempo y correr hacia la salida.

Nickar
La luz consume el metal sin explosión, sin empujaros hacia la salida. No es suficiente la inercia como para que lleguéis al hueco y la magia ha sido neutralizada. No hay escapatoria. Kusanagi deja de existir, deshaciéndose, destrozándose irremediablemente. Miras hacia atrás y es entonces cuando ves tus alas bañadas de una fina capa de metal, con siluetas de engranajes y puntas afiladas -Aún puedes volar. Eres la única que puede-. Sólo tú puedes salvar la distancia que os separa del hueco por el que ya ha trepado Pain y puedes llevar a uno sólo de ellos. Sólo a uno.

Aquella era, posiblemente, mi última oportunidad de redención. Tenía al alcance de mi mano a uno de ellos, a cualquiera. Hazir, que me había guiado hasta allí, un improbable aliado que, sin embargo, había demostrado su valía. Lythrai, la que en principio había llegado allí para ser mi compañera, el azote de mi antigua orden. Cysco, esa maldita lagartija a la que había salvado en la prisión, y que se había terminado por convertir en una espina clavada en mi carne. Y Nickar... ¿Qué podía decir de ella? Esa pequeña demonio había sido un incordio, tan orgullosa como insignificante; la había otorgado el don del sufrimiento y había llegado lejos, más de lo esperado. ¿A quién tendría que salvar?

¡¡¿Pero que?!! Las piezas de Kusanagi se desintegran, y no es justo, aquel magnífico constructo merecía vivir, no sólo era un artefacto con el que los dioses debieran jugar, era para Nickar otro valioso compañero. Un preciado aliado que pese a caer incluso le había dejado en forma de recuerdo algunos engranajes fundidos en sus propias alas.

Nadie podría saber si entre la luz de la inspiración calló una lágrima por la mejilla de la ciclón o sólo era una pizca del metal que se esfumaba. Aunque llorar por lo ocurrido no tenía cabida en su haber, actuar era más importante que lamentar lo ocurrido.

No sabía bien cómo funcionaba ese poder de su compañera, casi lo vio de refilón y esperaba que su interpretación del mismo fuera el correcto, en su inercia vertical, cogió el brazo de Lythrai y prosiguió su vuelo hasta el borde del agujero sentando a su compañera en el borde - si puedes transportarles aquí arriba hazlo...

Su aspecto, era el de siempre, una tiflin sana con su rostro algo apático, con un regalo a modo de alas semiconstructas que mezclaban su hermosa forma endiablada con una magnífica semicoraza de placas y engranajes, parte de Kusanagi siempre estaría con ella. Esa cárcel era una blasfemia, en Nickar reinaba un sentimiento de perdida, los dioses nomdebían seguir en cautiverio. ¿Inspiración? - no, Indie, no me has inspirado más que un sentimiento de ira hacia tí, quería liberarles desde el principio.

La luz de Unrir surgió como una oleada, un fuego blanco, cegador, abrasador, tan puro que su simple roce limpiaba toda la corrupción; a nosotros, miserables mortales que habíamos mancillado con nuestra presencia el territorio de los dioses. Por suerte, mi privilegiada posición, y seguramente la protección que Cyric me había dejado como último regalo, evitaron que fuera incinerado en el acto.

Allí arriba, observé. La salida estaba cerca, tanto que casi podía sentir el calor del desierto a unos metros. Unos pasos y estaría fuera, libre, más allá del alcance inmediato de la vengativa deidad. Di un paso hacia allí, estaba a punto de echar a correr, pero me detuve en el último instante. Era incapaz de moverme.

Aquella era, posiblemente, mi última oportunidad de redención. Tenía al alcance de mi mano a uno de ellos, a cualquiera. Solo tenía que estirar el brazo...

Hazir, que me había guiado hasta allí incluso sin saberlo, un improbable aliado que, sin embargo, había demostrado su valía. En ningún momento había estado a mi favor, incluso me había abandonado contra las vampiresas, pero aún así, era un gran luchador, salvaje, mortífero.

Lythrai, la que en principio había llegado allí para ser mi compañera, el azote de mi antigua orden. Las cosas se habían torcido rápidamente, pero no la odiaba. Una parte de mi hasta confiaba en ella, en sus habilidades para hacer grandes cosas conmigo, guiada por el camino correcto. 

Cysco, esa maldita lagartija a la que había salvado en la prisión —o que más bien se había unido a mi fuga—, y que se había terminado por convertir en una espina clavada en mi carne. Sus modos habían generado un escándalo en el Matadero y lo que tenía que haber sido fácil, había degenerado en una batalla campal.

Y Nickar... ¿Qué podía decir de ella? Esa pequeña demonio había sido un incordio, tan orgullosa como insignificante; desde el principio me había caído mal, sentimiento acrecentado por la forma en la que había hecho que el enorme guardián de la Necropolis acabara conmigo. Sin embargo, había otorgado a la mestiza el don del sufrimiento y, contra todo pronóstico, ella había sobrevivido y llegado lejos, más de lo esperado. ¿No se merecía un premio?

¿A quién tendría que salvar?

Si, por supuesto. La respuesta era tan sencilla que reí por las dudas. ¿Cómo había podido tener alguna? Tan sencillo... Con la velocidad de una serpiente al ataque, me lancé sobre Nickar. ¿Pero por qué tenía que elegir? También fui sobre Lythrai y su sombra. Sobre Hazir. Y también sobre Cisco.

Salté de mi privilegiada posición para caer sobre Nickar mientras volaba, con los pies por delante, imposible de esquivar a la velocidad que iba. Tomé impulso sobre ella mientras la enviaba de nuevo al calor de las níveas llamas, pero no para salvarme, sino para mantenerme en el aire un poco más y golpear a Layldara y su clon antes de que pudieran reaccionar, clavando mis codos en sus estómagos. Mientras el aire se escapaba de sus pulmones y caían a plomo, también yo me dejé llevar, dando una patada en el rostro al quisasi, rompiéndole la nariz bajo mi bota, y sujetando al ligero Cisco por el tobillo, para llevarle conmigo. Era como debía ser. Como siempre había sido.

Una oportunidad irresistible. El corazón de Pain latió diferente. Bajo la intensidad tras la huida, pareció relajarse cuando hubo tomado la fatídica decisión -realmente, no había elección. No para alguien de su naturaleza-.

Nickar batió sus relucientes alas metálicas y llegó hasta Lythrai sin dificultad pese a lo complicado de la situación. La mercenaria era la única que podría reagruparles fuera y, por tanto, la opción más inteligente para salvarlos a todos. Volvió a sacudir sus alas elevándose por encima de Hazir y Cisco. Tan cerca estaban del borde... Lythrai ya preparaba su conjuro con la esperanza de que la magia funcionara más allá del techo abovedado... y ambas lo vieron. Todos lo vieron. Sereno, desafiante, sonriente, loco sentenciado, Pain saltó en el momento preciso placando a Nickar en dirección contraria quien, a su vez, golpeó a Lythrai y ambas iniciaron el descenso, perdiéndose rápidamente en el fuego blanco.

Hazir y Cisco lo veían todo un poco más abajo, Nickar y Lyth pasaron junto a ellos, el cuerpo de Pain giraba en el aire y les golpea a ambos, más por gravedad que por ataque. -¡Crack!- se escuchó algo al romperse y todos fueron engullidos por la luz ardiente...

Hazir
Sientes el dolor del poder de Unrir con intensidad. Lenguas de claridad se extienden por tu cuerpo aunque no puedes verlas, completamente cegado. Sabes que pronto llegará el impacto fatal contra el suelo.

Golpeas contra el lecho con vértigo. Has tenido una pesadilla. Las sábanas están revueltas y la tenue luz de la luna se filtra por la ventana, acompañada del aroma del desierto, del olor de tu hogar. No te cuesta nada reconocer tu antigua alcoba pese a la oscuridad. Pero no te sientes bien, te sientes extrañamente alerta. Captas el olor de todo lo que te rodea con una intensidad mucho mayor. Tus ropajes, tus perfumes... y oculto entre ellos el de cera derretida, fuego, magia, agua del gran río y escamas. -Algo habían hecho en tu cuarto, hace algún tiempo. ¿A ti?- Podías olerlo todo, pero no era eso lo que te preocupaba sino el ansia, el hambre que desde entonces te ha acompañado. -¿Ha sido un sueño?¿Es un sueño?- pensabas cuando te pareció ver una sombra moverse junto a la ventana. No te dio tiempo a levantarte, a diferenciar la realidad, cuando el brillo de la daga pasó por delante tuya y se clavó profundamente en tu pecho. El mundo se tintó de rojo. Pero justo cuando te ibas a convertir... no ocurrió nada. El hambre desapareció y sangrabas copiosamente por tu abdomen lacerado. La distribución quedó grabada en tu mente. Las cuatro sombras ciñéndose sobre ti después de que la más cercana asestara el primer golpe.

Más filos se desenvainaron dispuestos a arrebatarte la vida sin que puedas hacer nada para remediarlo. Sentieste los cortes, las punzadas de dolor. Sentiste tu sangre manando de tus heridas, al igual que ocurría con toda tu familia.

Pierdes las fuerzas, caes hacia atrás y golpeaste contra el suelo de ébano negro. El sonido fue como el de un ladrillo al golpear los adoquines de la calle. Aterrizaste de espalda, con el brazo izquierdo debajo del cuerpo. Al dar tu cabeza contra el suelo, lo ves todo negro y te quedaste sin aire en los pulmones.

No perdiste el conocimiento. Estabas ahí, tendido, sin poder respirar ni moverte. Piensas que has muerto. Que te has quedado ciego.

Al rato, recobraste la visión, al rato te pusiste a parpadear contra la repentina claridad de la estancia. Te dolía mucho un hombro y notabas el sabor de la sangre en la boca. No podías respirar. Intentaste rodar sobre ti mismo para liberar el brazo, pero tu cuerpo no te obedecía. Te has roto el cuello... la espalda...

Al cabo de unos largos y aterradores momentos, conseguiste dar una bocanada, y luego otra. Exhalaste un suspiro de alivio y comprendiste que, al menos, tenías una costilla rota, además de todo lo demás. Moviste un poco los dedos de las manos, y luego los pies. Funcionaban. No te habías partido la columna vertebral. La caída te produjo tres costillas rotas, una conmoción cerebral leve, un hombro dislocado y la nariz rota. Además de un profundo sentimiento de desasosiego por las visiones que la diosa mandó a tu mente.

Lythrai

Sientes el dolor del poder de Unrir con intensidad. Lenguas de claridad se extienden por tu cuerpo aunque no puedes verlas, completamente cegado. Sabes que pronto llegará el impacto fatal contra el suelo.

A medida que atraviesas el fuego blanco, sientes cómo su luz te inunda, desconectándote de Shar. Neutralizando los dones que ella te ha dado. Pero aguantas... y sobrevives.

Caes hacia atrás y golpeaste contra el suelo de ébano negro. El sonido fue ensordecedor debido a la armadura. Aterrizaste de espalda, con el brazo izquierdo debajo del cuerpo. Al dar tu cabeza contra el suelo, lo ves todo negro y te quedaste sin aire en los pulmones.

No perdiste el conocimiento. Estabas ahí, tendido, sin poder respirar ni moverte. Piensas que has muerto. Que te has quedado ciega.

Al rato, recobraste la visión, al rato te pusiste a parpadear contra la repentina claridad de la estancia. Te dolía mucho la espalda y notabas el sabor de la sangre en la boca. No podías respirar. Intentaste rodar sobre ti misma para liberar el brazo, pero tu cuerpo no te obedecía. Te has roto el cuello... la espalda...

Al cabo de unos largos y aterradores momentos, conseguiste dar una bocanada, y luego otra. Exhalaste un suspiro de alivio y comprendiste que, al menos, tenías una costilla rota, además de todo lo demás. Moviste un poco los dedos de las manos, y luego los pies. Funcionaban. No te habías partido la columna vertebral. La caída te produjo tres costillas rotas y una conmoción cerebral leve.

Nickar

Sientes el dolor del poder de Unrir con intensidad. Lenguas de claridad se extienden por tu cuerpo aunque no puedes verlas, completamente cegado. Sabes que pronto llegará el impacto fatal contra el suelo.

-Es el momento- bajas corriendo, cruzas la calle y llegas hasta la plaza del mercado donde ves, con pavor, cómo es el hijo del noble cae de rodillas. Un icor negruzco sale de su coba. Su mano se abre y la manzana cae, rueda por la plaza y termina a tus pies. -¡Cogedla!- grita el noble siguiendo el papel trazado, cumpliendo el complot para quitarse dos problemas. Los guardias te aferran con fuerza, te zarandean y caes...

...caes en una luz cegadora y blanca. El fuego de Unrir.

Lo atraviesas sólo para ver cómo el suelo se acerca rápidamente a ti -¡crak!-. Tu cuerpo se estrella junto al de Lythrai. Ambas yacéis ahí, en el suelo... pero lo ves todo desde arriba. Puedes sentir tu cuerpo sin vida abajo, también el de Pain que tampoco ha sobrevivido a la experiencia, a la caída. Te identificas con Nickar y, al mismo tiempo, no eres tú. Es entonces cuando te despiertas. -¿Todo ha sido un sueño?- bajas del lecho y tus pies descalzos golpean el suelo. -Un sueño no, has tenido una pesadilla. Soñaste que eras una tiflin llamada Nickar y que un monstruo llamado Pain...- pero en el fondo de ti sabes que aquellas vivencias han ocurrido, han sido reales. Quizá en otro tiempo.

En tu mente queda la visión de Arkhania, la ciudad...

...desde la lejanía.

Fin

Pain

Sientes el dolor del poder de Unrir con intensidad. Lenguas de claridad se extienden por tu cuerpo aunque no puedes verlas, completamente cegado. Sabes que pronto llegará el impacto fatal contra el suelo.

Lo atraviesas sólo para ver cómo el suelo se acerca rápidamente a ti -¡crak!-. Tu cuerpo se estrella junto al de Hazir y Cysco. Todos muertos yacéis ahí, en el suelo... pero lo ves todo desde arriba. Puedes sentir tu cuerpo sin vida abajo, también los cuerpos de los demás que tampoco han sobrevivido a la experiencia, a la caída. Te identificas con Pain y, al mismo tiempo, no eres tú. Es entonces cuando te despiertas. -¿Todo ha sido un sueño?- bajas del lecho y tus pies descalzos golpean el suelo de madera. -Un sueño no, has tenido una pesadilla. Soñaste que eras un asesino llamado Pain...- pero en el fondo de ti sabes que aquellas vivencias han ocurrido, han sido reales. Quizá en otro tiempo.

En tu mente queda la visión de Arkhania, la ciudad...

...desde la lejanía.

Fin