Partida Rol por web

Kusanagi

De regreso en la estancia te sorprende lo grande que eres ahora. Todo está destrozado y te resulta imposible encontrar esas gemas. Sólo la del fénix se reveló ante ti pero te resulta imposible cogerla con tus, ahora, enormes manos.

En cualquier caso, no tienes tiempo. Hasta ti llega el sonido de un fuerte impacto y un gruñido femenino a la par que un estruendo. Quizá aquella criatura se hubiera cobrado su primera víctima, no tenías tiempo que perder.

Tus tobillos giran haciendo perder los pies y apareciendo en su lugar ruedas gastadas que se deslizan por la piedra entre chirridos.

Sigues el rastro de destrozos y pronto das con la criatura. La ves cargar contra otra deidad -¿Loki?- 

Continúas tu avance y, al tiempo que el monstruo llega hasta el dios, tú le atacas por la espalda. Tus hojas se clavan profundamente y giran esparciendo sangre y carne. Pero con la fuerza de los dos impactos el suelo se rompe y os precipitáis al vacío.

Mientras descendéis por la escalinata, un estruendo hace retumbar todo vuestro entorno seguido de otra sacudida que provoca que os agarréis a las paredes.

Estáis a punto de caer cuando cesa. -Hay dioses que se han liberado- 

Escucháis pasos que vienen de abajo y os preparáis para lo peor. Del fondo llegan pisadas que suben con rapidez. Advertís que con las sacudidas han aparecido numerosas grietas en derredor bastante preocupantes (peligro de derrumbe).

Lo primero que veis es uno de los canes del dragón Guardián de Plata en su forma humana. Segundos después aparece portando a alguien herido. -Honny- la luchadora muda y ciega casi está sin sentido. No puede apoyar una pierna y sangra profusamente por una herida en un costado y otra en la cabeza.

-¡Atrás!- Les grito a los insensatos. -Los dioses están escapando y se pelean entre ellos ahí abajo. No hay nada que hacer aquí. Debemos salir pero necesito espacio.- No tengo intención de parar, si no retroceden o se apartan los embestiré.

Segundos después dejo a la mujer ciega en el suelo y, ya con la estancia amplia, recupero mi forma normal. -¡Arriaba!- grito en medio de la transformación. Los perros se suben a mi lomo, ya acostumbrados a esta práctica¹.

Tras ello, con sus garras delanteras y una trasera, os aferra con fuerza y despliega las alas usando su aliento helado para congelar y destruir el techo.

Os va a sacar de ahí.

Mientras va alzándose, descubrís que partes de la prisión se ha derrumbado. Abajo del todo, en una sala destrozada, distinguís cuatro figuras. En el centro, un árbol enorme que, al fijaros, advertís aterrados que está compuesto de brazos y cabezas -Un Hecatónquiros- Tres deidades y un constructo colosal de engranajes, metal y cuchillas le hacen frente.

Yo, Unrir de Arkhania desciendo hasta el lugar en el que ha tenido lugar una de las tres fugas. Aquí han escapado tres deidades. tres más al otro lado y una séptima en el desierto. -¿Qué habéis hecho?- pregunto a los responsables furiosa.

Aún siento los residuos divinos en aquellos mortales. Pero el peor de todos es el Axín que les ayuda. -Antes tú eras un guardián- le increpo.

Te sientes saciado y en paz como nunca antes te has sentido. -Se ha ido... ¿realmente se ha ido?- por ahora no lo sientes en tu interior pero no puedes estar seguro.

De pronto llega aquella mujer cegadora y deslumbrante mientras aún intentas entender qué es lo que acababa de pasar. Sin embargo, no hay tiempo para pensamientos pues no tardas en descubrir que el combate no ha terminado. Hay una divinidad enfurecida y sólo tenéis un arma contra ella (o un escudo para la huida)... Kusanagi.

Te sientes en paz, satisfecha como nunca antes te has sentido. -Se ha ido... ¿realmente se ha ido?- por ahora no la sientes en tu interior como antes pero, al mismo tiempo, sientes a Shar contigo.

De pronto llega aquella mujer cegadora y deslumbrante mientras aún intentas entender qué es lo que acababa de pasar. Sin embargo, no hay tiempo para pensamientos pues no tardas en descubrir que el combate no ha terminado. Hay una divinidad enfurecida y sólo tenéis un arma contra ella (o un escudo para la huida)... Kusanagi.

Te sientes saciado y en paz como nunca antes te has sentido, y al mismo tiempo furioso. -Se ha ido... ¿realmente se ha ido?- por ahora no lo sientes en tu interior pero no puedes estar seguro.

De pronto llega aquella mujer cegadora y deslumbrante mientras aún intentas entender qué es lo que acababa de pasar. Sin embargo, no hay tiempo para pensamientos pues no tardas en descubrir que el combate no ha terminado. Hay una divinidad enfurecida y sólo tenéis un arma contra ella (o algo que la entretenga para la huida)... Kusanagi.

Los dioses se han marchado al tiempo que cumplían el cometido de destruir el Hecatónquiros. -¿Sería el responsable de su cautiverio?- 

De pronto llega aquella mujer cegadora y deslumbrante mientras aún intentas entender qué es lo que acababa de pasar. Sin embargo, no hay tiempo para pensamientos pues no tardas en descubrir que el combate no ha terminado. Hay una divinidad enfurecida y ahora sólo estás tú para hacerle frente. Lo sabes. Como también sabes que sólo necesitas una chispa más, un golpe que te destruya para poner en marcha los engranajes que te conviertan en algo diferente, algo mejor.

Necesitas que Unrir te ataque a ti y dé una oportunidad de escapar a Lythrai y Hazir (¿Y Pain?).

- SOmos-hhhhgfffggg un guARDIan - la bocanada de humo de su boca al sisear al final de una palabra, salía más tronadora que antes, la recién llegada había decidido hablar en vez de atacar, cosa útil para las personas presentes y Pain, si no consideraba a Pain como persona, dudaba de hecho si lo era.

- guardo a quienes-HHHGHHHGGG importan, ¿ENCErrar a DIOses-hhggghghgffgf? Sin ellosS-GhGGFFFgghh YO no podRÁ ser DIOsa, munDO PAra toDOS-Fffgggghhhhssssn pero tú maniPULAS-FGGGGSSSHHH UTIlizas-SSSGHHHGHHH a yO, a TÚ, a nosoTROS-FGGGGGGSHHHH, incluso A ELLOS-fffggggshhh - ese "ellos" lo hizo señalándose a Yzlin, Hazir y Pain. Pero pareciera más que les cubriera con su mano de cuchillas - encerradoS-FfGFGGHHHHH... DOS-GFFFFFSGGSHHHH inoCENTES-FFFFFGGGSHHHHH DE CADA TRES-FFFFGGGHHHSHHHH - mientras hablaba su boca se abría considerablemente, y sus palabras buscaban provocar a la deidad colocándose en un ángulo en el que no desintegrara a los presentes. Y entonces acabó su frase - SENTENCIADOS-¡¡¡FFFFUUUUUUUOOOOOOOGGGGGSSSSHHHHHH!!! - un cono sónico levantaba el suelo en dirección a Información, sabía que sus ataques no le alcanzarían. Pero podía obligarle a buscar evitar el daño "de sus palabras".

Dar una opción de huida de los presentes, no entendía que sus deidades les hubieran dejado en ese momento.

- nyejeje - una risa sonaba cuando el mortífero sonido se apagaba, "tú y nosotros" reían en unión a un momento chistoso que pasaba por la cabeza de "Yo", ¿que diría Pain cuando se enterara de quien le estaba protegiendo?

Cyric... Me había abandonado. Aquél grotesco ser me lo había arrebatado, dejándome vacío, insignificante. No, no me lo había arrebatado, Él se había ido, por propia voluntad. Se había escabullido. Me ha traicionado. Y aunque la diferencia era importante, el resultado era el mismo. Volvía a ser yo mismo y nada más. Pain, a secas. Mortal, débil —ahora que conocía el verdadero poder, lo sabía—, carente de significado.

¿Qué se suponía que tenía que hacer ahora? ¿Cuál era mi propósito? Había atacado a los vampiros porque Vannegar no me caía bien. Había ignorado a Gerkashan y sus demonios porque los despreciaba. Los Scahrossar —los que quedaban— eran unos ineptos que no habían sido capaces siquiera de matarme, por lo que no merecían mi respeto. Y sin el Sol Negro, ya no tenía ni un vínculo con los otros dioses —Rojo llevaba rato sin hacer acto de presencia— ni tampoco un futuro como cabeza insigne de su Iglesia. Estaba atrapado allí, perseguido por una deidad, tras aquél "guardián" que no duraría ni un suspiro, y acompañado por esa pareja de idiotas que no hacían otra cosa que meterse en líos. Estaba completamente seguro de que, si me quedaba, acabaría muerto, y ellos dos se salvarían de alguna maldita manera, como siempre.

—Pues esta vez no —gruñí en voz baja.

Tenía que cambiar las cosas, hacerlo mejor. Había quemado demasiados puentes, incluso para lo que era habitual en mi. Ahora lo veía claro; las cosas a las que me enfrentaba estaban muy por encima de mi nivel. Yo podía ser uno de los hombres más letales que conocía, pero al lado de aquellos seres, de aquellos monstruos, no era absolutamente nada. Una hormiga aplastada bajo la bota de un gigante. No, no, no, no... ¡No, no! Una parte de mi quería negar lo innegable, pero era así. Tendría que estar ciego para no verlo. Tengo que solucionarlo. Y el primer paso era escapar de allí.

—Suerte con esa —dije encogiéndome de hombros, y parecía hasta sincero.

Me di la vuelta, mirando a mi alrededor, las paredes, el agujero en el techo, mi salida, y asentí. Ya sabía como irme.

Desaparecí del sitio, dejando atrás solo sombras, para aparecer casi cincuenta pies por encima, en la pared. Tomé impulso, me elevé un poco más, vislumbrando la salida, y entonces volví a desaparecer, para aparecer más arriba, en el aire junto al hueco que daba al pasillo. Durante un instante parecía que iba a caer, pero sabía lo que hacía, y con un movimiento ágil logré agarrarme al borde. Que poco me quedaba.

Una luz cegadora sale de Unrir dirigida a Kusanagi. El único ente presente capaz de hacerle frente. El poder irradia de ella estrellándose contra la máquina con violencia. Trozos de metal y engranajes quedan esparcidos por la estancia. La cabeza de Kusanagi ha salido volando destrozándose y revelando el cuerpo de Cisco en su interior. En su pecho destrozado puede verse a Nickar, aunque con las partes mecánicas que sostienen y se introducen en su cuerpo no parece ella.

Kusanagi ha quedado en las últimas. Casi ha sido destruido por completo. La mayoría de sus armas, filos, miembros y demás partes mecánicas han salido volando como proyectiles en todas direcciones... pero aún tiene fuerzas para contrarrestar y lo hará con un ataque que aquella diosa no pueda contraconjurar ni tenga resistencias divinas. Kusanagi aún conserva partes que pueden emitir un potente chirrido dirigido a la divinidad.

Hazir solo veía imágenes, sonidos dispersos, se sentía lejos, muy lejos de todo, atrapado en una profunda cueva lejos de sí mismo, del mundo. Era como si una montaña se hubiera caído sobre sus hombros y a duras penas encontrara siquiera espacio para respirar, mucho menos para salir de allí debajo. Se seforzaba por ver, y a veces veía algo: una sombra, un destello, una criatura tan alta como un palacio, repleta de grotescas extremidades, luchando con cien espadas contra criaturas de aspecto terrible, de arcaico poder. Pero era como sacar la cabeza fuera del agua lo justo para respirar antes de que las frías aguas tirrarn de nuevo de él para volver a hundirle: a penas tenía tiempo de vislumbrarlo antes de volver a caer, de volver a quedar hundido y enterrado dentro de su propia mente. 

Aquello no se parecía estar poseído ni nada por el estilo: no era una presencia que compartiera su mente, no era un intruso en su casa: más bien era un gigante que hubiera echado la puerta abajo, hubiera tomado la casa y le hubiera encerrado en el sótano bajo siete llaves. Hazir no podía salir más que para asomarse muy brevemente a sus sentidos de vez en cuando, ver las escamas verdes brillando de poder, sus dientes y su alfanjón destrozando al ser abominable. 

Hazir se revolvía con toda su fuerza, pero no era nada contra el poder del dios. Trató de ver una vez más, y pudo entrever cómo el ser de cientos de brazos explotaba en una bola de sangre que lo bañaba todo. Esta vez, Sobek no le envió de una patada de vuelta a las profundidades de su mente, porque su atención estaba puesta en otra cosa. Hazir sintió que se encogía aún más, que se acurrucaba dentro de la consciencia del dios, porque lo que había ante él era más antiguo y poderoso que el propio tiempo. Hazir sintió la ira de Sobek, una ira que era inabarcable e infinita como el mar, como el desierto. Pero poco pudo hacer contra aquel ser. Tras palabras que, medio aplastado y aturdido por el dios que ocupaba su mente, no entendió del todo, se desmayó, a tiempo de ver cómo el dios cocodrilo era absorbido por el agujero cósmico que a Hazir le producía vértigo. 

Y de pronto, ahí estaba, sobre el suelo manchado de icor divino, con su equipo milagrosamente intacto y su alfanjón en la mano. Se tambaleó, a punto de caer, y logró mantener el equilibrio a tiempo de quedarse de pie. Trató de volver a conectar con su cuerpo, de flexionar sus músculos y sentir su fuerza, que solo le pertenecía a él. Nadie en su cabeza, nadie aplastándole. La montaña que le aprisionaba había desaparecido. Hazir miró a todas partes, ahora sintiéndose libre de nuevo, y los olores y los sonidos se desplegaron ante él de nuevo. Rió, una carcajada pura, de libertad, y agarró con ambas manos el arma. 

Por desgracia, al recuperar sus sentidos, fue consciente de que la situación no era lo que podía considerarse óptima. Unrir, una diosa en todo su poder, descendía sobre ellos, y parecía muy enfadada, tal vez porque hubieran entrado en su prisión de deidades y hubieran liberado a unos cuantos. Tampoco podía decirse que no tuviera motivos. 

Aquello era bastante malo para ellos. Un vistazo le reveló que el único dios que quedaba era un desmejorado Kusanagi, que parecía herido, y Pain y Lythrai estaban de nuevo en forma humana, que se antojaba insignificante ante los titanes que habían visto (y tenido dentro). 

-Mmmmm-Dijo tentativamente, tratando de pensar en algo. La diplomacia no parecía ser posible ya, y atraer atención sobre ellos sería mala idea de todas formas. Subir era imposible, la abertura estaba muy arriba, en el centro de una cúpula que no podía escalarse. Y en ese momento, Pain desapareció. Empleando no sé sabía qué artes extrañas, se teleportó una y otra vez, caminando como una sombra, hasta que desapareció por el hueco. 

-Mmmmm...-Hazir deseó que Pain se les hubiera llevado, pero eso habría sido más raro que lo de los dioses. Kusanagi se enfrentaba a Unrir, pero no era una lucha igualada. De un solo gesto, Unrir envió una explosión divina que Hazir sintió en los huesos, a pesar de que no era el objetivo. Fragmentos de metal roto saltaron por todas partes, revelando a Nickar y a Cisco, conectados a la máquina. 

Solo la magia podía sacarles de allí. Miró a Lyhtrai.

-Layldara, si te queda algún truco de teleportación o movimiento, nunca veremos un momento más indicado que este-le dijo sin apartar la vista del coloso de metal -¿Alguna idea?