Partida Rol por web

Bajo las luces de New York

Electrosand

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06/12/2012, 14:33
Violet
Sólo para el director

Violet llegó temprano a Electro Sand, todavía faltaban un par de horas para la inauguración, pero quería asegurarse de que todo estaba listo para el gran evento. Las discotecas de Asthon García eran conocidas por la calidad de sus espectáculos y la satisfacción de los clientes.

El letrero estaba encendido, recibiría a los invitados con un halo blanco-azulado que los transportaría a otra dimensión, al paraíso en la Tierra, a Electro Sand.

Alguien había sacado ya los cordones de terciopelo azul que servirían para delimitar la cola de invitados, aunque todavía no estaban dispuestos en su posición final. Se alegró de ver que todo parecía bien preparado.

-Hola Paul -saludó Violet al hombre apostado en la puerta- ¿Estás revisando la lista?

-Así es -respondió él, apartando la mirada de los papeles que tenía en las manos-. Todo parece en orden.

-Genial -Violet esbozó una sonrisa, el personal de Electro Sand se distinguía del de otros negocios similares en su gran profesionalidad  y en la pulcritud con la que realizaban su trabajo-. Esta noche todo debe salir a la perfección. Por cierto, ¿podrías hacerme un favor? Cuando esta noche llegue el Señor Dimitri Ibrainovich, déjale que entre con todas sus acompañantes. Ese hombre va a gastarse mucho más dentro de lo que podríamos sacarle por las entradas – Dimitri era un juerguista adinerado, el cliente perfecto para cualquier discoteca. Había que cuidarlo.

-Veré qué puedo hacer -respondió el portero con una sonrisa.

Violet atravesó las puertas y pasó de largo el guardarropas, que en aquellos momentos se encontraba vacío. Continuó por el pasillo hasta llegar a la gran entrada del recinto. Sintió que el corazón le daba un vuelco. Era realmente impresionante. Habían estado trabajando muy duro para que toda la ciudad recordase aquel día y, al parecer, lo habían conseguido.

Ante ella se abría un espacio enorme, engalanado en blanco, azul y algunos toques plateados. La decoración era sobria y elegante, perfecta para un lugar de su categoría. La espectacular iluminación con la que contarían aquella noche haría el resto. Asthon había realizado una gran inversión en focos, bombillas, paneles LED... y había contratado un equipo especializado que había creado una iluminación que se amoldaba a la música que sonaba, potenciando así su efecto.

Bajando cinco escalones llegó a la enorme pista principal. Electro Sand contaba con cuatro escenarios diferenciados y en cada uno de ellos se llevaría a cabo una actuación distinta. Miró al techo, dónde pudo comprobar que ya estaban colgadas las cuatro telas de los acróbatas, dos para cada uno de ellos. Se trataba de un espectáculo lleno de riesgo y sensualidad en el que una pareja danzaría, bajaría y subiría ejecutando decenas de hermosas figuras.

Las dos plantas superiores de la discoteca formaban una especie de patio alrededor de la pista central, por lo que se encontrarían suspendidos a gran altura. Los acróbatas estarían completamente desnudos, pero manejaban las telas de manera realmente habilidosa, tapando sus partes pudendas en todo momento, para decepción de Violet.

Era una actuación cargada de erotismo y elegancia que embriagaría a todos los asistentes.

Otro de los platos fuertes de la noche era la gran copa de champán situada en uno de los pódiums. En ella, una espectacular fémina de cabellos dorados y ojos verdes se bañaría en litros y litros de espumoso. Era una escena tan sexual que incluso Violet se planteó su heterosexualidad después de verla.

Con alegres saltitos, se encaminó a la zona de vestuario. Estaba realmente emocionada con la inauguración. Sentía que aquella discoteca era, de alguna manera, su pequeño bebé. Violet se había involucrado a fondo en aquella gran apertura gracias a que Asthon la había tomado como mano derecha y se sentía realmente agradecida.

-Claire ¿Están las máscaras listas? - Cuando Asthon le comentó que deseaba que el ambiente fuese sobrio y elegante y predominase el color blanco, lo primero que le vino la mente a la diosa oriental fue el carnaval de Venecia. Así que aquella velada todo el cuerpo de baile ocultaría su rostro con misteriosas máscaras venecianas. Además así nadie podría competir con la belleza de los rasgos orientales de Violet. Todo eran ventajas-. ¿Y las pezoneras? Recuerda que debe haber un número par, Asthon dejó a la bailarina de tres pezones en Miami.

-Está todo revisado y ordenado -respondió la muchacha con gran profesionalidad-. Y las chicas me han pedido que te diga que están encantadas con su vestuario.

-Fantástico -la elección de los vestidos y complementos había sido difícil ya que cada bailarina tenía un estilo diferente. Violet había respetado la manera de vestir de cada una pero, al mismo tiempo, había elegido estilismos que armonizasen entre sí-. Quiero que todas se encuentren cómodas y brillen esta noche.

Violet continuó pasando revista. Tenían bebida suficiente para sumir a toda la ciudad en un coma etílico. El equipo de seguridad estaba perfectamente sincronizado. Los blancos inodoros (en contraste con el mármol negro que revestía el baño) estaban impolutos. Asthon se sentiría realmente orgulloso de su personal. No le decepcionarían.

Entonces la vio aparecer: una joven de alegre sonrisa y busto escultural que portaba una bandeja con copas de cava. Aquello no podía ser. ¡Tenía el pecho más bonito que el suyo! La inauguración era el momento perfecto y no podía permitir que hubiese competencia tan cerca.

-Perdona, jovencita -la llamó-. Cariño, abróchate este botoncito que los clientes te van a confundir con lo que no eres -Violet le abrochó el botón de la camisa, ocultándole aquel precioso escote con el que Dios la había bendecido. El gesto pretendía ser maternal, pero resultó demasiado brusco.

Por el rabillo del ojo captó un movimiento. Al girarse pudo comprobar que era el mismísimo Apolo encarnado, El David hecho carne (aunque mejor dotado), la Idea de Belleza. Su jefe.

Asthon pasó cerca de ellas, aferrado a su teléfono móvil.

Si me ve regañando a una camarera por enseñar carne se va a enfadar.

-Pero muchacha, desabróchate esa camisa ¡que los clientes tienen derecho a disfrutar de las vistas! -exclamó Violet al tiempo que desabrochaba el botón que segundos antes ella misma había abrochado. Su jefe pasó de largo sin apenas prestar atención a la escena.

Violet se marchó para continuar con la revisión, dejando a la camera boquiabierta y confundida. Lo único que le faltaba por examinar era La Jaula.

Muchas discotecas contaban con jaulas en las que alborotadas gogós meneaban las caderas. Electro Sand contaba también con una, pero era bastante distinta. Se trataba de una jaula para pájaros de aspecto vintage y a escala humana. Los barrotes estaban labrados con finas filigranas. Aquella construcción era de un gusto exquisito, y era igual de cara que de impresionante. Del columpio no colgaría un pájaro de dos metros de altura, sino una joven acróbata sacada del mismísimo Cirque du Soleil que haría las delicias de todos los presentes.

Todo estaba listo. Todo era perfecto.

New York recordaría aquella fiesta durante los siguientes años.

Electro Sand abría sus puertas.

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06/12/2012, 14:46
Director

 Las discotecas de Asthon García eran conocidas por la calidad de sus espectáculos y la satisfacción de los clientes.

El letrero estaba encendido, iluminando a los miembros de la cola y recibía a los invitados con un halo blanco-azulado que los transportaría a otra dimensión, al paraíso en la Tierra, a Electro Sand. Las personas seguían obedientes pero impacientes una cola limitada por cordones de suave terciopelo azul.

Los afortunados que habían conseguido pasar las infranqueables puertas formadas por dos gigantescos gorilas que rozaban los dos metros pasaban de largo por el guardarropa, donde una jovencisima chica con una cortísima falda se ofrecia a guardar los abrigos. Continuando por el pasillo se llegaba a la gran entrada del recinto. Y ahí llegaba lo bueno.

Cualquier amante del mundo de la fiesta sentiría que el corazón le daba un vuelco. Era realmente impresionante. Hecho específicamente para que Nueva York recordase aquella como la noche que renovaría la vida nocturna de la ciudad, era imposible negar que lo habían conseguido.

Allí se abría un espacio enorme, engalanado en blanco, azul y algunos toques plateados. La decoración era sobria y elegante, perfecta para un lugar de su categoría. La espectacular iluminación con la que contarían aquella noche haría el resto. Se notaba que el dueño había realizado una gran inversión en focos, bombillas, paneles LED... y había contratado un equipo especializado que había creado una iluminación que se amoldaba a la música que sonaba, potenciando así su efecto.

En la oscuridad las luces iban brillando al ritmo de la música que creaba un DJ situado en un palco a media altura  sobre la pista, un baldaquino para los nuevos profetas del SXXI. Abajo sus feligreses se movían de un lado a otro, esquivándose de vez en cuando para llegar a una de las barras, donde unas cuantas camareras con sugerente escote y unos cuantos camareros luciendo abdominales haciand prodigios con las cocteleras. Allí estaban congregados todos los amantes de la fiesta NY que no habían conseguido una invitación...pero a los VIPs les esperaba algo aún mejor. En la segunda planta, aislados del resto de los ojos, había unos reservados donde ahora mismo se congregaba la élite de la ciudad.

Bajando cinco escalones se llegaba a la enorme pista principal. Electro Sand contaba con cuatro escenarios diferenciados, todos ellos abarrotados, y en cada uno de ellos se llevaba a cabo una actuación distinta. Desde el techo caían cuatro telas entre las que se dejaban caer y subían dos acróbatas. Uno juraría que iban completamente desnudos, pero el baile de las telas impedía comprobarlo, movidas con una precisión inigualable.

Las dos plantas superiores de la discoteca formaban una especie de patio alrededor de la pista central, por lo que se entontrarían suspendidos a gran altura. Tan peligrosa como erótica, una delicia para las mujeres, que también contaban en aquella discoteca.

Otro de los platos fuertes de la noche era la gran copa de champán situada en uno de los pódiums. En ella, una espectacular fémina de cabellos dorados y ojos verdes se bañaría en litros y litros de espumoso.

El único espectáculo que faltaba era La Jaula.

Un clásico del mundo nocturno, ElectroSand contaba también con una, pero era bastante distinta. Se trataba de una jaula para pájaros de aspecto vintage y a escala humana. Los barrotes estaban labrados con finas filigranas. Aquella construcción era de un gusto exquisito, y era igual de cara que de impresionante. Del columpio no colgaba un pájaro de dos metros de altura, sino una joven acróbata sacada del mismísimo Cirque du Soleil, que hacía las delicias de todos los presentes que estaban partiendose el cuello para poder disfrutar completamente del espectaculo. Y es que la joven con aspecto casi prepuber realizaba unas proezas que resultaban pohibitivas...por su dificultad y por el aspecto infantil de la chica. Un contraste que resultaría ofensivo a muchos, que esconderían la atracción casi magnética que les estaba causando.

Todo estaba listo. Todo era perfecto.

New York recordaría aquella fiesta durante los siguientes años.

Electro Sand, al fin, abría sus puertas.

Notas de juego

¡Post de inicio del evento diario! Podeis ir roleando vuestras impresiones y acciones para dejar claro que acudis y los irectores iremos agregando poco a poco lo que consideremos necesario :D

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08/12/2012, 02:36
David Stanford [Superviviente]

David entró al local por la puerta grande, a voz en grito. Al parecer, iba coreado por seis personas. Vestía una cazadora negra, con coderas, de corte ligeramente clásico, a juego con el viejo que la portaba. Bajo aquella prenda, como no podía ser de otra forma, una camiseta negra, sin botones de ningún tipo, lisa como su cerebro dentro de unas horas. Unos vaqueros a medio camino entre el gris oscuro del mundo y la negrura de la noche, más apretados de lo necesario pero no lo suficiente como para que fuese imposible mirarle a la cara.

A su derecha, una mujer relativamente joven, de mediana edad, con pinta de modelo, actriz, o ambas cosas. Bastante agraciada, de piel bronceada, a juego con un cabello tratado con mil cremas y un busto encerrado en aquel escote. Su traje de noche, negro y de una sola pieza, no alcanzaba a cubrir los muslos ni los hombros, si bien sus manos iban enfundadas en unos guantes sin dedos, dejando a la vista aquellas cuidadas uñas de porcelana, que abarcaban hasta la altura de los codos. Los tacones de plataforma acrobática la ponían a la misma altura que el escritor, mientras una de sus manos, engarzada en pulseras de plata, se perdía en la cadera del viejo. Debía de ser su querida, a juzgar por cómo el novelista la respondía, agarrándola por la cintura con la mano derecha al tiempo que enviaba destellos a la sala con un reloj del mismo color que las pulseras. El reloj de todo el día.

A la izquierda, un hombre que no sabía hasta dónde lavarse la cara, pues podía tatuarse la bola número ocho en la completa calva. De la misma quinta que el escritor, quizá un par de años más joven o quizá no, el hombre vestía con un traje beige y marrón, a juego con los zapatos y la corbata. En sus muñecas descansaban un par de broches dorados con forma de elefante, mientras su mano se enganchaba cual simio al cuello de su alma gemela, David. Un gesto mutuo que obligaba al escritor a no tener ninguna mano libre en aquella bienvenida.

A la derecha, en segundo puesto, un viejo de verdad. Pasados los cincuenta años, el hombre de cabello gris y no poco canoso, pero aún con pelo en la cabeza, vestía un impecable traje negro sobre una camisa blanca y una corbata del color anterior. Los zapatos de trescientos euros, recién cepillados, relucían frente a las luces de la discoteca. En sus labios, no obstante, asomaba una pequeña petaca gris llena de, sorprendentemente, agua. Se ayudaba a tragar unas pastillas que llevaba en el bolsillo interior del traje. A su vez, podía pensarse que eran drogas, pero nada más lejos de la realidad. Analgésicos, aunque sí una adicción.

A la izquierda, en la misma posición, otro pasado de años que se negaba a retirarse. Lew Ashby, RockStar con dinero hasta en los bóxers que había acudido con su propio pase VIP, pues era aún más famoso que el pobre diablo de David. El alma de todas las fiestas y el que se libraba a golpe de talonario por estrellar uno de sus múltiples coches. Aquel que siempre tenía gente en su mansión de tres alturas. Vestía otra cazadora negra, aunque mucho más moderna, y, bajo la misma, una camiseta roja. Los vaqueros azules, rasgados en múltiples sitios, hacían una trinidad de colores que no quedaba mal pero sí se hacía notar. De cabello gris y corto, el hombre no tenía tantas canas como el anterior, pero era más viejo y menos atlético. No era un tirillas, pero tenía más de delgado que de fuerte, pues las drogas, el alcohol y el tabaco hacían mella en cualquiera, y ese consumía diez veces más de todo que David.

A la derecha, al final, una mujer más joven que la querida del novelista. Con raíz morena y el largo cabello hasta la cintura tintado de rubio, con mechas rojas y rosas aquí y allá, vestía un sorprendente uniforme de colegiala, pero venido a más. Con medias de rejilla y zapatos negros, falda escocesa y camisa blanca con un escote ultraterreno. Valiente mujer con armas para todo un batallón, con un tatuaje a la altura del pie derecho, y vete a saber cuantos más en qué sitios.

Por último, y no por ello menos importante, a la izquierda del rockero, una chiquilla. No tendría menos ni más de dieciocho años, y era sin lugar a dudas la menor de edad con la que David se había acostado hacía dos años. Toda una bomba que apareciesen ahí juntos, o todo lo juntos que se podía estar cuando uno ya iba agarrado de otra mujer y tenían todo ese séquito a los lados. Vestía un traje morado, de una sola pieza, igual de escotado que la querida de David pero ligeramente más largo, cubriendo los muslos. Los tacones, del mismo color, hacían juego con los pendientes con el símbolo de la paz.

Desde luego, David sabía cómo ir acompañado a un sitio. Más sabiendo que a espaldas de esos siete ángeles de la muerte el séquito de llamadas en cadena se sucedía, revelando una pequeña avalancha de gente que entraba de forma escalonada. Actores, escritores, vendemos y famosos varios, congregados allí por llamadas de Lew, el dios del Rock, que no iba a dejar la oportunidad de inaugurar un local como sólo él sabía hacerlo.

A partir de ahí, los siete se fueron separando en pequeños grupos. David, ni corto ni perezoso, optó por irse a la zona VIP con su querida. Probablemente Lew apostase por hacer lo mismo tarde o temprano con la hacía meses menor de edad, tras un par de copas y canciones a las espaldas. El agente sin cabello que llevaba los asuntos sucios del escritor y su némesis, la rubia vestida de colegiala, vete a saber dónde se metían, pues esos sí que podían acabar en cualquier parte. Y qué decir del médico adicto a los analgésicos, que debía de tener de clientes a media zona Vip. Ese podía hacer lo que le diese la gana.

El problema era que cada uno haría lo que le daba la gana, y en el fondo David no tenía control sobre nadie. Los había reunido y soltado como si aquello fuese el Apocalipsis y ellos los Jinetes, pero nada más lejos de la realidad. En el fondo el escritor sólo quería despertarse con una llamada perdida diciendo que su hija había aparecido. Sólo entonces podría disfrutar de verdad con fiestas así.

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08/12/2012, 17:33
Director

La noche comenzaba a estar en pleno apogeo: los Jinetes de la Juerga habían llegado en el momento más oportuno. La mayoría optó por quedarse en la zona pública, donde la fiesta estaba más que presente. Lew y Samantha desaparecieron hacía la barra y David perdió el reflejo de la calva de Charlie por el camino. Seguirían ahí cuando volviesen, seguramente. ¿Donde más se iban a ir? Hoy la fiesta era Electrosand, y cualquier garito rebelde que intentase mantener el nivel se iba a ver arrastrado hacia la verguenza.

Subiendo las escaleras había una vista espectacular de la marabunta de gente que se agolpaba abajo saltando ante el DJ que, desde su posición privilegiada, anunciaba la buena nueva de la juerga. Y antes de llegar a los reservados había unos gorilas de traje y corbata, que frenaron el acceso de David y su acompañante hasta que comprobaron su nombre en la lista. Leían bastante rápido para ser solo fuerza bruta, o quizás solo fingieron buscar un nombre que les resultaba conocido. La cosa es que no les costó mucho entrar a la zona reservada a unos pocos, mientras que las jovencitas descocadas con collares brilantes de plástico que iban tras ellos se intentaban camelar a los seguratas. No parecía irles demasiado bien, la verdad.

Pero importaba poco: era normal que siguieran intentándolo. David y Sasha estaban ahora en un sitio que parecía más bien sacado de una lujosa revista de diseño de interiores. Un buen grupo de sillones y sofas ergonómicos decoraban la entrada junto con un enorme cuadro abstracto, que luego daba a un pasillo conformado por las cabinas. Los cristales de estas, tintados de blanco, tenían decoraciones en vinilo que ocultaban muy bien lo que sucedía detrás. Y a juzgar por el silencio (si es que puedes llamar silencio a la charla de cuatro personas allí congregadas con los potentes bajos de la música electrónica de fondo), estaba claro que estaban muy bien insonorizados.

Aislado de aquella charla, en uno de los sillones más apartados, estaba un hombre que no parecía disfrutar demasiado de aquella condición especial. Sus dedos tamborileaban molestos en el reposabrazos sin caer en el ritmo machacón. Hacía falta mucha concentración para aquello y, a juzgar por sus ojos, clavados en la puerta que daba al pasillo, su mente estaba muy inquieta pensando en otra cosa. Esperando, quizás.

Completamente trajeado e impoluto, su traje negro resaltaba en el fondo blanco del sofa y en su cara pálida, que tomaba el color de las luces que rebotaban de vez en cuando en la cristalera del reservado. Sencillamente no encajaba allí: demasiado estirado, demasiado ofuscado en un punto de atención que se escapaba a su control.

David había visto a gente así antes. Ejecutivos sin tiempo para buscarse el pan que directamente recurrían a servicios de scort de las propias discotecas. Sin embargo no le sonaba que Electrosand tuviese de eso, aunque tampoco se atrevería a negarlo. Estaría bien informarse, para un por si acaso.

Y este parecía tener prisa.

¿Quién va a esperar a una discoteca si no es para un disfrute mayor? ¿Que lleva a alguien tan ocupado (o sencillamente impaciente) a un sitio como ese? A un muermo de traje (porque había muermos sin traje, y trajeados sin ser muermos, como había demostrado Jean) a un lugar repleto de feromonas y luces estroboscópicas.

- ¿Que, entramos a uno de los reservados? preguntó Sasha, con visible curiosidad por ver que había más allá. Sus ojos de actriz no parecían haberse percatado de aquella escena fuera de sitio, que si había llamado la curiosidad del escritor. Quizás solo se estaba inventando una nueva historia de sexo y desenfreno, de un hombre comedido que acaba adicto a la entrepierna de una bella bailarina de la discoteca del momento. De su auge y de su caida.

No sería una mala historia.

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09/12/2012, 02:21
David Stanford [Superviviente]

- Soy incapaz de decirte que no- respondió el galán haciendo un ademán con la mano hacia un reservado vacío. Parecía visiblemente más contento que nunca en los dos días anteriores, pues por primera vez tenía un momento para relajarse y olvidar todo el follón de su hija. Era sólo David haciendo lo que el público esperaba de él. Lo que el diablo esperaba de él.

Quizá fuese una mala idea no prestarle especial decoro al entorno, pero David no era ningún voluntario en las ONGs. No era una mala persona, pero distaba mucho ser un filántropo. Radicalmente opuesto, de hecho. El hombre de negro, una copia de lo que podía haber sido Jean con dos quilos menos de desvergüenza y bronceado, no le causaba ningún tipo de interés. A sus no dejaba de ser un simple desencajado más, por no llamarlo inadaptado, y, por cruel que fuese el pensamiento, era, a ojos del novelista, un frustrado corriente. Era la clase de gente de la que se compadecía de lejos, mientras no dejaba de pensar que esa gente era así porque no intentaba progresar en la vida. Tendría dinero, pero no habilidades sociales, y aquello era un crimen en una ciudad como New York.

Que sí, que David no era omnisciente ni perfecto, pero no se le podía hacer nada al respecto. No había venido allí a hacer amigos, ni a animarle la noche a algún pardillo. Había venido a evadirse un rato, y para eso ya tenía la grata compañía de la gente que había traído ahí. Cierto era que en aquel momento se encontraba a solas con Sasha, pero un hombre necesitaba de esas cosas. No se trataba del roce de un cuerpo, sino de sencilla intimidad para con una amante.

Era extraño para alguien corriente pensarlo, pero a ese le venía dado lo que otros hombres buscaban. Por desgracia, no todo lo que él quisiera, y para recordatorio el anillo que llevaba en el anular. En el fondo David era un niño, y sólo quería dejarse llevar. Si le susurraban que quemase la discoteca, se haría un remolón y luego lo haría. Si le metían mano, se tumbaría cuan ancho era al borde de aquella cálida experiencia. Así se divertía David, dando el segundo paso. Escribiendo tras vivir, y vivir tras el estallido del mechero dando el pistoletazo de salida.

Como no podía ser de otro modo, el novelista prescindió de todo. Sumido en aquella nube de felicidad destilada en una botella de cobre oxidado, se metió en el reservado con Sasha. Alguien tenía que saber dónde había estado anoche, y quizá enseñarle el pecho fuese una buena solución para ello. Eso, y hablar con Jean, no quisiera algún narcótico y no el alcohol ser la causa de su amnesia.

- Y ya pensaba que no ibas a pedírmelo nunca- añadió en código de falsas mentiras, pues se lo esperaba demasiado pero era más que obvio el tono de niño fingiendo no haber roto nunca un plato.

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10/12/2012, 00:14
Director

- Ya, claro...respondió la mujer con una risa pícara, antes de abrazarse al brazo del escritor y tirar de él hacía la parte de reservados. Como si no se conocieran. El hombre aislado dirigió una mirada fija por un momento a Sasha, como si risa le hubiera molestado, antes de volver a lo que quiera que estuviese haciendo. Gilipollas.

La zona de reservados era francamente grande. Un pasillo enorme se estiraba hacía el fondo, dejando a cada lado alrededor de una veintena de compartimentos. Sin embargo, y pese a ser tan espaciosa, tenía una parte ligeramente chirriante. El diseño orgánico de la boveda y las puertas le daba, junto con su enorme longitud y color, un aspecto demasiado parecido al de aquella galería eterna que uno recorre cuando huye de alguien en una pesadilla. Aislado de la música, solo el suelo vibraba ligeramente, como si se hubiese teletransportado a un lugar aparte al cruzar aquel umbral.

Y al fondo, como si se cumpliese cada vez más el estereotipo, había otra puerta. Pero esta era negra y parecía estar algo deformada, como afectada por la perspectiva del lugar. O algún extraño concepto filosófico de un arquitecto zen.

Pero Sasha ya había escogido una puerta como una moderna Alicia, una puerta que daba a un reservado libre. Dentro había unos sofás lo bastante cómodos como para pasar por camas, una pequeña mesa para te y un perchero. ¿Hacía falta algo más? Si, un minibar. Situado debajo de los sofas.

Perfecto. Las demás pijotadas (la pequeña fuente en la esquina, otro enorme cuadro en el que era imposible encontrar alguna forma reconocible...) podían servir para otros, pero David sabía bien que acababa pasando con esos adornos. Gente muy puesta, riendose mientras da la vuelta al cuadro apostando cuanto tardará la gente en darse cuenta. O metiendo la cabeza en las peceras a ver cuanto aguanta. O metiendo al pobre pez de turno en la botella de vodka.

¿Por cuantos bares paseó al primo alcohólico de Nemo Lew aquella noche?

La actriz dió un silbido de admiración, ajena a sus memorias de borrachera, antes de deslizar la mano por el cuero del mobiliario y sentarse.

- Si que han trabajado para tener esto al dia para la inaguración...comentó, como quién habla del tiempo, antes de que un brillo de preocupación apareciese en sus ojos y estirase la mano para alcanzar la de David. ¿Quieres...hablar de lo de Clare?

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10/12/2012, 22:42
David Stanford [Superviviente]

- No, no quiero- aseguró el hombre, sacando una botella del minibar y lanzándose contra el sofá, cual niño eligiendo litera en el campamento-. Pero poco importa lo que yo quiera, me temo- añadió mientras abría la botella, ya acomodado en aquella cama-. Me sabría hasta mal que estés escuchando las penas de este viejo, pero luego te miro y se me pasa- su sonrisa, simpática y juguetona como si sus plabras fuesen un piloto automático, salían a tropel sin demasiada refección. En  el fondo había venido en parte a evadirse, y en ello estaba, por lo que no le daba muchas vueltas a las cosas. Los halagos con un componente de reproche o desinterés eran una constante en David, pues le encantaba el efecto que producían en una mujer. Era mezclar caramelos con un manguerazo, y el resultado solía ser algo del mismo estilo.

El hombre se centró en acabar de abrir aquel enturbiador líquido, y tras ello le tendió la botella a la chica, para que la sirviese en vasos mientras él rebuscaba en busca del tabaco y el mechero.

- No sé si se podrá fumar aquí- dudó mientras miraba al techo, buscando con el ceño fruncido y la serenidad por bandera una alarma antiincendios-. Lo mismo da, ¿qué puede pasar? ¿Salir en la prensa?- con una reboblada sonrisa, como si aquello fuese un chiste de lo más irónico, le dio lumbre al cigarro, encendiéndolo- Tenemos toda la noche para hablar de mi hija- sentenció tras la primera calada, dejando que el humo subiese lentamente, y a la par, descartando que la chica se estuviese refiriendo a su mujer-. ¿Qué tal se portan esos encantadores pechos tuyos?- añadió ocupando espacio en el sofá, poniendo una mano a cada lado y pasando una pierna sobre las rodillas. Ofrecía, a juzgar por su sonrisa traviesa y su tono divertido, el aspecto de un hombre que claramente había venido a divertirse. La frase, si bien tenía algo de verdad, se refería a toda Sasha, aunque suponía cuál sería la respuesta, y en el fondo sólo quería jugar un poco. Aquel busto era motivo de reverencias, y a David le encantaba hacer ciertos comentarios que, pese a lo burdos que podrían parecer, no dejaba de comentar como si tuviesen una belleza intrínseca. Como si el mundo tuviese miedo de decir las cosas como eran realmente.

Hablaría de su hija, sí, pero necesitaba evadirse. Necesitaba desconectar aunque fuese en lo que duraba una botella de alcohol y un paquete de tabaco. Necesitaba se David. Su espíritu quemado se arrastraba por seguir siendo un recién nacido puro e inocente, al que se le consentían todas las chiquilladas porque era encantador y comestible. Y es que el chico, no en vano, lo había dicho porque sabía cómo era Sasha. Lo primero que le dijo al conocerle, fue "No voy a acostarme contigo". Sin más. David iba a una reunión para su vieja película, mientras tenía en tela de juicio las acciones legales contra lo de Samantha, y la mujer le asaltó haciéndose pasar por, en lugar de una candidata a actriz, una rica excéntrica. Aquel mismo día enseñó los pechos en la reunión, asegurando que no se le caían los anillos con las escenas de desnudos. Dos meses después, David estaba esposado en la caravana del productor de la película, con la camisa abierta y un gorro de policía en el pecho. Ella, ni corta ni perezosa, le habría atrapado cual araña ahí dentro como venganza por haberse acostado con su madre. ¿Conclusión? Sasha acostumbraba a hacer lo que quería cuando quería, y tenía la cabeza en su sitio sin perder el estilo de vida propio de aquel variopunto grupo de fueras de serie.

David necesitaba cerrar los ojos y descansar, así que lo hizo, con una encantadora sonrisa grabada en el rostro. Se esperaba cualquier cosa, desde que Sasha le volcase la botella de alcohol sobre la cabeza hasta que le metiese a un pobre Nemo dentro de la camisa. Sólo deseaba que, fuese cual fuese la reacción de la chica, pudiese disfrutarla como sólo la vida regala momentos de fugaz locura feliz a los que se atreven a vivir. Sasha no era su mujer, y nunca lo sería, pero seguía siendo mucho mejor que cualquier placebo que el dinero pudiese comprar.

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10/12/2012, 23:07
Violet
Sólo para el director

Cuando se quiso dar cuenta, estaba colgando cabeza abajo del columpio de la Jaula. La sangre se le agolpaba en la cara, provocando que sus mejillas estuviesen más sonrojadas que nunca. Aquello le daba un aspecto muy infantil, y el hecho de que se estuviera columpiando amplificaba el efecto. 

Miró distraídamente su reloj y cayó, despatarrada, al suelo, debido a la sorpresa. 

-¡Qué tarde es! -se levantó rauda y veloz, y comenzó a correr hacia la salida, haciendo que sus pechos botaran rítmicamente- ¡Y todavía no me he puesto maravitupenda!

Con unas cuantas zancadas más se plantó en la entrada de la sala. Se giró hacia los camareros y técnicos que iban de un lado para otro preparándolo todo. 

-Bueno chicos, yo me marcho ya, que este cuerpo no se engalana solo -guiñó un ojo con alegría y siguió hablando-. Confío en vosotros para que todo este perfecto. ¡Ciao!

Y, sin más, salió rumbo a su casa para transformarse en una Diosa de la Fertilidad. Cuando volviese aquella noche, ella entraría por aquella puerta causando gran expectación, como si de la puerta de Lluvia de Estrellas se tratase. 

Aunque, por supuesto, no había artista que pudiera igualarse con Violet. 

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11/12/2012, 14:26
Sasha

Sasha tendió uno de los vasos, ya lleno, a David, mientras comenzaba a sonreir con algo de esfuerzo. Le faltaba la carrerilla de acabar de quitarse el tema de una hija desaparecida que ni siquiera era suya de la mente. Si David no quería hablar del tema no se sentía con derecho a hacerlo.

- Si no se puede fumar en un reservado, que pongan todas las gogos que quieran, que poca clientela van a tener aquí...

Sonaba exagerado, pero ambos sabían que era cierto. No podía saber cuanto costaría uno de estos un fin de semana normal, pero si después de desembolsar esa cantidad te dice que ni siquiera puedes encender una colilla...pues les podían ir dando por culo.

- Bastante bien. replicó la actriz con una sonrisa, pasándose la mano por el pecho de manera sensual, entreabriendo un poco la boca antes de poner un tono de voz que solo consiguen las mejores actrices. Mi médico dice que nunca se lo ha pasado también haciendo pruebas de prevención de cancer de mama.

El erotismo del momento se vio entre roto reforzado por una pequeña risa juguetona, con la que Sasha se dejó caer al lado de David, que ya estaba cerrando los ojos. Ni corta ni perezosa, cruzó sus piernas sobre las suyas, exhalando aire con tranquilidad. Si el escritor quería distraerse, podía tener en cuenta que la mujer no iba a dejarle tranquilo.

Sin embargo y como si se rompiese la leyenda, David estuvo un rato así, tranquilo en el limbro de aquellos cómodos sofas de cuero. Apenas sintió movimiento por parte de la mujer, que movió algo las piernas, incómoda.

O mejor dicho, para incomodarlo. No por frotamientos ni ese tipo de gesto, sino por algo bastante rebuscado. Y es que el escritor empezó a sentir una molestia en la nariz, que cuando fue a frotarse chocó con el pie de Sasha, que se echó a reir como una niña. Con una posición que solo podía haber aprendido en yoga, pues dudaba que el Kamasutra explicase como meter a tu pareja un tacón de 10 centimetros en la nariz, la actriz había conseguido levantar la pierna de aquella manera.

Una manera no apta para bajas flexibilidades, por decirlo de alguna manera.

- ¿Es que vienes a gastar un pase VIP para dormir, Standford? preguntó la mujer desde el sofa, aún riendo. Has envejecido muy mal últimamente...

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11/12/2012, 17:18
David Stanford [Superviviente]

- Vale, mamá, seré bueno- respondió con un trago al vaso de alcohol, antes de abrir los ojos. Lo cierto es que le haría falta tequila para mantenerse en pie y vivo, porque el cuerpo, tras dos días buscando a la chiquilla, le pedía descansar. No tenía ni espíritu para hacerse el mal chico, o al menos, no para dar el primer paso-. Vamos a ver. Supongamos que tus pechos son un mapa a escala de Nueva York- añadió con una sonrisa de oreja a oreja, más que traviesa, aunque aquello lo había únicamente para mantener la personalidad y dar a entender que seguía como siempre, aunque fuese mentira. Iba a cambiar de derroteros muy pronto-. Mi hija se bajó en el aeropuerto, pezón izquierdo- añadió señalándolo como si aquella jilipollez fuese importante, aunque era puro teatrillo-, por la tarde. Debiera haber llegado a casa, pezón derecho, por la noche, pero se perdió en ese escote tan bonito que tienes. No sé lo que habrá estado haciendo, pero temo que sea algún capullo. A eso, súmale que no recuerdo lo que hice esa noche, pero tengo esto- se abrió la cazadora y se levantó la camisa, enseñando el rotulador permanente desgastado tras dos días. Lo hizo, por primera vez en dos días, como si verdaderamente lo importante fuesen las palabras y no su pecho desnudo. Lo bajó en cuanto la mujer le echó un ojo-. Y mi viejo coche no aparece, y eso que Charlie lo ha buscado por todos lados. No hubiese venido a este antro- usando esa palabra para recalcar que el sitio le daba igual, aunque sus prestaciones claramente eran opuestas a la palabra- si tuviese algún hilo del que tirar, pero no es así, y dudo que el poli al que le planté la denuncia de desaparición me encuentre a la cría- aunque eso no podía saberlo, era mejor no esperarse nada. David, misántropo, no podía hacer otra cosa-. Eso último, por cierto, no lo sabe mi mujer. Y que no se entere.

Habló relajado, como si aquello tuviese importancia y, pese a ser ligeramente agobiante, no fuese algo que debiera preocupar excesivamente a ninguno de los dos. El intentaba restarle importancia, o acabaría volviéndose loco, y no quería que los demás acabasen compartiendo ese destino. Todos parecían, como era natural, querer ayudarle, pero de ahí a que lo consiguieran había un paso, y el escritor no quería meterles en problemas que no eran suyos. No a todos, al menos. De ahí que su visita a Samantha hubiese sido así, y que sólo le pidiese consejo a Sasha. Demasiadas "Sa-", todo sea dicho. Vete a saber si había algo inconsciente ahí. Mejor no pensarlo.

Lo importante era que David sólo quería consejo, porque andaba perdido, pero no quería que otros librasen sus batallas por él. Aquello le hubiese repateado mucho, y hubiese sido su ruina si la niña al final no hacía acto de presencia. Lo de los pechos y el lenguaje no era sino una forma de decir que todo aquello no debía de ser tomado a la tremenda. A su manera, David quería a Sasha, y no le hacía ninguna gracia tenerla preocupada por él. No a sabiendas de que ella parecía satisfecha con la condición liberal de su relación. Era mejor no meterle más emociones a la actriz.

La mano que sostenía el cigarrillo, ya a medio consumir, se extendió por el aire, ofreciéndole de aquello a la mujer. Era un gesto nimio, pero en el fondo venía a representar que se pusiese en su lugar. El tabaco en las entrañas era algo que David, en ese momento de tensión, asociaba a su estado. Por algo el cigarro estaba a medio consumir.

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12/12/2012, 20:06
Sasha

- Si mis pechos fueran New York, serías capaz de conducir con los ojos vendados. Respondió a la broma del escritor, antes de reducir el tono de diversión poco a poco, a medida que este iba reuniendo los datos que tenía sobre la desaparición de su hija. Bastantes escasos, todo fuera dicho.

La mujer aceptó la oferta de cigarrillo de David, visiblemente aturullada por lo que acababa de contarle. Como si la empatía de la actriz le hubiese hecho sentirse en el lugar del escritor por unos momentos, suficientes para sentirse de mierda hasta el cuello.

- ¿Tu hija era muy dada a capullos?-preguntó, soltando una calada de humo. Por algún motivo no acababa de creerselo, como si su hija hubiera crecido en una moralidad totalmente opuesta a la del escritor por efecto rebote - Por que a lo mejor hay algo en su facebook o algo así. Movió la cabeza para enfocar sus ojos a los de David. No era una idea muy brillante, pero era algo. Suponía que al escritor ya se le habría ocurrido, y solo estaba desvariando, pero parecía sentirse mejor con su intento de ayuda. Si no era solo un gilipollas a lo mejor tiene algo por ahí, y al menos yo no me haría un viaje solo para un ligue de una noche. Y si me encuentras a una sola persona de menos de cuarenta que no tenga alguna red social, creeme que busco a tu hija en bikini.

Sasha parecía usar el mismo mecanismo de defensa de David, quitándole hierro al asunto, pero en sus ojos se veía que estaba preocupada. Era dificil, pues estaba escondido como solo las actrices saben esconder emociones, pero el escritor seguía siendo un tipo encantador con el que mantenía una relación liberal y aquello seguía siendo un drama personal. Perder una hija no es como perder un movil o la memoria tras una noche loca, y hasta un capullo aparente como David vivía por su familia. Sasha lo sabía, y precisamente por eso estaban en esa situación.

- Y creeme- sonrió con sus bonitos labios algo torcidos, devolviendo el cigarrillo a las manos de su dueño. No me apetece demasiado llamar a tu mujer, y menos para dar malas noticias.

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12/12/2012, 22:19
David Stanford [Superviviente]

- Gracias, morena- respondió cual cliché, pero con cierto tono irónico en el rostro mientras le daba otra calada. No se la quedó mirando, sino que arrugó el ceño mientras el humo bajaba traquea abajo. La ironía no iba dirigida a sus palabras, ni a Sasha, sino a la situación. No haber pensado en algo tan simple y mundano como las redes sociales tenía delito, y no poco. David, por desgracia, no tenía Facebook, ni puñeteras ganas de ello. Esa red social era bastante más familiar, para conocidos, y era difícil imaginar al escritor chateando con esa pandilla de gente y etiquetándose en fotos en grupo clasificadas para mayores de dieciocho años. En esa red social había páginas sobre sus libros, y sobre su serie, y la película, y toda la mierda que el novelista hacía, pero él no llevaba nada de eso, ni le importaba quien lo hiciese. Era puro marketing.

El escritor sacó el teléfono móvil, y rebuscó entre las aplicaciones la que habría Twitter, mientras tanto, se dedicó a responderle a la mujer.

- No dejará de sorprenderme el que, además de preciosa, seas inteligente- lo dijo como un cumplido, pero por su tono era más una apreciación que un halago. Estaba centrado en apañárselas con la tecnología, porque aunque-. La verdad es que no sé si la chiquilla se pierde por los capullos, pero tiene a uno de padre- lo dijo por reprocharse su actitud, aunque de una forma vaga, pues aunque se acababa de sentir como un viejo desactualizado no le importaba demasiado. Para eso le había preguntado a Sasha, joder-. Sólo espero que si es algún capullo tenga internet.

No albergaba muchas esperanzas, pero era algo. En su mente se veía venir que, la visita a casa de su esposa, iba a ser algo más que para consolarla. En algún momento tendría que hacerse con el control de su Mac o su móvil, algo no demasiado difícil, y a partir de ahí indagar. Todo fuese por no preguntarle a ella, ya que no tenía muchas ganas de meterla en más problemas de los que ya debía darle su cabeza.

- Aún así, yo no descartaría lo del bikini. Me muero de ganas por ver algo así- alzó la cabeza para decírselo, recuperando el tono y la sonrisa mientras, con un nuevo trago, se recostaba, cual bebé, sobre Sasha. Aquel cuerpo era un agradable almohadón, y en parte lo hacía, no sólo por lo reconfortante que era estar, tranquilamente, en brazos de una mujer rodeado de alcohol, tabaco, una fuente de agua, un sofá cama y la puerta de un reservado de discoteca, sino también para que ambos pudiesen ver la pantalla del teléfono. Esto último, claramente para que la mujer no se aburriese. Seguro que los mensajes privados de David eran la mar de interesantes, pues no acostumbraba a mirar su cuenta casi nunca, y a menudo lo único que hacía era conectarse, soltar alguna barbaridad, con foto normalmente si iba dedicada al rodaje de la serie, y cerrarlo sin mirar las menciones, la actividad, ni los privados.

Lo cierto es que la actividad sería un océano de caos, porque los seguidores se aglutinaban de forma exponencial conforme salía más en los medios, y los carteles de la calle con su cara al lado de unas piernas no ayudaba a pasar desapercibido. Aquello era agradable, pues era divertido levantarse y decirle a tu mujer que una cifra cómica de gente le seguía. No podía evitar imaginarse a sí mismo corriendo calle abajo con toda ese persiguiéndole, como si le siguiesen literalmente. Pero aquello molestaba, pues los retweets, favoritos y menciones estorbaban muchísimo, consumiendo entre algo bastante parecido al SPAM los mensajes importantes de sus amigos, que tampoco debían ser muy abundantes. Los privados eran otra cosa, pero David conocía a demasiada gente, en su mayoría mujeres, y seguir a cerca de trescientas personas abulta bastante tu volumen de mensajes privados.

- Vamos a ver que se cuece- añadió finalmente mientras intentaba acomodar la cabeza en el regazo de la chica. Desde luego, tendría que tomarse aquello con calma y humor, porque no pensaba aburrirse ni enfadarse por los comentarios en su contra, y más le valía sonreír ante los comentarios propios de un rotulador en el pecho. Así pues, el dedo comenzó a bajar, dispuesto a hacer de ello un juego hasta que lo considerase una batalla perdida. Entonces ya miraría la cuenta de su hija, si es que no se la había borrado o abandonado, a ver si había algo útil, por nimio que fuese.

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13/12/2012, 00:58
Nathaniel Scott
Sólo para el director

Nath llegó a la impaciente cola de la Electrosand. La verdad es que iba por negocios, pero no podía negar que estaba comenzando a tener una ferviente curiosidad por saber lo que le esperaba dentro. Tras la espera, lleguó ante la puerta y les enseñó a los gorilas su pase...

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13/12/2012, 15:58
Director

Dos tipos trajeados comprobaron con rapidez su entrada y le dieron paso con un escueto.

- Bienvenido, Sr. Memphis. Que disfrute su estancia.

Aquellos gilipollas habían puesto la entrada a nombre de su jefe. Bueno, más les valía que no tuviese algún problema dentro. Aunque la verdad habría merecido la pena solo por entrar dentro.

La discoteca era gigantesca y miles de personas ataviadas con sus mejores galas nocturnas se contoneaban en la pista de baile ante la música del Dj mientras del techo caían unos bailarines de unas enormes cintas como si aquello fuese una actuación de circo. A la derecha había una barra, donde los camareros y camareras agitaban cocteleras en el aire. Los bajos golpeaban el estomago del hombre a cada bajada de ritmo de la música, y las luces hacían que la visión pareciese cosa de otro mundo.

No era el Lumiere, pero estaba bien. Nathaniel había visto el local antes y después de la remodelación y desde luego era un cambio prácticamente milagroso. Demasiado llamativo para su gusto, escaldado como esta después de lo ocurrido en las Vegas.

Una par de jovenes algo bebidas chocaron contra él, derramando algo de bebida, antes de empezar a disculparse entre risas en un idioma que no entendía. Sonaba a algo del este, ruso seguramente. Los improperios se le quedaron atascados en la lengua por un momento al ver el más que sugerente escote que presentaban. Mirando bien de cerca, eran dos mujeres espectaculares. Pero antes de que pudiese volver a reaccionar una voz masculina rompió el ambiente, haciendose oir sobre la música.

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13/12/2012, 16:08
Dimitri Ibrainovich

-¡Chicas, chicas! Un hombre de unos treinta años, completamente trajeado y con una copa en la mano, se acercó hasta ellas ofendido y comenzó a recriminarlas en ruso.

Era un tipo bien parecido y se notaba que las chicas se le comían con la mirada en su lascivo y ebrio estado. Seguramente serían sus acompañantes. Cabrón afortunado. Aún así no parecieron tomarsele demasiado en serio, pues añadieron algo y tras darle ambas un beso en la mejilla, avanzaron a la pista de baile meneando el trasero. El tipo se encogió de hombros con una media sonrisa en la cara.

- Mujeres. No hay quién las soporte ni quién pueda vivir sin ellas. Disculpa lo del traje, dijo, señalando la mancha de alcohol que ahora adornaba el traje de Nathaniel, antes de tenderle la mano con una sonrisa. Ibrainovich, por cierto.

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13/12/2012, 22:05
Director

- Gracias, supongo.- una sonrisa irónica apareció en el rostro de Sasha, que se resignó a ser el cojín del escritor, acariciando el pelo de este de manera distraida como si solo fuera una mascota mientras miraba la pantalla por encima de su hombro.

Allí se agolpaban miles de comentarios: criticas a la serie, avidas y lectoras y simples niñas de diecisiete años queriendo ser la nueva Samantha. Algún comentario gracioso de Jean, pero poco realmente cercano. El muro del escritor era poco más que un montón de fans chillonas agolpándose para estar lo más cerca de él, entre el grupo de selectos comentarios marcados como favoritos.

El número cómico de seguidores de David ahora se había convertido en más molestia que diversión. No estaba habituado a esa cosa, y por exhibicionista que pudiera considerarle el público, no le interesaba contar que estaba cagando en ciento cuarenta caracteres. Quizás porque no eran bastantes.

Entre retweets y menciones que saturaban su muro, al fin consiguió encontrar el que parecía ser el último tweet de @DuchovnyTheSecond. Un nombre muy original, la verdad. Aunque podría ser peor.

Marchando a Nueva York para celebrar Acción de Gracias con los mios. ¡Deja de lado el pavo y prepara unas cervezas, @GreatBalls!

Como David dudaba mucho que aquel comentario fuese dirigido a su nombre (y mucho menos a su esposa) ya podía dar por confirmadas sus peores sospechas. Había un capullo, que presumiblemente había visto a su hija antes de desaparecer, aquel tal GreatBalls. Y solo esperaba que su nick no tuviese ningún tipo de conotación erótica, o se encargaría de guardar sus pelotas cortadas durante lo que le quedase de vida como premio.

Con algo de esfuerzo por parte de su obsolescencia tecnológica, consiguió llegar al perfil del tal Pelotas Magnificas. Una biografia más ingeniosa que la media, pero nada que pudiese darle pistas reales sobre su existencia, como la mayoría de cosas que puebla la red. De avatar una...¿alpaca?¿Llama? Uno de esos animales feos que la juventud se empeñaba en buscar la gracia. Un gesto que hubiera resultado gracioso en otro momento, propio del anónimato de internet. Pero cuando es la única pista que sigue a la desaparición de una hija, era frustrante.

Sin embargo, mirándolo por otro lado, quizás si que había más información de la que parecía. El último post, a las 17:43 del Jueves 22, rezaba:

¡@DuchovnyTheSecond y menda nos vamos de birras al Lumi!

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14/12/2012, 05:34
David Stanford [Superviviente]

David, patidifuso, arrugó los labios, componiendo algo parecido a una estampa de fotografía en un cuarto de baño. Hasta tenía el teléfono móvil en la mano. Pero en sus ojos, invisibles ante Sasha salvo por el reflejo de la pantalla, denotaban algo bastante parecido a la ira. Su viejo corazón latía movido por uno de los impulsos más primarios que existían...

... partirle las piernas al cabronazo que había hecho desaparecer a tu hija.

El novelista inspiró y expiró, en el sitio, cogiendo aliento para calmarse.

- No pasa nada- añadió con cierto sarcasmo en el timbre-. No pasa nada... pero a este hijo de la gran puta le corto la polla.

David se desperezó, incorporándose y acariciando el cabello de Sasha por el camino, para que supiese que seguía queriéndola pese a que tenía ganas de destrozar todo el mobiliario.

- Yo me lo quiero tomar bien- comenzó nuevamente, rayado cual disco, apagando el cigarrillo y sacando uno nuevo, aunque sólo fuese por renovar aquella droga y llevarse un filtro sin chupar a los labios, ocupando así unos valiosos segundos de autocontrol-. Yo me lo quiero tomar bien... pero es que este aborto de cantamañanas me está tocando los huevos. Y les tengo bastante cariño como para que me las toque un cualquiera. Y a mi sabe mal decirlo- añadió dando otra calada con un aire de mafioso bastante preocupante, teniendo en cuenta que el escritor sólo tenía ostia y media-, pero este tiene que hacerse la cirugía estética como le haya pasado algo a Clare. ¡ES MI PUTA HIJA!

El pie de David se estrelló contra la mesa de té, con una furia nada bien contenida. El escritor era una balsa de aceite y diversión, y sólo las cosas verdaderamente importantes podían cabrearle. Y su notoria imaginación no podía concebir muchas situaciones más preocupantes que aquella.

David ya sabía que los hombres eran, por norma, borregos, pero aquel lo tenía grabado hasta en el avatar. Aquella actitud de surfero sin cabeza, que él había tenido de joven para más autocompasión, no era sino lo que le reventaba. Lo hizo para con el ex-novio de su hija, con el que hubo un largo y literal proceso traumático, para acabar largándose y no volver. Era lo que tenía estar enrollándose con otras a sus espaldas y en la cara del novelista, aunque no fue él quién le mandó al hospital, sino el director de cine de por aquel entonces, un negro con pintas de gángster y muy poca paciencia.

El caso era que David estaba enfadado, y no poco. Aquello se hubiese quedado en un simple cabreo si la niña no hubiese desaparecido, pero es que estaba siendo buscada por la policía, y al final sí que iba a tener razón el jodido policía con lo del Lúmiere. Quizá debiera volver a hablar con él, pero no tenía mucha claridad en ese momento, y sólo se le ocurría averiguar el nombre de ese desgraciado.

- Lo siento, Sasha. Te debo de haber cortado todo el rollo, pero estas cosas me superan- confesó con cierto tono de arrepentimiento, aunque, de no haber estado ahí la chica, el reservado se habría convertido en el escenario de una pequeña guerra entre David y el mobiliario-. No tienes por qué aguantarme así, porque ni yo me soporto, pero no creo que pueda ser buena compañía en lo que queda de noche- se acercó a la pequeña, pues su estatura no excesiva ni mucho menos, y le plantó un beso en la cabeza, donde la frente pierde su nombre, con un gesto de afecto y moderación, al tiempo que volvía a acariciarle el cabello-. Aún así, gracias. Has averiguado más que yo en cinco minutos que yo en dos días volviéndome loco- cómo se nota que eres joven.

Y sin más, el hombre se dejó caer al lado del sofá, en el suelo, apoyando la cabeza sobre el mismo mientras seguía fumando.

- Dios nos odia a todos- reveló con una media voz más que quebrada y a medio derrumbar, pues aquello no era más que la frase comodín de todos sus libros, no sin razón, al parecer. Era la firma y seña de identidad que revelada a David como el misántropo ateo sin esperanza en un mundo lleno de tantos GreatBalls y tan pocas balas.

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14/12/2012, 23:50
Sasha

 

And then, shit happened.

Decir que la actriz se asustó sería faltar a la verdad, pero si que se quedó temporalmente al margen en su segura posición en el sofá, mirando a David recorrer furibundo el reservado como un tigre enjaulado. Y con más o menos las mismas ansias asesinas. Los ojos de la mujer miraban con inquieta calma los movimientos del escritor, incluso cuando este arremetió contra la mesa, y no se movió de su lugar hasta que el escritor se dejó caer en el suelo momentáneamente derrotado. Ni siquiera con sus muestras de cariño, con las que solo dibujó una leve sonrisa.

"Gracias por el esfuerzo" decía en voz muda. Pero eso David ya lo sabía.

El escritor escuchó el ruido del cuero cuando la actriz comenzó a deslizarse hasta quedar cerca de su cabeza y, con el cuidado con el que se trata a una bomba a punto de explotar, colocó las manos en sus hombros. Comenzó a masajear en silencio sus hombros, más por hacerse notar que por una verdadera necesidad del escritor. Sasha estaba ahí para David, y lo dejó claro dándole un beso en la frente.

- No hagas ninguna tontería David. dijo al fin, con voz queda. Se que las haces siempre, pero procura no hacerla ahora. Te diría que se como te sientes, pero sería una putísima mentira y lo sabemos los dos. Lo que si que puedo decirte es que te comprendo. Retiró las manos de los hombros, para dar un abrazo al escritor, apoyando su cabeza en su hombro. Y comprendo la paliza que quieres darle a ese gilipollas.

Sasha se quedó allí, una posición bastante incómoda, por un buen rato. Sus brazos, aún puestos en el pecho del escritor, medían discretamente sus pulsaciones en silencio. Sirviendo únicamente como un simple pero necesario peso que sujetase a David a la tierra, antes de que se alzase como un volcán. Explosivo, furibundo, recorriendo la ciudad como un mar ardiente de caos. 

Por que todos sabían que aquello acabaría pasando tarde o temprano. Por que si sucedía cuando no había motivos, ahora que los había David podría levantar cada metro de asfalto de la ciudad en busca de su hija.

Y con razón, añadiría Sasha sin dudar. Y con razón.

- Pero para eso tenemos que encontrarle. prosiguió cuando vi que el escritor se tranquilizaba. A él y a Clare. Y voy a ayudarte. Esta noche, mañana o cuando sea. Solo dímelo. Que me vaya o me quede. Y puntualizó la frase con un breve beso en los labios del hombre, forzando al máximo antes de romper el abrazo unilateral en el que llevaban sumidos un buen rato.

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15/12/2012, 04:03
David Stanford [Superviviente]

David era una pequeña fierecilla. Una epicúrea y casi hedonista, con mil debilidades y quinientas fortalezas. Pero, como todas las bestias, se amansaba con la música. No sólo era un rockero de la vieja escuela, sino que, no en vano, el rock ha estado toda la vida ligada al sexo. Si Axel Rose pudo grabar de fondo en Rocket Queen el plomazo con su novia de diecinueve años, no era en absoluto de extrañar que por separado los asuntos de cama funcionasen mucho mejor con él que con otro, en cuanto a brindar tranquilidad se refería. Así consiguió calmarse David, aún sin música. Bloqueó el teléfono móvil y, aunque en principio apuntó a la fuente, finalmente lo lanzó a un cojín del sofá, buscando la hendidura para que se perdiese por ahí y no molestase.

El famélico hombre, privado durante dos días del vicio que le había dado fama y una falsa pero eficaz sensación de felicidad, sabía que Sasha le conocía. Y lo hacía demasiado bien. Sólo la miel de sus labios, y de unos pocos más, podían amansarle de esa forma, convirtiéndolo, por el momento, en una bestia apaciguada. No una bestia por lo sexual, ni por lo airada, pues eso es algo que no podía juzgar él, sino por lo primitiva e instintiva. Movido por el amor y el reflejo de progenitor, el reflejo primario había sido defender a su prole ante cualquier amenaza del exterior, más aún si invadía su territorio.

Pero los labios amansaban el rictus del escritor, que no pudo sino enredar las manos en la melena negra de su amante y compañera, como si de un pequeño bosque de manzanos se tratase. Porque, si tenemos en cuenta las referencias bíblicas, al ateo le gustaban las manzanas, y entendamos por el fruto rojo al pecado, aunque no tenga ningún sentido y sea sólo un disparate en latín escrito por cuatro viejos para dominar el mundo. Unos viejos que, todo sea dicho, son, por suerte, ajenos a la reflexión del novelista.

"Quédate"

Más nada que eso dijo el escritor, con un susurro bajo, al principio del camino entre mil sendas. Imperativo, ruego, petición, orden, quejido, sugerencia, y una interminable lista de interpretaciones, si bien pretendía tenerlas todas. Porque David no sabía de muchas cosas, pero sí de la cadencia de las palabras en momentos muy puntuales. El momento de inflexión entre la ropa y el desnudo, para no faltar a la verdad.

No era ninguna tontería. El alimento del esclavo incapaz de pedir si no es en broma pan y agua llamaba a la puerta, aunque ni se hubiese dado cuenta. Lo que pasaba en un reservado de discoteca se quedaba en un reservado de discoteca, y los encuentros entre un par de afines, también.

En cierto modo, aunque era algo tremendamente hedonista, aquello era el agradecimiento de David por la intervención de Sasha. Demostrarle que no sólo sabía comprenderlo sino que, pese a no ser su hija, pese a ser su querida, estuviese dispuesta a ayudarle, era algo loable, y el novelista amaba demasiado a las mujeres como para no hacer lo único que sabía hacer para complacerlas, pues en el resto de necesidades era nefasto. Estaba separado de Clare por algo, y había una razón, sino mil, para que el hombre siguiese siendo un buen amante pero no un buen marido. Por mucho que él estuviese dispuesto a vender su alma para obtener lo segundo, aún a expensas de perder lo primero.

Mañana, bajo el abrigo de la coraza de hormonas y el rugir de un león en el despertar de un día de guerra, buscaría al hombre, y a Clare.

Mañana.

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15/12/2012, 13:28
Violet

Aquella limusina blanca era el culmen perfecto para su llegada, había hecho bien en alquilarla. Un ángel blanco emergiendo de una carroza blanca. Por un momento sintió envidia de los que estuvieran en la puerta de Electrosand cuando ella arribase, ya que podrían presenciar un espectáculo impresionante. 

La joven acarició ligeramente su vestido, la nívea tela contrastaba con la tapicería de piel negra del auto. En otras circunstancias hubiera estado  nerviosa, pero con aquel vestido, se sentía como diosa todopoderosa que agraciaba a los mortales con su presencia. 

-Señorita, hemos llegado -anunció el conductor al tiempo que sentía cómo el coche frenaba hasta detenerse. 

Aquel hombre no se había atrevido a dirigirle la palabra en todo el trayecto, se había limitado a observarla a través del espejo retrovisor con una mezcla de adoración, temor y pasión extrema.  

Alguien abrió la puerta desde el exterior, invitándola a salir. Violet cogió su pequeño bolso de mano blanco. 

Lo primero en emerger de aquella limusina fueron unos espectaculares zapatos blancos de vertiginoso tacón. Para cuando el resto del cuerpo salió a la calle, todos allí congregados ya la miraban con expresión de asombro. 

Atravesó la calle con decisión. Aquellos altos tacones le permitieron atravesar el río de babas que se estaba formando sin mojarse. Se saltó la cola, pero todos estaban demasiado impresionados con su belleza como para quejarse. El número de erecciones por metro cuadrado de aquella zona era realmente alarmante. 

La musa oriental franqueó el luminoso cartel y entró a su palacio. 

Justo en el momento en el que Violet hacía su entrada triunfal en la sala, uno de los focos apuntó hacia ella, envolviéndola con un halo de radiante luz. Aquello parecía una señal del cielo. 

La joven pudo sentir decenas de miradas, su llegada no había pasado desapercibida para nadie. 

Violet había llegado a Electrosand.