Partida Rol por web

El sonido al otro lado del teléfono fue lo bastante descriptivo como para que Thomas pudiera comprender una cosa. Katherine Aldridge estaba en un lío.

- Esta niña me va a volver loca, Thomas. Me va a volver loca...respondió, como una madre preocupada por las malas notas de su hija. Y la verdad, preocupada sonaba. Me dijo que tenía un caso brutal y ya veo que no se equivocaba. Pero puede acabar en un buen follón como no ande con pies de plomo.

- Es de fiar. Sonaba absolutamente tajante, y eso que Donna era muy exigente para ciertas cosas. Tiene un talento bestial, pero aún no ha aprendido lo que pasa cuando te metes muy hondo en la boca del lobo... En confianza, Donna sabía más o menos lo de Thomas, y sabía que con esas palabras serían suficientes para hacerse entender. El viejo policía lo sabía, y la redactora había visto a más de uno perderse en la vergüenza de un corte de mangas del poder que te tira por tierra toda la carrera. Pero toda la información que tenga este periódico, la tiene ella. Joder, con la puta cría del efe desaparecida y ni así me chiva nada. ¡Si estuvo esta mañana a entregarme su artículo! ¡Voy a llamarla ahora mismo! Declaró con la mejor voz de negra indignada que pueda existir en todo New York. ¡Cuelgo y te digo!

Kevin tomó el cigarrillo que le tendía Rick sin pensárselo. El Lumiere esta plagado de críos como esos, a parte dudo que nadie que vaya allí les preste siquiera atención, quien lo haya hecho sabía bien lo que hacía. El mecánico le dio una buena calada mientras miraba al cielo. Las desapariciones están llegando a todas partes incluso en este barrio ha desaparecido una mujer, la relación que puede tener con lo chicos no lo se. Pero lo que si que se es que los bajos fondos se están reorganizando. Un nuevo Narco ha llegado a la ciudad.

Kevin miró a Rick de reojo. Si ya se que esta información no te sirve de una puta mierda, pero que quieres que le haga. Las desapariciones son algo muy gordo y hoy ha sido el primer día que he visto algo en la tele y todo por la blanquita esa. A la gente de arriba no le ha importado una mierda que los currantes desapareciéramos, pero ahora que la mierda los salpica quieren soluciones. Tiró el resto del cigarro al suelo y lo piso. Como no te he podido decir mucho el cigarro bastará para pagar la información, pero no te acostumbres, para mi esto sigue siendo un negocio.

David conducía su coche camino a casa de su agente, para los asuntos rutinarios que ya tenía demasiado abandonados. Con una mano fuera de la ventanilla, dejando consumir el cigarro, y la otra sobre el volante. El equipo de música reproducía la música de fondo, mientras el móvil en su bolsillo llamaba con el manos libres. A Thomas Jackson.

- ¿Señor Jackson?- preguntó en tono interrogativo cuando creyó dejar de escuchar el tono de llamada. No estaba seguro de si lo había cogido, pues la música de fondo dificultaba bastante. Pese a todo, podía leerse una despreocupación bastante impropia de alguien cuya hija estaba desaparecida. Y es que otra no, pero Stanford era el rey del teatro.

Tanto así que le sobraban los enanos. Salvando a la esposa de su agente, claro. Bendita renacuaja.

Jackson probablemente sólo escuchase el ruido del motor y de la música, con el señor Stanford de fondo, dubitativo. Algo que, desde luego, podía esperarse si había indagado en la vida privada del novelista.

“Un Narcotraficante nuevo, lo que me faltaba por escuchar” pensó Rick. ”¿El Reloj?...”

-No te preocupes Kevin, todo esto es bastante feo.- le dio una profunda calada al cigarro. -Estoy seguro de que si el desaparecido fuera yo, no me buscarían ni las ratas- sonrió de medio lado. Se volvió a poner serio –¿De Harry sabes algo? Lo vi el otro día y parecía que había estado peleándose con una puta manada de elefantes. El muy cabezón no me quiso decir nada, aunque parezca mentira le aprecio, y no me gusta nada ver que le pasan cosas malas a la gente aprecio…-

Justo después de la llamada a Donna, mientras aún estaba asimilando las ramificaciones y midiendo el siguiente paso que tendría que dar el teléfono de Thomas volvió a sonar inesperadamente. Aún ni le había guardado en el bolsillo de y del susto casi se le fue al suelo

-Cacharro infernal del demonio- murmuró mientras miraba el número en pantalla. No le tenía en agenda interna pero le sonaba, era del el escritor del otro día.-¿Y ahora qué querrá...?-musitó antes de responder. Si iba a preguntar por novedades lo llevaba claro el bueno de Stanford.

-Sí, agente Thomas al habla, dígame David-dijo tras pulsar la tecla verde y mirar alrededor a ver dónde se podía sentar sin perder cobertura, ni pregonar a los cuatro vientos la conversación. Existía la posibilidad que el escritor fuera a aportarle algún dato nuevo que hubiera encontrado por su cuenta a pesar de las advertencias de que no hiciera nada; pero por el momento sólo oía ruido-Conexión de mierda...-

Kevin se comenzó a reír al oír lo de Harry, No se en que mundo vives, dijo mientras volvía a ponerse poco a poco serio, Harry lleva metido en la mierda esa de las drogas desde hace años, en mas de una ocasión le pille un par de gramos, o si no tenía pasta un poco de maría. El mecánico tendió la mano haciendo un gesto para que le pusiera un par de verdes en la mano. Vamos, ata cabos, nuevo narco, viejo traficante herido. Al nuevo jefe no le debe de molar nada la competencia y por lo que he oído hay hasta cosas peores. El otro día hubo un tiroteo en Central Park, me juego el cuello a que alguno de los chicos nuevos estaba metido.

¿Algo más? Porque a mi jefe no le mola que me retrase mucho y las horas extras te las cobraré mucho mas caras.

Perfecto.

David se mostró aliviado mientras cambiaba de emisora, sólo por joder. Aumento la sonrisa en el rostro, con unos ojos vacuos a través de las gafas de sol. Aquel capullo irreverente aún tenía fuerzas para reírse del mundo pese a sus circunstancias, que ya eran deplorables de normal como para añadir lo de su hija.

- Le prometo, agente Thomas, que no he tenido tiempo para dármelas de vigilante- mintió, aunque ciertamente tiempo le faltaba y ya bastante le costaba tener que asomar en los eventos públicos-, pero al final resulta que sí estuve en el Lumiere, creo- reconoció, mostrándose patoso en la última palabra, hipando-. No recuerdo un carajo porque mi médico, por motivos de salud- volvió a mentir-, me ha hecho una analítica y han salido drogas que yo nunca tomo.

Silencio.

- Que no es que yo tome drogas de vez en cuando- mintió, ensanchando la sonrisa de oreja a oreja-. Sea como fuere, me parece una terrible coincidencia, y ya que lo mentó me veía en la obligación banal- que no moral- de decírselo.

Porque ese poli de la vieja escuela podía encontrar a su hija, básicamente.

- No hay novedades, supongo- preguntó sin preguntar, casi retórico, con un tono algo más deprimido. Y más deprimido casi por su amada que por él.

El semblante de Rick se volvió bastante más sombrío, se imaginaba esa respuesta, pero tenia la esperanza de que no fuese así.

Abrió la cartera y saco un billete. Lo doblo y se lo dejo sobre un estante. Echo a andar para salir del taller, ya había terminado la transacción. Cuando estuvo en el quicio de la puerta se paró en seco.

-Una cosa más…- se giro y miro a Kevin mientras lo señalaba con una mano. –Ten cuidado.-

“Como cojones se habrá podido liar una mierda como esta en tan poco tiempo, y porque me ha tenido que salpicar a mi hasta las orejas”

El policía separó el auricular de oído. El ruido infernal de ¿la radio? ¿un gato atropellado usado como violín? ¿los cuatro putos jinetes del Apocalipsis? le estaba taladrando el cerebro y malamente oía lo que decía el señor Stanford. Algo sobre drogas, vigilantes y análisis.

-Pero en qué leches ha estado este tío metido los últimos días-pensó meneando la cabeza un tanto sorprendido. En Nueva York podría detenerle por haber confesado una retahíla de delitos interesante, pero no estaba muy por la labor. Ni cerca. Thomas no tenía edad para ponerse a perseguir a un hombre que había perdido el norte y lo buscaba donde podía. Que se jodiera antivicio.

-Siento mucho comunicarle señor Stanford que seguimos sin novedades-no iba a poder evitar darle algo de información de forma extra oficial al hombre-Le recomendaría que leyera la prensa diaria, tal vez encuentre alguna respuesta.-de esa forma Thomas no rompía la ley, y posiblemente el escritor estaría alejado de las calles un rato que visto como estaban las cosas no sería poca victoria.-Sigo trabajando en el caso y tengo algún indicio más... pero nada que pueda comunicarle-o que no haya hecho ya. Thomas deseaba poder tenerlo delante para lanzarle un diario a la cara para que cogiera la indirecta si fuera necesario.

David, atónito, miró el móvil, como si fuese a sacar una mano y decirle que era broma.

- ¡Señor Jackson, por el amor de Dios!- exclamó indignado, pegando un manotazo contra la radio para apagarla y pisando ligeramente el freno. Ahora se sentía desconectado de alimento, pero al menos podría decirle al vieja usanza lo que debía-. Señor Jackson, el vecino de Lew Ashby, mi patrocinador, se fue de fiesta conmigo la noche en que desapareció mi hija. Acabé en el Lumiere con un interesante coctel de narcóticos en las venas. No recuerdo ni una teta, ¿entiende?

Mejor obviar los triviales mensajes de rotulador en el pecho.

David resopló en silencio, callándose la poca paciencia que se le acababa, y no por culpa del policía.

- Y no se preocupe, ya tengo papel higiénico- espetó con desagrado, refiriéndose a la prensa diaria. Una sarta de gilipolleces, manipulaciones, y despotriques sin sentido a su vida personal. Eso eran las noticias.

Por lo que parecía el fuerte del escritor no era la sutileza precisamente; Thomas chasqueó la lengua con desagrado. Pero apuntó el nombre del individuo por si acaso, y el tema ese de las drogas y no recordar. Era otro tema turbio relacionado con el Lumiere.

-Bien, puesto que no me ha entendido al hablarle con medias tintas señor Stanford se lo diré claramente-inspiró, expiró. Contó hasta tres, y putas ovejas si hacía falta. No era plan de mandar a un hombre claramente preocupado por el destino de su hija a la mierda-No hay nada que pueda decirle yo que no se encuentre en los periódicos del día.-nueva pausa, dándole tiempo a que asimilara-Me son ciertamente indiferentes sus hábitos de limpieza, pero tal vez debería echar un vistazo detenido a dicha prensa para estar al tanto de todo. La investigación se ha hecho pública y ahora mismo no soy la persona que más sabe del tema me guste o no-

Esperaba que algo de razón hubiera entrado en ese melón... sino las formas se iban a acabar perdiendo por ambas partes. Y si le habían pinchado el teléfono, cosa que no descartaba, alguien iba a ver una colorida variedad de juramentos que harían sentirse orgulloso a un carretero de gama alta.

Recuperando su ropa y agarrando el pesado fardo que había traído el misterioso comando, Nataniel echó a andar tras él. No sabía cuanto tiempo estuvieron dando vueltas, tantas que no sabría volver a el lugar donde había estado atado ni aunque quisiese. Le dolían las rodillas de arrastrarlas rozando el metal con su fino pantalón de traje, pero sería mejor no quejarse.

Tras un buen rato arrastrando el saco por los conductos de ventilación, llegaron a una salida. Aquello pesaba como un demonio, pero Nathaniel tuvo el buen cuidado de llevarlo con delicadeza para no enfadar a su captor. El aire de fuera se colaba por las rendijas, muy agradable comparado con el enviciado del tunel. Sin embargo hizo estremecerse a Nath, vestido poco mejor que un vagabundo en aquellos momentos. Se notaba el frío del exterior.

Su captor abrió la tapa, que se mantenía en sus goznes de manera engañosa. Fuera era ya noche cerrada. Desde luego, había pasado mucho tiempo inconsciente, pues no juraría haber estado tanto tiempo hablando con el hombre misterioso.

Su captor se hizo a un lado en el estrecho conducto y, antes de dejar salir a Nathaniel, le agarró del hombro. Tenía muchísima fuerza. Con la mano libre le señaló una ranchera negra, parada más adelante justo bajo un farola. En ella había un hombre mayor y fibroso vestido con ropas de montaña, al parecer esperando.

- Dale el ssaco y ayúdale a meterlo en el maletero. Despuéss, solo vuelve.- le ordenó, concreto y conciso, antes de soltar su brazo.