Partida Rol por web

Deanna gemía de dolor, notando cómo las llamas le arañaban la piel, mientras la Redcap desaparecía, esfumándose como por arte de magia. Neakail dejaba de arder, de una manera que Deanna no comprendía, e intentó imitarle- ¡Neakail, espabila! ¿Cómo demonios has dejado de quemarte?- preguntó, mientras ponía todo su empeño en imaginar que las llamas se alejaban de ella, de la misma manera que se habían alejado de Neakail. 

- ¡La niña! Hay que buscar a Alice. -dijo, apretando los dientes, pensando en que tenía que salir de aquella de cualquier forma que fuera posible.

Mi sonrisa se afiló al oír las palabras de Lady Ban, y que la rednocker respondía de esa manera. Parecía que las cosas empezaban a cambiar. Y esa misma sonrisa se me quedó congelada en la cara fruto de la impresión y el desconcierto, cuando me di cuenta de lo que le había birlado. Joder. Joder. Joder, joder, joder.

El puñal de hierro frío desapareció de mis manos tan rápido como pude metérmelo en el bolsillo. ¿Me daba mal rollo llevarlo encima? Desde luego. Pero se compensaría cuando tuviera tiempo de pensar en qué podía sacar por él.

Al oír las palabras de la redcap di por hecho lo que iba a pasar. La miré un instante. No era muy amigo de que la gente con la que me estaba zurrando se marchase porque podía venir y meterte una puñalada por la espalda cuando menos te lo esperases. Pero en ese momento tampoco supe qué hacer para impedirlo.

Una vez se fue y nos quedamos solos, apreté los dientes, harto de quemarme. Leonore y el jefe no estaba muy claro qué mierda tenían en la cabeza, y aunque las palabras de Deanna eran convincentes tuve claro que la niña podía esperar. Lo primero era dejar de ser putas antorchas. Así que, aunque fuera sólo por descarte, decidí imitar al sátiro. Me lancé al inestable suelo y me puse a rodar, como un cerdo un poco monguer revolcándome en el barro. Al menos seguro que Kyran, Neakail y Leonore estaban demasiado ocupados como para fijarse en el ridículo que hacía. Y Deannna, bueno... Tenía la impresión de que a Denna todo le parecía, más que ridículo, sexy, así que ni tan mal.

El aire se hacía cada vez más denso, más difícil de resistir, y cada bocanada parecía calentar vuestros pulmones de manera peligrosa. La imaginación de Deanna es poco efectiva ante un fuego cada vez más real, pero sus palabras parecen obrar sobre Neakail, quien parece despertar de su alucinación, agitado, como si hubiese estado en una latente y muy real pesadilla. Sus ojos desorbitados tardan un poco en acostumbrarse, encontrando que las llamas a su alrededor aumentan de intensidad, que ya no hay una redcap/nocker, sino que están en presencia de la baronesa Bán, y que Kyran y Errol dan vueltas por el suelo con cierto desespero, y Leonore continúa inmersa en su propio terror.

Los esfuerzos del sátiro y el clurichaun les libran del fuego, aunque su aspecto es lamentable y sus heridas grandes, eso sin descontar que estaban lejos de estar a salvo. La situación había mejorado tan sólo un poco, pero cualquier optimismo se veía ahogado por los crujidos de la madera que empezaban a deshacerse.

-¿Hola? ¿Holaaa? ¿Hay alguien? ¿Qué pasa? ¿Madre?- pregunta una voz infantil del otro lado de la puerta cerrada. La baronesa, fría y distance ordena con su voz desapasionada. -Ayudad a salir a Alice de allí- ordena mirando a Errol revolcándose, sin mover un sólo dedo para ayudarle. 

El sátiro sintió un soplo de alivio cuando el fuego dejó de lamer su piel. El dolor no había desaparecido y viendo la gravedad de sus heridas no lo haría tan fácilmente, eso sin contar con que el edificio estaba en llamas y la situación aún podía ponerse peor... pero al menos ya no se estaba quemando. 

Se puso en pie y miró a Errol revolcarse por el suelo. Casi sintió cierto orgullo al ver que había seguido su ejemplo. Casi. Le hizo un gesto para que se diese prisa.

—¡Ayuda a las chicas a apagarse!

Él se fue hacia la puerta, pero antes de hacer nada echó una mirada hacia la baronesa. La mujer de hielo seguía portándose de un modo extraño, pero aún estaba ahí y Kyran no sabía qué pensar respecto a ella.

—¡Eh! ¿No puedes enfriar este puto sitio?

No esperó a escuchar su respuesta, en lugar de eso alzó la voz hacia el otro lado de la puerta.

—¡Alice, tu madre se ha marchado! ¡Hay un incendio! ¡Te vamos a sacar de aquí! ¡¿Puedes abrir la puerta?!

Deanna sollozó, asustada. Su idea no había resultado, y seguía quemándose. Le dolía. Le ardía el cuerpo de manera inaguantable. Sentía cómo su pelaje se consumía y aquello la aterrorizaba. Imitando a Kyran y a Errol se tiró al suelo, y empezó a revolcarse, tratando de apagarse. Al menos, Neakail reaccionaba. Y Leonore... Leonore seguía gritando. A su manera.

La voz de Alice llegaba, tras la puerta, confirmando que la niña se encontraba allí. Debía de haber alguna manera de sacarla, se dijo. Una madre no abandonaba a su hijo así como así, si podía sufrir unos daños tan graves, pensó. O sí. O quizá sí que lo hacía porque no podía llevársela, ¿quién sabía? 

La verdad es que cuando me di cuenta de que por fin había conseguido apagarme me dieron ganas de quedarme ahí tumbado unos segundos. Fue sólo un momento, pero joder... Me lo había ganado, ¿no? Descansar un poco, respirar... Bueno, respirar, lo que se decía respirar, con todo cada vez más lleno de humo, quizá no tanto.

Ni siquiera tuve tiempo de pensar cuánto rato podría escaquearme sin que se notara antes de oír los gritos del sátiro dándome órdenes. El nuevo jefe después del jefe, al parecer. Bueno, al menos lo que él decía tenía sentido. Y ayudar a las féminas a apagarse no parecía un mal plan.

No me hizo falta pensármelo mucho para elegir a por cuál ir. Vale, Deanna estaba sin duda más buena, y que se estuviera revolcando ya añadía morbo al asunto... Pero Leonore estaba ya desnuda. Sin embargo, verla y darme cuenta de que no se empanaba de nada, le quitó toda la gracia al asunto. No molaba aprovecharse de alguien que estaba así de jodido.

Sonreí de medio lado mientras me acercaba a ella al escuchar al sátiro hablar a Lady Ban. Sí, sí, seguro que podía enfriarlo todo. Con su actitud, como mínimo. Mientras me acercaba a Hallowitch busqué en el piso de abajo.

—¿Mest? —llamé, antes de levantar más la voz—. ¡Mest!

Mientras seguía pendiente de que la quimera diera señales me quité la chaqueta, la hice un gurruño y miré a la Sluah sin swag.

—Como se me estropee la chaqueta, me compras una nue... —empecé a decir aunque no sabía si podía oírme, antes de recordar el gusto que tenía ella con la ropa—. Me la pagas.

Y entonces empecé a pegarle allá donde veía llamas con la prenda con golpes rápidos y secos.

De pronto dejó de caer y comprendió que la situación no había sido real. Volvió a la realidad, que siguió su curso y se presentó más complicada que la última vez que la había visto. Al parecer el cantrip había surtido efecto y el fuego que le engullía efectivamente se había apartado de él, pero algunos compañeros y la propia casa seguían siendo pasto de las llamas.

Lo que no hubiera esperado jamás es la presencia de Lady Ban. Eso le descolocó y se quedó con una interrogación atrapada en la lengua. ¿Que hacía aquí? ¿porque estaba tan impasible?

Algo dentro de su ser le impulsó a no perder mas tiempo y actuar. Si había funcionado antes, podría funcionar ahora. Solo era cuestión de poner empeño... así que lo intentó con todo su ser. 

- ¡ATRÁS! - ordena al fuego con furia, acompañando el bramido con un gesto con el brazo, como quien aparta algo que le molesta delante de sus narices. Mandando el fuego a un lado. 

-¡No tengo la llave!- grito la pequeña desde el otro lado. -Está asegurada- dijo, mientras el tono entrecortado de su voz pareciera revelar que está al borde de las lágrimas.

Lady Bán se mantuvo unos instantes, pero lentamente su figura comenzaba a hacerse más imprecisa, y a desdibujarse como un espejismo en el aire, dejando un olor a whisky detrás, casi como si el Ensueño deshiciese aquella invocación que Errol había traído aquí. No dijo nada, sino como si fuese un enorme témpano de hielo sublimándose, la Sidhe se convirtió en una niebla vaporosa que se mezcló con el humo del fuego que rodeaba y carcomía la madera a vuestro alrededor.

Mientras Deanna y Leonore se revuelcan en el suelo, Neakail, ahora de regreso y consciente, invoca sus propios poderes. Sus palabras obran con gran fuerza y el fuego empieza a escapar, reptando sobre la madera como cienpiés, lombrices y gusanos asustados, dejando un espacio alrededor de todos vosotros libres de llamas. El primer piso está incendiándose, y el segundo comienza a ser pasto del fuego, pero por ahora el Nocker ha ganado valiosos minutos.

El Pelirrojo llama a Mest pero no encuentra respuesta de su parte. Y sus propios llamados son ahogados por el crepitar constante de las llamas que comienza a subir de volumen. Aquella casona vieja y abandonada no duraría mucho en pie a este paso, y ni todos los esfuerzos de Neakail o las chaquetas de Errol serían capaz de mantener a raya al fuego que había liberado la redcap como su primera y última putada. Las opciones de escape comenzaban a ser muy, pero muy contadas.

Que ya ninguno estuviese ardiendo en llamas era algo bueno. Tal vez lo único en la situación en que se encontraban. Y no iba a durar mucho si no se largaban cuanto antes, porque las llamas estaban devorando el edificio a toda velocidad. 

Al escuchar a la niña el sátiro empezó a murmurar entre dientes blasfemias ininteligibles en las que mezclaba el inglés y el gaélico. Miró alrededor, vio cómo se esfumaba la baronesa y a Leonore todavía perdida en sí misma. Al final cogió aire profundamente y dio un paso cojeando para tomar distancia con la puerta.

—¡Apártate de la puerta! —gritó hacia el otro lado antes de levantar una pata y arrearle una coz a la madera, cerca del lugar donde suponía que debía estar la cerradura.

Viendo las intenciones de Kyran y respirando aliviada porque el fuego les hubiese dado algo de tregua, Deanna quiso colaborar, para que fuese fácil recuperar a Alice. Tirar abajo una puerta no debía ser sencillo, si ésta era de madera y estaba cerrada a cal y canto. Pero romper una puerta de un material más frágil... Sí, aquello podía ser mucho más viable, se dijo, mientras estiraba las manos y murmuraba.

- Si tu quieres despegar, al cohete has de cantar... Bing... Bong... Bing, Bong... Quien es mejor que nadie más... Y con él quieres jugar... Bing Bong... -pensó en Bella. No supo por qué. Aquella canción absurda de película infantil, la hacía pensar en Bella. Se le llenaron los ojos de lágrimas- ¡Si tu quieres despegar al cohete has de cantar!- cantó, más fuerte, mientras movía las manos, a duras penas, contrayendo la boca en una mueca de dolor.

El esfuerzo de Kyran es insuficiente. La puerta se remueve y la madera alcanza a ceder un poco, revelando su interior amarillo, mientras varias astillas vuelan en el aire. Una u queda marcada sobre el sitio en el que el cansado y herido sátiro lanzó su coz, pero su esfuerzo no es suficiente.

Su pierna se reciente y sus quemaduras le impiden dar más de sí. Deanna da entonces un paso hacia adelante y aunque su disparate parece apresurado, cuando se acerca a la puerta y la toca, esta comienza a vibrar lentamente al ritmo de su tonadilla, las tablas comienzan a moverse y a separarse, hasta formar cuadrados, su color se hace más claro, sus divisiones más marcadas, y al final, se ha transformado en un shōji, una puerta tradicional japonesa a base de madera y bambú, mucho más endeble y fácil de vencer que la puerta de madera sólida.

- No toquéis la cerradura, tiene trampa - acaba diciendo Neakail al ver intenciones, ciñiéndose a los antecedentes sufridos en carnes. Al sátiro no parecía haberle pasado nada, pero él habría sufrido daño al tocar el pomo.

Podría intentar abrir un portal, pero prefería guardarse el as para ir de la habitación, una vez con la niña en su poder, al despacho de Lady Ban. Es por eso que trata de sacar partido al cantrip de la gata, para abrir un boquete en la puerta por el que pasar. Aprovechando la nueva fragilidad, da él la patada.

Al ver cómo el fuego empezaba a huir reptando fruncí un poco el ceño y miré mi chaqueta. Algo no había salido como esperaba. Al momento, en cuanto me di la vuelta, entendí lo que había pasado, pero no dije nada sobre ello para que no se creyeran lo monguer que había sido por un instante.

Asentí en la dirección de Neakail. No lo hice con admiración ni nada de eso, no fuese a ser que se pensase que yo no podía haber apagado el fuego solo, pero sí con una pizca de reconocimiento. Y cuando acto seguido la puerta se transformó, miré a Deanna.

—Eso ha estado bien —aseguré.

Y la verdad es que me dieron ganas de felicitar también a Neakail cuando intentó cargarse la puerta de una patada... Pero seguro que se lo tomaba como algo sarcástico. Bueno, y es que lo habría sido. En lugar de eso saqué mi daga y me dispuse a rajar el papel, esperando abrir la puerta al otro lado.

Ante la nueva puerta, el Nocker ingresa sin mayor dificultad, a pesar de las terribles heridas y la debilidad del último enfrentamiento. Al entrar, revela una pequeña habitación, que antaño pudiese contener una cama, un armario, quizás algunos juguetes, pero que ahora estaba a unos cuantos pasos de distancia de ser una celda. Había un colchón sucio y pequeño en una esquina, y algunos montones de trapos y hojas sucias regadas por todo el lugar. La única ventana tenía dos tablones irregulares que bloqueaban la luz del sol, y el único closet no tenía ni siquiera una puerta.

Y allí, en medio del lugar, se encontraba una pequeña, de ojos grandes y marrones y cabello castaño ondulado. Ella era lo más limpio y reluciente en aquel sitio. Podéis sentir como la realidad a su alrededor está inyectada de enormes cantidades de glamour, y como éste se manifiesta de oscuras y retorcidas formas, sombras grandes y deformes que transmiten miedo; susurros provenientes de las paredes con palabras ominosas e inquietantes, y un aire pesado al respirar. La pequeña parece asustada al veros entrar.

-La... la puerta. Vosotros... vosotros sois como los profesores de Goldtree- dice, y su voz tiembla, mientras da un paso hacia atrás. -Como... ¿madre?- dice, y notáis cierto temor en su voz.

Sus ojos grandes y curiosos se abren de par en par con cierto terror y el aire a vuestro alrededor parece temblar con el aroma del glamour oscuro del túnel subterráneo que habéis atravesado antes de llegar hasta aquí.

Deanna siguió a sus compañeros, cautelosa, abriendo bien los ojos, dibujando una expresión llena de incredulidad y cierta indignación al observar aquella habitación que más bien parecía una celda- Maldita sea, qué sitio más acogedor. Ideal para la crianza de un crío.- musitó, notando cómo se le erizaba el pelaje, al notar el glamour vibrante alrededor de Alice. Que los temiese al ver que eran igual que su madre, sólo hizo que temiese lo peor. Que la redcap le hubiese hecho daño a la cría en su empeño. O quizá, que realmente la niña hubiese estado aterrorizada ante la idea de abandonar su vida en Goldtree, y con su familia, y tuviese que huir con su madre, a quien seguramente no conocía, descubriendo en el proceso quién era realmente de una manera ciertamente traumática.

- No, que va. Somos igual de guapos, sí, pero no nos parecemos en nada.-dijo Deanna, frunciendo el ceño, ligeramente- Mira Alice, todo debe ser... La mar de normal para ti ahora. Quiero decir, que es un poco para flipar, ¿no? Con todo eso de tu madre, y que venga gente tan rara a buscarte que se parece a tus profesores de Goldtree. - dijo, tratando de utilizar un tono agradable y pacífico- Cuando yo tenía tu edad, más o menos, también me pareció todo igual de normal que a ti, cuando empecé a ver a algunas personas con cosas raras en la cara, y las cosas a mi alrededor empezaban a cambiar. Tenía la misma cara que tienes tú ahora, pero con unas orejas preciosas, claro.-explicó, tendiéndole su mano, de suave pelaje y uñas gatunas- Pero eso sólo quiere decir que eres especial, ¿sabes? Tú también eres igual de guapa y de mágica que nosotros. Y quizá te salen unas orejas preciosas, o te vuelves capaz de cambiar una puerta de madera por otra diferente. Pero ahora estás, estamos en una situación... Bueno, un poco delicada, ¿sabes? -dijo, encogiéndose de hombros- Apuesto a que has pasado por cientos... No, ¡miles! de situaciones difíciles. Como un examen de mates, o que el azulejo mágico de Miss Blythe te hubiese pillado corriendo por ahí y no sentada en tu sitio haciendo las actividades de clase... Esas cosas. Pues bien, esta es una situación difícil también. Como los simulacros de incendio del colegio.-explicó- Ven con nosotros. No es que estén todos preocupados por ti ni nada, pero seguro que tus profesores y tus padres se alegran de verte.

Viendo la fragilidad de la renovada puerta, parecía que había hecho un esfuerzo estúpido tratando de vencerla de una patada. Bien hubiera bastado con un manotazo. Sin embargo, ni el estado de salud, ni la propia situación, rodeados de fuego y humo, daban para dilucidar con claridad. 

Lo que encuentra dentro parece un escenario sacada de una película macabra, aderezado con el glamour vibrante que parece rodear a la chiquilla, que, por otro lado, supura temor por cada uno de sus poros.

- Nos manda Lady Ban, vamos a sacarte de esta pesadilla. Vamos llevarte a casa.- resume el Nocker, ante la amplitud del discurso de la gata. - Coged a Leonore, rápido. - avisa al resto, para luego mirar a una de las paredes y comenzar una danza peculiar: 

- Déjanos volver al despacho de la Baronesa Bán - masculla Neakail, repetidas veces, a modo de mantra. 

Kyran apoyó las manos en los muslos después de su intento de coz fallida. Definitivamente no estaba en su mejor momento. Se sentía débil por las quemaduras y le costaba respirar por el humo. Esbozó media sonrisa al ver cómo resolvían el asunto entre los otros y alzó un pulgar en dirección de Deanna, aprobando su idea. 

—Eso ha estado cojonudo, preciosa. 

Su atención se fue luego hacia la cría que parecía muy asustada. Por un momento pensó en hacer algo que apoyase el discurso de la pooka, pero no se sentía con demasiadas fuerzas y los críos nunca se le habían dado demasiado bien. Lo dejó correr y en lugar de eso hizo caso a Neakail y se fue hacia Leonore para darle algunas palmaditas en la cara. 

—¡Leo! —llamó, intentando sacarla de su trance—. ¡Leo! ¡Despierta!

La sacudió por los hombros y echó un ojo a lo que hacía el nocker. Estaba alerta por si funcionaba y Leonore seguía dormida porque en ese caso la cogería en brazos para sacarla de allí.

La caída y la angustia eran difíciles de describir, nunca había sentido ese miedo en la incertidumbre y no podía parar de gritar ante lo que me esperaba. Porque la incertidumbre era peor que saber qué había abajo, ese era el verdadero terror, el desconocimiento de lo que estaba por venir. Y es en esa caída que siento una sacudida y oigo a Kyran.

¿Él ha caído también?

-_^¿Kyran?- pregunto perdida y abro los ojos al tiempo que me mueve para todas partes. _{^{-¿Dónde estamos?-}} miro confusa alrededor y luego reparo en la niña. Me había perdido muchas cosas y no entendía nada, pero desde donde estaba esa habitación pintaba acogedora en cierta forma. -_{^{¿Y la señora? ¿Qué ha pasado? ¿Vosotros también os habéis caído? No, estamos en el mismo sitio…}}- frunzo levemente el ceño tratando de comprender qué había pasado.