Partida Rol por web

Caja Segura

pokemon oscuro.

Cargando editor
26/07/2013, 00:35
Old Klaymore
Sólo para el director

Querido y amado Julio,

Como tantas otras noches no puedo dormir y tú tienes la culpa de todo. Eres peor que el cáncer y lo sabes, pero eres la heroína de mis venas. Como los soldados la tomaban para no temer a la muerte, yo he tenido que hacer lo mismo. Me hace tremendamente feliz poder decir que no me arrepiento y que volvería a hacerlo, que nunca pensé que una droga pudiese venir en envase de persona y ser el marcapasos de mi pecho. Eres mi sol, mi luna, mis estrellas y mi nirvana.

Así que no me jodas, Julio, y tómate esta carta en serio. Hazlo, porque me está costando los recuerdos y el pesar de no tenerte al lado el escribirla. Como hablarte a través de una madriguera mientras intento alcanzar el bote en el que pone "Drink Me", pero tú, conejo blanco, ya estás lejos y no sé cuando volveré a verte. Bueno, sí lo sé, pero ese es otro tema. Generando expectación, droga mía, esa soy yo. Aunque en el fondo sabes que lo hago para seguir bebiéndome tu corazón.

Ya no hay sol en mi Londres, y no sólo porque no estés aquí a mi lado para abrazarme y decir que del viento se puede vivir y que los besos serán nuestro dinero, aunque de eso, por suerte, no tenemos pena ni queja, aunque bien sabemos que la felicidad no la da. Yo más que tú, vanidoso asqueroso. Pero te quiero. El caso es que, adivina, estoy en nuestro puente. Sí, donde nos conocimos. Sé que mi letra es templada y pluscuamperfecta como yo, quizás un poco emocional y romántica, pero lo vale. Quizá huelas el aroma a sal del Támesis. Pero conociéndote olerás a mujer, capullo infiel.

Pero te quiero. Te necesito, más bien. Escribo a mano porque, a diferencia de ti, vicioso virtual, no me gusta escribir mi puta vida en un word y subirla a internet. Que tus fans saben más de mí que yo. Que leo los comentarios de lo que publiqué como Miss Burton, y hazles puto caso. Cásate conmigo, que como bien dicen, no hay dos MB en este mundo. Pero eso lo sabes tanto como yo, así que tengo una buena noticia, pero eso te lo daré más adelante si no te sabe mal.

¿Reconoces la foto? Es tuya. A foto por página, para que veas. Pero como me entere de que no las has guardado en una cajita con tu corazón prensado en lo más fondo de tu cripta, te descuartizo y te doy de comer al equipo de mi prima, que lo sepas. Pero da igual, desvarío, borracha de recuerdos y tus putos ojos aún taladrándome a un océano de distancia.

Eras un capullo más. Yo me estaba muriendo, y tú llegaste y me sacaste la primera foto. Vamos por la segunda, lo sé, pero es que me lío porque tengo tanto que decirte y tan poco espacio. Sabes que me pasaría la vida susurrándote al oído fundida en un abrazo con cadenas para que nunca puedas alejarte. Aunque por aquel entonces sólo quería tirarte al río. Yo llorando, con cicatrices en una muñeca que indicaban el camino a la morgue y tú preguntándome por qué lloraba y miraba el río si los ángeles tienen alas y saben volar. O algo así. Lo cierto es que decir tonterías siempre se te ha dado de muerte.

Pero te quiero. Estoy enamorada de ti, en realidad. Porque me sacaste de ahí mientras te mandaba a la mierda como un ogro con la regla, y no cesaste hasta conseguir que me bebiese cuatro cervezas y me relajase. El tío del bar se quedó alucinado cuando vio entrar a una macabra con chaqueta de cuero y maquillaje corrido, despeinada y con cara de amnésica drogada y falta de sexo. Y tú al lado, rubio con una raíz castaña que tirabas para atrás, con un chupetón morada en el cuello de me importa una mierda quien. Porque total, aquí la que te moja la cama sin necesidad de estar soy yo y punto.

Dijiste muchas de las suyas esa noche, pero te concedo cierto crédito. Supiste cómo hacer que hablase de mí. En aquel momento Rider como apellido no significaba tanto, pero supongo que el tiempo le da un cáliz a todo. No dejabas de preguntar, y preguntar, y preguntar y yo diciéndote que no pensaba pagar ninguna cerveza y que no te iba a decir ni mi nombre porque no te conocía de nada. Que quien te creías para venir, dártelas de listo y preguntarle a una suicida. Un puto psicólogo y un héroe, eso te creías, si lo sabré yo, Julio, que te he visto el alma desnuda más que la madre que te parió.

Pero qué se yo, supongo que en el fondo eras gracioso, y tenías tanto aplomo y confianza que al final era imposible no rendirse. Has mejorado mucho, lo reconozco, y si ahora vinieses se me habrían caído las bragas mucho más rápido. Concretamente en el minuto uno. Pero por aquel entonces eras un corredor de fondo y no te resultaba tan fácil conseguir que una Diosa como yo se quitase la cazadora de cuero y te pusiese el cinturón en el cuello como el perro que eres. Grr.

Sigo sin saber en qué estaba yo pensando para aceptar irme a un hotel contigo. Bueno, sí lo sé. Te ibas a ir tarde o temprano, estabas bueno no lo siguiente, tenías pinta de mejorar desnudo y yo necesitaba eso. Y me refiero tanto a echar un polvo con un tío bueno a sentirme un poco querida, deseada y, por qué no, amada. Eras un adulador sin remedio, como ahora. Otra cosa no, pero tirar flores siempre se te ha dado de muerte. Como vendas ojos y morder lóbulos. Ay, madre.

Y va y amanece, y tú diciéndome que si nos separábamos tan pronto un terremoto partiría Londres. Y yo sonriendo como imbécil porque tú eras otro imbécil. Uno que a base de bromas, elogios y conversación interesante conseguía sacar lo mejor de mí. Una parte que creía olvidada y sumergida en lo más profundo del agua que hay bajo el ártico, donde las leyendas de hielo que tantos han perseguido. Como tú me perseguiste a mí, exactamente igual. Cómo cambia la vida, que ahora soy yo la que te escribe arrastrándose por un poco de amor. Que estoy nostálgica y sola esta noche, lo sé muy bien.

La Naranja Mecánica dio paso a reflexiones sobre por qué el sexo tenía un componente histórico de violencia. Tú y la puta amiga del estudio psicológico como tesis doctoral. Putos malos los celos que me diste ahí, y sé que era lo que querías. Luego, Odisea en el espacio. Y 1984. Y 1996. Y los Mitos de Cthulhu. Y todo lo que quisiste. Me hablase hasta de los malditos Sons of Anarchy y de por qué las mujeres con cazadoras de cuero, cigarro y sombra de ojos negra merecíamos ser, ¿cómo dijiste? Ah, sí, querido, folladas salvajemente con una naranja en la boca hasta que saliese zumo. Eso dijiste, SIDA mío, que como he dicho a veces eres peor que el puto cáncer. Tú y tu inexistente vergüenza para sacarme colores.

Concretamente el puto arco iris entero, porque cuando le dices eso a la mujer que conociste la noche pasada y que está desayunando en la cama contigo lo que suele pasar es eso, que se muere de vergüenza. Pero, claro, era lo que querías, así que te faltó tiempo para llevarme de excursión y tirarte horas hablándome en la hierba. Yo con la ropa de ayer, con pelos de loca y el peine del hotel en el bolso. Con cada vez menos cigarrillos y tú pasándome el mechero por las puntas. Casi ardo ese día, so capullo, con la tontería de que yo, que era fuego, debía de ser inmune a eso. Tus tonterías me matan.

Pero no, por supuesto, tú tenías que seguir. Me tenías que explicar qué hay debajo de capas y capas de chocolate, vainilla, limón y fresa. De tus bromas y tu conversación. De tus historietas sobre anillos, padres policías y tíos que te llevaban a hacer deportes de riesgo. Me tenías que hablar de tus sentimientos, de mí, y de cómo yo era especial. Química, única, irrepetible, el mejor error de tu vida. Error me llamaste, y menos mal que lo alegraste con el morreo de nuestra vida, hijo.

Así que ahí estaba yo. Tirada en medio de ninguna parte, con el móvil apagado y mi padre viudo preguntándose donde me había metido y si estaba muerta ya. Buscándome por los hospitales. Pero tú tranquilo como una rosa mientras me mirabas a los ojos, me mordías la nariz y me acariciabas los labios. Tenías un don para tocarme los ovarios rizándome el pelo con esos deditos de primigenio abisal que siempre has tenido. Que demasiado sabes hacer con ellos, vago de mierda.

Y yo diciéndote que era disléxica, y que no era lo mismo la Metro-Goldwyn-Mayer que un negro te meta un metro y te desmayes. Yo haciendo bromas sobre mi condición, lo nunca visto, y lo digo en serio. Pero tenías un don. Donde otros veían una suicida triste y miraban con pena mis cicatrices tú las besabas y las acariciases como si fuesen algo preciado. Que significaban mucho y que te daban ganas de abrazarme cada vez que las veías. Pero que, aún así, no dejabas de sentir una mezcla de ternura e instinto paternal al verme. Y sonreía mientras, disimuladamente, te buscaba esos labios carnosos.

Te hablé de mi prima y de mi padre. Un hombre que sin duda te ganaste con tus cuentos sobre padres de la DST, madres investigadores, y conversación sobre series de abogados y el clásico a tu hija me la follo pero porque la quiero mucho, no se preocupe usted que yo la defenderé con mi vida de los monstruos que haga falta, porque única es y mi corazón ganado tiene. Qué fácil es creerte a veces, amado mío. Y qué poquito te curras las cosas a veces, vago de mierda. Te lo repito.

Pero me entendías, eso es lo importante. Me entendías, me aceptabas, y te importaba. Me querías tal y como era. Me amabas y me necesitabas tal y como era. Y sabíamos desde ese momento que el puto destino en la vida nos daría una oportunidad igual. Que por fin sabíamos lo que significaba el amor a primer amanecer y que el viejo arco de cupido dispara con un criterio excelente cuando le da la gana. Que nunca más habría dos Julio y Alice en el universo. Únicos. Irrepetibles.

Aún hoy desconozco exactamente por qué lo nuestro es así, pero no importa. Sólo que somos el Alfa y el Omega del otro. Su comienzo y su fin. Su todo, su nada. Su A y su Z. Su preludio y su epílogo. Somos el agua y el sol que necesitábamos para vivir y, joder, llegaste justo cuando lo necesitaba. Nunca tendré bastante amor para expresarte cuanto me ayudaste en aquel momento. No tenía nada y me hiciste ver que podía tenerlo todo. Que no era sólo una gota de aceite en un océano de agua. Que mañana amanece y que tú estarás ahí para ayudarme a salir de la cama y ver el sol. Aunque si te soy sincera, a veces pienso que sólo quiero encerrarme en tu cuarto y no salir nunca. Que nada del universo importa ya.

Me hiciste volver a mi ciudad y verlo todo con una lupa que nunca antes había visto. Los pequeñajos escondidos en el callejón te frotaban el hocico o la nariz contra el dorso de la mano si les dabas las sobras de tu almuerzo. Y tu flipando porque había más que roedores pululando por las calles de mi ciudad. A ver si te enteras, que me intentaste enseñar que mi ciudad era un buen lugar para vivir y con la tontería casi me dices que no tenías puta idea de Londres y su historia.

¿Ves la foto? El tejado de mi vieja casa, cuando aún no había fama ni dinero en mi apellido. Tienes razón, cómo cambia la vida en unos años. De estar sola y cortándome las venas con una cuchilla de afeitar a tener el mejor novio de la galaxia y un padre que, ahora sí, parece entenderte. Hija mía, harás lo que sea mejor para ti, y tú sabes mucho mejor lo que es, estoy seguro. Eso dice mi padre. Me lo ha dicho hace unas horas, por eso te escribo esto. Porque tengo una noticia para ti.

Pero sufre un poco más en lo que te doy la brasa con nuestra historia, con nuestra vida, con nuestro corazón. Sé que te has cepillado a cenas de tías. Quizá centenares. Pero me da igual. Sé que yo he estado con muchísimos menos hombres, pero no importa. No es, ni ha sido, nunca una competición. Y cuando yo estoy ahí el resto del universo no existe y yo me convierto en tu todo. Y cuando todo sea distinto y el océano no sea un problema, lo nuestro cambiará para siempre. Sabes que mi dedo anular espera algo de ti antes de los treinta, querido. Tú mismo me lo has confesado varias veces, amnésico.

Lo gracioso fue mi padre. No tengo muy claro aún qué clase de brujería satánica me tiraste encima, pero yo, riéndome como una niña ante un hermano mayor modelo, te llevaba de la manita por un camino de bolsas amarillas hasta mi Oz. Y cuando mi padre con traje y corbata se vestía para ir al trabajo, alucinó. Asomado al pasillo viendo cómo su hija se reía. Y cuando vio que no sólo era eso sino que además iba acompañado casi le da un infarto. Se quedó con cara de mirar un tren pasar. El pobre hombre buscándome toda la noche, con ojeras y pinta de no saber qué coño estaba pasando, pues normal.

Y tú diciéndole que lo sentías, que no habías pensado en que yo tendría el móvil apagado, y así con todo. Y el hombre asintiendo ceñudo hasta que le explicaste en cinco minutos que eras mi novio, que tu padre trabajaba para el FBI Canadiense y que tu madre era una científica de Ark Corporation. Mi novio, dijiste, y yo negándolo mientras tú me llamabas loca amnésica con demasiados golpes en la cabeza. Y va y cuando se pira mi padre a currar me dices que lo de los golpes iba por la de ostias que me di contra el cabecero de la cama mientras tú entre mis piernas. Hijo, de, puta.

Pero estuvo bien. Le caíste en gracia a ese Arthur que tengo por padre porque eras majete y encantador en el fondo. Y en lo superficial, aunque de eso al final va a y resulta que no tenías nada. Toda mi vida pensando que los tíos eran todos gilipollas hasta que apareciste tú. Entonces pensé que eran gilipollas y, por lo menos uno, necesario. Semanas y semanas de pura felicidad al lado de un rubio de bote. Aprendí a amarte como muy pocas cosas he amado en esta vida, Julio. Sólo espero que nunca, nunca, nunca, traiciones eso. Pero sé que no lo harás porque estás colocado por mí y para mí. Siempre.

Y aunque todo tuvo un principio, también tuvo un final. Uno que nunca desee ver llegar y que siempre había temido. Pero sabía que el día llegaría, y llegó. Tú en el aeropuerto con tu maleta y yo abrazada a ti como una estatua de mármol. Pegada con la fuerza de una diosa griega para que no te movieses. Y lloré, vaya si lloré. Porque te habías convertido en días en todo mi mundo. Eras el motivo de mis sonrisas, mis despertares y mis ganas de vivir. Sin ti no era nada, y en realidad, sin ti hoy volvería a serlo. Siempre has sido y serás la razón de mi vivir y el marcapasos personal de mi pecho.

No supliqué que te quedases sólo porque sabía que era imposible. Y aún así, te pedí de todo. Que no me olvidases y que no me dejases para siempre. Que me dieses tu Skype, tu dirección para mandarte cartas y tu correo para acosarte. Y tú me diste tu página web y me pediste que yo guardase el secreto. Dócil y sumisa como nunca en mi vida he sido ni seré, asentí y te estrujé en pecho para que te quedases ahí siempre. Deseando hambrienta de amor que siguieses eterno a mi lado.

Pero te fuiste, y no dejé de mirarte mientras te alejabas. Cuando vi que girabas y me mirabas con cara de nostalgia y dolor te sonreí. Me sentí querida y, de algún modo, supe que aquello no terminaba allí. Correos, cartas, y mensajes anónimos en tu web como una fangirl más. Hasta que por ventura un día me llamaste. Una llamada internacional, sin Skype ni tonterías. Real, de teléfono a teléfono. Tú y yo a sólo un interfono de distancia. Tremendo fue mi orgasmo ahí.

Como lo fue también al escuchar que venías. Oh, sí, querido. Me temblaron las piernas y me hice mantequilla. Me derretí de saber que mi Hero volvería a mi lado. Yo que tantas noches pasé despierta soñando contigo, que tanto miraba las fotos de nosotros. Que tanto te escribí de noche y te mandé por carta. Que tanto te he querido y tanto he sufrido sin ti. El dolor sólo lo impulsaba hablar contigo en algún otro momento. Saber que a las ocho de la noche te conectarías para hablar. Y cuando no aparecías, te juro que dolía como un puñal envenenado. Porque sabía que estabas con otra, como sabía que no me debías nada y que eras libre. Pero viniste a verme otra vez porque sí que te importaba. Porque me amabas sin cura.

No había antídoto para lo nuestro, lo sé. Nunca lo habrá. El amor verdadero no se cura y ambos lo sabemos. Muerde, destroza, raja y todo lo demás lo cura. Pero sólo sus propios estigmas deja cuando no está. Es lo único que no sabe arreglar, precisamente al brillar por su ausencia. Lo de que un clavo saca otro clavo no funciona en este tipo de casos. Quizá con tus otras amigas sí, pero conmigo no. Yo soy demasiado para ti como tú lo eres para mí. Alfa y Omega, un todo.

Pero llegaste. Seis meses, de intercambio. Seis meses. Cuando supe que era seis meses el orgasmo que tuve te juro que me dejó tiritando. No tuve un orgasmo de verdad, está claro, pero es que es como si lo hubiese tenido. Yo creo que se me paró el corazón, aunque tú digas que eso es clínicamente imposible. Que eso no latía, te lo digo yo, y que luego pegó todos los latidos que le faltaban de golpe. Cinco segundos quieto y luego cinco más a toda velocidad. Y yo dando gritando sola.

Entró mi padre y me vio colgada del teléfono. Cuando le dije que venías, hasta sonrió. No había visto esa cara de felicidad desde que me vio contigo. Así que, saber que volvías, le hizo feliz. Porque me hacía feliz a mí. El tiempo de espera se me hizo eterno, pero sonreí. Y fue feliz. Sabía que mi príncipe azul venía otra vez para despertarme. Saqué mis mejores cazadoras del armario y me tuve que ir a comprar sombra de ojos negra. Bueno vale, y también cajas de preservativos.

Viniste, y yo llevaba ya horas en el aeropuerto. Esperando cada vez más nerviosa. El reloj avanzaba y tú te acercabas en avión. Y va y se retrasa al aterrizar. Y yo de pie en la línea de desembarco mirando por los cristales. Por supuesto, en cuanto te vi puse mi mejor cara de me alegra de verte pero no es para tanto. Y por dentro me estaba dando el infarto del siglo. Y otro orgasmo, claro. Tú sonriendo con tu cara de Adonis y yo saludándote con la mano. Oh, divina fortuna justa.

Y coges y, ni buenos días, ni nada. No un te quiero. No un te echo de menos. Sueltas la maleta, me enganchas de la cintura y me plantas un beso delante de todos que casi me desmayo. Así, en frío, y yo ardiendo. Y tú con las manos frías, una en la nuca y otra en la cadera. Y yo con los ojos cerrados y negros sin saber cómo reaccionar salvo moviendo la lengua, claro. Te odié en ese momento por silencioso y te amé por todo lo demás. Luego, ya y al fin, hola, buenos, días, qué tal, y precioso tú pelo, gracias. Mucho de menos te echado y seis meses de perfección por delante que teníamos.

Y menudos seis meses. Más feliz no pude haber sido. Me llevaste a todos los putos sitios. Cuando salíamos del dormitorio, hijo mío, que menuda fijación la tuya con las dichosas esposas. Y yo diciéndote que tenía que ir al baño, y tú que no, que eso era totalmente innecesario y una pérdida de un tiempo que no teníamos. Y teníamos seis meses, capullo. Qué teatral has sido siempre, Dios. No, Dios tú no, creído. Tengo todas las fotos aún. La del Loch Ness también también. Preciosos.

Y los seis meses me parecieron seis horas. Qué rápido pasaba el tiempo a tu lado, cielo santo. Demasiado. Moriría en seis días si viviese contigo. Y aún así merecerá la pena. Y sí, he usado un tiempo verbal adecuado, porque lo haremos. Total, ya lo hemos hecho, qué tontería ni darlo por sentado conociéndonos tanto y en tal profundidad. Pero sí, perdimos los seis meses en el mundo de los recuerdos, pero nunca, nunca, acepté que ahora sí se iba a terminar ahí. Habíamos pasado por demasiado y prácticamente éramos marido y mujer. Enamorados hasta las trancas y las barrancas sin mirar a nada más.

Decidí hablar con mi padre. Que me iba yo también de Mundus, de intercambio. Le parecía una locura, pero me hacía feliz, así que no se negó. Si yo era feliz él lo era también. Y si mi felicidad eras tú, la de él también. Demasiado ocupado estaba también patrocinando a mi prima como para negarse, eso también es cierto y no lo puedo negar. Pero fui, ¿te acuerdas? Otros tantos meses de pura gloria. Y pude conocer a tu encantadora y perfecta familia. Encantador él y encantadora ella. Bea era simplemente la madre que nunca tuve. Te envidio muchísimo no sólo por haber tenido madre, sino por haber tenido una así. Joder, Bea era perfecta. Como tú, pero en versión madre y no novio. Eres un hijo de puta con suerte.

Vi todo tu mundo, tu ciudad, y me enamoré. Quería vivir en aquella urbanización contigo para siempre jamás. El sueño de toda mujer. Y tú dejando pasar las semanas a base de besos y regalos. Recuerdo el regalo. Aquel mechero. Te hizo contento como darle un caramelo a un niño. Ni con lencería roja o negra te he visto sonreír así. Cualquier tontería relacionada con tu querida Enfermería o tu filosofía te hacía dar saltitos. Igual debería realártelos cuando estás debajo de mí desnudo y pegando caderas, a ver si así consigues tirarme de la cama de una puta vez, so flojeras. Blanducho.

Y tuve que irme, otra vez. Terminó, como todo lo bueno. Pero nos las ingeniamos. Navidades, pascua, verano, siempre había una excusa para viajar y vernos, aunque nunca fue tanto tiempo. Sé que me echas de menos, y que necesitamos seguir viéndonos asiduamente para que esto funcione a largo plazo. Por eso te dije que tenía una sorpresa para ti. Dudo que estés preparado, pero te digo yo ya que vas a alucinar. Y que igual mojas la cama un poco, así que si te estás masturbando mientras lees esto, hijo mío, para. Pero vete a terapia y trátate lo tuyo, que se está empezando a ir la olla.

La sopresa no es lo que estás viendo ahora. Sí, sé que es un colgante precioso. Con forma de corazón negro, como yo. Y con ese grabado de Triquete que tanto te gusta. Físico, mente y espíritu en céltico. Y la mujer. Y la muerte, el renacimiento, y la vida. Creo que es perfecto para nosotros. Tú y tus historias bio-psico-sociales de enfermería. Yo. Y la historia de mi vida. Todo en un mismo colgante. Es mi regalo para ti. Para que me veas a mí también cuando te mires en el espejo, narcisista de mierda. Dale la vuelta. Sí, lo he mandado grabar. Siempre tuya, ya lo sabes. Me tienes sometida.

Esa foto es de yo este mediodía en la agencia de viajes. Sí, hijo mío, felicidades, que me voy a verte otra vez. Tú nena necesitada. Única y perfecta en todo su esplendor. Tengo los billetes, y salen muy pronto, pero prefiero no decirte cuando. Quiero que mi llegada sea una sorpresa. Que se te caigan los pantalones sólo de verme y sea de la impresión y no porque yo vaya desnuda o algo parecido. Pero tú vete preparando, que para todo hay tiempo, eso ya lo sabes perfectamente.

Me dijiste que vas a Federarte. Pues bien, no eres el único. Te sigo, chaval. Ponte el colgante. Como llegue y te vea sin él, te machaco. Si tengo que hacer algo con mi vida que sea estar contigo. Estar a tu lado y seguir tu camino. Apoyarte. Y qué demonios, quiero viajar contigo y besarte con los bichejos mirando al lado. Y si de paso puedo demostrarle a mi padre que yo soy mejor que mi prima, fantástico. Que sigo siendo su hija después de todo, maldita sea. Pero tú me quieres, ¿verdad?

Haz la cama, primer aviso. Compra Coca-Cola, que siempre se te acaba. Y preservativos, querido, que no nos pase como la otra vez que tuviste que buscar en los cajones de tu padre. Pero mira que eres tonto a veces, dios mío. Qué cruz de chico y cómo lo puedo querer tanto con la cabeza hueca que tiene a veces. Yo no me explico cómo te lo montas para molar tanto si, en el fondo no eres para tanto. Si obviamos el físico, el carisma, el atractivo y el aire de...bueno, vale, que eres mi novio y te follo cuando quiero, eso ha quedado claro. Para el caso, vete pensando qué criaturita te dan para empezar.

Estaré allí antes de que recuerdes qué talla de sujetador tengo. Y salvo que seas tú el que está vez se ha golpeado contra el cabecero de la cama me consta que te la sabes perfectamente. Espérame. Mi necesidad de afecto es casi tan patética como tus chistes sobre nazis y judíos. Asco de humor negro el tuyo y lo mucho que me gusta. Bueno, creo que me voy a ir ya a casa. Este puente me está trayendo demasiados recuerdos y, aunque al principio estaba algo lacónica y rememoraba demasiado el comienzo de lo que nunca fue, tras avanzar y darle una vuelta de tuerca a toda nuestra historia llegado a una conclusión. Nada mejor que dedicarte un puñado de folios para ponerme como una moto. Estarás contento, amado mío.

Siempre tuya, Alice.

Cargando editor
31/07/2013, 18:58
Director
Sólo para el director

Música

Mira, esta foto lo refleja perfectamente. Es la cara que decías, Zorra Implacable, no hay duda. Mi amiga, la licenciada en psicología, me dijo textualmente lo de que tenía un trastorno antisocial de la personalidad, TPA, e hipersexualidad, un aumento extremo de la frecuencia en la líbido y actividad sexual. Creo que esta imagen lo resume perfectamente. Pero no la mires mordiéndote el labio así, joder, que parece que te ponga más que yo y me tienes al lado. Anda, deja eso, que te vas a hacer sangre y luego tengo que chuparla yo. No, no me mires así, eres enfermero, no debiera parecerte extraño.

La foto es de la noche en que nos conocimos, ¿recuerdas? Es el piso alquilado para modelaje, y convenientemente vacío. Recuerdo perfectamente tu cara cuando te dije que aparte de universitaria era modelo de lencería.

 

 

 

 

 

 

La Mala Influencia

Nombre: Viktoria.                                          Apellido: Strauss.
Alias: Secret. Vic. Jessica.                                   Edad: 25 años.
Sexo: Mujer.                                          Sexualidad: Pansexual.
Altura: 1,78m.                                                       Peso: 61kg.
Cabello: Pelirroja.                                                 Ojos: Azules.
Complexión: Delgada.        Piel: Blanca. Pálida. Impoluta. Perfecta.
Tipo de Voz: Soprano.                    Marcas: Piercing en un pecho.
Nacimiento: París, Francia.     Entrenadora Federada: En camino.
Estudios: Filología Inglesa.                           Profesión: Criminal.
Vicios: Ninfómana. Fotógrafa.                  Relación: Amante-Rival.
Estado Civil: Soltera.                             Nacionalidad: Francesa.
Vivienda: París, Francia.                   Permiso de Conducción: Sí.
Idiomas: Francés, Inglés.      Parciales: Español, Alemán, Italiano.
Hay favores y... favores.                                                             El secreto está en jugar duro.

Viktoria es el vivo reflejo de una viuda negra. Es bella y atractiva como un ángel, sencillamente irresistible en todo su esplendor, pero es también venenosa y un peligro para la sociedad. Con tintes sadistas y de sociópata sin llegar a lo patológico, esta diosa de ébano y marfil es una auténtica criminal. Generalmente sobrevive engañando a la gente, mintiendo como una bellaca. Consigue lo que quiere cuando lo quiere y como lo quiere. Esto es así desde pequeña, acostumbrada a ser hija única y recibir toda la atención de su padre. Necesita medias de rejilla y chocolate blanco.

No acepta un no por respuesta. Pero Julio tampoco, y así fue como le conoció. El susodicho estaba en Francia, llegado tras acabar el curso académico a finales de Junio. Se paseó por el barrio universitario de París en busca de compañía y, lógicamente, dio caza a Viktoria, la más meritoria de todo el campus. Sadomasoquista y pasional, la no precisamente pequeña estatua de mármol resultó ser tan aguda como poco convencional. Es una amante de los deportes extremos y de la fotografía. Tanto así que tiene un álbum de fotos lleno de sus encuentros con Julio.

Amantes ocasionales desde entonces, cada uno por su lado, siguen manteniendo una relación de amor y odio al mismo tiempo. Ella está, como Julio, a punto de Federarse y convertirse en una Entrenadora de forma oficial. Sin embargo, ambos saben que es cuestión de tiempo que la chica comience, si bien no a meterse en organizaciones terroristas, a utilizar sus Pokemons y sus habilidades de forma egoísta. Por supuesto, a Julio no le hace ninguna gracia, pero no le queda otra más que aceptarlo. Viktoria es demasiada mujer para poder gobernarla, así que la deja volar libre y alto.

Siente predilección por los Pokemons de Fuego y Acero, asociándolos con su personalidad férrea e ígnea. Licenciada en Filología Inglesa a falta de que su padre la dejase estudiar Bellas Artes, es una amante de la cultura inglesa y de las películas de Tim Burton y Stanley Kubrick. Ha posado alguna que otra vez como modelo de lencería, por lo que no sería raro verla en el cartel de alguna tienda de ropa como Zara o Bershka. Es una obsesa del control y la independencia, y no se detiene nunca hasta que ha conseguido lo que quiere. Desconoce el fracaso o lo ignora.

 

No entiendo como para estar bien con tu pareja lo que tienes que hacer es engañarla. Según lo veo yo una infidelidad marca el final de una relación, una falta de respeto total hacia tu pareja.

Puedes estar muy bien con tu pareja, pero tener carencias el algún ámbito. Puede que simplemente ya no te sientas deseado, o no la desees como antes, y tener una aventure te ayude a recordar que todavía puedes volver loca de deseo a otra persona, y que sin embargo, no merece la pena perder todo lo que has construido con tu pareja actual para recuperar esa sensación.

Nadie, o casi nadie, se escandaliza porque una persona tenga amigos del otro sexo (generalizando a una situación heterosexual), con quienes comparta aficiones, cariño y conversaciones. Sin embargo, si lo que se comparte es sexo, estamos ante una traición infame. Si el sexo es algo tan íntimo y fundamental, ¿por qué no son tan raros los rollos de una noche? Incluso puedo mencionar los calentones con personas a las que ni conoces que acaban en sexo.

Cargando editor
10/08/2013, 17:56
Happy Klay
Sólo para el director

Julio siguió haciendo durante segundos lo que antes; dorarle la píldora a sus padres con lengua de plata y cantos de sirena. Tenían razón, consejos archivados y listos para ser seguidos, todo correcto y esperable, en orden, y sendos besos de despedida para cada uno de los tres. Padre, madre y Pichu. Tras consultar el móvil en busca de una respuesta de Mary Jane respecto al alojamiento, el chico guardó la telefonía móvil en su bolsillo y se volvió a sus aposentos. A su cripta.

Pensó que, efectivamente, sus padres tenían razón. Era obvio, pero necesitaba escucharlo para hacerlo real. Ya sabía por su tío Maxime la de tiempo que alguien podía pasarse buscando algo. Demasiado. Y ciertamente, Julio no podía permitirse estar meses o años centrado en eso. Semanas, y en parte como excusa para escaparse con alguien a algún rincón exótico. Paradisíaco, glaciar, hawaiano, o lo que fuere. Julio acostumbraba a hacer ese tipo de cosas desde que se le permitió.

Cazadora de cuero, camisa blanca estilizada con líneas negras verticales debajo, corbata del mismo color noche, revisión de vello facial, unos toques de colonia y tras ponerse los zapatos y los vaqueros en orden inverso fue a la caja de los accesorios, aquella situada en uno de los muebles auxiliares a modo de tocador. El colgante de Alice con forma de tocador y grabado de triqueta, la cadena colgante en el vaquero, y algún anillo de hombre aleatorio que conjuntase con la estética.

Resuelto el asunto de la vestimenta, el hombre se dirigió por la planta baja hasta el garaje, bajando a los subterráneos del edificio para ello. Cierto era que se podía entrar por el exterior, pero eso requería salir antes de la mansión familiar. Era mucho más cómodo llegar por las bodegas de vino, las salas de fiesta abandonadas, los almacenes, despensas, y las habitaciones cerradas.

Aquella partícular salida de vehículos no era sólo horizontal, sino también vertical, era uno de los mayores placeres de Julio. La suerte que había tenido de nacer en una familia rica era algo de lo que estaría eternamente agradecido. Más si cabe cuando a su edad consiguió disfrutar de los lujos pertinentes inherentes a tal tren de vida. El catálogo de vehículos era digno de contemplarse. Y mucho.

El garaje de la Estrella de la Muerte, como llamaba Beatrix a la casa, comenzaba con una entrada por los sótanos de la casa. Un lugar sin ventanas, que conectaba con las cámaras de vigilancia del exterior para evitar que ningún coche saliese sin saber si otro entraba. Una medida para evitar accidentes indeseados por alguna tontería en algún giro sin visibilidad. Más vale prevenir que curar.

Pero obviando aquel despegue horizontal desde el subsuelo, por seguridad y posibilidad de entrada y salida en ausencia de luz o emergencia, había, por supuesto, una pequeña rampa en el primer piso que se extendía directamente desde el garaje, y que en su antesala ejercía como tal. Cristales reforzados con visibilidad al jardín incluidos.

Estuvo a punto de plantearse la posibilidad de subir y pedirle prestado a George su Chrysler, el vehículo que solía usar el buen padre de familia para el trabajo y su uso personal, pero finalmente se mordió la lengua. En parte porque no le hacía falta, en parte porque casi seguía prefiriendo el viento y la conducción de su amada moto, y en parte porque, finalmente, decidió qué hacer. A falta de sus compañías más anheladas...

Segundo plato, aunque esa era una expresión el jamás hubiese usado. Samantha Stanford era una de sus parejas, por llamarlas de ese modo, al ser relaciones estables con implicación emocional. Y para colmo era su vecina de al lado, así que sacaría la moto sólo para no hacerlo después.

Aquella suerte de monstruo rojo y negro, con destellos plateados a la luz de halógenos o sol dada la pintura metalizada, no era sino una máquina aberrante para consumir combustible que haría llorar a los tercermundistas. Por desgracia, aunque Julio era un activista de la Cruz Roja, había cosas que no terminaba de asimilar, a diferencia del consumismo, que a diferencia del capitalismo, no confundamos, tenía bastante arraigado. Cuestión de educación infantil y ascendencia.

¿Su destino? La casa de al lado. Encendió la moto, giró el manillar, y sin ponerse la máscara de muerte salió de allí a grifo de humo como estela sólo mirando las cámaras de seguridad. Tardó cuarenta segundos en aparcar, pero es que ciertamente pensaba ir a la ciudad en un rato.

Julio se dio el lujo de sacar algunas fotos. Había aprendido de varias personas a amar ese hobbie. De Chris, de Mary Jane y de Alice, entre otras. Por supuesto, algunas eran privadas.

Samantha, la hija de David, vecinos de Julio en la casa de la derecha, era una escritora siguiendo los pasos del padre. Su camino en busca de musas no sólo la llevaba al satíricamente inspirador Julio, sino al típico camino de la Entrenadora. O era la idea, así que fue a preguntarle qué haría mañana.

Julio no era estúpido, y siendo la víspera festiva, decidió granjearse de buena mañana y en la puerta de al lado un poco de entretenimiento. De aquel que a todo gusta pero del que nadie habla. Tabú, gritó la sociedad. Sexo. Sí, Mary Jane venía mañana, pero Julio era así de abierto. Estaba asumido.

Aunque su relación es estable y emocional, no tiene punto de comparación con Mary Jane o Alice. La implicación es mucho mayor por parte de Sam que de Julio, y se nota. Aunque el chico siempre intenta minimizar daños y repararlos, es muy consciente del efecto que provoca como veneno alrededor.

Como David, el padre de Sam. Curioso como muchos novios se parecen a los padres, cual reflejo de Electra, aunque mejor no pensarlo. Más curiosa la postura de David sobre Julio.

- ¿Al cuarto?- preguntó retórico-. Si vais a follar, mejor aquí que en su casa- aseguró-. La semana pasada ese Pichu casi me fríe en el spa- negó nostálgico-. Aún me planteo lo de volver a entrenar. Apesta, pero Sam sin guía se dará la ostia del siglo. Es un mundo jodido.

David era una un hombre extremadamente abierto. Cuando su hija tenía 16 años le pegó una paliza a su primer novio, un capullo integral, pero los años han hecho que deje en paz a su hija en ese sentido. Reprimirla sólo servía para volverla mucho peor por razones obvias. Psicología inversa. David, como la mayoría, aprendió a ser padre a base de bandazos, aplicando su particular código. Si no puedes hacer que tu hija sea diferente a ti, haz que al menos sea ella misma y no una versión atada de pies y manos, veinte centímetros más pequeña de lo que debería a nivel emocional. Es lo correcto.

Camisa abierta. Cierre del sujetador por delante. Cremallera del pantalón atascada. Preservativo dentro de la cartera. Píldora anticonceptiva ingerida día a día. Labios sobre carne. Manos sobre piel. Luces a través de la persiana entornada.

La habitación de Samantha es relativamente atractiva, pero en ese momento, a Julio no le importa. Ni el póster del Gyarados rojo en la pared, ni el peluche con forma de Pikachu sobre la cama, ni el almohadón de Voltorb. Julio está a 24 horas aproximadamente de convertirse en entrenador, pero rebosa confianza en si mismo en ese aspecto y ni se plantea determinadas cosas al respecto. Como un caballo guiado hacia el frente sin pararse en los queridos y necesarios detalles.

- Creo que cada día le caes mejor- dijo la mujer a voz ahogada, entrecortada.

- Y una mierda- replicó el rubio de bote-. Le caigo bien desde el principio.

- Tío- aliento pesado-, es mi padre. Suelta pestes de ti en cuanto te piras.

- Porque se acerca al medio siglo y hace lo mismo que yo- volvió a replicar.

- Vuelve a compararte con mi padre y te meto un puñetazo- amenazó ella.

- ¿Sería acaso la primera vez?- preguntó retórico, y cínico, él-. Te encanta.

- ¿Por qué hablamos de sexo practicando sexo?- escupió la morena en duda.

- Qué quieres, ¿que hablemos de Pokemons?- alzó una ceja el hombre.

- Pues mira, sería un buen tema- confesó, arañazo y mandíbula cerrada.

- Tú pregunta- ademán con la mano-. Sí, sí, sigue balanceándote.

- ¿Elección inicial?- preguntó ella-. ¿Así mejor? Tú quieto, no te canses, ¿eh?

- Squirtle- respondió él-. Pega conmigo. Así, así, acelera, morena.

El sexo añadía al placer la costumbre. Era como hablar durante la cena para ellos.

- ¿Por qué Squirtle?- volvió a preguntar-. Oh, joder- varios arañazos en Julio.

- Parece que no te conozcas- rió él-. Squirting- se limitó a decir. Sonrió.

- Vale, ahora sí que te has ganado un puñetazo- avisó alzando el puño.

Julio la agarró por las muñecas y la inmovilizó. Fundido en negro. Volcán activo.

Ya vestidos, en el salón, David tenía aparcada en una esquina su máquina de escribir junto a un vaso medio vacío de whisky. Una hoja reciclada a medio llenar sobresalía por la cima del arcaico sistema de tipografía. En la misma mesa, una botella de vino suave y joven reposaba. David sólo la había ofrecido por cortesía, por supuesto. En realidad, sólo intentaba hablar un rato con el lo-que-fuese de su hija antes de ver qué hacía el hombre con su futuro. Uno que solía ser impredecible, como la vida de cualquier dramaturgo adinerado, separado, vividor y amante del rock&roll, con un vecino a dos casas de distancia dedicado a la producción de música. Uno que le había encargado su biografía al novelista.

- Si voy mañana, que aún no lo sé- comenzó Sam, dudando aún por su capacidad de indecisión en una vida de deserciones y caprichos-, iré después de Julio. Salvo que quiera joderle un tanto- sonrió mirando al rubio, que hizo un mohín-. Llega su chica de París- dijo con ligero pesar, aferrando el vaso de whisky hasta que David le pegó un manotazo.

David miró a Julio y asintió con cara de circunstancias, como si le hubiesen rechazado en una discoteca.

- A veces- abrió la palma de la mano-, te juro que me debato entre darte un premio o una ostia- aseguró el hombre, entre divertido y enfadado-. Tienes unos cojones, chaval, casi tan grandes como los míos- replicó él.

Julio negó con la cabeza. Tenía infinita suerte por el hecho de que David fuese un reflejo veterano del joven seductor.

- En realidad, Señor Stanford- aseguró el joven-, sólo intento hacerle feliz. ¿Recuerda aquello de que todo sería más fácil si su hija fuese lesbiana?- el chico sonrió, apuntó con el dedo y sacó su móvil de bolsillo-. Bueno, pues estamos trabajando en ello- rebuscó una fotografía de la chica cediendo a una de las peticiones de Julio, valga su poder de convicción-. A mí su hija me encanta- aseguró, y la sinceridad en el pequeño Lavigne podía llegar a ser arrolladora, como su capacidad para quedar bien pese a sus palabras-, pero no se me ocurría mejor regalo por soportarme todo este tiempo.

- Tienes suerte de que tu padre trabaje en la DST, pequeño hijo de puta- replicó el hombre-. Y de no tener hermanas- David sonrió abiertamente. Estaba separado, y aquella frase confirmaba que, efectivamente, era como Julio.

Para entender a esta retahíla de fuera de series, había que partir de una base. Ninguno se ceñía por unas normas sociales normales en cuanto a relaciones íntimas se refería. Un lado de la realidad que escandalizaba a mucha gente, pero que un pequeño sector de la población bastante armonizado con el Siglo XXI podía entender como normal.

En el siglo XIX las mujeres hacían el amor con su marido vestidas con un traje de cuerpo completo, salvando la parte íntima. Hasta ese momento ni siquiera sabían cómo era practicar el sexo. Se asumía que las mujeres no tenían deseo sexual. Pero por supuesto, eso hacía que dos mujeres viviendo juntas no fuese raro. Las relaciones homosexuales entre hombres eran terriblemente penadas, mientras que en las mujeres era algo directamente impensable que ocurría en la puerta de al lado. Si esos ejemplos de represión cívica y caras ocultas no bastan para entender la situación, sólo citar Filosofía del Tocador; ¡Qué tontería, pequeña! ¡Si ayer mismo se lo metí a un niño de siete años, y media la mitad que tú!

Para entender a Julio hay que entender que es el clásico icono adorado en internet. Precisamente porque hace lo que todos desearían pero nadie se atreve, y todo por una cuestión de educación reprimida. Te obliga a pensar que Julio está... mal.

Las motos viajan rápido, pero el tiempo pasa rápido. Hubiese hablado con Lew Ashby, su vecino por la izquierda, o con la vecina que también trabaja en Ark Corporation, la viuda, pero no puede hacerlo con Samantha pegada al cuello. En un bar de la ciudad, pasando el rato a base de quintos de cerveza, las cosas se ven desde otra perspectiva. Julio es incapaz de sentirse saciado, pero tampoco se siente nunca vacío. Simplemente, Julio es imparable, da igual que se pruebe el exceso que el defecto. Inmunidad psicológica. Sólo un puñetazo demasiado fuerte o una fotografía de Alice sangrando entre lágrimas podrían ponerlo de rodillas.

Así que el hombre espera a que Samantha vaya al baño. Muy lógico que tenga que ir cuando lleva, a propósito, diez minutos restregándole la punta del zapato por los botones del pantalón. Sólo quiere un par de minutos para escribir unos mensajes de texto. Piensa en Mary Jane, y en dónde se hospedará. Sorprendentemente, no parece molesto por el hecho de que, por respeto, normalmente sólo mantiene relaciones con ella cuando están físicamente en la misma ciudad. Es su mecánica habitual para las relaciones a distancia.

De: Julio VL
Para: Chris Nelzar

Estoy con una amiga en el bar al lado del museo del Aerodactyl  y el jardín botánico de las Roselias. Mañana es el gran día y estoy matando el tiempo como puedo. Y sabes muy cómo mato el tiempo. No puedo pasarme todo el día moviendo las caderas al ritmo de salsa, así que, ¿te apetece una cerveza? Llevamos sólo un quinto. Y ya de paso, comemos. En el fondo estoy un poco nervioso. El cambio de rutinas. Es cómo lanzarse a una piscina vacía. Pero bueno, estarás igual, supongo. Tú eliges; puedo matar a Sam a polvos o puedes salvar a una mujer inocente.

De: Julio VL
Para: Leo Lambert

Hola querida. ¿Nerviosa? Mañana es el gran día. Estoy con una amiga en el bar contiguo al museo de ciencia y tecnología. Vamos a comer con Christian. ¿Te hace? Deberíamos ponernos al día antes de que empiece la fiesta.

Julio guarda el teléfono y entra en los baños. La ventaja es que a esas horas no hay muchas mujeres en los bares, sólo hombres en el descanso del trabajo o algún cliente fiel e indiscutible. Así que Julio entra al baño de mujeres. Se lava las manos antes de salir diez minutos después y le dice a Sam que ya puede dejar de apretar la mandíbula. Le explica que ha quedado para comer. Le da a elegir, y realmente cualquiera de las dos respuestas le parecerá correcta. No la condiciona.

- ¿Te llevo a casa en un momento o te quedas con nosotros?- pregunta en tono solícito, como si ella fuese la reina del baile-. Tengo que hablar con estos los preparativos de mañana, que estarán igual que yo- la coge del mentón, la atrae hacia si, y la besa-. Aunque claramente, me has concedido más suerte con la compañía.

Sonríe de medio lado. Es sincero. Por muchas cosas que sea Julio, realmente aprecia a Samantha. Julio está realmente convencido de que la vida está para disfrutarla, y que uno hace lo que le dejan. Sólo que aprende a controlarlo. Dominarlo.

Cargando editor
11/08/2013, 12:26
Director
Sólo para el director

Madeline Zima

Cargando editor
06/10/2013, 20:42
Director
Sólo para el director

Con la recién estrenada serie de Pokemon The Origin y el inminente X/Y  imagino que te saldrán bastantes interesados. Nolstalgia time!

A mí me gustaría rolear en el mundo de pokemon y por ende pido plaza pero quisiera conocer algo más del proyecto para ver si me termina seduciendo el “como”.

¿Qué reglamento usarás? ¿Qué sistema para los combates y entrenos habrá?
¿Para cuantos jugadores aproximadamente?
¿Qué ritmo tendría?
¿Piensas hacer un mundo abierto con diferentes sucesos en solitario, misiones cerradas por equipos o simplemente una liguilla pokemon?
¿Qué tipo de personajes se puede escoger? ¿Se puede salir del chiché niños/as de 11 años?
¿Qué generación?
¿Qué región?
¿La ambientación del juego estará eximida de contenidos más adultos de los que se pueden ver en la narrativa de los juegos? (no penséis mal, que me refiero a temas como los que vemos cada día en las noticias).
¿Se empezará desde el lvl 1 con un pokemon iniciál o con un equipo hecho durante la creación del personaje?

Sé que pedias ideas y te sale un tontaina con un montón de preguntas.

Para ayudar puedo recomendar lo que siempre se hace cuando uno no tiene claro de que manera empezar una tarea: Mirar como lo hicieron los que estuvieron antes.  

Y quiza sobre decirlo, pero antes de usar un sistema, unas tablas o una introducción de otra partida no cuesta nada pedirlo. Seguro que los directores te pueden ayudar.

Cargando editor
06/12/2013, 15:53
Director
Sólo para el director

Pokemon Starter en PNJ:
- Rival (Enemistad) - Fuerte.
- Rival (Amistad) - Alterno.
- Rival (Romance) - Débil.

Cargando editor
09/12/2013, 03:43
Director
Sólo para el director

http://www.comunidadumbria.com/partida/pokemon-una-historia-de-6-regiones

Cargando editor
06/08/2017, 06:52
Director
Sólo para el director

ImágenesDavid Mazouz

Arthur puede parecer un chaval normal. Asiste puntual a clases todos los días, ayuda a su abuelo con las tareas del hogar y se encierra en su habitación a jugar a videojuegos. Sin embargo, Arthur es un joven, a su vez, atormentado. Perdió a su madre por culpa del cáncer a la edad de 9 años. A su padre a los 12 por un accidente de tráfico a manos de un borracho. A los 14 fue diagnosticado con cáncer infantil de pulmón. Aunque sobrevivió, Arthur se ha convertido en un joven apático, deprimido y gris.

En el lado positivo de su desgracia, lo que no te mata te hace más fuerte. Arthur es una persona increíblemente madura para su edad, demasiada para su propio bien. Aunque puede disimular, siendo sociable, amable y teniendo un comportamiento normal para con los jóvenes de su edad, resultara evidente para cualquiera que la infancia de Arthur ha sido apuñalada en el corazón. Varias veces.

A esto se suma el hecho de que Arthur es un joven excepcionalmente inteligente. Y culto. Ascendido dos cursos por los resultados en su test de inteligencia, y aún sin demasiadas dificultades para relacionarse bien con los demás pese a la diferencia de edad, es cierto que Arthur sigue siendo un... niño. Un niño que se siente solo, incomprendido y vacío. Un niño que se refugia en videojuegos como Fighters for Freedom, en su abuelo, o en sus pocos amigos para evitar llorar cada noche.

Arthur es, en definitiva, un niño brillante a su manera, pero conflictivo. Problemático. Es un niño inteligente, pero egocéntrico, aunque no siempre lo manifieste. Un niño maduro para su edad, pero sin demasiada ilusión por nada. Un niño capaz de sobreponerse a lo que le eches, pero destinado a pasarlas canutas. Arthur prefería ser cualquier otro niño, normal y feliz, pero no puede. Porque Arthur es Arthur, y tiene que vivir con eso. Tiene que vivir con su pasado, su presente, y las quimeras de su propia cabeza.

Su abuelo, y el apoyo de los demás, es lo que evita que se convierta en un sociopata sin afecto. Y por ello, para bien o para mal, valora la vida de aquellos a los que quiere más que la suya propia.

Así que cuando recibió el mensaje de David Monark, sólo puedo responder una cosa; "Sí".

Virtudes: Madurez, Inteligencia, Resiliente.

Venenos: Apático, Egocéntrico, Gafe.

Arte Sacado de Aquí

PD: