Partida Rol por web

El ataque a la caravana mi señora... Hago una pausa mirando a Vinceç. 

Al principio creímos que era obra de ladrones o saqueadores, luego cuando llegamos y vimos las huellas y demás señales de lucha confirmamos que no era así, que se trataba de un contingente organizado. Hago otra pausa ligera para tomar aire.

Pero ahora que he visto los virotes más de cerca... Estoy seguro de que son cristianos atacando vuestras tierras. La señal obvia pero que no percibí al principio es clara, son virotes de ballesta, no flechas de arcos, en esto se fijó su joven hijo, aunque puede que no se diera cuenta de la magnitud de su descubrimiento hasta ahora. Digo mirando a Vincenç.

El problema es mayor de lo que creíamos mi señora.

En cuanto al otro asunto que nos concierne y que nos ha traído hasta aquí. Si Vincenç dice que aquí paso lo que dice que pasó yo le creo. Puede que alguien esté ocultando su rastro de magia pagana o que alguien haya hecho ver visiones a los dos jóvenes pero sin duda creen lo que están contando, y si es cierto lo que dicen que aconteció debemos tomar las medidas oportunas y que creáis correctas.

Oyes la voz del tío Manel, entrecortada:

...Estoy seguro de que son cristianos atacando vuestras tierras... virotes de ballesta...

Me acerco tranquilamente hasta un lugar en donde pueda ver a las personas que están dentro del derruido torreón y toco un poco y con cuidado en la piedra para avisar de que voy a acercarme y a asomarme.

- Madre, tío Manel, Hermano, Pèire... Lamento interrumpir pero no sé si esperaban algún jinete vestido de rojo portando noticias al castillo... Si es así, creo que lo he visto acercándose ya en dirección a la aldea o al castillo... 

Digo con total naturalidad y sin darle apenas importancia para después hacer una reverencia con la cabeza y volver a apartarme de la "entrada". 

Mi señora, si me disculpa iré a ver que ocurre, Vincenç y Roger se quedarán y protegerán de cualquier peligro. ¿Da su permiso?

Por precaución apoyo mi escudo en el suelo, y apoyo en el la ballesta. En caso de problemas fácilmente podría disparar y luego tomar el escudo para entrar en combate.

-Madre, Pèire. No se porque presiento que las noticias de ese jinete no son las mejores.

-Madre, ¿sabías tu de la existencia de este lugar?

Guardé silencio deliberadamente. Aquel lugar... quizás solo fuese una casualidad. Manel parecía responder por mi hijo y si un caballero de probado honor y valía decía creer en él, no me quedaba otra que tomar su palabra por buena. Atendí con gran interés a las explicaciones de Manel, alternando mi mirada entre uno y otro hombre, pues parecía que Vicenç había hecho un buen hallazgo. 

-Entonces, es tal y como creíamos, fue un ataque organizado con la intención de causar todo el daño posible a esta tierra. Decís que son cristianos por sus virotes, pero no acabo de ver la relación. Recordad que, a diferencia de vos, a mi se me privó naturalmente de la enseñanza de las nobles artes de la guerra. En cualquier caso, espero que este hecho no disminuya ni un ápice la furia con la que quiero que caigáis sobre nuestros enemigos. Nuestro Señor se encargará de juzgar sus almas en la otra vida. - Había en mis palabras rabia y resentimiento hacia cualquiera que hubiese podido cometer tal atrocidad y mi tono fue aumentado de intensidad según hablaba.   

-Bien hecho, hijo mío, si vuestro hallazgo nos acerca un poco más a poner paz en este asunto. -Dije a Vicenç, con orgullo. 

La voz calmada y tranquila de mi hija interrumpió la conversación, anunciando la llegada de un misterioso jinete rojo. Me giré hacia ella con expresión de perplejidad. ¿Quién podría ser?

¿Da su permiso?

Manel se ofreció presto a investigar y le di permiso con un gesto y unas escuetas palabras:

-Sí, por supuesto. Marchad.

Al igual que mi hijo, yo también presentía que aquello no auguraba nada bueno... 

Corro hacia mi caballo y con un movimiento raudo y preciso monto sobre él, cabalgo lo más rápido hacia el encuentro del jinete rojo, siempre preparado y en alerta a cualquier imprevisto que pudiera surgir.

Me parece bien Vicenç, pero antes Dionís llévame al símbolo necesitaría verlo antes de regresar.

Me quedo quieta, esperando a ver quién y cuándo dicen de irnos... Realmente, sentía que allí no hacía nada... No era más que una joven muchacha en temas que no entendía... Aunque bueno, siempre estaba bien observar y aprender de todas las personas... Esos conocimientos podrían ser útiles en un futuro... 

Me despido del tío Manel con la mano cuando lo veo montar en su caballo y salir raudo hacia la aldea. 

Justo cuando habia localizado una oveja que podia subir con cierta facilidad, oigo que Pèire me reclama. 

-Mi buen Pèire, ya voy

Digo gritando mientras cargo con el animal en brazos. Es la segunda oveja que trajino en una mañana. Casi que ya le voy cogiendo el truco a la cosa. 

Y una vez recogida la pieza, subo para el torreón de nuevo y le muestro a Pèire el lugar dónde se encuentra la espiral. Empezaria a hacer un poco de fuego, pero veo que no vamos a quedarnos mucho rato. 

Clara no sabe decirte dónde está el jinete rojo, y tú no alcanzas a verlo desde la colina donde estáis. Si quieres puedes cabalgar en la dirección del castillo, que es adonde se supone que se dirige.

No hay ninguna espiral en el suelo, por lo que ves.

Perfecto

¿Dionís, donde está el dibujo del que hablabais anoche?

Se me ve un poco sorprendido de no encontrar el símbolo del que me hablo.

Mis ojos no alcanzan a ver lo sucedido. Apenas han pasado unas horas desde que abandonamos el torreón y la espiral ya no está. 

-Mi estimado Pèire, os juro que la espiral estaba aquí mismo esta mañana. Yo mismo he recogido la muestra de aquí, pero no me la he llevado toda, al contrario, la he dejado de forma que se viera lo mínimo posible que la habia tocado. 

Describo a Pèire la ubicación exacta y la forma como estaba dibujada la espiral, tan detalladamente como recuerdo, al mismo tiempo que presto especial atención a las marcas o señales de quien o porque se ha borrado la espiral

Despedí a Manel junto a mi hija, tal y como exigía la buena educación y la cortesía. Por mi parte, ya había dado por concluido aquel día en el monte, de escaso fruto y provecho. Así pues, al escuchar las intenciones de maese Peire no pude evitar comentarle:

-Ah, buen Peire, ya he escudriñado el torreón yo misma, y no he encontrado nada en absoluto, ni marca, ni símbolo... mi hijo afirma que ha encontrado un rastro, pero por lo que sé podría ser el que dejaron ellos mismos anoche. Pero si queréis inspeccionarlo vos mismo, adelante, no seré yo quien os lo impida.

Observé a mi hija unos instantes, pues parecía no saber muy bien qué hace en aquel lugar, y le pregunté con voz serena:

-Hija mía, pareceis cansada, ¿queréis que volvamos ya al castillo?

No ves nada fuera de lo normal. ¿Y si nunca estuvo allí? Pero tú la recuerdas vívidamente...