Partida Rol por web

-No me estoy burlando, nena –he respondido. -Estoy procurando que todo el mundo se centre. ¿Habéis escuchado como el señor detective me ha dado la razón? Tenemos que escapar, o hacernos fuertes sólo en un lugar que realmente podamos defender.

“Os lo he dicho: a esa chica le atravesé el corazón de un balazo. ¡Hostias, escuché cómo el corazón le explotaba en el pecho como una vejiga! Y no se detuvo. Estuvo a punto de arrancarme la nuez de un mordisco. ¿Y los que golpeaban la puerta, eh? No es sólo que tienen una fuerza endemoniada, sino que estas putas puertas son baratas, de panel.

“Hay que subir como sea, vigilar la calle desde una planta superior y decidir entonces si salimos o no. A no ser que…

“Esperad. Hice un reportaje para TeleMadrid sobre la Sección Operativa de Subsuelo de la Policía Nacional. En Madrid hay "una ciudad bajo la ciudad", con casi cinco mil kilómetros de galerías y colectores. ¿Y si hay alguno debajo de los juzgados, que lleve cableado o algo por el estilo? No sería raro, podría comunicar con el pedazo de intercambiador de metro que hay en la plaza.  No creo que entre nosotros haya nadie de mantenimiento de este edificio, que pueda decirnos, pero si pudiésemos descargar algunos planos de internet…

Ana había estado inspeccionando el conducto de ventilación del techo, habría que escalar para alcanzar la rejilla, pero el tamaño era suficiente para que un ser humano cupiese con holgura. El problema era que no se sabía si el conducto se estrecharía más adelante, quedarse encajonado era un riesgo que habría que sopesar.

La luces volvieron a temblar, una, dos, tres veces y a la cuarta se apagaron definitivamente. Fue encontes cuando se encendieron las luces de emergencia, apenas un rectángulo de unos treinta por quince centímetros sobre cada una de las puertas, con una bombilla minúscula que daba a la escena el peor ambiente posible: Lúgubre y agobiante.

Por si no fuera poco, empezó a sonar la cancioncilla de Tubular Bells de Mike Olfield, casi os caéis al suelo del acojone, la peor canción posible en el peor momento posible. Era de coña. Sonaba el teléfono de Manuel, alguien le llamaba.

Será el de emergencias, seguro.

Descuelgo el teléfono.

¿Diga?

Me iba a volver loca allí encerrada sin saber qué demonios estaba pasando fuera y encima el creído de Raúl no me ayudaba a calmarme. Sí, había que salir de allí pero ¿por dónde? Por los conductos de ventilación, por el subsuelo... cada una de las ideas que al principio me parecían descabelladas con el paso del tiempo me parecían las mejores. De pronto las luces se apagaron y las de emergencia sólo consiguieron crear un ambiente oscuro poblado de pálidos fantasma.

A punto estuve de lanzar un grito cuando la música sonó... a mi mente vinieron imágenes de la película y no pude evitar echarme a temblar pensando en lo peor. Pero sólo era un móvil sonando. Me mantuve espectante esperando que aquella llamada trajera buenas noticias.

En contra de lo que te esperabas, el número era oculto y en esta ocasión la voz varonil y casi ronca dio paso a una voz chillona y angustiada claramente femenina

- ¿ME OYE? ¡NO HAGA CASO A LO QUE LE ACABAN DE DECIR! ¡ACABO DE ESCUCHAR A VÍCTOR HABLAR CON EL EJÉRCITO, VAN A CORTAR LA LUZ Y VAN A IR DIRECTAMENTE A POR VOSOTROS! ¡NO HAY MÁS SUPERVIVIENTES! ¡ NO HAY MÁS SUPERVIVIENTES! EL EDIFICIO ESTÁ RODEADO POR EL EJÉRCITO. ¡NO VÁIS A PODER SALIR VIVOS! ¡ESCONDEOS DONDE PODÁIS PORQUE SI OS ENCUENTRAN OS ...- la comunicación se corta de sopetón.

Mierda, lo que me esperaba...

Me giro para el resto.

Era alguien que estaba en las oficinas de emergencias. El ejército no viene a salvarnos. Somos los únicos supervivientes y no quieren correr riesgos.

Miro el teléfono, lo tiro al suelo y lo piso.

Yo voy a buscar una manera de salir de aquí. Cuando entren, no van a preguntar, van a disparar con todo.

Sopeso la pata que llevo en la mano.

Si los infectados son tipo zombi, yo apuntaría a la cabeza. Pero no voy a pararme a comprobar si funciona. Si queréis vivir, no os quedéis parados.

Me dirijo hacia la puerta por la que ha entrado el último hombre.

El ejército entrará por la puerta principal. Tengo que ir hacia los sótanos.

Bueno, si veo que se estrecha siempre tendré tiempo de andar para atrás, sobre todo si vamos con cuidado o voy sola.

En ese momento la luz se pierde y recibimos malas noticias desde el móvil de Manuel. Muy malas noticias.

Escuchad, tal vez podamos ir a través de los conductos de ventilación, al menos los que pesamos menos. En principio coge de sobra cualquier persona, aunque no se si acabará por estrecharse. Que alguien me ayude a subir -pido amablemente a mis compañeros, que ya empiezan a desorganizarse y a tratar de escapar por una de las puertas.

-Esperad, esperad, coño –les susurro irritado. –Vamos a organizarnos. Nadie va a ponerse a hacer el tonto para llamar la atención de esos enfermos y lanzarlos sobre el resto, ¿está claro?

“Lo de los conductos de ventilación lo veo un disparate. Yo creo que debemos subir o bajar aún más; las escaleras o encontrar un cuarto de mantenimiento. Yo voto por lo segundo.

A continuación –puesto que al detective el móvil parece funcionarle a las mil maravillas-, gasto mi último cartucho llamando a Marta, la fea de redacción, para informarle de la situación. Si lo consigo, estoy seguro de que haría lo imposible por sacar la llamada en directo; descubriendo las medidas drásticas que piensan adoptar los militares, podría conseguirnos un poco de tiempo.

Visto que nadie tenía intención de ayudar a Ana a subir al conducto de ventilación. Javier no pensaba que fuera una gran idea, pero ni él ni el resto estaban intentando algo más interesante

- Tampoco me parece buena idea lo del conducto de ventilación. No todos podrán pasar por él. ¿Por qué no intentamos ver si podemos avanzar por los pasillos? Quizás no haya tantos de esos seres y podamos esquivarlos...

No sabía muy bien si intentaba convencerme a mí misma o intentaba convencer al resto de que allí fuera no podía haber muchos de aquellos.

Ana intenta alcanzar la trampilla del conducto de ventilación, pero ante la falta de colaboración por parte del resto, no llega a subir. Las luces se encienden por un par de segundos para volver a apagarse, ahora que afináis el oído os dáis cuenta de que fuera del edificio ya no se escuchan explosiones, ni sirenas, ambulancias, bomberos, policía, etc... todo parece estar extremadamente tranquilo.

Manuel echa un vistazo en la puerta por la que Ángel acaba de entrar, el pasillo está penumbra y despejado. En la puerta de la Sala, la que da al pasillo, sigue en silencio, nadie aporrea la puerta. Entonces, se escucha una tremenda explosión en el piso de arriba, todo el mobiliario tiembla, varias carpetas caen desde la mesa del juez al suelo y véis caer del techo varios hilillos de arenilla del techo.

Todo había quedado en silencio a excepción de los esfuerzos de Ana por escapar a través del conducto de ventilación.

- Ya no se escucha nada fuera... quizás fuera un buen momento para salir de aquí ¿no cre...? -Mi voz quedó apagada por el estruendo en el piso de arriba y mis nervios estallaron igual que una bomba.- Hay que largarse... aquí no estamos a salvo... Si vamos todos en grupo tendremos más posibilidades.

Me giro un momento. 

No tengo tiempo para daros un cursillo, pero esta va así. Yo era policía y he participado en bastantes operativos.

Han cortado la luz y van a entrar por pelotones con gafas de visión nocturna. Van a ir hacia arriba y hacia abajo, sala por sala, limpiando todo lo que encuentren. No tenemos ninguna opción de enfrentarnos a ellos. No saben si estamos infectados con la toxina o lo que sea, y no van a comprobarlo hasta que estemos muertos, en una mesa de autopsias.

No tengo intención de quedarme. Como ha dicho nuestro estresado amigo, hay conducciones, alcantarillas y túneles del metro por debajo. Este edificio tiene que tener sitios por donde le entren las comunicaciones y por donde salgan los residuos. Prefiere nadar en las alcantarillas que quedarme aquí a que me fría.

Abro la puerta y avanzo por el pasillo, confiando en que con las luces de emergencia tenga suficiente.

-¿Estas loco Manuel?   Javier está muy asustado, y más después de la explosión proveniente de arriba. Pensar no era una opción, no en su estado, pero obedecer era más fácil, asi que empezó a correr detrás de Manuel. Había estado con él desde el principio y parecía que sabía lo que hacía. Además era el único que se estaba moviendo y para nada quería quedarse en aquella habitación...

-Espérame...

- ¡NOOOOOOO! ¡Esperad! Yo soy un tío importante, muy importante. Mis compañeros de Partido mandarán a alguien a rescatarme, un político de mi talla no puede morir aquí abajo como un vulgar mileurista. Si sóis listos os quedaréis aquí y cuando vengan a rescatarme os rescatarán también a vosotros con un poco de suerte.

Maldición-gruño cabreada mientras trato de mover un banco en el que subirme para alcanzar la rejilla, dada la falta de colaboración de mis compañeros.

Sin embargo nada más empezar paro en seco al escuchar una explosión terrible que nos deja a todos aturdidos, excepto al hombre que hablaba con el móvil. Tras contarnos cosas disparatadas sale corriendo junto a otro hombre.

Me encojo de hombros, asqueada, y trato de alcanzar de nuevo la rejilla de un salto.

Tenía que decidirme rápidamente, la opción del conducto del aire no me parecía nada buena y aquel tipo, el tal Manuel parecía que sabía lo que hacía, además acababa de decir que había sido policía y eso era un punto a su favor. Al ver cómo Javier también iba detrás de él tomé la decisión de acompañarme pasando de lo que decía el hombre entrajetado.

- Esperadme... yo también voy con vosotros.

Estaba muerta de miedo y sabía que salir a los pasillos era muy peligroso, pero esperar en aquella habitación sin hacer nada sería mucho peor.

Los tres salieron corriendo por el corredor del funcionariado, Manuel tomó el sentido izquierdo y corrió como un poseso con los otros a poca distancia, las luces eran suficientes para evitar tropezar con algo, aunque lo cierto era que no había nada con lo que tropezar, tan sólo un pasillo en silencio. Doblaron por tres veces a la izquierda hasta llegar a un pasillo con dos puertas, los tres estaban exhaustos y sólo tenían una cosa clara: Los demás no les habían seguido.