Partida Rol por web

- Llegué hace tres semanas – aclaró Helena mientras Leonard terminaba de vestirse -, pero no sé si tendré que irme pronto, aunque mi tía me quiere acá. Veré lo que pasa.

La mujer sonrió con un dejo de tristeza, pero no dijo nada; y más pronto que tarde Leonard abandonó la habitación de aquella mujer que le había hecho recordar que no sólo era un policía, sino también un ser humano con su derecho a pensar en sí mismo.

Para cuando Archer llegó al recibido su cara ya se había trasformado en la del eficiente detective, y mientras hablaba con Minerva ya estaba tan metido en su papel que nadie hubiera podido leer ni en su rostro ni en sus expresiones que minutos antes se había acostado con tal enigmática mujer como Helena Salisbury.

- Sí – dijo Minerva displicente ante las órdenes de su héroe y jefe. – Pero Leo, y si me permites, ¿por qué sospechas de la señorita Salisbury? Ella es muy simpática y además, tiene poco tiempo en esta casa. No creo que haya secuestrado a Peter.

Pero Leonard sonrió y palmoteó la cabeza de aquella inocente muchachita. Ciertamente, ¿qué tenía que ver Helena en todo aquel enredo? La respuesta era nada; pero si a esa negación le juntabas una cara coqueta y pícara y el cerebro de una mujer que parecía saber más de lo que decía, entonces se tenía que responder que era posible.

Con aquel gesto, Leonard condujo a Minerva a su moto, donde la muchacha se sostuvo con fuerza del abdomen del hombre mientras que el policía, con la mirada aguda en el esfuerzo de pensar, conducía a la chica hasta la ciudad.

Mientras conducía Leonard pensó. Pensaba en Chantal, a quien había roto su promesa de no tocar a otra mujer en su memoria, en Helena, que lo había trasportado al placer más dulce y divino, en Peter, de quien todavía no sabía ni donde estaba ni quién le había secuestrado, en Adolf Von Hausen, con sus fantásticas sorpresas que siempre terminaban jodiéndole la vida, y por último en aquella pesadilla, con aquellas hermanas de pelo negro y el anatema de la última en que había “caído”.

Pero ¿en qué había caído? ¿Por qué había visto un circo quemándose? ¿Tenía relación aquello con el caso o es que simplemente se estaba volviendo loco? ¿Y quienes eran aquellas hermanas de cabellera negra y qué tenían que ver con él?

- ¡Oiga! – escuchó de repente.

Leonard frenó su moto a pocos centímetros de una señora, que si fuera porque hubiera gritado seguramente la habría chocado.

Pidiendo disculpas con su mejor sonrisa de niño bueno, Leonard salió disparado de allí en dirección a la comisaría de policía, donde ayudó a bajar a una atónita Minerva, quien no se podía creer que su perfecto héroe estuviese apunto de chocar a una señora.

- ¿Estás bien? – preguntó Minerva preocupada; y como Leonard asintió, ésta continuó, elevando una ceja. – Ve a descansar, Leo, se ve que estás agotado. Yo te mando el informe y la respuesta de Jesson por el celular.

La muchacha se alzó para plantar un beso en la mejilla de Leonard, y se hubiera retirado si no fuera porque el hombre se empezó a deslizar hacia el suelo.

- ¡Jesson! – gritó Minerva mientras Leonard sentía como iba perdiendo las fuerzas de su cuerpo. Sus piernas casi no le sostenían y sus ojos estaban nublados, impidiéndole ver con claridad. - ¡Jesson!

El policía escuchó vagamente el sonido de la puerta de la comisaría abriéndose y los pasos frenéticos de su amigo al acercarse hasta donde su cuerpo había tenido a bien caerse.

- Minerva – escuchó -, llama a una ambulancia y tráeme algo fuerte.

A pesar de que no podía ver, Leonard se imaginó a una Minerva preocupada asentir con la cabeza; pero antes de que su imaginación pudiera llevarlo más allá, sintió leves golpes contra sus mejillas y la voz de Jesson, diciéndole preocupado:

- Vamos, amigo, no te desmayes. Trata de mantenerte despierto hasta que venga la ambulancia.

– Pero Leo, y si me permites, ¿por qué sospechas de la señorita Salisbury? Ella es muy simpática y además, tiene poco tiempo en esta casa. No creo que haya secuestrado a Peter.- Había dicho Minerva mientras conducían hacia la central de policía. -No digo que lo haya hecho. Pero, para serte completamente franco tengo la sospecho que “nuestra” Helena, no es la verdadera Helena. No me preguntes por qué, intuición, una corazonada quizás. Pero si es así las cosas aquí pueden ser mucho más complicadas de lo que sospechábamos en un inicio- Luego se sumió en sus pensamientos. Meditó sobre lo injusto de aquella promesa a su mujer. Él hubiese querido que, de haberse invertido los papeles, ella rehiciese su vida y volviese a tener aunque más no sea un atisbo de felicidad en lugar de vivir en un luto de por vida. Tan compenetrado estaba en sus pensamientos que no vio a la mujer hasta el último momento. Se preocupó por su imprudencia pues había puesto en peligro a Minerva y procuró concentrarse hasta llegar a la estación de policía. De repente sintió que las fuerzas lo abandonaban, más exactamente que lentamente le eran sustraídas, su vista se nubló, se tambaleó y se precipitó hacia el suelo. Alguien lo sostuvo, Jesson quizás pero por más que lo intentó fue sumiéndose cada vez más en aquella especie de obscuridad que lo envolvía todo

Jesson sostuvo lo mejor que pudo a Leonard, esperando los refuerzos de los demás policías, que no tardaron en salir para ver qué sucedía con el detective estrella. Archer, quien estaba cada vez más consumido por la oscuridad, sentía que poco a poco sus fuerzas se desvanecían y que tarde o temprano cerraría los ojos. Aunque él no veía nada, muchos de sus compañeros se habían acercado mientras que Lestrade y otro policía conducían al joven hombre al interior de la comisaría, cuchichiando asombrados.

Los paramédicos no tardaron en llegar. Lestrade no había ni terminado de reclinar el sillón donde un cuasi inconsciente Leonard trataba de no hundirse por completo sus fuerzas cuando un par de médicos entró con toda la prisa necesaria para alterar aún más los nervios de los presentes.

- Den permiso - dijo uno de ellos a la vez que sacaba un medidor de presión.

Los policías presentes se hicieron a un lado mientras Tottle aparecía en escena. Pero Leonard no vio, ni escuchó; sólo sintió una presión de su mano, y habría podido jurar que la causante de aquello era Minerva, quien lloraba mientras su héroe terminaba de sumergirse en la oscuridad total.

La presión en el brazo de Leonard seguía, como si Minerva hubiera trasportado su esencia en el momento justo en que perdiese el conocimiento, pero cuando Archer abrió sus ojos la chica que se guindaba de su mano no era la joven secretaria, sino una adolescente con hermosos ojos verdes y un sedoso cabello negro, tan largo que le llegaba hasta el final de la espalda.

La muchacha le miraba con una ternura infinita, como si fuese una especie de ídolo para ella. Al observarla mejor, Leonard observó que la jovencita vestía un vestido un poco pasado de época y que en su cuello había una cadenita de la que colgaba una brillante "S".

Confundido, apartó su vista de la hermosa jovencita para hacerla parar en una mujer sentada a su derecha. Ésta, una señora de no más de treinta años, tenía su cabello rubio recogido en un moño y vestía con un vestido bastante antiguo también. Aquella le miraba con ternura, con una expresion que Leonard conocía por habérsela dirigido a Chantal muchas veces: con amor.

- Samantha - dijo de repente aquella -, despídete de tu padre y vete a la cama, que ya es hora de dormir.

¿Padre? ¿Samantha?

- Buenas noches, papa - habló la niña que se recostaba sobre su mano.

No tenía la más mínima idea de lo que estaba sucediendo. Otro sueño extraño que por suerte parecía estar lejos de una pesadilla.
Algo le había pasado cuando llegó a la central, recordaba haber perdido la vista y luego desvanecerse. Cabía la posibilidad de que estuviese alucinando.
La Joven niña lo había llamado papá y se había marchado, la mujer se quedó mirándolo. Él hizo silencio durante unos segundos tratando de entender lo que sucedía pero viendo que las respuestas no llegaban decidió hablar.

-Disculpe pero... ¿Quién es usted?- la forma en que la mujer lo miraba le perturbó -¿Quién es la niña? ¿Por qué le dijo que soy su padre? ¿Dónde estoy?-

Rebusco en mis bolsillos-Hum, parece ser que no llevo ninguna baraja de cartas encima, y siempre suelo llevarlas...que mala pata-Digo mientras re-rebusco en ellos-Tal vez el barman tenga alguna, y si no, podríamos buscar un compañero de juegos que lleve alguna encima, seguro que hay alguno.-Digo mirando al rededor en busca de alguien con pintas de jugador.

- ¿Te sientes mal, Alexandre? Soy Clarisse, tu esposa, y nuestra hija, Samantha. - La mujer se levantó para acercarse a Leonard y poner una amorosa mano en su frente. - ¿Estás enfermo, querido? Seguro que estás cansado de trabajar tanto en el Teatro de Marionetas. No tienes la obligación de cumplirle a Sam, después de todo es una malcriadez de ella.

Leonard elevó una ceja, confundido. ¿Alexandre? ¡Pero si ese no era su nombre! Él se llamaba Leonard, o en todo caso Vincent, pero no Alexandre.

Perturbado, se levantó del sillón donde reposaba y dirigió sus pasos a un espejo no muy lejos de donde estaba. Una vez allí, se miró al objeto y tuvo a bien contener un grito cuando observó al hombre que se dibujaba ante sus ojos. Ese ser no era él. Allí estaba un señor que podría haber fácilmente pasado de los cuarenta, con un cabello negro peinado perfectamente y con unos ojos tan marrones que lucían allí demasiado oscuros para no tenerle miedo. Su piel era pálida y la expresión en su rostro era la de una dureza infinita; y Leonard, a su pesar, pronto se encontró temiéndole a aquel reflejo que en ese momento resultaba ser él.

- ¿Quieres que te traiga un té? Le pediré a Suzanne que te haga uno. Creo que Hugo ya cerró las puertas del teatro y Elliot llevó a la ciudad al grupo de mimos, así que estamos solos. Puedes descansar lo que gustes, amor.

Aquello se tornaba cada vez más extraño pero en lugar de resistirse Leonard decidió seguir el juego, al fin de cuentas tenía dos opciones, sufrir aquel sueño y tornarlo una pesadilla preguntándose una y otra vez que estaba sucediendo o disfrutarlo dejándose llevar por él. Después de todo no estaría mal dejar de ser Leonard Archer por lo que su sueño, alucinación o delirio durase.

-Debe ser el agotamiento, no te preocupes- dijo quitando la vista del espejo -¿Podrías recordarme cual es el capricho de Sam? Creo que se me ha olvidado-

- Quiere que le construyas el teatro de marionetas, marionetas que se muevan solas - aclaró Clarisse, viendo a Leonard, o mejor dicho Alexandre, como si realmente estuviera enfermo. - ¿En serio te sientes bien? Tienes tres semanas hablando de todo las reformas que hay que hacerle al teatro: una nueva sala, contratar mecánicos, mandar a hacer los títeres, que aún estás esperando los bosquejos que el señor Ferguson te prometió... Realmente debes estar muy cansado para haberlo olvidado.

La mujer hizo una pausa, en la que no sabía si mirar a su marido como si ya hubiera perdido la cabeza, pero al contrario sonrió y se acercó a Leonard para abrazarlo. Archer notó, para su asombro o terror, que Clarisse llevaba el mismo perfume que tantas veces le había olido a Chantal.

- Le diré a Suzanne que te traiga el té y algo de comer. No me tardo.

Y dicho esto, la mujer se retiró, dejando a Leonard sólo con sus dudas y miedos, pero, más importante, con la gran pregunta de a quién él personificaba.

¿Quién era el tal Alexandre?

El tal Alexander parecía ser un hombre bastante inteligente, al menos por lo que su mujer decía estaba diseñando.
Sintió la necesidad de averiguar más acerca de este hombre, pero de alguna manera también percibió que debía hacerlo sin llamar la atención, por eso cuando su mujer se retiraba le dijo.

-Espera, antes acompáñame al teatro. Comeré allí, lo prometo, pero tengo que terminar algunas cosas-

Clarisse asintió con la cabeza algo extrañada, pero no dijo nada, y acompañó a Leonard fuera de la habitación.

Lo primero que vio Leonard al salir fue los grandes ventanales del pasillo, donde la luna dejaba filtrar su luz en el teatro ahora vacío. Aquella estancia, casi animalista, estaba decorada con cuadros de títiriteros, magos, animales en funciones circenses y varios estantes con bellas muñecas de porcelana, con las que Archer encontró una rara similitud con Samantha. También observó que de una habitación a la izquierda sobresalía una cortina morada; y cuando el joven hombre subió su mirada para deducir de qué se trataba aquello, vislmbró un cartel que rezaba "Sala de Espejos".

¿Sería aquella la misma Sala de Espejos de la que le había hablado Gabriel? No pudo saberlo, pues su supuesta esposa estaba conduciéndole escaleras abajo. Se dejo dirigir, y cuando llegó a la planta baja observó la misma decoración, estilo circo, con un largo pasillo que se abría frente a sí y una puerta gigante a su izquierda.

Clarisse le hizo pasar por ésta, y una vez que los dos estuvieron dentro, Leonard observó a derredor. Aquella estancia estaba en construcción, con aserrín y maderas por todas partes; pero la mayoría de lo que parecía tener Alexandre pensado ya estaba dispuesto, pues un nuevo piso de madera crujía a sus pies, las paredes lucían recién perforadas para dar lugar a estantes y otras chucherías, y, al fondo, una tarima se elevaba brillante ante los esposos.

- Los carpinteros están haciendo un trabajo magnífico, ¿verdad? - dijo Clarisse, sonriendo. - Voy a ir con Suzanne y te traigo la comida para acá.

Una vez Clarisse se hubo marchado Leonard-Alexandre se dedicó a inspeccionar meticulosamente el lugar. Observó todo cuanto pudo, según había entendido allí debía de existir o existiría alguna especie de mecanismo que automatizara el espectáculo de títeres.
Una vez su esposa hubo regresado comió algo para dejarla contenta y la instó a marcharse con delicadeza, excusándose con que una nueva idea se le había ocurrido y quería meditar sobre ella antes de ir a dormir pues, de otra manera no podría pegar un ojo en toda la noche.
Esperó varios minutos después que la mujer se marchó y con paso seguro y decidido se dirigió a la sala de espejos.

Leonard salió del teatro de marionetas y subió las escaleras, teniendo cuidado de no ser escuchado, sigiloso como si aquella casa no fuera suya, o más bien de Alexandre.

Mientras las luces en el patio exterior se iban apagando, Archer se dirigió raudo a la habitación de la izquierda, la que correspondía a la Sala de Espejos. Una vez allí, apartó las cortinas que hacían las veces de puerta y entró en un recinto de forma semicircular, con espejos dispuestos por doquier, que, al contarlos, Leonard se dio cuenta de que formaban un grupo de trece.

Avanzó por el pasillo con cinco espejos a cada lado y tres en el centro, fijándose, casi por instinto, en el del medio de estos. Pero por más que observó allí no estaba el famoso cartelito con la palabra "Carnival", sólo una luz azul que se proyectaba en cada espejo, rebotando de uno en uno hasta iluminar la habitación por completo.

¿Qué extraña historia había sucedido en aquel teatro para que aquellos simples espejos se convirtieran años después en los protagonistas de un secuestro? Por más que Leonard trataba de encontrar algo extraño, nada había allí que concordara con la descripción de Gabriel sobre el secuestro de Peter, ni que explicara porque él estaba viendo la historia del dueño de todo aquello.

- Creo que yo tengo una baraja - dijo Richmore rebuscando en su bolsillo. - ¡Ajá! Acá está. ¿Quiere usted apostar?

Mientras preguntaba aquello, el hombre ya había hecho un gesto hacia el mesonero más cercano, que se encargó de traerle a los dos una botella de whisky de una calidad y marca bastante deseable y varios pasapalos para picar durante el juego, y observando aquello, Ian se encontró a sí mismo relajándose y hasta olvidándose por un buen rato que no estaba allí para jugar cartas, sino para pelear por cinco millones de dólares.

Se detuvo a pensar, algo, no sabía què, le decìa que aquel lugar el mismo donde Peter habìa desaparecido. Por algùn motivo estaba soñando con el pasado de aquel lugar o al menos eso creìa. De repente se le ocurriò una idea, presuroso se dirigiò nuevamente al teatro de marianotes y tomò uno de los martillos que los carpinteros habìan dejado allì. Regresò a la sala de espejos y, basàndose en su sueño anterior y en la descripciòn de Gabriel intentò identificar el "Espejo Carnival", una vez lo hizo precipitò con fuerza el martillo contra èl

El espejo que tenía un elegante "13" dibujado sobre él se hizo añicos por el golpe del martillo, mas Leonard observó asombrado que allí no había más que una pared negra, sin nada que delatará que por allí pudo haber pasado un secuestrador ni menos un secuestrado.

Si el policía quería resolver el misterio de aquel teatro-circo, descubrir quién era este personaje "Alexandre" y hallar el posible escondite de su primo, quizá debería intentar otra cosa.

Le gustara o no a Susan, Miguel tenía razón, de modo que se apresuró a hacerse un sandwich de jamón y queso. Iba a necesitar el estómago lleno para afrontar el resto del día.

Mientras comía el sandwich encendió el televisor y la computadora para ver las noticias mientras masticaba y para poder ver si funcionaba internet.

Con sorpresa vio que internet estaba conectado. ¿Eran tan tontos de haberla dejado allí con internet, o era una trampa? ¿O Miguel estaba realmente tan seguro de que sus amenazas la amilanarían?

Entró a su casilla de mail pero se detuvo en seco cuando se encontró con la pantalla en blanco. ¿Qué escribir? No sabía ni siquiera dónde estaba. Además si los secuestradores se enteraban de que alguien la estaba buscando podía ser peor para ella. Al fin y al cabo no le harían nada porque la necesitaban, y no sabían que además ella guardaba un as bajo la manga...

Se encontró sonriendo. Creían que la tenían, pero no, era cuestión de tiempo hasta que estuviera nuevamente en libertad. Apagó la computadora, aunque siguió viendo las noticias. Se preparó otro sandwich, y mientras lo comía recorría con un cuchillo todas las superficies de la habitación, paredes, techo y piso. Debía haber allí una puerta secreta, y el cuchillo debería saltar o hundirse al encontrar alguno de los bordes.

Leonard bufó con impaciencia. ¿Acaso no podía su mente librarse de la realidad aunque más no sea en un sueño? ¿Qué era lo que su inconciente sabía y estaba intentando revelarle? Volvió a taller de marionetas, ya lo había investigado y no había encontrado nada pero debía devolver el martillo. Se sentó en silencio y trató de recordar, no con su mente sino con la de Alexandre.

Tratando de contactar con aquella persona a quien personificaba, Leonard encontró la paz de un teatro cada vez más silencioso, cerró los ojos y dejó, literalmente, que los recuerdos le llegaran solos. Allí, junto al aserrín y el olor a madera nueva, el policía sufrió una especie de revelación, pues un caleidoscopio de imágenes le asaltó a la mente de repente.

Primero vio a Clarisse, más joven que la que había presenciado antes, con una clara panza de embarazo. Después veía frente a sí los planos de un edificio y luego, con su mirada alzada, a un terreno baldío, con la emoción de las metas logradas bailando en su pecho. Aquella felicidad se quedó pequeña cuando en un tercer cuadro sintió a una bebé en sus brazos. Ese debía ser el momento en que Alexandre se había convertido en padre; y Leonard, mientras con los ojos del otro hombre recorría al pequeño ser humano que era Samantha, se sentía tan dichoso que no habían palabras para describir su felicidad.

Luego vio a Samantha agarrada de su mano, sonriéndole, mientras que frente a padre e hija un espectáculo de mimos se llevaba a cabo. Y varias veces más la hija de aquel apareció, creciendo hermosa ante los ojos de su orgullo papá; y aunque Leonard no era un hombre demasiado sensible, no impidió que un par de lágrimas recorrieran sus mejillas, tal vez contento de ver la compenetración que había entre la jovencita y Alexandre o en recuerdo de su propia pérdida de la posibilidad de tener un hijo.

Y entonces, tan de repente como aquello había comenzado, Leonard vislumbró en su mente un despacho, que, por una rara razón, sabía que estaba en aquella sala donde su trance le había recibido. Seguramente alli, lugar que parecía ser una especie de santuario para Alexandre, Archer encontraría las respuestas que tanto estaba buscando.

Un poco confundida respondo, "ya voy",   digo vistiendome pronto   "ire ahora mismo"

Me mire en el espejo antes de bajar, y regalarle una mirada a mi esposo. Estaba intrigada por todo eso, ¿vinieron por mi?. Entonces baje vestida de manera simple, no sin antes ponerme el collar que tenia un anillito que pertenecia a mi bebe, a Harry.

Bajo entonces algo intrigada. Miro a mi esposo y salgo a encuentro de Charles Von Hausen.