Partida Rol por web

John se apresuró para volver a las mazmorras, ya que había perdido algo de tiempo hablando con merlon y los nobles sentados a la mesa, cada minuto que pasaba su "huésped" se ponía más nervioso y eso no era bueno. Sus pisadas retumbaban por los pasillos, cuando llegó a la celda miró a Viserys.

- Mi señor, Lord Rhys no cree que esté del todo seguro en su habitación, estamos haciendo todo lo posible por su seguridad. Pero no se preocupe, le seguro que en cuanto nos sea posible organizaremos su traslado para que pueda encerrarse con llave en sus aposentos sin peligro.- Le aseguró. Así al menos tendría algo de tiempo para reforzar la seguridad de la zona y cerrar algunos temas pendientes.

Viserys chasqueó la lengua molesto por las palabras del tullido. Al menos decidle al lord que tenga la decencia de venir él mismo a decírmelo y que me cuente lo que está pasando exactamente. Empiezo a pensar que sois vos quien no quiere que salga de esta apestosa y pequeña celda. Dígale que venga ahora mismo. Soy el futuro rey, y como tal debería obedecerme y no estar en una repgunante celda como ésta. ¡VAMOS! Dijo molesto y palmeando para que se diera prisa en obedecerle. 

De pronto el eco de unos pasos se escuchó por toda la mazmorra. Parecía que alguien se acercase, por sus andares cansados y pesados se podría decir que era Ginevra.

Al escuchar que había allí adentro una discusión se detuvo de golpe. Contuvo el aliento, escuchando el reclamo de la sierpe.

Tuvo que contener el aire. Podía preveer problemas para John, y además había varias cosas que reclamar a la imitación de Targaryen que estaba en esa celda.

Tomando aire, y con algo de esfuerzo de voluntad, comenzó a caminar hacia ambos.

Ante la respuesta del prisionero, John apretó con fuerza su único puño, reprimiendo las ganas de abrirle la celda y lanzarle un puñetazo a esa sabandija.

- Señor, Lord Rhys está muy ocupado, le aseguro que hacemos cuanto está en nuestras manos para que su estancia aquí sea lo más breve posible. Permitidme al menos un tiempo para asegurar que en la zona donde están sus aposentos no se halle ningún peligro. Como comprenderá, es un gran honor para nosotros tener a tan ilustre invitado como sois vos, y creedme que desearía que fuese en mejores condiciones, pero nuestra mayor prioridad es su seguridad.- Si había algo que sabía de los nobles es que les gusta mantener su ego bien alto, esperaba poder así calmar los ánimos de Visrerys.

Entonces escuchó como alguien se acercaba, eran los inconfundibles andares de Ginevra, y efectivamente a los pocos segundos apareció por la puerta.

- ¿Qué os trae por aquí?.- A John no le gustaba nada que la joven ama de llaves se quedase a solas con su prisionero, como ya le dijo cuando le encerraron.

- El revisar las condiciones en que está nuestro invitado. - mostraba una sonrisa, pero la mirada que le dirigió a John era bastante más fría que ayer. Casi acusatoria.

Sea lo que sea que pasó en el espacio de tiempo desde que salió del comedor, también era de notar que esta vez no le dirigió ni un saludo o palabra amable, como solía hacer con él. En su lugar se adentró, con todo el porte que le permitía su nueva cojera, casi pasándolo de largo.

Sintió un escalofrío al estar frente al príncipe, que ahora estaba en un menor concepto que ayer de la misma forma. Se cruzó de brazos, no solo recuperando la serenidad, sino con la nueva confianza y el saber que ser dura no solo era necesario, sino lo correcto.

- Si quereis que dichas condiciones mejoren, dadnos motivos para saber que efectivamente, estais seguro. Como podeis ver, el castillo está revuelto.

Miró, ahora si de nueva cuenta, a John. Le había perdido también parte de la confianza que hasta ayer parecía haberse extendido. Hasta hace una hora habría cumplido, e incluso habría hablado con la sierpe acompañada por él, pero solo tuvo que recordar todo lo descubierto para saber que no era seguro. Había otras cosas mucho más graves sucediendo.

No soy la única que no cumple sus promesas.

Por Rhys, por todos aquellos que le importaban en ese castillo de pesadilla, incluso por Ingrid, es que decidió que interrogaría sola a esa serpiente así tuviera que pasar por encima de John.

- Será mejor que te retires.

John miró a Ginevra, desconcertado, sin comprender el porqué del actuar tan frío de la chica. La expresión de John adquirió entonces un matiz de tristeza, como si le doliese el trato más distante que le estaba dando, y lo peor era no saber si quiera lo que había hecho, si es que se debía a él.

Tendría que hablar con la joven para aclarar lo que estaba pasando, pero no era el momento. La chica parecía muy decidida a hablar con el prisionero, y quería hacerlo a solas.

El ex soldado tenía muchas dudas ¿De qué quería hablar Ginevra con aquella sabandija? ¿Porqué tenía que hacerlo a solas? John se negaba a que Ginevra hablase a solas con Viserys, pero la seguridad con la que hablaba le hizo plantearse que nada le haría cambiar de opinión.

- Está bien, pero tened cuidado, si necesitais algo estaré fuera.- Al contrario que la de Ginevra, la voz de John sonaba sosegada, como intentando calmar una tormenta que ni siquiera sabía como se había producido, también se podía distinguir un deje de melancolía.

Ese tono en su voz provocó un pinchazo de culpa. En segundos pareció olvidar que era aquello que la había molestado tanto. Y antes de pensarlo...

... Había extendido el brazo, atrapando levemente su mano.

En el movimiento inconsciente y el último paso de él había quedado atrapada a punta de sus dedos. Ni ella misma supo a qué fue ese movimiento. Sus ojos parecían hablar con una disculpa.

-¿Qué hay de John? ¿Está implicado? He oído que es un amigo muy íntimo de Lady Myriah...

Bajó los ojos, y al mismo tiempo su mano resbaló, dejándole irse. Con cada paso resonando en sus propios oídos, con las sienes palpitantes.

Una vez él estuvo afuera, se encaró a la serpiente.

- Como dije, necesitamos saber que estais seguro.

Volvió a cruzarse de brazos, encarándose al príncipe.

- Habeis dado vuestra palabra de no volver, y sin embargo estais aquí. Teneis buenos amigos, pero habeis venido en la peor de las fechas posibles. ¿Estaba consciente de ello vuestra Majestad?

Sospechaba que su llegada era casual. Si bien no creía en las maldiciones, si en las conspiraciones. O los Lannister esparcían burdos rumores para desprestigiar, o en verdad había sacerdotes rojos por allí. Pero lo más tangible era lo de los pasillos ocultos, y por supuesto que la espada no se había desvanecido en el aire.

- Habeis estado buscando algo en los pasillos...

Viserys miró con ojos encolerizados a Ginevra por hablarle de ese modo. No tengo que darle explicaciones de ningún tipo a usted. Tan solo es una mediocre ama de llaves, que por lo que veo empieza a hacerse demasiado pronto vieja y que además, no es apta para dirigir esta casa. Eso es lo que me ha dicho Jhon. 

Además, tus primas están deseando que te echen, o que con un poco de suerte alguno de los invitados de la casa te lleve consigo y les dejes en paz. Y con los criados pasa lo mismo, has usurpado el puesto de Fiona, y ni ella, ni Sebastian quieren que ocupes el puesto de Anna Arryn. Me parece que tienes al enemigo en casa, todos ellos están en tu contra y sospecho que te humillarán y te harán quedar mal durante la fiesta.

En cambio, aquí me tenéis, humillado y encerrado fingiendo que hay alguien que quiere hacerme daño. No soy idiota, y sí, claro que he estado husmeando en los pasillos, los rumores hablan de que Lord Rhys oculta a su hermano en los pasillos, que se trata de un asesino y que usurpó el puesto de su hermano. Esta casa está condenada, y una terrible maldición yace sobre ella. Dijo colérico y enfadado. 

Pero... dijo ahora cambiando su expresión, si me dejarais salir, podría ayudarte, decirte quienes son aquellas personas que están verdaderamente en tu contra y incluso ayudar a evitarlo. Además, está ese dichoso testamento. ¿Eres consciente de que tú también eres una posible heredera? Ábreme, vayamos a ver al Septón y casémonos ahora mismo. Ambos nos haremos con el poder de la casa Vaelys y podrás convertirte en señora, tal y como lo es tu tía, o mejor dicho, lo era.

Conque palabras de John...

Si se las dijera en la cara, ella bien que le reprocharía un par de cosas, o hijas. Toda la vergüenza que sintió cuando ella tenía dieciséis, el haberse torturado a sí misma pensando en lo que eso podría hacerle a Rhys y a su tía, para que su señora tía resultara igual o peor. ¡Y desde mucho antes!

Comenzó a gritarle casi todo lo que hubo pensado o podría haberlo hecho, como si la conociera. Sintió un escalofrío que la hizo apretar los dientes. Sabía donde golpear. Desde lo del paquete no sabía que pensar sobre Tabitha, a quien realmente quería y que creía que era su amiga. En su subida a las habitaciones pudo pensar, y se sintió corrida del Comedor y relegada al servicio una vez más. Y quizá, tuvo razón sobre Sebastian. Todos, hasta la dulce de Fiona, podían tener caras ocultas y crueles intenciones. Nunca fue igual a sus primas, siempre más abajo. Nunca fue como sus compañeros de servicio, siempre más arriba, donde no podía aspirar a privilegios pero sí saltarse posiciones que un plebeyo o criado desearía. En todos lados ella era excluida.

Pero con Sebastian ya no era así. Sabía lo de Rhys y Andriu Vaelys. Alimentaba el rumor de la maldición. No olvidaba que podía heredar. Se había hecho sueños con Thunderocks. Ella misma aun estaba confundida sobre muchas cosas, pero sabía que antes solucionaría esto.

Un solo castillo para todo un príncipe.

Por supuesto que la sierpe no era idiota. Pero sí temperamental. O tenía poca visión y sentido de estrategia, o solo era una burda promesa para que ella lo liberara y después el huyera. Por más sangre de dragón que tuviera ella...

Respiró lentamente, calmándose y armando su estrategia. Le regresó la mirada.

- Sabeis mucho, majestad. - su voz sonaba bastante clara. - Decís que "era". ¿Un matrimonio requiere confianza, no creeis?

Yo sé más cosas de las que vos misma creéis. La gente de esta fortaleza habla, la gente de fuera, habla, y todo el mundo en general habla. Nadie se da cuenta de que uno está ahí si no quiere ser visto, y lo mejor es que uno se hace invisible cuando nadie quiere verle. Por eso durante este tiempo aquí he oído muchas cosas, y me han contado otras tantas. Todos ansían hacerse con el poder, y digo era porque en cuanto el lord de la casa muera, Edric Colina se hará con el poder y os echará a todos. En el testamento no dice nada de Lady Myriah, por lo que pronto dejará de ser la señora de esta casa. 

Así que, tal vez, un rápido matrimonio entre vos y yo te entregaría el poder suficiente como para heredar y además organizar la casa a tu antojo si así lo deseas. Expulsando a todos aquellos que te desprecian, empezando por Gwen y Fiona, por ejemplo. Viserys miró directamente a los ojos a Ginevra, hablaba en serio, o al menos así lo aparentaba. Aquello podría ser la solución a muchísimos problemas y por fin se convertiría en una verdadera señora y dejaría de ser despreciada por todos.

Parecía saberlo todo sobre todos. Nunca sería ella lo suficiente. Si, se sentía despreciada, incluso en peligro ya que no veía a los demás tentándose el corazón. No la dejaron partir sino que prefirieron envenenarla, sin mencionar el relegarla, el mantenerla al margen... Evan quizá nunca la quiso, y ella ciegamente quiso creer lo contrario. Si era cierto lo de Tabitha, no le sorprendería que por más leal que Evan fuera lo sabotearan. ¿Y si el olor era parte de un sabotaje a ella misma?

Seguro su señora tía está desesperada, y podría apostar a que intentaría casar a Astrid, que era su favorita, con un aliado suyo para poder mantener su poder. Tantos juegos y telarañas daban asco, pero había que responder con lo mismo. 

La mención a que podía morir Rhys le heló la sangre. A duras penas logró disimular la impresión. Inspiró lentamente, calmando los latidos frenéticos de su corazón. Recordando los rumores, que más convenía o confirmar o cortar de una vez, siguió. Pensó en seguir, decir algo que le hiciera pensar que arreglaría ella misma gustosa una "abreviación" a su cautiverio, pero justo antes de hacerlo un rápido pensamiento le cruzó. Si conocía tanto sobre todos y se mostraba de pronto como una mujer intrigante, podría no morder el cebo. Pretendió pensar sobre su oferta. 

Quería incordiarlo sobre los rumores de su "religión" para saber si eran de verdad. ¿Astrid, pro-Targaryen, dirigiendo misas rojas? Era casi risible. Pero quería estar segura. Ahora, en cambio, tenía otro hilo de donde tirar. Tras un silencio, respondió.

- Tentador. Ellas... todos... - fingió un tono bajo, como si meditara consigo misma. Pero escuchaba atenta, esperando que Sebastian por fin entrara, o sus pasos anunciaran que ya debía salir. Pestañeando rápidamente, como si se recuperara de un trance.

Armó un plan. Enderezando la espalda, fingiéndose derrotada y confundida, mirando al suelo, le respondió.

- Esperad mi respuesta, majestad.

Se retiró unos pasos, pero luego se dio la vuelta, de nuevo hacia él.

- ¿Cuanto le dais de vida? - dijo, refiriéndose al lord.

Al escuchar a Gienvra plantearse su oferta, sonrió. Y tras escuchar su última pregunta, fue muy sincero y conciso, ya sabes que ésta terrible enfermedad solo afecta a varones y es muy selectiva, pero dado el estado en el que se encuentra, no creo que pase de esta noche. ¿Por qué si no, tanta prisa en organizar y casar a las Vaelys? Quieren que herede rápido alguna, antes de que el bastardo de Colina se lo lleve todo.

Se giró, llevándose una mano al mentón, como si pensara. Fue una bendición estar dándole la espalda al dragón. 

Apretó los dientes, respiró lentamente, hizo un esfuerzo sobrehumano por dominarse. Se giró levemente hacia el dragón. Por fuera estaba sonriendo, de manera ladeada, como si disfrutara la noticia. 

- Dadme dos horas, majestad. - dijo, en un tono bajo para que pareciera un secreto, pero bastante alto como para que él escuchara, acompañando el gesto con una reverencia.

Caminó después, como si fuera un día normal, con la espalda igual de recta y las manos entrelazadas como siempre, incluso controlando su cojera. Se alejó y giró, apartándose de las mazmorras, caminando lo más lejos posible. Manteniendo una aparente y convincente compostura.

Caminó, como si fuera un día normal, con la espalda igual de recta y las manos entrelazadas como siempre, incluso controlando su cojera. Se alejó y giró, apartándose de las mazmorras, caminando lo más lejos posible. Manteniendo una aparente compostura. Pero entre más se alejaba, más se derrumbaba. Una vez fuera del alcance de la vista de la serpiente, bastante alejada como para que pudiera verla, lentamente comenzó. 

No sentía sus pasos, ni el punzar con que su pierna había reclamado al esfuerzo constante hasta hace unos minutos. No escuchaba el eco de sus pisadas, ni sentía el arrastrar de su pie. Sus manos entrelazadas temblaban. Apenas veía. No era consciente de que tenía los ojos nublados.

Sintió su corazón estrujar hasta límites dolorosos. Sabía que había peligro, que podían estar tratando de envenenarlo, pero en el fondo creía que todo daño era reversible. El peligro estaba latente, pero era hasta este momento que estuvo consciente de algo que apenas era una posibilidad: que se estaba muriendo. 

¿Como no lo había visto antes? Cada signo de la enfermedad, cada ves que lo vio debilitado. Debió haber acusado sin miramientos al maestre y actuar antes. ¿Por qué no hizo nada?

Era porque estaba demasiado ocupada con su propio dolor, y su resentimiento. 

¡Egoísta, mil veces egoísta!

No pudo caminar más. Tuvo que volver a apoyarse en la pared, pero por algo más que cansancio físico. Se llevó ambas manos a la boca con fuerza, casi tapando su nariz, ahogando cualquier sonido pero incapaz de contener las lágrimas, apoyando la cara y el peso de su cuerpo contra la piedra. Dándole la espalda al mundo, mostrando como siempre la menor parte de sí misma.

Caminó, como si fuera un día normal, con la espalda igual de recta y las manos entrelazadas como siempre, incluso controlando su cojera. Se alejó y giró, apartándose de las mazmorras, caminando lo más lejos posible. Manteniendo una aparente compostura. Pero entre más se alejaba, más se derrumbaba. Una vez fuera del alcance de la vista de la serpiente, bastante alejada como para que pudiera verla, lentamente comenzó. 

No sentía sus pasos, ni el punzar con que su pierna había reclamado al esfuerzo constante hasta hace unos minutos. No escuchaba el eco de sus pisadas, ni sentía el arrastrar de su pie. Sus manos entrelazadas temblaban. Apenas veía. No era consciente de que tenía los ojos nublados.

No pudo caminar más. Tuvo que volver a apoyarse en la pared, pero por algo más que cansancio físico. Se llevó ambas manos a la boca con fuerza, casi tapando su nariz, ahogando cualquier sonido pero incapaz de contener las lágrimas, apoyando la cara y el peso de su cuerpo contra la piedra. Dándole la espalda al mundo, mostrando como siempre la menor parte de sí misma.

Cuando John salió de las mazmorras estaba confuso por como había actuado Ginevra, estuvo unos segundos pensando que hacer, pero sentía la imperiosa necesidad de hablar con la chica, no solo por su trato hacia él, parecía que algo la estaba atormentando.

Así que se quedó a la salida, sumido en sus pensamientos, hasta que Ginevra salió de nuevo, no sabría decir cuanto tiempo tardó, él seguía pensando en lo que había pasado ahí dentro, sobretodo perdiéndose en el último gesto de Ginevra cogiendo su mano. Cuando salió, no fue como esperaba, la joven estaba realmente afectada, tanto que se apoyó en la pared y no pudo reprimir el llanto. Era la imagen de una persona que tiene que llevar una carga demasiado pesada sobre sus hombros.

Por un momento John sintió que no debía estar ahí, seguramente Ginevra, que siempre se esforzaba e cuidar su imagen al exterior, no quería que nadie la viera así, barajó la posibilidad de irse y hacer como que no había visto nada. Pero entonces pensó en todos los momentos que habían compartido, eran buenos amigos y su deber era mostrarle apoyo.

Se acercó con paso lento hacia ella, cuando estuvo a su lado le posó su única mano en el hombro. -¿Qué os ocurre?.- Acertó a decir, no sabía como actuar teniendo en cuenta el modo de comportarse de Ginevra en su último encuentro. - No sé que habrá pasado, ni sé porque ha cambiado vuestro comportamiento hacia mí, pero os aseguro que podéis confiar en mí, nada ha cambiado.- No estaba seguro de como reaccionaría, pero su corazón le decía que debía hacer algo.

Se sobresaltó al sentir la mano, girándose rápidamente para encontrar frente a sí a John, hablando de palabras de confianza y apoyo.

Tan solo es una mediocre ama de llaves, que por lo que veo empieza a hacerse demasiado pronto vieja y que además, no es apta para dirigir esta casa. Eso es lo que me ha dicho Jhon. 

¿Qué le pasaba hoy que estaba tan emocional? Enojada consigo misma se limpió las mejillas con el dorso de la mano y volvió a enderezarse. Tragó saliva, aspiró e inspiró aire lentamente, para que su voz sonara clara. No podía delatarse ante aquella rastrera víbora, y no sabía si podía estar escuchando.

- Todo bien - se llevó un dedo a los labios, para darle a entender que no debía hablar.

Habría tenido ganas de inventarle cualquier excusa e irse. En ese punto ni siquiera estaba segura si deseaba verlo, pero más valía saber si era de verdad un amigo. El Targaryen pudo haber exagerado varias cosas... pero había golpeado con tanta crueldad, como si conociera sus propios demonios. Debería de asegurarse de qué tanto había de cierto en toda esa maraña.

Cerca estaba el sub-sótano. No quería arriesgarse, hablando desde otras celdas, y las criptas aun no eran seguras para las preguntas que iba a hacerle. Con un gesto de la cabeza le pidió que la siguiera, comenzando a dirigirse hacia arriba, a la bodega de vino.