Partida Rol por web

- Realmente me parecía una salvajada. - replicó a Kyle en voz baja sin ser muy consciente de lo que decía. Estaba como pendiente de lo que había dicho Evan. Creía que la situación se iría de las manos y ni Kalhan con su mal carácter lo podría parar. Normalmente Fiona se guardaba sus opiniones para no ofender a nadie, era tímida y prefería no crear discusiones. Ya tenía suficiente con su trabajo, para que buscarse más problemas. Sabía cosas que no decía, tenía sentimientos dentro de ella que no contaba. Esa era su forma de ser, hasta que su cabeza desconectaba en algún momento y dejaba salir lo que pensaba…

- Me parece que si has de valorar el trabajo de todos Evan, estará bien que quienes trabajen más tengan más momentos de libertad, no es justo que haya desequilibrio… - dijo callándose una parte de lo que pensaba sobre otra persona. Mejor así. - terminó de amasar el pan, lo puso en el horno y se limpió las manos para ayudar a Sebastian.

- ¿Qué tal si empezamos a quitarle la casquería a ese jabalí? - lo miró sonriendo y también a Gwen, sabía que su amiga no tendría problemas para ensuciarse las manos.

Evan sonrió al ver llegar a Jhon. Le habló mientras se acercaba a él.

- Me alegro de verte por aquí - Entendió que Jhon  no pensaba quedarse demasiado. No importaba, sabía que había hecho un esfuerzo por ir allí - No pasa nada, pero espero que al menos nos acompañes en la cena.-  añadió mientras le señalaba con la mirada la mesa en un gesto travieso. -mira como se lo está currando Jevic- El cocinero iba sacando platos a la mesa, cada uno con mejor pinta. Era espectacular como sabía sacar partido a cosas sencillas, Evan sabía que Jevic había nacido para eso y estaba más que dispuesto a disfrutar de sus habilidades.

-La próxima vez podrías traerte a tu niña, me encantaría conocerla- dijo a Jhon en voz baja, aunque no susurrante, mientras le daba un breve abrazo en muestra de su afecto y amistad.

Sebastian ayudó a Jevic a traer los platos. Saludó levemente con la cabeza al resto. Esperó pacientemente a que algunos se sentasen antes que él. Lo hacía por dos motivos: por respeto y para poder elegir sentarse junto a los que mantenían mejor relación con él.

Escena: un jabalí en las cocinas
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Asintió a Fiona. Estaba seguro de que junto con John gestionarían bien el asunto.

Sabía que era posible que los sirvientes desconfiasen. Esperaba que a medio plazo entendiesen que era posible si todos iban a una, y que realmente era agradable contar de vez en cuando con un momento para uno mismo. También pensaba que algunos no sabrían en que ocupar esa tarde, como sospechaba le ocurriría a Sloth. No tener tareas que realizar obligaría a algunos a conocerse mejor y descubrir sus inquietudes o necesidades propias.

- ya tengo ganas de incarle el diente a esta bestia -
Dijo mientras en su rostro se dibujaba una amplia sonrisa.

Entró en la sala. Lleva el pelo recogido hacia detrás con los mechones de cabello de los lados, uniéndolos para hacer una trenza con ellos detrás. El resto le quedaba suelto pero no le venía a la cara. Cruzó la puerta sonriente, mientras jugueteaba con una moneda deslizándola sobre los dedos de su mano derecha hábilmente. 

Miró alrededor para ver quién había.

Saludó a Thiago al verle entrar por la puerta. Era su hombre de confianza en los establos.
-Pasa sinvergüenza- le dijo sonriendo y bromeando.

Miró los platos que estaban sirviendo Jevic y Sebastián. La boca se le hacía agua y le costaba contenerse para no sentarse a la mesa y empezar a comer. Esperarían un poco más.

-Viendo estos platos podría enamorarme de vosotros.- dijo a los dos chicos que se ocupaban de preparar la mesa. - que nadie se sorprenda si antes de que termine la fiesta os beso- sonrió divertido, en una mueca cómica de hombre apasionado mirándoles y guñándoles un ojo.

Sonrió también ante el saludo de Evan.

- Vaya, espero que esto mejore, faltan flores en este campo de nabos.-

Dijo sonriendo a los presentes.

Año 292

En el año 282, cansados de las atrocidades que cometía el Rey Aerys Targaryen, Robert Baratheon y sus hombres se habían levantado en armas para derrocarlo.

Los Lannister se mantuvieron al margen durante mucho tiempo pero finalmente decidieron participar en ella. 

Diez años después de que todo aquello comenzase llamaron al frente a hombres capaces de luchar, aunque no fuesen soldados. Tyler sospechaba que eso solo podía significar que la cosa no iba bien.

Aquella maldita guerra ya se había llevado a su padre, ahora Tyler tenía sentimientos encontrados. Por un lado deseaba vengarle, por otro no tenía ningunas ganas de participar en la guerra.

El campamento estaba lleno de hombres, muchos con aspecto cansado, otros eufóricos de adrenalina o locura. Las prostitutas eran como las moscas, correteaban semidesnudas de aquí para allá y se llenaban los bolsillos y todo lo demás tanto como deseaban, los hombres estaban receptivos, entre otras cosas porque aquel podría ser su último día. Al parecer al amanecer partirían para batirse en combate. Tyler contemplaba todo aquello mientras afilaba su espada concienzudamente.

Su misma suerte habían corrido otros hombres que pasarían allí su primera noche, quizás la única. Sabía que no era capaz de prepararse para los horrores que vivirían en unas horas, por más que tratase de hacerlo. 

Observó a los hombres que estaban sentados alrededor de su misma hoguera:

-Mañana tenemos cita con la muerte. Con suerte volveremos a este campamento que apesta a orines, excrementos y semen -

En su voz y expresión se podía ver que no le entusiasmaba ninguna de las dos opciones.  

En mil ocasiones se había imaginado Alester en una guerra. Había oído historias, se había preparado toda su vida para la lucha y las partidas de caza en las que participaba le habían demostrado que las armas no eran sino una extensión de su propio cuerpo. Tampoco había temido nunca morir en el campo de batalla. Y no deseaba más que demostrar de lo que era capaz.

Pero una cosa era lo que se pensaba antes de una guerra y otra lo que realmente se sentía cuando se estaba a punto de entrar en ella.

Estaba seguro de que la tenían ganada, pues Tywin Lannister había esperado mucho para tomar partido y ahora que lo había hecho, Alester dudaba de que se hubiera unido al bando perdedor. Aun así, incluso los ganadores sufren bajas. Y lo último que quería era morir tras caerse del caballo en su primera carga. ¿Atravesado por una espada tras acabar con un buen número de enemigos? Lo daría todo por despedirse así. Pero la muerte no siempre es digna. Claro que, de volver a suceder lo mismo que en Harrenhal, prefería morir al instante a seguir viviendo con una segunda humillación; de esa no podría salir tan fácilmente, por muchas partidas de caza en las que brillara.

Caminaba por el campamento, mientras iba rechazando prostitutas a su paso. Si esa era su última noche, no quería pasarla con una mujer fría a quien poco le importaba su destino. Se acercó a la hoguera donde se habían unido algunos hombres.

- Dudo que la muerte huela mejor –añadió sucintamente Alester, mientras sus ojos miraban fijamente al fuego.

John era un hombre nacido para empuñar una espada. La guerra era su vida, lo que hacia que su corazón se aclarara, un completo adicto a la guerra. No obstante luchaba con la cabeza fría y despejada, disfrutando de cada golpe o estocada.
Se encontraba sentado junto al fuego, limpiando y afilando su espada. De tanto en tanto levantaba la vista para ver una mujer correteando medio desnuda. Era una vista agradable pero ninguna de aquellas mujeres podía compararse a aquella que le esperaba en casa. El resto de mujeres del mundo se habían convertido de pronto en seres con interés decorativo, siendo a la suya la única a que deseaba tener bajo su cuerpo cada noche.
En ausencia de esta, su recuerdo y un rato de solitaria intimidad paliaban su humana necesidad.

En ese momento toda su atención estaba inmersa en las batallas inminentes por lo que preparar sus armas lo mejor posible podía significar volver a dormir con su esposa o dormir por siempre.
Alester se acerco al fuego, comentando algo sobre el olor. John olfateo a su alrededor y se encogió de hombros.- Si esto le parece malo no se acerques a mi cuando tengamos judías en el menú.- bromeo con una sonrisa, ansioso igual, por el llegar de la batalla.

Bernard estaba sentado junto a su hermano. La lucha era lo que más le entusiasmaba, ya fuese con espada o sin ella. La práctica con su hermano era el momento del día que más disfrutaba. Él sabía que había nacido para eso. Su auto confianza podría darle la victoria o una muerte rápida.

La batalla estaba cerca. Eso le excitaba más que cualquier mujer de las que correteaban. En ese momento no tenía ojos para ellas. Miró a Alester cuando llegó y rió ante la broma de John. -Si hubiese ese menú mejor quédate en el campamento, John. Ni el olor a muerto del campo de batalla camuflaría tus gases.

Dejó de afilar su espada por un momento para poder mirar a los ojos de los demás. Habían algunos que ya eran experimentados en la batalla, otros eran jóvenes como él, inexpertos. Tyler estaba seguro de que lo que les estaba deparando el campo de batalla nada tenía que ver con los entrenamientos o los torneos. Esta vez el combate sería a muerte y el premio sería volver con vida para volver a luchar al día siguiente. Quizás no estaba hecho de la misma pasta que el resto. Se suponía que era un gran guerrero, entrenado para la batalla desde que tuvo edad para empuñar una espada. Sin embargo no estaba tan ansioso como parecía que estaban el resto de los allí presentes. Tyler sentía un nudo en el estómago, enfado en su corazón y en su mente no podía evitar preguntarse si realmente valía la pena que todos ellos se jugasen la vida en aquella causa. Bien sabía que les habían dicho un motivo muy importante y de gran peso, algo que liberaría a los siete reinos de un loco y el terror que sembraba en sus corazones. Pero también creía que era posible que los verdaderos motivos fuesen un poco más egoístas, se hablaba de que Lyanna Stark había sido secuestrada, quizás al final aquel era el verdadero detonante. ¿Porqué había muerto realmente su padre? ¿Por qué todos los varones de su familia se estaban jugando la vida? Esperaba que realmente no fuese por un asunto de faldas.

Volvió a afilar su espada, eso parecía relajarle, centrarse en un tarea le ayudaba a mantener los nervios a raya. A fin de cuentas debía obedecer y pensar demasiado no suele ayudar a ser un buen seguidor. No pensaba eludir sus responsabilidades ni desertar pero tampoco le gustaba ser un borrego. En su caso contaba con su hermano Bernard, llevaban toda la vida luchando juntos, entrenando a diario. Como oponente Bernard era feroz y temible,  como aliado los dos se compenetraban a la perfección, podían adivinar los movimientos el uno del otro, no hacían falta palabras. Sabía que Bernard le cubriría las espaldas igual que Tyler lo haría con el. Pero ¿y los demás? Imaginaba la batalla como un caos. 

-¿Alguno ha participado anteriormente en alguna refriega como la que nos espera? ¿Os han indicado ya las posiciones que ocupareis? Mi hermano y yo estaremos por el centro de la caballería, esperemos que los caballos se comporten adecuadamente-

Ciertamente su montura no había vivido ninguna experiencia similar, igual que Tyler. Furia era una yegua de guerra grande, con brio, de 12 años de edad. Tyler confiaba en la templanza y saber hacer de la misma, estaban bien compenetrados, pero nunca se sabe cuándo puede aparecer el terror ni cómo reaccionará cada ser bajo su poder.

Estaban todos los que eran y eran todos los que estaban. Comenzaron a sentarse alrededor de la mesa. Evan trató de sentarse al lado de Jhon, le gustaría que a su otro lado estuviese Kyle, o quizás enfrente, la mesa era alargada y prefería tener a sus amigos bien cerca, eso aseguraría una buena conversación y diversión. 

Buscó con la mirada a Fiona, casi sin darse ni cuenta, y a Ginevra. Con esta última a penas había tratado, pero los últimos acontecimientos creaban una necesidad en conocerla mejor. Seguramente les tocaría trabajar codo con codo más de lo que esperaban para que todo quedase bien cohordinado. 

El día había sido de mucho trabajo, y eso le hacía tener un hambre voraz, miraba los platos con ansia. Se frotó las manos mientras se sentaba en su sitio.

-Bien señores, ¿les parece que empecemos a comer ya?- Algunos ciertamente ya lo habían hecho sin esperar acuerdo alguno por parte de los presentes. 

Evan se sirvió un poco de comida en su plato.

Pocas veces tenían la oportunidad de festejar una cena o una comida todos juntos, la mayoría del tiempo el servicio se limitaba a trabajar como mulas en el castillo. Así que cuando eso pasaba la vida parecía adquirir otro sentido, uno más amable e interesante, alejado de la vacuidad de la rutina repetitiva de un día a día de trabajo.

Para Fiona esos momentos, eran sin duda especiales. Podía relajarse, olvidar sus preocupaciones que aunque no fueran muchas siempre giraban en torno a los mismos temas. Kyle, el futuro de su hermano y el suyo propio, sus recuerdos... la muchacha tenía tendencia a no olvidar ciertos acontecimientos de su vida.  

Entró en la sala de servicio vestida con un sencillo vestido de color verde oscuro ornamentado con unos motivos dorados por la parte superior del pecho.

Música, comida rica, risas agradables… si, aquello pintaba bien.

- Buenas noches. - dijo saludando amablemente a todos los presentes con una sonrisa. Posteriormente fue a sentarse en la mesa. - Todo tiene un aspecto fabuloso. - felicitó a Jevic. Esperó entonces a que su hermano tomara asiento cerca de Evan y ella hizo lo mismo, posicionándose al lado de Kyle. Miró a Sebastian y le sonrió. Le extrañó que Gwen no estuviera presente pero no tardaría en llegar...

No podía ocultarlo, estaba emocionada. Esta era una de las pocas ocasiones en las que los sirvientes y trabajadores del castillo tenían la oportunidad de reunirse todos juntos como si se tratasen de los mismísimos reyes. Claro que a un nivel muchísimo más bajo. No importaba, era motivo para que Gwen se acicalase y preparase para la ocasión.

Es por eso que tardó un poco mas en acudir junto a todos ellos. No porque llevase un atuendo que destacase nada en ella, si no mas bien, por su peinado, el cual tras darle un millón de vueltas y desenredos, terminó por dejarlo suelto y recogerlo en la zona de la cabeza con algunas trenzas elaboradas pero sencillas. Como siempre, pero tardando mas tiempo en decidirse.

Apareció en la sala ataviada con un vestido muy sencillo, de color rojo intenso casi se fusiona en tonalidad con su largo cabello pelirrojo que se ondea alrededor de su cuerpo mientras se mueve y camina. Su sonrisa era radiante y sus ojos brillaban de emoción al observar la sala ornamentada y preparada para la cena.

Enseguida buscó a Fiona con la mirada, y cuando la encontró, caminó deprisa hacia su lado de la mesa. Trató de contenerse por lo que disminuyó su carrera hasta su asiento junto a Fiona, y con calma, retiró la silla para finalmente, tomar asiento.

- Buenas noches a todos. Todo está fantástico, felicidades - Sonreí ampliamente mirando a todos y cada uno de ellos, para terminar posando mis ojos en mi compañera. Ella podía ver en mi rostro que estaba feliz.

Sonrió pícaramente al ver aparecer a Gwen, clavando su mirada en la muchacha, deleitándose en su caminar y el movimiento de su melena roja. Para llegar hasta Fiona Gwen pasó de largo a Thiago.

-Vaya Gwen... me encanta verte llegar... pero ¡oh! ¡¡cómo me gusta verte marchar!!- 

Dijo el mozo mientras sonreía ampliamente y, sin dejar de mirar a Gwen, dirigía sus ojos al lugar donde la espalda pierde su nombre.

En el momento en el que retira la silla, Gwen intercepta la voz de Thiago que se dirige a ella, con bastante sutileza viniendo del mozo.

Mientras toma asiento y acomoda sus ropas, le busca con la mirada moviendo la cabeza en su dirección, para poder ver y hablar directamente con él - Que sorpresa Thiago ¿ahora eres poeta? - Levanta una ceja al verle sonreír de forma amplia, pero con sus ojos pasean por ella. Sonríe de forma pícara, aunque no tanto como la sonrisa del mozo de cuadras.

Deja de prestarle su atención, y observa los alimentos repartidos por toda la mesa y piensa en qué servirse. Espera un poco mientras se fija en los platos de los demás.

- Tengo muchas más sorpresas para tí. Cuando quieras descubrirlas ya sabes dónde encontrarme-

Respondió a Gwen divertido y guiñándole provocador un ojo. Le encantaba que las mujeres le diesen caña. Una fémina con carácter aseguraba que ningún día fuese aburrido.

Evan sonrió al ver llegar a Gwen.

- Tengo un hambre de lobo- Confesó a John.

Todavía esperó a que se acomodasen las chicas, después empezaría a comer. En ese momento no ejercía como jefe, aunque sabía que muchos no dejarían de verle como un superior y esperarían a su señal para empezar a comer. Ya habían aguardado mucho y si todos estaban tan hambrientos como él era absurdo dejar que la comida se enfriase.

Cuando Thiago soltó aquella frase se puso un poco serio. Era protector con "sus" chicas, pero no dijo nada, ellas sabían defenderse tal y como demostró Gwen. Además, nunca se sabía si Thiago podría ser correspondido, mejor no meterse en aquel asunto si no subía demasiado de tono. Conocía a Thiago, era su mano derecha en los establos, y aunque era un poco rudo y políticamente incorrecto en muchas ocasiones, le tenía por un buen tipo y muy trabajador.

Cuando las chicas estuvieron listas dijo:
-Bueno... Veamos qué delicias nos han dispuesto el virtuoso de Jevic y compañía.-
Paseó su vista por la mesa, aunque lo hizo más por educación que otra cosa, pues hacía rato que tenía claro por donde iba a empezar. Estiró el brazo y se sirvió una ración de carne.

- Os dejo las ensaladas a mis princesas. Yo necesito comida de verdad ya mismo -
Bromeó.

Gwen rió suavemente al oír el comentario de Evan sobre "tener hambre de lobo" luego pasó su mirada a Fiona para conocer su reacción. Aunque quiso hacerle caso a Evan, su concentración se desvió nuevamente a Thiago, que no se queda contento con quedarse callado ante la respuesta de Gwen, y le habla perdiendo la sutileza por el camino.

La muchacha le miró abriendo los ojos y los labios sorprendida, y aunque no se dio cuenta, cierto rubor tiñeron sus mejillas mientras recibía ese guiño de ojo de Thiago dedicado a ella y cargado de intención. No tardó mas que un par de segundos en recomponer el gesto y levantar la barbilla, recogiendo la sonrisa pícara que le había dedicado antes.

- ¿Más sorpresas? ¿No tenía suficiente sorpresa con tu nueva faceta de poeta? Aunque si Thiago se ha convertido en poeta, me temo que es el fin de la poesía - Estrechó su mirada grisacea hacia el mozo y mantuvo la sonrisa. Procuró desviar su atención con aquel paralelismo sobre la poesía y el mozo de cuadras, aunque dudó si lo conseguiría.