Partida Rol por web

John sintió el alivio de quitarse el problema de los hombros, no obstante se quedo para abrir y cerrar la celda cuando se le llevaron los enseres que pedía. Las ordenes de Lord Rhys serian respetadas y los escoltas permanecerían en los lugares designados, haciendo guardia silenciosa de su noble invitado.
Antes de ser entregado se reviso cada articulo para que no contuviera nada dañino. Las mantas, las almohadas, el papel y la tinta... todo objetos inofensivos que mantendrían al invitado entretenido y tranquilo... o eso esperaba.

El viejo maestro de armas no dejo a Ginevra ni a ningún otro sirviente detrás de el en su salida de los calabozos, asegurándose de que todo quedaba en perfecto orden antes de ir a dormir.

Al dejar a su invitado acelero el paso para alcanzar a Ginevra, era tarde no pretendía entretenerla demasiado pero no dormiría ni un minuto si se iba a la cama con aquello dentro.
- Ginevra, permitidme un instante.- pidió al salir de los calabozos, donde su conversación ya no podía ser escuchada.- Habéis sido astuta y debo felicitaros por ello pero no quiero que os quedeis a solas con ese hombre bajo ningún concepto.- ordeno con un tono a medio camino entre la preocupación y los ¿Celos?.
- No importa cuanto os lo pida o lo que haga, no entréis en su celda, no habléis con el salvo lo justo y necesario.
Kalhan se dio cuenta de que su tono era el apropiado, demasiado autoritario tal vez, de modo que añadió un tímido.- Por favor.- al final para suavizarlo.

No le gustaba mentir, y esperaba de todo corazón no tener que acostumbrarse a hacerlo. Siguió a John. Había temido que el Targaryen hubiera tenido esa espada. Aun recordaba la expresión y la urgencia en el lord. Pero se evito la sangre, y todo quedó puesto de un modo que no les afectara más. Y sin romper las sagradas leyes de hospitalidad.

No creía en maldiciones ni supersticiones, pero la religión había representado mucho en su vida. La había sostenido en los peores momentos de su vida. No era algo de lo que pudiera desprenderse con facilidad.

Al escuchar que le pedía aguardar se detuvo. Ya no podían escucharles. Entendía la preocupación, aunque hubo algo de inusual en su tono. Temía haberlo enojado, pero peor hubiera sido encontrarle muerto. Aun el alivio le alcanzaba a tener el ánimo de serenarse y sonreír, aunque esta sonrisa firme y cansada a la vez no le llegara del todo a los ojos.

- No me quedaré a solas, podeis estar tranquilo. Pediré a tres guardias que me acompañen en cada ida y vuelta. Aclaro que solo serán dos, y una para asegurarme de que se retire - no confiaba del todo en el príncipe, aunque aquello se sintiera como una traición menor al padre que tanto había profesado la lealtad a la corona y al que tanto ella había amado. Suspiró. Tenía que despejar su mente, y ocuparse del resto de la Fortaleza, ahora que tenían una preocupación menos - Después de acostar a Miria me preguntaba si podía ver a Ingrid, solo para darle las buenas noches y asegurarme de que esté bien. - aunque no lo dijera en voz alta (como había con muchas cosas) la niña significaba mucho para ella.

Tendría mucho que hacer, pero lo haría aunque fuera la última en toda la Fortaleza en dormirse. Quería estar segura ella misma, tras el susto vivido y la posibilidad continua de peligro, que todo se encontraba bien.

-Bien.- dijo John despues de aclararse la garganta.- Me preocupa vuestro bienestar. Mañana bajare a primera hora para vigilar la situación y estar presente en su desayuno.- Explico. El era el que tenia la llave autentica y no quería que se diera cuenta de que con la suya no podía abrir al servicio.
- Me preocupa su fijación por que vos le sirváis.- confeso y despues cambio de tema.
No podía evitar sonreír cuando se nombraba a su pequeña.- Claro que podéis verla, siempre que queráis. Ella os adora y nunca voy a agradeceros suficiente lo que hacéis por ella.

Asintió, ante lo que que John bajaría a vigilar. Temió que Viserys Targaryen encontrara aquello excesivo y sospechara. Tendría que preguntar a lord Rhys cuanto exactamente tardaría su amigo, la legendaria Víbora Roja, en sacarle. Y que fuera seguro para todos.

Sabía lo que era que su casa fuera barrida hasta los cimientos. No dejaría que pasara de nuevo.

Se sorprendió de nuevo ante lo de que le preocupaba su... fijación. Entrecerró ligeramente los ojos, y luego pestañeó un par de veces seguidas. Se había ofrecido porque por lo que le dijo el lord, si tenía la espada y hacía amago de usarla todo podía acabar en masacre.

Compuso el semblante, y una auténtica sonrisa esta vez llenó su cara al escuchar de Ingrid. La paciencia que se decía no tenía con sus subordinados, la niña le inspiraba de sobra, mezclado con ternura. Se había intentado poner una coraza ante el mundo, pero en ella quedaba aun la vulnerabilidad. Y aunque no dijera en voz alta lo que los demás significaban para ella, solo saber que estaban bien le daban fuerzas para un día más.

- Es una niña encantadora. Extenuante a veces, pero la infancia es vida pura.

Al hablar de ella sus ojos volvían a brillar. Aquello tuvo el efecto calmante en su ánimo para poder responder a lo anterior.

- Creo que sé que ve el Targaryen en mi. Mi señora madre era Velaryon. Los Velaryon son semillas de dragon. Mi señor padre era leal a su hermano durante la guerra. Debe de suponer que por ello yo sería más propensa a ayudarle que los demás.

Pensar en su pequeña hacia que John bajara la guardia, posiblemente mas de lo debido pero cuando quiso darse cuenta ya había dado voz a sus pensamientos al responder.- Es posible que vea sangre Targaryen en vos, eso no me preocupa mas temo que observe además la hermosa dama que sois.

John garraspeo la garganta. Por un segundo debió preocuparle haber parecido descarado y bajo la cabeza. Quiso arreglarlo volviendo a su posición seria, de soldado cambio de tema.- ¿Podria preguntaros algo? ¿Sabeis si hay algún invitado interesado en alguna de las hijas de Lord Rhys?.- pregunto, ya sin atreverse a mirarla a la cara. Ginevra le conocia y aunque intentara disimularlo podía leer claramente entre en lineas que Kalhan estaba tramando algo.

—Hay sitio para los dos —Sloth ofreció su catre al mayordomo.
Poco era lo que tenía Sloth. De lo poco, poseía buenos modales. No iba a hablar con nadie que se sentase en el suelo, allí no había ningún perro.
Escuchó las palabras de aquel jovenzuelo. Sloth trataba de seguir sus pensamientos y de ir más allá. Las palabras decían una cosa, las intenciones otra. Trataba de leer a ese joven. ¿Quería ser su amigo? Sloth no tenía amigos. Se tomó unos momentos para responder descubriendo que no debería haber tardado tanto, la primera respuesta era muy sencilla.
—Sloth no se cansa, Sloth no se fatiga. No quite tareas a Sloth. Sloth vive para servir. Sloth aún no es viejo. No del todo...—en su voz había una súplica, muda y desesperada. Enmundeció, la segunda respuesta iba a costarle más —. ¿Algo que desee Sloth?—miró a su habitación igual que si estuviera llena de tesoros, igual que si la pared principal escondiese un secreto gratificante y encantador que hiciera más llevadero sus días. Allí solo había piedra y soledad, pero la habitación estaba bien pese a ser una celda —. Sloth no quiere nada. Sloth tiene todo lo que quiere...—lo pensó mejor. Habló serio, mirando al frente, como si le costase esfuerzo encontrar las palabras adecuadas dentro de su abultada cabeza —. Bueno, Sloth si necesita algo. Sloth necesita que los hombres no le burlen a sus espaldas cuando Sloth pasa cojeando y zozobrando. Sloth quiere no ver asco en las miradas de las mujeres con las que se cruza. Sloth quiere que le hablen...no por pena o compasión, sino por amistad. Sloth quiere...respeto. No porque otro más alto lo diga, sino por lo que es Sloth. Sloth quiere caminar recto entre los hombres. Sloth quiere ser...uno más—una sonrisa triste, un parpadeo en su ojo malo que hacía desaparecer una lágrima con rapidez —.Pero Sloth cree que Evan Ross no puede darle nada de eso...

Después de un mes en el camino, Kyle y Fiona llegaron a la Posada de la Encrucijada. Después de dormir durante varios días en el camino y comer pan duro y cecina, agradecerían una cama blanda y un buen guiso. Kyle estaba impresionado de lo bien que aguantaba su hermana el viaje, ya que no se había quejado ni una sola vez ​Parece que salir de allí le ha sentado bien

Desde la posada, tendrían que decidir su próximo destino, si continuar al sur hacia Desembarco del Rey, hacia el el Oeste y probar suerte en Aguasdulces o en dirección Este, para ofrecer sus servicios en el Nido de Aguilas ​Sin Jon Arryn en el Nido de Aguilas, me parece la peor opción. Ademas, el camino puede ser peligroso por culpa de los clanes de la montaña.

Kyle estaba pensando las opciones con una cerveza en la mano, cuando vio un cartel pegado a la pared con un dibujo de un arco. Se levanto intrigado por el anuncio y se acercó a ver que era lo que ponía. Cuando leyó el anuncio, sus ojos brillaron y una gran sonrisa se dibujó en su rostro ​- Hermanita, creo que ya se cuál será nuestro próximo destino Dijo mientras enseñaba a Fiona el cartel donde podía leer: GRAN TORNEO DE TIRO CON ARCO DE LA CASA VAELYS

Evan aceptó la invitación del jorobado a sentarse en el camastro junto a él. Se sintió gratamente agradecido por el gesto. 

Asintió ante la primera respuesta.

-Muy bien, no voy a quitarte ninguna de tus tareas, pero debes saber que si algún día no te sientes en condiciones o si te ves muy fatigado puedes decírmelo. También se que haces más de lo que te corresponde, eso cambiará, no por ser tú, cada uno debe cumplir con sus labores. Si alguno de los compañeros no sirve lo sacaré, tal y como dije la primera noche.-

Evan no quería dar nombres, pero tres de los sirvientes serían despedidos en una semana a lo sumo. Especialmente sentía ganas de quitarse de encima a Ninette, había visto lo que hacía. Era gandula y presuntuosa. Despreciaba sobremanera a Sloth. En una ocasión Evan vio desde la distancia, cuando ella no era consciente de su presencia, cómo había insultado al jorobado y le había arrojado un trapo sucio. Hacía cargar a Sloth con las tareas que ella no quería realizar, y Evan estaba seguro de que si no le golpeaba con sus propias manos o le propinaba patadas era por el asco que sentía con el solo hecho de imaginar tener que tocarle. 

Cuando Evan llamaba la atención a Ninette por estar vagueando y eludiendo sus responsabilidades ella trataba de seducirle. En cuanto el mayordomo se acercaba Ninette desabrochaba un poco su escote, para que las vistas de sus abultados pechos fuesen más generosas. En alguna ocasión se había subido la falda para mostrar que no podía realizar la tarea porque se había golpeado el muslo. Evidentemente no había rastro de golpe alguno, pero sí dejaba expuesta su blanca piel. Ella se sabía bonita y creía que entre sus piernas guardaba la llave para manejar a cualquier hombre y con ello ascender en la escala social. En más de una ocasión la había visto salir de algún rincón arreglándose las ropas y recolocándose los cabellos, poco después salía algún guardia. Claramente Evan tenía sangre en las venas y las formas voluptuosas de Ninette no le pasaban desapercebidas, pero también era un hombre orgulloso y la técnica de amansar a un semental ofreciéndole terrones de azúcar no iba a funcionar con él. No quería gentuza de esta calaña en su equipo y esperaba que a Sloth le aliviase tanto como a él saber que pronto la perderían de vista, aunque los motivos personales de Sloth eran mucho más tristes de lo que Ninette hacía directamente a Evan.

Con la segunda respuesta apretó un poco los labios, asintiendo casi imperceptiblemente. 

-Cierto Sloth. No puedo cambiar a los demás, nadie puede hacerlo. Pero sí puedo hablar por mí mismo. De todos los sirvientes que están bajo mi cargo eres de los más valiosos. Nunca me has hecho una crítica de ningún compañero, y me consta que motivos no te faltan. Eres constante y tenaz, muy trabajador. Eso es lo que veo yo. Eres un hombre hecho y derecho, que nadie te diga lo contrario. Hay quien tiene ojos y no ve. A todos esos que desprecian al mundo por no ser como ellos también les llegará el día en que la polla les cuelgue como un pellejo, y las mujeres también les mirarán con repugnancia a ellos llegado ese día.-

Se sorprendió ante el "cumplido", al grado que por un momento incluso no supo que decir. Miró al suelo, con una sonrisa nerviosa. Iba a agregar algo, una respuesta o broma, cuando escuchó el carraspeo, y miró fijamente a John.

Sentirse una pieza de juego o fuente de información, tras lo que se había preocupado, tras haber gastado tanto tiempo y energía en proteger y cuidar, regresaba las viejas y dolorosas heridas de quien amó demasiado y se le regresó poco o nada a cambio. De quien es forzada a guardar secretos y sacrificarse un poco, de quien deseaba servir y ayudar y consolar de corazón y los demás lo transformaron en su obligación, sin importar sus propios sentimientos. Amó a todos. Cuidó de todos. Hoy, había logrado proteger a Mira de la estratagema tan peligrosa del lord y había protegido a Sloth del ridículo. Pero había olvidado proteger el corazón y el orgullo, como siempre.

Volvió a la seriedad habitual. Ante esa pregunta no pudo evitar mirarle de frente, intuyendo algo en esas líneas. Pestañeó varias veces, con los ojos ligeramente entrecerrados, como si intentara adivinar algo entre esas líneas, y se enojó consigo misma. Se sintió manipulada para una intriga. ¡Caer en la adulación, el alivio, el afecto por la niña! Nuevamente levantó su coraza, visible en el erguimiento de su espalda y el regreso de la opacidad de su mirada.

Alzó un poco más la barbilla para hablar.

- He escuchado rumores sobre Ser Ulrich. - su tono de voz era neutro, menos cándido que antes - No emitiría juicio aun al respecto. - los rumores sobre Tabitha aun le hacían hervir la sangre, ante lo ligeros de pensamiento que podían ser los iletrados. Siempre juzgando, viéndolas como menos de lo que eran.

Se recogió el oscuro vestido, que usaba para el servicio.

- Iré a continuar los preparativos y atender a las señoritas. Agradezco que me permitais ver a Ingrid, despreocupaos porque no iré tarde. Buenas noches.

Sin esperar respuesta, ya se dirigía a la salida.

De alguna manera había metido la pata. No sabia en que ni como pero sentía que algo había hecho mal.
Jamas entendería a las mujeres, eran demasiado complejas para una mente tan simple como la suya y lo peor era que no podía disculparse cuando no tenia la mas mínimas idea de que se suponía que hizo cambiarle el gesto Ginevra.
Le dolió verla marchar, la siguió con la vista mientras sus cabellos rubios se perdían en los pasillos.
Se obligo a recordar su larga lista de deberes y anoto el nombre dado en un rincón de su dura cabeza para mantenerle vigilado.- Buenas noches.- murmuro sin estar seguro si ella podía oírle o le ignoraría. La voz del soldado sonó tierna y triste, como una vieja canción de amor perdida en el fuego del tiempo.

Una vez fuera del alcance, de la vista de John y de cualquier guardia entrometido, apoyó ambas manos contra la pared. La fría piedra siempre le había reconfortado. Se giró, con la espalda contra la roca.

Hubo un tiempo que fue inocente, completamente inocente y bienintencionada. No le agradaba esta nueva naturaleza, más propia de gata arisca que de la señora que deseaba ser.

Rezó en silencio a los dioses, con la mirada apagada. Había perdido toda una noche de planes. Y cuando sentía que volvía a poder confiar en los demás, se cerraba al mundo. Ella misma se sentía deshonesta. La mirada de su tía cuando fue sola con Rhys le rondaba la cabeza. Que el maestre supiera que iba tras él, también. Los rumores sobre Evan, que se había negado a creer, pero que debía volver a enfrentar.

Por un momento, volvió a sentir que era ella misma. No quería transformarse, o seguir siendo esa mujer que era, con la vida a cuestas. Quizá habìa cambiado ya. Habìa confiado en Soth. Había buscado ayuda y confiado que había peligro.

No, no fue así. Nunca le dijo que iba a buscar el paquete de Lann, ni que buscaba evidencia de veneno. Le había hecho partícipe porque sabía que habría hecho cualquier cosa por los Vaelys. No había mostrado el diario de su madre a Sebastian por no confiar en la capacidad de supervivencia de su amigo, excusándose con la falsa nobleza de protegerlo del dolor.

No había nada más, ahora lo sabía.

Perdió un día valioso. Y se estaba perdiendo a sí misma.

Resbaló de la pared lentamente, quedando sentada en el suelo, y sus cabellos revueltos. Gruesas lágrimas cayeron por sus mejillas. Debería ser más fuerte. Debería seguir levantando el mismo muro que contra Rhys. Debería de dejar de querer confiar.

A Sloth le costaba diferenciar a la gente que se reía de él de la gente que no lo hacía. ¿Hablaba Evan Ross en serio o había ido hasta allí con intención de burlarse de él? Un hombre hecho y derecho. Palabras inapropiadas, pensó Sloth, pronunciadas ante un hombre que no podía levantar su cabeza por encima de su deforme espalda. Quisiera ofenderle o no, lo había hecho. Él no deseaba estar derecho, él no deseaba ser "normal". Él solo deseaba ser aceptado tal y como era. Pasó por alto el patinazo verbal, no tenía importancia.
—¿Y de que le sirve a Sloth que otros compartan su fatal sino?—intentó sonreír, esta vez casi lo logró, casi —.Sloth está bien. Sloth lleva mucho tiempo soportando gran peso sobre sus espaldas, por eso es tan torcida. Sloth estará bien mientras haya una casa Vaelys y un Vaelys al frente. Sloth no necesita nada más, Evan Ross.

Evan asintió.
-Ciertamente no sirve de nada, pero es la realidad. La vida no es siempre fácil y generosa para nadie, cada uno debe cargar con su yugo. Nunca se sabe si el de los demás pesa más que el propio, lo único que podemos hacer es seguir adelante y luchar para mejorar las cosas.-

Evan intuía que Sloth no era tan estúpido como la mayoría creía, y con aquella respuesta creía haber recibido la confirmación a ello.

No pensaba tratar a Sloth de modo distinto al resto, ni para bien ni para mal. No iba a medir cada palabra, cada gesto ni cada tono de voz. A ojos de Evan eso era lo que implicaba tratarle como uno más, ni como un monstruo ni como un desvalido. Esperaba que Sloth lo entendiese así. Quizás en ocasiones se ofendiese, quizás le soltase uno de sus comentarios, de aquellos que a veces le hacían reaccionar con una sonrisa divertida o, más frecuentemente, con un sentimiento de que le estaban lanzando un dardo. Esa era una cualidad del jorobado que no pretendía cambiar, a fin de cuentas era lo que le había hecho ver la inteligencia de aquel hombre.

Por otro lado comprendía el esfuerzo físico que algunas actividades debían suponer para él. Y desde luego, no pasaría por alto que según se creía contaba con una edad considerable, a Evan le costaba estimar lo anciano o joven que pudiese ser, dada su fesonomía se le complicaba apreciar aquello.

Para Evan cada hombre bajo su cargo debía obedecerle, y de igual modo él debía cuidar de ellos. Procuraría por el bienestar de Sloth.

Pensaba todo esto mientras miraba a aquel encorvado hombre a los ojos. La mirada de Evan era tranquila, clara y transparente.
Puso una mano sobre el abultado hombro de Sloth, en muestra de afecto, y le dijo:

-Si necesitas cualquier cosa sabes dónde encontrarme. Para mis hombres siempre estaré dispuesto. Ahora te dejo descansar Sloth, mañana hay que volver al trabajo y no quiero robarte demasiado tiempo de sueño.-

Se levantó con una sonrisa.

Sebastian llegó a las cocinas tras limpiar la estancia con ayuda de William. Esperaba encontrar allí a Fiona y Evan, pero quizá era demasiado tarde. No quería que el sermón fuese demasiado duro.

Cuando Sebastián llegó a la cocina ya no estaban ni Evan ni Fiona. Seguramente debieron salir mientras recogían las cosas que usaron para limpiar.

Sloth mostraba interés por los cuervos... a su manera, mezclando preguntas interesantes con otras no tanto, pero quizá podría encargarse de ellos al fin y al cabo.-Verás, estos cuervos son los nuestros y debemos conocerlos y saber dónde sabe ir cada uno de ellos. Cuando nosotros enviamos a alguno, el maestre del otro Castillo nos lo manda de vuelta con el mensaje de respuesta. ¿Entiendes? De vez en cuando se les puede enviar sin mensaje para que no olviden el camino.

-El único que tiene nombre es éste.-Caelus señala al cuervo de mayor tamaño que sabe ir a Aguasducles.-Se llama Picote. Si te ayuda a reconocerlos podemos ponerles nombre a los demás.

Año 297
Hace un año que Evan fué nombrado mayordomo y Jhon el ayudante de mayordomo.
Recientemente Ginevra fué nombrada ama de llaves.

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No solía suceder con mucha frecuencia, pero de vez en cuando, con motivo de alguna festividad importante, el servicio podía reunirse al completo para cenar y festejar juntos. Esa noche era una de aquellas escasas veces en que todo había acontecido favoreciendoles. Los señores y sus hijas habían regresado agotados de un viaje y habían decidido acostarse temprano.

En la sala de servicio todo se dispuso para cenar y después poder bailar un poco, explicar historias o hacer lo que a cada uno se le antojase mejor.

Había sido un día muy caluroso y ahora, con la caída del sol, las temperaturas se tornaban más moderadas y agradables.

A Evan le gustaban las fiestas, eran una buena ocasión para relajarse, desconectar por un instante del día a día y también una oportunidad de pasar un buen rato con los amigos y de conocer a los que no había tratado tanto.

Se había duchado y vestido con ropas sencillas, frescas y cómodas. Su cabello largo y dorado todavía estaba húmedo y observaba los alimentos dispuestos en la mesa con apetito y deseo, la gran actividad que llevaba durante su jornada hacía que Evan comiese con entusiasmo.

Las celebraciones sociales no eran eventos a los que le gustara asistir pero por alguna razón Evan pensaba que era bueno reafirmar lazos con el resto del personal y John aceptaba a tomar parte en ellas, aun a regaña dientes.
John tenia fama de gruñón, de ser muy exigente y duro. Sus años de soldado, antes de perder un brazo en la guerra, le habían marcado tanto el cuerpo como la mente, aunque también era cierto que pese a su fachada y lo mucho que gruñera nunca mordía, al menos no a nadie que no se lo ganara a pulso.

Kalhan se vistió con ropa limpia y se coloco la capa de lado, cubriendo el brazo que le faltaba, como si quisiera dar la sensación de que aun siguiera allí o al menos no despertar la compasión que su mutilación pudiera causar. Una da las razones por las que aquellas "fiestas" le desegradaban venia dada por su dificultad para arreglarse en situaciones cotidianas. Cualquier cosa sencilla, como asearse o vestirse, era mas complicado cuando uno era diestro pero solo se tenia un brazo izquierdo.

Con el tiempo había ganado una notable habilidad con su mano zurda, lo cual no le resultaba suficientemente comodo para hacer demostraciones publicas como una cena de aquellas características. Era demasiado orgulloso para aceptar la ayuda, peor asumia que alguien le mirara con lastima, por lo que al llegar le vieron mas tenso y gruñón que de costumbre.

- Bien Evan, ya estoy aquí.- gruño al entrar, con el pelo aun algo mojado. Era de agradecer que hubiera tenido el gesto de lavarse y tratar de estar algo mas presentable de lo normal.- No te sorprendas si me retiro temprano.

El camino se hizo pesado, parecía que nunca iban a llegar a su destino. ¿Cuál sería su nuevo hogar? Fiona se preguntaba si habían hecho bien yéndose del castillo. Creía que si pero no podía evitar sentir miedo a lo desconocido. Su vida estaba allí, junto con la difunta abuela Freya. Había sufrido entre aquellas cuatro paredes, aquel era su lugar, había aprendido a madurar y a aceptar el dolor, pero... ¿Ahora qué? ¿Cómo volvería a empezar? construir una vida desde cero era difícil. Todo a su alrededor eran ruinas. Claro que estar junto a Kyle la reconfortaba. Al menos creía que le garantizaria una cierta seguridad, un futuro que aunque no fuese muy prometedor parecía una nueva oportunidad para ellos.

Avanzó sin quejarse, le dolían los pies y en algún que otro momento ponía mala cara o suspiraba cansada, pero nada de eso importaba. En su fuero interno tenía la esperanza de que las cosas cambiaran.

Tras unos días de viaje llegaron a una agradecida posada donde descansar y recuperar fuerzas. Fiona estaba sentada comiendo un poco de pan cuando Kyle se levantó de la mesa para leer un anuncio que había colgado en una de las paredes.

¿Gran torneo con arco de la casa Vaelys? - frunció el ceño pensativa. Kyle parecía animado con la idea de asistir al torneo, y solo por eso Fiona también parecía alegrarse. Tras unos segundos de meditación repuso. - Si crees que es un buen lugar para nosotros, vayamos. Hermano tienes habilidades que pueden ser valoradas positivamente y si ganas ese torneo, tu nombre tendrá otro alcance. - sonrió. Cualquier caballero querría tener a sus órdenes a un buen luchador y arquero como Kyle.