Partida Rol por web

David esperó pacientemente a ver si alguien respondía a la llamada de Sophie. No le sorprendió que no respondiese nadie. 

A falta de nada más que hacer, no se le ocurría otra cosa que esperar. 

-Soy también de la opinión de que debemos mantener la casa bajo vigilancia. Y si a la noche no vemos entrar ni salir a nadie, creo que seria el momento para intentar entrar. Desde luego, hacerlo a plena luz del día no parece buena idea en una zona tan concurrida. 

Hans no hizo ningún comentario. No le parecía mala idea el plan del señor McReady. Vigilar la casa desde cierta distancia y poder acercarse por la noche si la chica no entraba ni salía del edificio. Esperó pacientemente junto a los demás, sin mucho más que hacer, mientras seguía dandole algunas vueltas a las pistas encontradas y a qué significado podría tener todo lo dicho hasta el momento.

Se le veía sumergido en su mar de pensamientos, perdido en cierta manera. Estaba en ese momento en el que solía ser mejor no molestarle. Ni siquiera pensaba en la taréa que tenían ahora mismo por delante, estaba intentando ver más allá, pero aún había algo que fallaba en su ecuación, y eso le emocionaba a la vez que le molestaba.

Anne Sophie empezaba a estar cansada de tanta cháchara, tanto darle vueltas a las cosas, necesitaba acción cuanto antes, acabar con todo aquel ajetreo que los estaba llevando de un lugar a otro sin obtener nada a cambio, sólo retazos de una historia, migajas que apenas les servían para algo. Y a eso era lo que no dejaba de dar vueltas Anne.

Desde el hotel hasta el lugar que les había indicado el recepcionista, la supuesta vivienda donde encontrarían a la joven de la fotografía, Anne no dejó de darle vueltas a la idea de que, por más que avanzaran en su investigación, los otros acababan yendo un paso por delante, o incluso dos, quitando de en medio todas las pistas que no querían que descubrieran e incluso deshaciéndose de aquellos que pudieran ofrecer más información de la necesaria.

Y Anne temía que a la joven de la fotografía también la hubieran quitado de en medio. Dudaba que la hubieran matado, sobre todo viendo la actitud cariñosa que mostraba a Zimmer, pero sí quizás mandándola a otra parte. De todas formas, la mujer sólo esperaba estar equivocada y que la hija o la amante o lo que fuera de Zimmer apareciera de un momento a otro y les contara una bonita historia que arrojara luz sobre el túnel oscuro por el que estaban pasando.

Por ese motivo acabó perdiendo la paciencia y llamó a la puerta mientras el resto, una vez más, se dedicaban a hablar, hablar y hablar. Pero no había nadie, nadie acudió a la llamada del timbre. Anne observó la cerradura, valorando si sería buena idea entrar por la fuerza aunque, mirando a su alrededor y viendo la cantidad de turistas y curiosos que había en esa ciudad, descartó la idea de inmediato. Lo último que necesitaban era llamar de nuevo la atención de la policía.

—Está bien, vigilemos la puerta e intentemos hablar con la joven en cuanto aparezca —comentó frustrada al verse de nuevo sumida en la inactividad.

Llamáis varias veces pero nadie contesta, todo indica que la casa está vacía. Optáis por alejaros y buscar una posición discreta en unos bancos de la plaza desde los que podéis vigilar fácilmente la entrada a casa.

Después de apenas una hora de espera una mujer se acerca a la puerta de entrada, es, sin duda, la chica que salía en las fotografías que lleva, esta vez, unas gafas oscuras para disimular su ceguera. En las fotos no parecía tener esa discapacidad pero ahora, al verla aparecer con dos pastores alemanes que le hacen de perros guía y sus gafas no cabe duda. 

Los perros que la acompañan no parecen en absoluto amistosos y se sientan a ambos lados mientras ella busca las llaves para acceder a su casa. Por supuesto, no ha reparado en vuestra presencia.

Tras darle muchas vueltas, su plan se había reducido a un simple timbrazo y a todo el grupo reunido en el portal, a la espera de cualquier signo de vida en la vivienda. Madeleine caminaba nerviosa en círculos, haciendo que sus tacones repiquetearan sobre el asfalto mientras solo el silencio les contestaba.

- Esta bien, pero si al caer la noche no entra nadie, volvemos al plan original – advirtió, intentando apartar la masoquista idea de lo mucho que le apetecía colarse en una casa ajena e investigar lo que ahí sucedía.

Sentados en aquellos bancos, no dejaba de darle vueltas a cuál sería la mejor manera de proceder. Tras unas horas, llego a la conclusión de que era imposible saberlo.  No tenían ni idea del carácter de la joven, ni de su grado de implicación respecto a los negocios de Zimmer. No sabían si vivía sola o acompañada, o si era una simple chica o una soldado profesional.

Al ver a la joven detenerse ante la puerta, con dos grandes pastores alemanes a su lado, Madeleine agarró bruscamente el brazo de Hans fruto de la emoción, con demasiada fuerza quizás. – Oh Dios, ¿qué le habrá pasado? – preguntó al aire, pues por supuesto ninguno de sus compañeros podía responder a esa pregunta. – ¡Es genial! – volvió a exclamar mirando a los ojos de cada uno, y sin soltar el férreo agarre a Hans. – Bueno, para ella no claro, pero esto nos da una nueva oportunidad de entrar.  ¿Qué os parece si dos jóvenes,  apuestos e inteligentes  hombres hablaran con ella, mientras el resto echa un vistazo dentro ?– propuso a toda prisa, sin terminar de pararse a pensar bien el plan – el único problema son los perros... pero seguro que podemos hacer algo, ¿verdad? – esta vez miro a Rick y Anne, esperando que todos se subieran al tren de su propuesta.  

-Sí, los perros son un problema. No sé cómo reaccionarán si nos acercamos-reconoció David-Posiblemente ladrando y gruñendo. No creo que ataquen, pero sí que nos delatarán. No parece un problema si lo que intentamos es hablar con ella y ella está dispuesta a hacerlo. Y supongo que aún ayudaría a crear la distracción. Se puede probar, pero con cuidado. Si la mujer sospecha algo, podría mandarlos atacar.

Rick resoplo sonoramente por la nariz, un signo de exasperación bien conocido por Madeleine, expulsando el humo de su última calada por ambos orificios. Bien estuvo a punto de apagar el cigarro entre los ojos de alguien, claro que no tenía claro el objetivo, así que lo apago contra la pared más próxima sin perder de vista su objetivo.

Sin mediar palabra alguna tomo la mano de Madeleine, sin rudeza pero con decisión, dejándola reposar sobre su antebrazo y avanzando hacia el edificio de la vivienda del Zimmer.

-señor Von Wagner – le invitó a que los siguiera con un gesto de la cabeza, sin detenerse a comprobar si lo hacía.

No era un hombre que repitiera las cosas dos veces, podían seguir el planteamiento inicial o perder el tiempo mientras la joven encontraba las llaves y entrando en la casa, perdiendo de esa manera la oportunidad. Con paso casual y decidido fue avanzando hasta encontrarse a una distancia prudencial de los animales que guardaban a la joven, una que le permitiese retroceder y proteger a Madeleine de un ataque, y a Hans, si este había decidido seguirlos finalmente.

-Quédese tras de mi señorita Archer – rogo con tono profesional a Madeleine, pudiendo reconocer la solemne fachada que solía usar Rick para tratar de encajar en los eventos sociales a los que le hacía acompañarla. Carraspeo ligeramente para dirigirse a la mujer – magníficos animales, no veía semejantes ejemplares desde la guerra – pronunció con tono adulador pero respetuoso y con autentica admiración en la voz – disculpe que la moleste señorita. Espero que hable mi idioma y pueda ayudarnos – comenzó a hablar más despacio, aunque algo le decía que debía hablar su idioma, su rostro mostraba inteligencia pese a estar oculto tras las gafas - ¿conoce usted al Doctor Zimmer? Mi protegida la señorita Archer, tiene noticias urgentes sobre su hijo y nos han indicado que podríamos encontrarlo en estas señas ¿sabría decirnos si estamos en el lugar correcto?

David sonrió condescendientemente al observar la determinación de Lobo en actuar. Lo mismo tenía éxito que se estrellaba, pero así era el hombretón. Testosterona en estado puro. Su gesto se torció cuando cogió a Madeleine y sin importar si era su voluntad o cualquier otra consideración, se la llevó del brazo. Pero no dijo nada. Sabía de sobra que Madeleine se bastaba para ponerlo en su sitio.

Se mantuvo en la distancia para no restar credibilidad a la pantomima del guardaespaldas, pero temeroso de que su falta de prudencia les pudiese meter en un lío.

Hans se mantuvo pensativo, aun cuando la señorita Archer le cogió con fuerza del brazo. Eso le había despistado un pelo, pero no había conseguido dispersar tanto sus pensamientos como para perder su foco. Mantuvo su gesto neutro, como de costumbre, aunque, esta vez, con un pequeño movimiento de cejas que podía expresar sorpresa. Aun así, era momento de actuar, y la idea de la señorita Archer no era mala.

-No es mala idea, podríamos acercarnos y comenzar una charla interesante con ella. No debemos temer somos muchos más y podrémos lidiar con esto... al fin y al cabo, hemos conseguido superar cosas mucho peores ¿No es así?

A la llamada del señor McReady volvió a alzar levemente la cabeza y asintió con un ligero movimiento impreceptible. Siguió a sus compañeros y se quedó tranquilo, detrás del señor McReady. Sabía que los perros podían notar el miedo y el nerviosismo, o por lo menos eso decían por ahí. Sería mejor no comprobar si la teoría era cierta.

Los perros gruñen y ladran cuando Rick se acerca pero la mujer los calma rápidamente y, lo que parecían dos fieras hambrientas al instante se convierten en dos dóciles cachorrillos. Teresa se gira hacia donde cree que se encuentra Rick, debido a su condición es obvio que no ha reparado en nadie más. Lleva unas sobrias vestimentas de tonos grises y oscuros, de su cuello cuelga una pequeña cruz plateada lo que le da cierto aire clerical. Entonces ella contesta con cierta sorpresa.

-Vaya, me ha asustado, caballero. ¿Quién es usted? que sabe de Abner?. Lleva días en coma. - Los perros reaccionan a la respuesta de su dueña y encaran a Rick, parecen dispuestos a atacar al mínimo gesto de su dueña. Mientras, el rostro de la mujer se oscurece y su voz se rompe levemente.- Mi padre ha ido a despedirle. - Se dispone a entrar a su casa. -Lo siento, pero he de irme.- De repente parece que le han entrado las prisas.

Notaba como la réplica subía desde su garganta y se agolpaba en su boca, dispuesta a salir con fuerza y frenar a Rick. Ella no quería ir medio corriendo para poder seguir el paso al impulsivo y desagradable de su guardaespaldas. Todo ello,  para llegar al objetivo con la mente en blanco y la boca seca, sin saber que decir, ni que pensar, ni cómo actuar. Sin embargo, queriendo, o sin querer, terminó con el aliento de los dos perros enormes rozándole el muslo y una chica que no parecía tener nada que le impidiera entrar en su casa y darles con la puerta en las narices.

- Si, traigo noticias – intervino de pronto, sin saber muy bien cuál iba a ser su siguiente palabra – ya que no podemos contactar con el Doctor Zimmer, quizás le podamos dejar la información a usted y que se la entregue a su regreso – propuso, intentando evitar mirar a aquellas dos bestias jadeantes – aunque deberíamos buscar un sitio un poco más tranquilo – apuntilló, en una súplica silenciosa de que se ofreciera a acompañarla dentro de su casa.

La mujer, que estaba abriendo la puerta para entrar en su casa, se giró al escuchar a Madeleine. -Oh, pensé que estaba usted solo.- Dijo a Rick. Los perros permanecían tranquilos pero alerta. -Si realmente tienen noticias de Abner me gustaría oirlas, vengan conmigo, estaremos más cómodos dentro. Por cierto, mi nombre es Theresa y Abner es mi hermano.- Dicho esto abrió la puerta e invitó a entrar a Rick y Madeleine. Soltó a los perros que entraron raudos y juguetones en la casa, tras ellos entró y encendió la luz mientras esperaba a que entraran sus inesperados invitados.

-disculpe mi rudeza señorita Zimmer – corrigió el guardaespaldas tras las palabras de Madeline que tomaba, como debía ser, el control de la conversación – Soy Rick McReady, el guardaespaldas de la señorita Archer...después de ustedes

Escueto y sin rodeos, siguió a las dos mujeres, con los perros liderando el camino, hacía el interior de la casa. Lanzando una mirada inquisidora ante la pasividad de Hans para presentarse cuando se acercaron, dudo un instante en introducirlo el mismo pero anticipando una reacción de recelo por parte de la hija de Zimmer decidió seguir sus instintos y seguir adelante. ¿que peligro podían correr con aquella mujer?

David levantó una ceja sorprendido mientras asentía como si el resultado fuese inesperado. 

-Sorprendemente, parece que va funcionando. Será mejor dejarlos hacer-dijo David resignado-Si ve aparecer a demasiada gente de repente, podría resultar sospechoso. Y la idea de colarnos aprovechando que es ciega, no me acaba de gustar, con esos perros por ahí.  

Sin mucho más que hacer, salvo esperar, decidió quedarse vigilando los alrededores disimuladamente. No pensaba que nada raro fuera a suceder, pero a falta de otra ocupación, era mejor que nada.  
 

Al ver a aquellos perros con actitud más que agresiva, Anne metió disimuladamente la mano en el interior de su gabardina rozando con sus dedos la culata de su arma por si, en un arranque de locura de aquellos animales a los cuales se los veía más que dispuestos a defender a su dueña con uñas y dientes, tenía que descerrajar un tiro en sus cabezas, sobre todo si se les ocurría acercarse con malas intenciones a Hans.

Pero no ocurrió nada de eso y, observando ligeramente apartada, Anne pudo comprobar cómo la dueña de los canes los tranquilizaba con suma facilidad. Por el momento sólo se habían acercado a la mujer Madeleine y su eterna sombra y, por el momento, parecía funcionar bien así que la guardaespaldas consideró que más actores en aquella obra sólo conseguiría acabar en una mala función, pero no por eso dejó de prestar atención a la conversación ni perdió detalle de cualquier gesto extraño, en especial de los perros.

Lo más llamativo era descubrir que aquella joven ciega era la hermana de Abner... Eso podía ser muy bueno para ellos, si optaba por contarles algún que otro detalle interesante, o muy malo si la mujer se iba de la lengua con su papaíto. Con resignación, aunque aliviada al comprobar que Hans no tenía intención de seguir a Rick y a Madeleine al interior de la casa, se quedó junto a su protegido y David esperando que los otros dos consiguieran sacar el máximo de información posible.

—Estoy de acuerdo contigo —contestó escuetamente a David—. No nos interesa que la joven sospeche y avise antes de tiempo a su padre. Pero al primer indicio de que ahí dentro ocurre algo malo... echo la puerta abajo.

Saber que de nuevo tenía que estar parada sin poder hacer nada era una tortura para ella así que, alejándose un poco de la puerta para no levantar sospechas, se quedó observando a Hans que parecía demasiado sumido en sus pensamientos, algo que la sorprendió sobre todo después de haber mostrado su interés en hablar con la hermana de Abner.

Asintió un par de veces a lo dicho por el señor Wilson. Colarse en la casa con dos de sus amigos dentro no era buena idea, y mucho menos si aquella mujer tenía dos perros, los cuales ni eran ciegos, ni tenían mal sentido del olfato, por lo menos que él supiera. Frunció ligeramente el ceño mientras se colocaba las gafas y optó por acabar cogiendolas con la mano, limpiando los cristales con un pequeño paño que guardaba en el bolsillo.

-Coincido, además, así podremos vigilar desde fuera. Podríamos entrar en acción de ser necesario- volvió a colocarse las gafas y se cruzó de hombros, echando un ojo hacia la puerta. Se mesó por un momento la barbilla, pensando en que, si de verdad era familiar de Zimmer podría estar mintiendo sobre su ceguera. Aunque claramente, eran solo suposiciones, y no parecía que hubiera estado actuando.

Lo mejor por el momento era que esperaran pacientemente. Los demás podrían hacer el trabajo, estaba seguro de ello, aunque sabía que él también podría haber hecho algo. Ladeó la mirada, clavando ahora sus ojos en Anne, acercandose a ella un poco.

-Supongo que no podemos hacer más que esperar... me hubiera gustado hablar con ella, pero como bien habéis dicho, ya era una apuesta segura, lo peor que podíamos hacer era presionar aún más- se mesó la barbilla de nuevo y se apoyó en una de las farolas.

Permaneceis en la calle, optáis por no entrar en la casa y manteneros vigilantes por lo que pueda ocurrir. Os alejáis prudentemente de la entrada de la casa. Al rato descubrís que hay dos hombres en la acera de enfrente que tienen mucho interés en la casa de la mujer ciega, no parecen haber reparado en vosotros.

Al rato se acercan a la vivienda. Van vestidos como cualquier italiano y pasarían por meros transeúntes si vosotros no hubierais estado ahí. Están en frente de la puerta y hablan entre si, no parecen decididos a entrar. Por un momento se quedan ahí mirando a su alrededor.

-Suban- Os indica Theresa, unas escaleras llevan a la vivienda ubicada en el piso superior, ella os abre la puerta y entráis. Es una vivienda modesta y hay pocos muebles, dada su condición le resultará incómodo irse tropezando. El pasillo de entrada es pequeño pero da a un salón bastante amplio, en el destaca una mesa de escritorio pegada a la pared y una silla además de una gran estantería cargada de libros que ocupa por completo una de las paredes, a un lado hay un par de butacones.

En la mesa de escritorio podeis ver unos cuatro o cinco libros, son unos gruesos tomos que parecen bastante antiguos. También hay un pequeño montón de papeles manuscritos a su lado. 

Theresa deja su abrigo y os señala los butacones. -Pónganse cómodos. Les ofrecería algo de beber pero creo que es mejor que vayamos al grano- Se sienta en la silla del escritorio mirando hacia vosotros. Los perros permanecen en el pasillo, les han debido enseñar que no pueden entrar en el salón. -¿Qué saben de mi hermano?.

David disimulaba fingiendo interés arquitectónico en algún edificio destacable de la zona mientras de reojo observaba lo que hacían los dos extraños. Soprendemente su actuación parecía convincente. Posiblemente porque su interés era real. 

Siguiendo a la joven hija del Doctor Zimmer, ninguno de los dos perdía detalle de lo que allí había, los manuscritos sobre la mesa, los papales, todo posiblemente interesante a ojos de expertos. Y claro como no, el experto se les había quedado fuera. Tocaría improvisar. Claro que tras acceder a la vivienda una mitad del trabajo estaba hecho, ahora todo dependía de la suspicacia de la joven y la credibilidad de las palabras de los dos asociados. Se conocían lo suficiente como para compenetrarse en una situación tan delicada como esa, así que llevado por el ímpetu que lo caracterizaba se lanzo a comenzar la conversación contestando a la pregunta, dando a Madeleine tiempo para que buscara como completar los agujeros que él pudiera dejar en su camino.

-Gracias – comenzó tomando asiento junto a Madeleine en el lugar que les indicaba, curvando sus labios en aprobación ante lo estudiado que tenía el piso la joven ciega – agradezco el detalle pero no es precisamente una visita de cortesía me temo – sus ojos se estrecharon recorriendo en detalle el rostro de ella, dibujando el perfil de este para descender por el cuello estudiando las curvas de su cuerpo, curioso y atento a su expresión corporal según hablaba – mi protegida, la señorita Archer y su hermano, con viejos conocidos. Asistimos por invitación expresa de este a la disertación que tuvo lugar en Oxford. Su hermano estaba con nosotros cuando la afección que le retiene en cama apareció – hizo un pausa para observar el efecto causado por sus palabras y luego continuó – tras dejarlo en manos de profesionales, tuvimos que partir inmediatamente por compromisos personales pero ya que el Doctor Zimmer residía aquí decidimos pasar a informarle – miró a Madeleine un instante dubitativo antes de soltar lo primero que se le había venido a la cabeza – además...creemos que, bueno los estudios de su padre, aunque de carácter un tanto delicados – no encontró mejor definición para las majaderías de magia y supercherías que estaban manejando últimamente – podrían ser de ayuda para la recuperación de su hemano