Partida Rol por web

Es otra tarde sombría y nublada en la Ciudad. En algún lugar cerca de los muelles, la cámara hace zoom a través de la lluvia que cae copiosamente, hasta adentrarse en una destartalada nave. El interior parece el típico almacén con trastos por todas partes, la mayoría de ellos tapados con telas polvorientas. La cámara sigue su camino sorteando objetos hasta llegar a una pared en el fondo, donde hay una puerta disimulada.

Tras la puerta, un espacio de la nave ha sido acondicionado como cuartel general de los buscadores. Una oficina abarrotada, una pequeña cocina y un dormitorio con un par de camas, por si alguna vez alguien necesita un sitio donde refugiarse. El sonido de una bocina en los muelles resuena de fondo mientras el olor a café recién hecho inunda la sala.

Desde que se conocieron, han estado buscando respuestas. Respuestas a sus propias preguntas personales, y también al gran misterio: ¿qué demonios está pasando en esta Ciudad? Saben que hay otros como ellos ahí fuera, gente con poderes legendarios, y saben que algunos de ellos no dudan en usarlos en su beneficio. También saben que hay algo que hace que la gente normal olvide. Por eso fundaron este grupo, para investigar estos extraños incidentes y buscar la verdad.

La puerta del cuartel se abre, y cruza el umbral Elisabeth Jones, a quien los demás buscadores suelen llamar Izzy. Viene directamente desde su modesta oficina de investigadora privada. Alguien ha deslizado una nota por debajo de su puerta. Curiosamente, Izzy no vio ninguna silueta a través del cristal lechoso de la puerta. Después de recoger la nota, abrió la puerta pero ya no había nadie.

Izzy les muestra la nota, que está compuesta por recortes de revista pegados con cola: NOTA

La Suzuki YZF R1 de Ary estaba aparcada en el interior de la nave como solía hacer, para no llamar la atención del paseante casual, aunque todos sabían que en los muelles no había paseantes casuales.

Alzó la vista de su móvil al ver entrar a Izzy. Frente a ella, sobre la mesa, una taza de café que pronto estaría frío y el cartón de su última adquisición en El Dragón de Jade, un número 8 de la carta porque había decidido que hoy le apetecía pato y que le dieran a su generador de números aleatorios que le sugería un cerdo Pad Thai.

Enarcó levemente la ceja viendo el sobre y la mirada decidida que traía. Leer las noticias en el descanso no era tan interesante. Se quitó los auriculares bluetooth que dejó colgando sobre su cuello.

- ¿Estás cosas no las hacían en los rescates y esas movidas? ¿Ahora también en la solicitud de ayuda? – preguntó ácidamente.

- Me acuerdo de esa plaza. Solía haber una heladería cuando era pequeña. Hace años que la cerraron, pero tampoco es que fuera todas las semanas desde que me mude fuera del barrio. – comentó sin darle más importancia, esperando a ver si Izzy añadía algo.

Empapada por haber caminado bajo la lluvia, Sam estaba sentada en una silla con los brazos cruzados y los pies sobre la mesa también cruzados. Estaba mirando al vacío absorta en sus pensamientos, esperando el momento de salir.

La joven estaba algo malhumorada por el mal día. Tras tener que trabajar un par de horas adicionales para cubrir a una compañera su jefe, el Señor Morrison, había comunicado de que a partir de este mes el local se quedaría con una cuarta parte del bote de las propinas. Samantha sabía que las camareras se quedaban las propinas en lugar de añadirlas al bote para evitar compartirlas en bastantes ocasiones y ahora el negocio también tomaba una parte. Ese dinero resultaba ser una parte importante en el escaso sueldo de la cocinera y no había notado ningún descenso significativo en las comandas como para poder justificar aquello.

Cuando Izzy llegó, se incorporó en su silla disipando el nubarrón de oscuros pensamientos. Miró de reojo a Ary tras escuchar su comentario mordaz. Aunque normalmente solía seguirle algo el juego, aquel no era el día. Visitaba aquella plaza bastante a menudo, era un lugar transitado y bien iluminado teniendo en cuenta el resto del barrio. Sin embargo, era otro detalle el que la preocupaba.

- Hay algo que me llama la atención. No pone “ayúdanos” sino “ayudaDnos”. - dijo haciendo hincapié en la consonante. - No parece que esté dirigida sólo a Izzy sino a todos nosotros. Tal vez se trate de alguien que no olvida.

—... abrígate cariño, papá te quiere. —colgar la llamada y cerrar la tapa de su desfasado teléfono móvil fue uno. Y después, dejarse invadir por la amarga sensación que le embargaba cada vez que su mujer se sacaba de la manga alguna excusa para cambiar los días de visita y alargaba la agonía de pasar un día más sin su pequeña. Sabía que luego podría pasar más tiempo con ella, que era sólo una treta infantil para intentar sacarle de sus casillas. Pero si algo le había enseñado la experiencia era que debía de ser cauteloso y no dejarse invadir por la rabia.

Estaba tan absorto en su drama personal que no había reparado en la llegada de Elisabeth hasta que las féminas del grupo comenzaron a hablar con ella. Le entregó una toalla seca a la ex-policía y echó un vistazo a la nota.

—Esto es algo que no se ve todos los días —se fijó en los detalles y en cómo estaban recortadas las letras, finalmente reparó en el tiburón—. ¿Tiburones en la plaza? ¿No puede ser sencillamente una broma infantil?

Dino entró con su bastón por delante luego de arreglar ciertos asuntos a través de su teléfono. Vestía un traje simple de color negro, pero de una calidad excepcional. Bien peinado y perfumado, se sentó en un sillón que había hecho traer particularmente para él. Era mullido y muy cómodo para él.

Mientras los demás hablaban, él se acarició la barba, y poniendo el bastón sobre sus piernas, cerró los ojos inclinándose hacia atrás en su sillón, y juntó las manos en actitud pensativa.

Desde que había descubierto esa capacidad en su interior, la había utilizado muchas veces. Le servía contra la competencia, con su propia empresa, con Collin. Pero esta vez, la utilizaría para otra cuestión. Quería respuestas, y aunque los tiburones no estaban relacionados con el Ragnarok, al menos hasta donde había averiguado, cualquier cosa que saliera de lo cotidiano debía ser atendido de alguna manera.

Sintió cómo su consciencia se alejaba de donde estaba, y tomaba vuelo, como un ave negra saliendo de su cómodo nido. La niebla lo rodeaba, imágenes confusas sucedían frente a él a una velocidad pasmosa mientras avanzaba en su vuelo raudo hacia la Plaza Miller. ¿Tiburones? ¿Qué había sucedido realmente en aquella plaza? El vuelo se hizo circular, como si se fuera acercando a cada situación que sucedía en aquel espacio verde. Era un ave más, era un observador más... pero en todos los tiempos.

- Bien visto, Sam. – confirmó Ary cogiendo de nuevo la nota y mirándola más atentamente.

- Es fácil que por tiburones se refiera a peces gordos, mafiosos o algo así, como cuando se habla de los tiburones de Wall Street… - le replicó a Robert con la vista moviéndose rápidamente de un lado a otro de la nota.

- Hay mayúsculas, minúsculas, letras en negrita, otras subrayadas, diferentes colores… podrían ser al azar, según le vino coger las letras, pero podría haber también un código en ellas… Estoy probando opciones… quizás acrónimos… pero nada que tenga sentido… quizás con algunos algoritmos podría… - se paró a media frase. Sus labios se quedaron ligeramente separados. Su mirada perdida. El papel todavía entre sus dedos. Para todos era evidente que no estaba del todo allí, ya la habían visto en ese estado antes. Jurarían que incluso podían ver el reflejo como de unas letras en verde pasar de abajo a arriba por sus pupilas si se fijaban muy atentamente, un reflejo de las letras que ella estaba viendo pasar ante su mirada y que tan solo eran el preámbulo de las imágenes, sonidos, olores e información que le venían a la mente y que denominaban “visiones” a falta de algo que pudiera describir más fidedignamente la experiencia.

Izzy había estado haciendo algo de papeleo para cerrar un caso, una historia aburrida de dos socios de una empresa, uno de los cuales había estado estafando a su supuesto colega. Nada que le interesase lo más mínimo, pero al fin y al cabo, tenía que comer. Y resolver ese tipo de casos hacía que su reputación se extendiese y le llegasen más cosas de las realmente interesantes.

Recordaba haber dado un trago al vaso de bourbon que tenía sobre el escritorio, que le ayudaba a pasar los ratos más aburridos (y los más duros) justo antes de ver el sobre en el suelo. La bebida no le había afectado lo suficiente, demasiada costumbre como para que media copa hiciera algo más que calentarle ligeramente la garganta, pero estaba segura de que nadie se había acercado por el pasillo para hacerle llegar ese sobre.

Se había acercado con cuidado, sintiendo en su tobillo el arma que aún conservaba de su época de policía y había abierto la puerta incluso antes de recoger el sobre. Nadie. Se había agachado para mirar el papel y, antes incluso de abrirlo, había empezado a observar a su alrededor, buscando pistas de quien hubiera dejado allí el mensaje.

Sólo cuando hubo recabado algo de información, se permitió abrir el sobre y leer su contenido. Había fruncido el ceño, mientras vaciaba de un trago el vaso de bourbon. Esa petición de ayuda no estaba destinada exclusivamente a ella. Lo cual planteaba aún más preguntas, porque sólo había un grupo al que pudieran estar enviando esa solicitud en plural, e Izzy (igual que el resto) siempre había sido bastante cuidadosa en separar su vida personal de su relación con sus compañeros del Muelle.

Rápidamente, había terminado de escribir el informe, abreviando todo lo que pudo. Tras guardarlo en un sobre acolchado amarillo junto con las fotos incriminatorias, puso la dirección de su cliente en él. Se lo dejaría en el buzón de camino al almacén del muelle. Guardó el mensaje que había recibido en el bolsillo interior de su cazadora vaquera y salió de su oficina en dirección al muelle.

...

Mientras Izzy les contaba la historia de cómo el sobre había llegado hasta ella, sintió cómo Dino y Ary utilizaban sus poderes para descubrir más sobre el mensaje. Siempre le llamaba la atención que la chica no intentase disimularlos utilizando su ordenador, igual que hacía cuando había extraños presentes. Con paciencia, esperó a que les dijeran los resultados de sus pesquisas.

Izzy contempla la nota con detalle, incluso usando el polvito para huellas y la brocha, cosa que revela huellas dactilares. El pequeño tamaño de las huellas, junto con la manera como han sido recortadas las letras y la imagen, parecen indicar que la nota es obra de un niño. Cosa que explicaría también por qué no ha visto a nadie a través del cristal de la puerta. En cuanto al origen de las letras, han usado una revista cualquiera.

* * * * *

De vuelta a la nave, Amanda y Dino usan sus poderes para intentar sentir algo más sobre la nota. Quién sabe si por acción de la Bruma, los dos tienen la misma visión:

Como es habitual, la visión empieza con una oscuridad absoluta. Al fondo, se ve una pequeña luz, y conforme la cámara se acerca a la luz, esta se ve ampliando, hasta convertirse en una pecera llena de pececitos de colores. Una vez dentro de la pecera, los límites desaparecen y solamente se ve agua por todas partes. De repente, una sombra ominosa se cierne sobre ellos. La sombra acosa a los peces, como si jugara con ellos, mientras estos nadan deseperados por su vida. Uno de los peces acaba chocando contra el cristal invisible de la pecera, y el agua empieza a derramarse hacia fuera.

De repente, la escena cambia y se ve a un niño sentado en la mesa de una pizzería, haciendo una manualidad con tijeras y pegamento. A través de la ventana, en la noche, se ve a un par de matones increpando a alguien en el parking de la pizzería. La luz de la luna se refleja en sus ojos, que parecen algo más que humanos.

La pizzería se va alejando en la negrura, mientras Amanda y Dino notan una presencia maligna que lo observa todo desde arriba. En medio del vacío, ven una cuerda con un nudo de ahorcado, balanceándose vacía en la oscuridad...

Y ahí van. Robert no compartía con sus compañeros la facilidad que tenían para usar su don ante cualquier adversidad. Tampoco le terminaba de gustar. Por supuesto, su caso era completamente distinto a de ellos: él no era especial. Él se limitaba a utilizar un libro que sí era especial. Así que mientras usaban sus capacidades para investigar esa nota que para él no era más que un juego infantil, revisó su agenda para confirmar que no tenía planes ni reuniones para el día siguiente. Recordaba que no debía de faltar demasiado para una reunión con un posible benefactor y seguramente le tocaría a él hablar de las bonanzas de una Biblioteca Pública que con la llegada de Internet cada vez era menos visitada.

—¿Y bien? ¿Voy alquilando el Orca* para la ocasión? —dijo, con un deje de tristeza pese a que pretendía resultado cómico.

¡Wow! Tener visiones siempre era como un pequeño viaje de ácido.

Amanda mira a Dino.

- ¿Tú también lo has visto? – sabe que él comparte su capacidad de ver cosas que no estaban allí, que habían ocurrido o que ocurrirían, aunque no compartían los mismos principios para llegar a lo mismo.

Sin tan siquiera mirar a los demás vuelca su atención en su móvil, en Google maps. No debe haber muchas pizzerias cerca de la plaza Miller, ¿verdad? Y si las hay, será cuestión de recorrerlas hasta que encuentre una que le recuerde a la de la visión.

- La nota la ha hecho un niño. Literal. Pero parece que tiene una base de verdad. El chico estaba sentado en una pizzería haciendo la nota. Quizás sea de sus padres o dónde trabaja alguno de ellos y pasa mucho tiempo allí… - comenta medio absorta en hacer la búsqueda en el mapa.

- En el parking de la pizzería había unos matones increpando a alguien. Los ojos parecían… creo que son de gente especial. Ya sabéis. – sin saber exactamente como referirse a la gente como ellos y a los que cazan.

- También pude sentir algo más… como una presencia… - se estremece brevemente al recordarlo – observándolo todo desde arriba… Imagino que el jefe de la mafia o lo que sean… pero también había… una soga, ahí en mitad de la nada, colgando, con un nudo de ahorcado… Quizás simplemente represente que está asfixiando al barrio… quizás sea un presagio de algo peor… - ahí estaban, los resultados de la búsqueda. Ya sabía por dónde empezar a buscar la pizzeria y al crío.

Robert no era un hombre engreído ni que le gustara, como se solía decir, hacer leña del árbol caído. Y afortunadamente, aquella no había sido una excepción. Porque de ser así, habría metido completamente la pata. Cuando ha empezado a hablar del niño, inmediatamente he pensado que tenía razón pero... —Si fueran simples matones extorsionando a los empresarios locales, deberíamos avisar a la Policía. Pero si hay... despiertos implicados... Y además un niño. Lo que me lleva a... si ese niño sabe de nuestra existencia, es como dice Sam: "no olvida".  Debemos ayudarle a controlar lo que sepa hacer. No le conviene llamar la atención.

Miró la hora en su reloj de pulsera que, al igual que casi todo lo que le rodeaba, era algo del siglo pasado: un ejemplar analógico en una época en que una banda en tu muñeca te registraba hasta las horas que dormías. ¿Qué hora era? —¿A cuánto estamos de la Plaza Miller?

La búsqueda de Amanda da un resultado en la misma plaza:

Izzy asintió cuando Ary habló de la pizzería.

— Conozco el lugar. Me recomendaron su quattro formaggi, pero no he tenido ocasión de comer allí — dijo. Después de todo, llevaba años pateándose la ciudad. —Ary en moto podría llegar allí en diez minutos. Corriendo en menos de cinco, seguramente. Yo no tardaría mucho más en llegar, — comentó. Su control del viento le permitía moverse algo más rápido de lo habitual, aunque ni de lejos tanto como Ary, pero volando contaba con la ventaja de no tener que seguir el trazado de las calles. — Dino, ¿has aparcado en el callejón de siempre? — Le preguntó al hombre de más edad. Seguía llamándole la atención que abiertamiente utilizase un nombre que no dejaba de ser un anagrama de su identidad real.

— Si eso que has descrito está pasando ahora, deberíamos ir para allá a toda leche, ¿no creéis? — Comentó. Incluso si se trataba de una trampa, prefería meterse de lleno en ella a dejar la posibilidad de que unos matones hicieran daño a un niño que no iba a poder defenderse de otra forma.

- Si nos ha pedido ayuda, el niño también será de los que puede vernos. Imagino. – encogiéndose de hombros empacando ya el portátil en su mochila negra que iba a todas partes con ella.

- Si hace falta puedo estar allí en menos de un minuto. – contestó a Izzy acercándose ya a la moto; no dejaba de tener cierta ironía que siendo alguien que podía moverse a través del espacio y el tiempo prefiriese desplazarse en su moto – Pero en la visión el niño estaba preparando la nota, así que eso era el pasado. La parte de los matones también podía ser del pasado. No había nada que indicara que estuviera ocurriendo ahora mismo. – explicó, parándose con el casco justo encima de la cabeza – Nos vemos allí. Seguimos en contacto por los móviles. – dando un leve golpecito al casco que tenía los auriculares integrados para poder hablar (y controlar el móvil por voz) mientras conducía.

Con el casco puesto y la mochila en la espalda subió a la moto mientras encendía la puerta automática para salir.

A Sam aún le resultaba sorprendente la capacidad para sacar tanta información de una simple nota. Aquellas visiones resultaban ser una herramienta increíble para convertir un indicio en una pista fiable que seguir.

- Puede que haya sido una visión del pasado pero, como has dicho, ese chico parece que pasa mucho tiempo allí. Si es la pizzería de sus padres, aún estará en el lugar. - comentó mientras recogía su chaqueta para salir con el resto. - Creo que deberíamos mantener un “perfil bajo” por el momento. Si esos matones siguen por allí, no nos hará ningún bien mostarnos abiertamente. - Se giró hacia Robert. Había dicho algo que le había dado que pensar. - Me preocupa incluso aún más que esos indeseables puedan darse cuenta de que el chico es capaz de ver lo que realmente estápasando.

Con un par de zancadas rápidas alcanzó a Ary que ya se colocaba en posición sobre su moto. Aunque no le agradaba demasiado ir de copiloto, no le apetecía lo más mínimo coger el transporte público para ir allí a investigar.

- ¡Ary! Voy contigo de “paquete”. No es buena zona para ir sola , especialmente si hay tiburones despiertos por las calles.

Se subió de un salto al vehículo y se agarró a la cintura de la informática.

Cuando Dino abrió los ojos, se llevó la mano al cuello, como si se acomodara la camisa, pero por dentro, le había generado una sensación extraña esa cuerda colgante. Apenas asintió en silencio a la pregunta de la muchacha, que haciendo gala de su impetuosidad y juventud, ya quería salir corriendo hacia la pizzería.

-¡Momento!- exclamó Dino sin levantarse de su sillón, a diferencia de sus ¿colegas? más jóvenes -¿Es que acaso no vamos a detenernos a pensar un momento?-

Desplazó su mirada hacia cada uno.

-Si vamos todos, unos en un auto de lujo, otros en una motocicleta que bien podría salir de una película de ninjas, a comer a una pizzería de barrio... creo que lo último que haríamos es "mantener un perfil bajo"- dijo sonriendo levemente.

A veces no entendía cómo es que no aceptaban que podía ser un buen líder, pero tal vez la juventud, un divorcio y vaya a saber uno cuántos problemas de pareja, podían hacer obstáculo ante la sensatez y la sabiduría de un viejo zorro.

-Además, puede que si hay Despiertos, nos identifiquen rápidamente... y un grupo de Despiertos juntos no debería ser algo bueno para quienes quieren tomar el control del barrio- hizo una pequeña pausa -Aquí hay algo más, esto podría estar relacionado con el Ragnarok, y no podemos entrar directo a la boca del tiburón sin llevar unos buenos arpones y una buena barca-

Sólo esperaba que no se tomaran su obsesión por el Ragnarok tan a la ligera como alguna vez alguno lo hizo.

-Y en este caso la barca y los arpones no son las armas y Sleipnir, sino información y conocimiento de lo que sucede, ¿no es cierto, Amanda querida?-

Sabía que la muchacha lo había escuchado mencionar muchas veces eso, y como ella lo ayudaba muchas veces a conseguirla, gracias a sus poderes tan parecidos a los suyos propios, no sería una alusión desconocida para ella: Dino buscaba primero conocer para luego actuar.

-Propongo, como seguramente querrán votar, que nos organicemos mejor. Robert y Samantha podrían ir a la pizzería como pareja y ver qué encuentran- hizo una pausa y una sonrisa que mostró una dentadura impecable -Elizabeth, ¿podrías tirar de tus contactos en los barrios... humildes? Si está sucediendo algo como una banda nueva, se hablará, ¿no es cierto?-

Cuando había un nuevo competidor en el Mercado, todos los que se preciaban de ir a la delantera, se enteraban...

-Amanda, ¿querrías acompañarme a dar un paseo por el parque? Una nieta y su abuelo- le dijo con un guiño.

No se había molestado en responder lo de Sleipnir, ya que Elizabeth sabía que nunca lo dejaba en el callejón, sino dentro del galpón, pero por un costado en donde solía haber otros vehículos de la empresa.

En ningún momento, el viejo empresario había cambiado la postura relajada, con Gungnir sobre las piernas.

Cuando Samantha puso su mano sobre Ary hubo un breve instante, una fracción de segundo, en que su cuerpo se tensó y un pequeño escalofrío la recorrió. Era algo instintivo. Apreciaba a Sam, pero sus poderes le daban un mal rollo de fliparlo. Por su aprecio controlaba sus instintos, pero no siempre lo lograba. Trató de quitarle hierro al gesto con una sonrisa y asintiéndole, deseando con todas sus fuerzas que no se hubiera dando cuenta del pequeño respingo.

Mientras se montaba Dino pretendía hacerse una vez más con el liderazgo del grupo. Era enternecedor y tocapelotas a partes iguales, pero él era así y había que quererle igualmente.

- Viejo, no hay nada en tu armario que no te haga brillar como un árbol de navidad en ese barrio – le contestó Ary con una sonrisa una larga mirada al traje de más de 1.000$ que vestía él, si no costaba más. Dino sabía ya de sobra que cuando le llamaba Viejo era con cierto cariño por las bromas que solían hacer habitualmente por la diferencia de edad entre ambos. A cambio a ella le tocaba aguantarle cuando le llamaba niña, algo que el hombre sabía que le fastidiaba por dentro aunque intentara disimularlo siempre.

- Vamos a investigar. Sobre el terreno. No todo se puede hacer desde un terminal – le guiñó un ojo – Amanda y yo nos vamos pidiendo una Quattro formaggi. Vosotros ya os pedís lo vuestro cuando lleguéis, que no se os enfríe. Cuando decidáis que hacéis nos dais un toque. – se colocó el casco y arrancó la moto parando junto a la salida donde había un par de cascos colgados para cuando alguno iba de paquete. Los señaló con un gesto de cabeza para que Sam cogiera uno. No dejaba de ser gracioso que le diese tanta importancia a llevar casco cuando luego corría otros riesgos excesivos al darle gas de más a la moto.

Esperó hasta que su compañera se lo colocó antes de salir dándole gas a la moto, probablemente incluso haciendo un pequeño caballito. Si había algo que le gustaba a una élite era fardar.