Partida Rol por web

Con el corazón en un puño, la joven había logrado dar esquinazo a los oficiales que la perseguían, adentrandose más y más en las callejuelas humedas y malolientes del Londres Victoriano en el que se encontraba y acechada por aquellas misteriosas sombras que aparecían de la nada; con un momento para recobrar el aliento en un callejón esta se desplomó contra el muro de ladrillo rojo y se sentó para tratar de recuperar las fuerzas y calmar los nervios.

Apretó el puño contra el pecho, respirando con dificultad. Los vestidos de encaje no eran lo más conveniente para correr, pero aún así parecía haber puesto distancia entre ella y las pequeñas criaturas que la acechaban. Por el ansia que mostraban en perseguirla, supuso que no darían su brazo a torcer hasta que la atraparan. Si es que solo querían atraparla. Jamás había visto semejantes cosas, como si una densa oscuridad tomara forma y cobrara vida. Ni siquiera se le hubiera ocurrido introducirlos como villanos para una de sus novelas. Ahora sabía cómo se sentía Wendy cuando el kelpie, el caballo de agua de la reina feérica, había montado en cólera y pretendía ahogarla en el río más cercano costara lo que costara. Pero en cambio Clover no llevaba un puñado de polvos mágicos en el bolsillo para alejarse flotando entre las nubes.

-¿Qué... qué puedo hacer?-murmuró sin aliento.

En cuanto escuchó unas rápidas y conocidas pisadas, tan frenéticas como un reloj desbocado, retomó la carrera sin saber muy bien a dónde ir. Hacía rato que se había perdido. Mientras el bajo de su falda se empapaba de lluvia y orina a cada zancada que daba, sus ojos saltaban de una puerta a otra esperando a que el aspecto de alguna fuera lo bastante halagüeña como para atreverse a llamar. Una luz encendida, un portón sin cerrar o algún cansado londinense que decidiera tomar el aire y furmar un puro en los escalones de su casa.

Sin atreverse a mirar atrás, aporreó una enorme y grotesca puerta custodiada por una aldaba de cabeza de león.

-¡¿Hay alguien ahí?! ¡Abran la puerta, por favor!-gritó Clover con todas sus fuerzas.

Del otro lado de aquella puerta no hubo respuesta alguna. Por otro lado, los sonidos de pequeñas pisadas metálicas irrumpieron en el callejón, por el lado de la entrada lo que parecía ser un pequeño niño de negro disfrazado de caballero de hojalata bloqueaba la salida de aquella callejuela por la que la mujer se había metido.

Traqueteando lentamente se fue acercando a aquella mujer... 

-¡No te acerques a mí!-le amenazó sin mucha convicción.

Miró en derredor, buscando una salida, pero estaba atrapada y no había indicios de que alguien fuera en su rescate. Así que se armó de valor y desató torpemente su zapato. Los adoquines le helaron la planta del pie.

-¡Pues... ven a por mí, malnacido!-espetó empuñando su zapato como arma. Sin embargo, el pánico la atenazaba y a cada tanto retrocedía un paso más.

De una voltereta aquella criatura atraviesa la distancia que los separaban, a tan solo un palmo de la joven que no tuvo tiempo para retroceder, alzó su garra con intención de desgarrar a aquella muchacha asustada; por suerte para ella, antes que uno de sus afilados dedos pudieran rasgar la piel de la joven, su garra se detuvo.

Al mirar hacia arriba, la joven comprobó que una persona encapuchada bajo un paraguas había agarrado el brazo de aquella criatura, y sin mediar palabra, la arrojó fuera del callejón; el sonido metálico de la criatura al chocar contra el sucio pavimento fue suficiente para romper el shock en que aquella chica se encontraba.

Sin decir absolutamente nada, el hombre se giró, apuntó con su mano a la criatura y un cristal morado impactó en el pecho de la misma, haciendo que esta convulsionara y se disolviera en el aire en una breve humareda negra, de la cual un objeto luminoso con forma de corazón, se elevó unos instantes hacia el cielo antes de desaparecer.

Al parecer esas criaturas te acechan... ¡Que mal que no pueda hacer nada para ayudar!

El hombre se lleva una mano libre a su rostro tapado por la capucha, antes de chasquear los dedos y levantar el índice al cielo, en señal que se le había ocurrido una brillante idea, o quizás tan solo idea, o quizás ni siquiera se le había ocurrido en ese momento y fuera un recurso teatral completamente innecesario.

¡Ya sé! ¡Te puedo dar esto!

Con estas palabras, el encapuchado le entregó a la mujer su propio paraguas, se apartó un par de pasos hacia atrás y miró a aquella confusa mujer, zapato en mano y paraguas en otra, antes de poner su mano derecha sobre la barbilla y acariciarla mientras giraba la cabeza hacia un lado...

Mmmm... Creo que falta algo... algo...

¡Ah, claro!

Buscando de su bolsillo sacó tres amuletos y se los lanzó a aquella joven confusa. Que, como pudo pese a tener las manos ocupadas, logró atraparlos en el aire, para sorpresa del encapuchado quien aplaudió la proeza de la joven antes de continuar.

¡Pon la correa del amuleto en el mango del Paraguas y mira que pasa!

La joven miró hacia abajo, para ver los 3 amuletos idénticos en forma que le había regalado aquella persona misteriosa, y aunque su color variaba de uno a otro, los tres se podrían considerar iguales y portar uno u otro no influiría en nada, quizás, probablemente.

Cuando la joven volvió a mirar hacia arriba no había absolutamente nadie.

Cuando el encapuchado desapareció Clover seguía de pie, mirando a la nada. No salía de su estupefacción y el frío que le calaba no parecía importarle. Con un zapato en mano y paraguas en el otro, consiguió articular palabra:

-¿Eh?... Pero, ¿qué?-balbuceó.

Observó los objetos que sostenía y en cuanto se percató del zapato, dejó un segundo en el suelo los obsequios del desconocido y se lo ató con torpeza. Aún agachada, le echó una mirada inquisitiva a los amuletos.

-¿Qué acaba de pasar?-dijo más para sí, ya que era improbable que alguien la estuviera escuchando. Tras asegurarse de que la amenaza había desaparecido verdaderamente, recogió el paraguas y las insignias. El desconocido le había dicho que atase uno al mango del paraguas, pero ¿para qué? 

Clover se encogió de hombros y guardó dos de ellos en la faja. Cogió el plateado, que le recordaba al brillo de una estrella, y lo ató diligentemente al mango del paraguas

El Paraguas entero comenzó a iluminarse, una luz que cubrió todo el callejón y cegó a la joven por unos instantes; tras parpadear un par de veces volvió a recuperar la vista, ante suya ya no tenía un paraguas, sino una especie de llave exageradamente desproporcionada, del tamaño de una espada larga.

No solo eso se percató, sino que ahora parecía encontrarse a una mayor distancia de la salida del callejón, algo inusual pues pese a que hubo cerrado los ojos no sintió que nadie la hubiera empujado, ni mucho menos que esta se hubiera movido; al mirar a su alrededor comprendió la oscura verdad, no es que la distancia hubiera aumentado, sino que a ella le parecía que había aumentado. ¡ERA MINÚSCULA!.

No solo eso, al acercarse a un charco de orina y ver su reflejo... vio que tenía dos orejas inmensas, dientes ligeramente prominentes, estaba cubierta de pelo color beige y tenía un rabo lleno de anillas y alargado. ¡Se había convertido en un pequeño ratón!.

La llave se escurrió de su mano y cayó al suelo con un sordo golpetazo. La chica se tocó las orejas, completamente en shock. Se había convertido en toda una roedora. Acarició su suave pelaje y, de repente, soltó un agudo chillido más propio de un pequeño ratón que de una joven.

-¡Aaaaah! ¡¿Qué me ha pasado?!-exclamó Clover entre sollozos. De la misma impresión, perdió el equilibrio y se cayó de espaldas contra un adoquín.

-¿Soy... un ratón? ¿Es por culpa de esa cosa?-tanteó el suelo, alcanzó la llave y se incorporó suavemente. La ponía al derecho y al revés, la agitaba y golpeaba contra la piedra. Parecía sólida y robusta, pero no hacía nada. No era más que una llave muy ostentosa.

Clover se puso en pie y se recogió la cola para que no se mojara. Se asombraba lo bien que se había adaptado su vestido a su nuevo tamaño.

-Debe haber alguna explicación, pero ahora tengo que salir de aquí. Iré... ¡iré a casa!-dijo con determinación.

Y así empezó su largo recorrido hasta la boca del callejón.

El camino se antojaba interminable. Lo que hubiera recorrido fácilmente en cinco minutos ahora le costaba sudor y lágrimas. No sólo la impensable distancia le minaba los ánimos, sino también el tener que enfrentarse a las fisuras anegadas y los adoquines resbaladizos. Utilizaba la misteriosa llave como bastón y aún así no ayudaba demasiado.

Cualquier sonido la sobresaltaba. Sus oídos se habían agudizado y podía escuchar claramente el borboteo de las gotas de las cañerías, los rápidos pasos dentro de las casas y más de un graznido que le helaba la sangre ¿Y si se encontraba con un gato o una rata de verdad? Solo de pensarlo se le erizaba el pelaje.

Llegó por fin a la bocacalle y el paisaje era desalentador. Las botas y los zapatos de tacón se entrecruzaban aquí y allá y los carromatos parecían una buena opción para ser aplastada.

-¿Cómo voy a llegar a casa? Y si lo consigo... ¿me reconocerán?-Clover se sentó lo mas alejada posible de la muchedumbre. Ensimismada en sus pensamientos jugueteaba con la punta de su cola, que le hacía cosquillas.

Quizás fuera la espesa niebla londinense, quizás fueran los transeuntes ocupados y ajetreados o quizás fuera a causa de sus nuevas habilidades como ratón, pero mientras estaba en la bocacalle jugueteando con su cola, un ruido llamó la atención de Clover, alzando sus orejas, -y ya de paso el resto de su cabeza- pudo reconocer, con todo lujo de detalles que una enorme ballena caía del cielo, aterrizando sobre el río Támesis, desbordando el agua hacia la calle.

Quizás semejante visión fuera suficiente como para quedarse un rato pensando acerca de lo que acababa de suceder, o quizás sobre la viabilidad de que algo así sucediera en primer lugar, pero, por desgracia para la joven ratoncita, ni uno ni lo otro eran motivos suficientes como para quedarse pensando y meditando sobre lo que acababan de ver sus ojos de ratón.

El motivo era evidente, una enorme ola -o al menos eso le parecía a ella- proveniente del río desbordado estaba acechando a la jovenzuela que no tenía ningún lugar donde huír.

Por desgracia para la joven ratoncilla, no logró escalar el muro a tiempo para cuando aquella ola la arrastró de nuevo hacia el callejón, y tampoco fue lo suficientemente diestra como para escalar cuando la ola la arrastró en sentido contrario una vez que llegó al fondo del callejón, por no poder ni siquiera pudo agarrarse a la barandilla  del paseo, simplemente calló al Tamesis.

Tras un par de vueltas y re-vueltas aguantando la respiración bajo el agua, la joven logra chocar contra algo, y no solo eso, logra trepar por lo que parece ser unas cortinas empapadas hasta una zona alejada del agua. Tras recuperar un poco el aliento, se fija que acababa de trepar sobre los hombros de un joven, y ante ella había otra chica, nadando en el Támesis.

Os encontrábais nadando en aquel río, aquel lugar repleto de niebla apenas os dejaba ver a unos cuantos palmos de lo que teníais delante, pese a ello, al menos no era una completa oscuridad como sí estabais dentro de aquella enorme ballena monstruosa que os había devorado. Al menos podíais reconoceros ahora el uno al otro. Sobre el mundo en el que os encontrabais parecía ser "Londres", un mundo industrial, un mundo que Asrai bien conocía.

Entonces, Asher sintió algo subiendo por su ropa, desde el agua y terminar encima de su hombro derecho, cuando miró a su derecha, vio la forma bien distintiva de un pequeño ratón, aunque este tenía ropa, y portaba una pequeña llave en su mano antropomórfica. Su cuerpo cubierto de pelo, y aquellas ropas de chica no hacían otra cosa que confundir a ambos.

Clover recobró el aliento un instante y trepó por la manga del chico. Las patitas de roedora se adherían muy bien a la tela.

-¿Hola? ¿Me entiendes?-tosió un par de veces por culpa del agua.

Le llamó la atención la chica del río ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Se había caído dentro? Y si era así, ¿ por qué nadie la ayudaba?

-¡Oye! ¿Qué le ocurre a esa chica? ¿Puedes ayudarme?-lanzaba una pregunta tras otra mientras aguantaba el equilibrio sobre el hombro. Para no caerse, había agarrado el lóbulo de la oreja y no pensaba soltarlo hasta que le prestara atención.

-¡Oh vamos!- me quejo cuando al fin puedo sacar la cabeza del agua.  Primero comido y ahora escupido, no se si deberia sentirme con suerte o no por estar vivo pero lo cierto es que no estaba para nada complacido. Sacudo al cabeza para quitarme el agua y paso una mano por mi cabello para quitarmelo de la cara. 

A mi alrededor seguia siendo oscuro, aunque ya no tanto como en el estomago de esa bestia. Sin embargo, lo que veo por la poca luz que hay es una ciudad la mar de extraña.....parecian tener alguna clase de maquinas industriales.....aunque se ve algo antiguo. -Pero bueno, primero....- miro a mi alrededor buscando mi tabla, con ella al menos salir de aqui seria un poco mas rapido. Estoy por empezar a nada hacia la orilla mas cercana mientras la busco, cuando siento algo entre mis ropas. Algo que esta subiendo. Con un escalofrio trato de sacudirme pero para cuando lo hago lo que sea que fuera ya estaba en mi hombro jalandome de la oreja -Ou ou, ¡espera un momento!- exclamo rapidamente mientras tomo con cuidado lo que me cuelga de la oreja para no arrancarmela de paso. Es peludo....es....¡¿un raton?! La agarro con tres dedos por el pescuezo. Parpadeo un par de veces perplejo....tiene ropa, ademas de un llave....y ¡habla! Ladeo la cabeza para un lado -Espera espera- hablo cuando sus palabras dejan de soprenderme por salir de ella y empiezan a cobrar sentido. -¿Por que todo el mundo me pregunta cosas hoy?- digo para mis adentros. Primero la chica de antes y ahora una.... ¿raton? -¿Ayudarte? wo wo wo primero ¿quien.....o _que- esto ultimo lo musito -eres?- le pregunto -¿A esa chica? Ni idea, no la conozco-  me volteo hacia ella -Oooi ¿Estas bien?- solo esperaba que el agua fria la halla tranquilizado un poco

La tabla flota hacia la superficie cerca de Asrai, pese a que está bien y puede ser usada para volar, no puede ser usada para salir del planeta en el que os encontráis o dar largos viajes... de hecho, debido al ambiente neblinoso de Londres, ni siquiera puede ser usada para dar viajes cortos.

Clover se retorcía en el aire, agarrada por la piel de su cuello.

-¡Oye! ¡No soy ninguna cosa! ¡Y suéltame!-zarandeaba la llave de un lado al otro. De repente, hizo una pausa, como si se hubiera dado cuenta de algo, y añadió- ¡Pero al agua no!

Clover se dejó hacer y suspiró agotada.

-Ponme sobre la palma de tu mano, por favor- le pidió al muchacho- Me llamo Clover Joris y no sé por qué tengo esta apariencia. Todo ha pasado muy rápido y ese desconocido se esfumó antes de que pudiera preguntarle. Yo solo quiero volver a casa y recuperar mi aspecto normal.

Era efectivamente una ratoncita, con la peculiaridad de que podía comunicarse con los humanos. Vestía un largo atuendo de encaje abrochado hasta el cuello, ahora empapado y sucio. En una de sus manitas sostenía una llave poco convencional.

Me acerco a la tabla y la toco para saber de qué está hecha, ¿Quizás madera, metal? ¿Con esto se podía viajar por el espacio entre los mundos? De repente soy consciente de todo lo que hay a mi alrededor, niebla, mal olor, fábricas que sueltan oscuridad al aire, y rápidamente me doy cuenta de dónde estamos.

- Oh no no nononono, Esto es Londres, esto es el Tamesis si no me equivoco, no quiero estar aquí. Usa la tabla esta extraña y llévame a Nunca Jamás ahora mismo señorito. Te lo imploro, aquí vamos a... Vamos a MORIR.