Partida Rol por web

La noche ya había caido sobre San Fransokyo, y pese a ello tu aún seguías ahí, en el Instituto de Teconología de San Fransokyo, tratando de aprender lo suficiente como para poder dar la talla ante los estrictos profesores y los aún más estrictos miembros de la industria tecnológica que sin lugar a dudas hacen del Instituto su Buffet Libre a la hora de conseguir nuevos trabajadores...

Aunque no eras el único en el edificio, pues se escuchaban unos leves sollozos en la ala contigua en la que estabas...

Estaba organizando el ala en la que me encontraba había conseguido varios libros e informes para poder aprender más métodos de desarrollo teórico que pudiera usar en algún tipo de investigación ansioso por empezar a leer me iba a poner cómodo cuando pude escuchar varios sollozos del ala del lado solo pude dar un suspiro por no poder leer mi material de aprendizaje y me diriji a comprobar quien estaba sollozando.

Sentado en una silla frente a una enorme máquina pudiste ver de espaldas a un adolescente, de edad similar a la tuya, quizás algo mayor, pelo negro y con un enorme flequillo cayendo por delante de su rostro. Llevaba una bufanda roja manchada de tierra así como su chaqueta negra. Por debajo llevaba un sueter morado.

Snif..Snif... ¿Por qué a mi?... Snif... Snif...

Al entrar a ala de al lado pude ver a un chico bastante deprimido,sus ropas estaban sucias y había una gran máquina al lado quizás la averio o se lastimo de alguna forma,pero debía acercarme a ver como se encontraba y asegurarme que no fuera nada grave -Oye,¿te encuentras bien? ¿que sucede?- preguntaba mientras caminaba lentamente junto al chico.

El joven no se había percatado de tu llegada, cuando escuchó tu voz rapidamente trató de secarse las lágrimas con un pañuelo, una vez, mas o menos limpio, se levantó y se giró hacia el joven que acababa de entrar y bajó la cabeza de verguenza y arrepentimiento.

L-Lo siento mucho. N-No sabía que había alguien más aquí... 

Su labio inferior titubeaba como si estuviera a punto de volver a echarse a llorar, pero aún así aguantaba las lágrimas para sí. Apretando su puño trató de contener sus emociones para no molestar al joven rubio que recién había entrado.

No,no te disculpes... rascaba mi cabeza algo incómodo y mis ojos miraban a otro lado se notaba que no quería verlo era algo incómodo -¿Que es lo que sucede?- mire Al chico algo avergonzado por la situación -Me llamo Zaki Yanko es un gusto- intenté ser más amigable con el chico extendiendo mi mano y dando una sonrisa un tanto forzada.

El joven dudando sobre qué debería hacer cuando aquel amable chico le tendió la mano, este la alcanzó y trató de apretarla aunque sin mucha fuerza, pues al parecer no la tenía; otra cosa que pudo notar Zaki es que a parte de ser una persona debil, se encontraba temblando, atemorizada.

Me llamo Robert, aunque todo el mundo me llama "Bob", soy un estudiante del SFIT.

Su voz se crispó por un instante antes de continuar con su historia.

U-Una p-persona me robó mi mochila, m-mi ordenador y to-to-todo mi trabajo estaba ahí...

Los ojos se le llenaron de lágrimas nuevamente y el joven dejó de apretar la mano a Zaki para taparse el rostro y volver a desplomarse en la silla y sobre la mesa, sollozando incontrolablemente.

T-Todo...Ahí...M-Mi Proyecto... E-El fu-fu-futuro... 

Me quede sorprendido jamás pensé que pudiera pasar un robo aquí -No creo que haya ido muy lejos quizás podríamos buscarlo- al parecer lo que robaron era muy importante ya que Bob se veía bastante desesperado por recuperarlo incluso devastado como si fuera a colapsar en cualquier segundo -¿Viste bien quien tomo tu mochila?- se veia que no era muy fuerte y quizás por eso evito seguirlo pero quedarse aquí solo me hacía pensar que era demasiado inseguro de sí mismo.

Por su parte Bob se tomó su tiempo en responder, quizás porque estaba demasiado ocupado auto-lamentándose o quizás porque se había atragantando con sus propios llantos, sea como fuere, tardó lo suyo en dar una respuesta a Zaki, la cual ni siquiera era minimamente satisfactoria para nadie.

M-Me asaltaron hace una hora cu-cuando venía a-aqui...

Volvió a tomarse su buen tiempo para continuar con la exposición.

Y-Ya le dije a la policía pe-pero dijeron que no podían hacer na-na-nada...

Sin lugar a dudas, Bob era una persona deprimente.

Me quedé mirando a Bob unos segundos y en mi mente solo pasaba una idea -¿El a estado llorando por una hora?- tome un suspiro sacudiendo mi cabeza disimuladamente y pienso cómo podría ayudarlo además de que me gustaría saber cómo evitar que siga llorando -¿Donde te asaltaron? ¿no tienes alguna forma de rastrear tu ordenador?- tenía una sonrisa nerviosa no sabía qué hacer para que se calmara.

Bob no cesó en su cometida de llorar desconsoladamente acerca del ordenador perdido, dando por tanto al joven como respuesta sus lágrimas, una respuesta que por otro lado era más que suficiente para un buen comprendedor, lo que viene a ser, que en efecto, no había forma alguna de recuperar el ordenador, su mochila o todo el trabajo que había hecho hasta ahora y estaba listo para ponerlo en aquella enorme máquina.

Parece que mi idea salió peor de lo que esperaba Bob no dejaba de llorar es mas ahora parecía que aumentó el número de sus lágrimas -Eh!!! ¿que tal si volvemos al lugar donde te asaltaron? quizás podríamos encontrar alguna pista donde te asaltaron- mencione algo nervioso y alterado esperanzado en que mis palabras no ocasionarán que su llanto aumentara -Aunque no podría asegurar nada- lo ultimo lo dije con voz más baja y viendo al piso.

Bob seguía ensimismado en su propia desgracia y desdicha mientras miraba aquella mesa con su proyecto paralizado y que aparentemente jamás volvería a funcionar, al menos, no a tiempo para presentarlo; pues todo lo que había hecho y trabajado, todos los apuntes, todos los cálculos, todos los datos y todas las ideas, esquemas y maquetas ya no estaban y rehacerlo de cero le llevaría años y el resultado no sería el mismo.

Al parecer ir al lugar donde le asaltaron no daría pista alguna, o al menos eso creía Bob, pues parecía no querer dar ningún tipo de respuesta a aquel joven que había venido, quizás preocupado por su estado... o quizás molesto por el ruido que estaba haciendo al sollozar.

Una vez dentro no fue difícil hallar el lugar donde aquel "Robert Akane" estaba trabajando, al menos donde el conserje indicó que se encontraba el laboratorio donde este tenía sus cosas, a fin de cuentas, en una sociedad tan tecnologicamente avanzada, el papeleo seguía siendo una parte indispensable de la vida diaria.

Por lo que cruzando esos largos y pulidos pasillos, decorados con brazos robóticos, chips enmarcados y más cosas que a no ser que se lean la letra pequeña debajo de cada chisme y cachivache, nadie en su sano juicio podría distinguir... llegaron al ala del Instituto donde ese tal Robert Akane tenía su "nidito de ciencia".

Sin mucho más que perder, aquella pareja de héroes, abrieron la puerta...

Al abrir la puerta, lo primero que se pudo ver era a un joven rubio tratando de consolar, o algo similar, se notaba que el chaval no estaba muy acostumbrado a esas cosas y no le resultaba una situación del todo cómoda... a un chico de cabello negro que lloraba desconsoladamente sobre su escritorio. Fue aquel chaval, el alicaído, que vio a aquella pareja en primer lugar, o mejor dicho, vio la mochila.

Con unas fuerzas renovadas, saltó de la silla giratoria y corrió hacia Élan Saiki arrebatándole la mochila, volviendo a la mesa y vaciando su contenido sobre el escritorio, sus ojos habían dejado de llorar, ahora revoloteaban ansiosos de un lado para otro mientras rebuscaba entre el "botín" desparramado encima del escritorio por el portatil.

Al abrir la pantalla se percató que esta estaba rota; no le importó en lo más mínimo, volteó el aparato, lo acercó a la mesa de trabajo y comenzó a desatornillar la parte trasera del aparato, mientras por lo bajo murmuraba:

"Sí, sí... mi trabajo, mi trabajo... podré continuar... terminar... podré terminarlo..."

Patricia saludó, sonrió, dio las gracias y las buenas noches al conserje, y siguió adelante. Se iba animando, se notaba que empezaba a soltarse un poco, y pasó de ser un cervatillo asustado a un cervatillo descubriendo el mundo con su nuevo amigo. Era como ver a una niña paseando suavemente por la luna... hasta que llegaron al primer pasillo. Los brazos robóticos, chips y demás cachivaches le comprimieron el cuerpo, le borraron la sonrisa, le pegaron los brazos al cuerpo, como si intentara defenderse de la mirada inerte de los aparatos, e hizo que se acercara un poco a Élan. No se atrevía a que hubiera contacto físico por más razones de las que podía contar, pero se quedó cerca. Igualmente, se enfrentó a la mirada tecnológica de cara, como si estuviera desafiando a todos esos cacharros, y durante el trayecto por los pasillos no paró de acomodarse el broche del pelo. Haruko...

Pero al entrar al despacho, toda esa sensación se esfumó. Lo primero que hizo, fue compartir la pena del alicaído. No tenía ni idea de qué sería lo que le pasaba, pero verlo tan triste la puso triste a ella también, y las lágrimas amenazaron con salir. De la misma manera, recobró los ánimos cuando el desconocido lo hizo, y pasó a un estado de ilusión por todo y confianza ciega en la bondad humana. Juntó las manos como si rezara ante la entrañable escena - eso le pareció a ella - del chico destornillando el ordenador. Y con ese estado anímico reflejado en la cara, miró a Élan, llenándose de admiración al pensar que él debía vivir escenas así de bellas todos los días. 

Como ella solo estaba de compinche, no se atrevió a hablar mucho, así que se puso las manos detrás de la espalda, y soltó poco más que un susurro. Buenas noches. Me alegro... por tu trabajo...

Bob no dejaba de llorar y parecía que cualquier posible solución que le proponía no ayudaba nada solo empeorando la situación aparentemente siendo la última idea que dije la peor ya que Bob ni siquiera se molestó en contestarme solo pudiendo escuchar como sus quejidos seguían,la información que había dado tampoco ayudaba mucho eran cosas tan simples y casuales que no nos llevan a ninguna parte.

Cuando se abrió la puerta y entraron los dos desconocidos pude ver como aquel chico frágil y lloroso saltando de la silla y arrebatando la mochila como si su vida dependiera de eso -¿Así que esa es la mochila que te robaron? Que suerte que la trajeran aquí podrás continuar con tu trabajo- Me quede con la mirada fija en los dos que llegaron parece que ya tenían conocimiento de a quién le pertenecía -Que bueno que encontraron el trabajo de Bob estaba un poco desesperado por encontrarlo- mencione rascando mi cabeza y con una clara risa forzada y nerviosa.

Aquello estaba resultando demasiado fácil. Las puertas del instituto estaban abiertas de par en par incluso a aquellas horas. Tan fácil que no pude evitar reírme por lo bajo cuando Patricia saludó al conserje, como si le viera todos los días. Cruzamos los pasillos rápidamente, yo algo por delante de Patricia, comprobando que no hubiera ningún peligro acechando en ninguna esquina. Toda aquella quincalla electrónica de las paredes no podía importarme menos y, sin más distracción, enseguida encontramos el despacho del tal Aken. Abrí la puerta sin llamar siquiera pues no había tiempo que perder, dispuesto a encararme con quienquiera que allí encontráramos. Lo que no esperaba encontrar era a un chaval llorica y a un rubito finolis. Desde luego no era el temible adversario que creía que seguíamos y aquello me cortó el rollo heroico por completo. Me pilló tan por sorpresa que al llorica no le costó nada quitarme la mochila de las manos. Bien hecho, Saiki, ahí se van todas tus pruebas.

-Eh.... -murmuré, aún algo perplejo por la escena. -Tú debes de ser Robert Aken, ¿no? -quise confirmar con el chaval de pelo negro. -No tienes pinta de vender drogas en colegios, así que ¿qué demonios está pasando aquí? ¿de qué trabajo hablas? -necesitaba alguna respuesta con urgencia, o amenazaba con huir por la ventana más próxima, totalmente avergonzado por la equivocación. Aunque a juzgar con la urgencia con la que el chaval se había lanzado a por el ordenador, parecía haber hehco una buena acción, después de todo. -Patricia, ¿es este el chico con el que te chocaste? -pregunté a mi compañera, aunque si le habían robado la mochila, empezaba a sospechar que no era así*.

El joven llorica, el cual ya había dejado de llorar y de desatornillar el portátil saca el disco duro del mismo y rodando sobre su silla de ruedas, llega hasta otra gran máquina, donde conecta el disco en una ranura especial, y esta comienza a funcionar, iluminando algunos controles y comenzando a ronronear a causa de los ventiladores.

Sin más tiempo que perder, el joven vuelve a impulsarse a otra mesa, donde -tras ponerse unas gafas protectoras- comienza a soldar electronicamente algunos cachivaches y chips entre ellos, o algo así similar. Todo muy tecnológico que aún siendo un estudiante del SFIT, costaría entender qué era lo que el joven estaba haciendo.

El joven se mantuvo en silencio mientras trabajaba en ese proyecto, hasta que alzó su mano izquierda al aire y habló.

La dinamo de ahí...

Patricia no acababa de entender qué era lo que allí se hacía, y además supuraba algo de miedo reverencial hacia tanto cacharro. Se notaba en su actitud corporal. Además, se dio cuenta de que todavía tenía que aprender mucho de la labor heroica; mientras que ella había dado el trabajo altruista por realizado al devolver la mochila, Élan todavía tenía preguntas e investigaciones a realizar. Pero no se desanimó, tomó nota; hay que preguntar después. 

Lo que sí entendió bien, es que aquel trabajo lo significaba todo para Bob - nombre del que también tomó nota rápidamente - , e imaginó los males en el alma que le habría causado la perspectiva de perderlo todo. Realmente no recordaba bien al tipo con el que había chocado, pero no le pareció que Bob fuera a ser esa persona. Además, aunque ella sabía que Élan era el experto en la heroicidad nocturna, no quería molestar a Bob en su trabajo. Entendía sus ganas de seguir trabajando después de lo mal que lo habría pasado. No, creo que no era él...

Se acercó con las manos en la espalda, cuidadosa de no hacer mucho ruido, y se detuvo a una distancia prudencial, en la que Bob no se sintiera invadido. Primero miró al rubio. Sí, tuvimos suerte. Aunque hablaba flojito, esta vez no era necesariamente por inseguridad y vergüenza - que también - , sino porque prefirió adoptar un volumen de biblioteca. Yo soy... soy... Patricia. Tomó aire. Se inclinó un poco hacia adelante para que su voz llegara hasta Bob. Y mi... compañero... Se sonrojó, pero siguió adelante. ...es Élan. Élan es un héroe, ayuda a la gente. Yo le acompaño, soy su compinche. Siento mucho que lo pasaras mal, ojalá no vuelva a pasar. ¿Te podemos ayudar con algo más de tu dinamo, Bob?