Partida Rol por web

Bill entra en la habitación que hasta ahora había quedado cerrada.

Se trata de una alcoba con todo lo que puede necesitar una princesa para el día a día. Una cama cómoda, un armario, una palangana y hacia el fondo, contra la ventana por la que entra la luz del mediodía, hay una rueca de hilar.

Mientras el resto decidís que hacer, Bill se adentra en la habitación de la cual ha salido la princesa Madina.

Aquella habitación no era exactamente lo que pensaba encontrar, suponía que al ser una prisionera estaría en una celda, pero no. Aquella moza vivía encerrada mejor que la mayoría de la gente en libertad... Cosas de princesas...

Además de eso, nada vio que le llamara la atención, al fijarse en la rueca un escalofrío recorrió su espalda. Recordó cierto cuento de una princesa y un aparato de similares características y decidió no tentar a la suerte. Eso sí, llegó hasta el armario y trató de abrirlo en busca de algo de utilidad.

El lutin disfrazado afirmó con la cabeza a la petición de oa reina de los lutines y tomó la delantera encabezando el disparatado grupo.
wamoz, ke ez tagde pa' kozinag algo zukulento! dijo y avanzó dando pequeños saltitos de alegríay libertinaje gaseril. El asunto de cocinar le alojaba el intestino.. .

Siguiendo a Zalakatunga, quien al parecer, ya ha estado antes en la cocina, subís las escaleras hasta la segunda planta.

Bajáis apresuradamente las escaleras hasta llegar al descansillo de la primera planta. Zala busca con premura la alfombra mágica que sigue donde la dejásteis.

Toda la estructura de la torre parece estar cediendo. El techo de esta planta retumba debida a la caída de escombros desde las plantas superiores y sobre el suelo podéis ver que hay una viga partida, varios pontones, cascotes...Y de pronto, escucháis un terrible estruendo que procede del exterior. Como si la torre entera se hubiese venido abajo, cosa que obviamente, no puede ser cierta.

Finalmente el ingenioso plan  de escape daba sus frutos. Zalatrapa solo debía buscar la alfombra voladora para rescatar a sus compañeros y salir pitando del Coloso en llamas que se había convertido la torre de Rudesindus. ¿El despistado mago tendrá un seguro para incendios?

Dejando de lado las preguntas, el lutin comenzó a rastrear la alfombra que había dejado su compañero tras darle algunas puntadas y arreglar la parte descosida de la alfombra. ¿Dónghe ezta la alfomga goladoga? ¡Alfomgita, ven, ven alfomgita! – comenzó a llamar Zala a la alfombra cual cachorro perdido.

Con una pizca de suerte la alfombra  aparecería por si misma….

Entre tanto escombro, humo, llamas y locos, sobre todo locos, Bill estaba desorientado, ¿hacia donde ir? ¿Hacia abajo? Aquel estruendo en el exterior pordía haber sido cualquier cosa, ¿y si lo que había fuera era peor que lo que había dentro? Ya en la primera planta Bill recordó a sombrita, y se preguntó si estaría bien. Giró hacia la habitación donde la había dejado y entró por la puerta llamándola a voz en grito.

-¡Sombrita!¿Estás aquí?- gritaba -Tenemos que salir echando leches, esto se viene abajo-.

Bill se separó de la pareja para ir a buscar a la sombra que les había estado molestando hacía unas horas.

¡Bill! Olvídate de la maldita sombra, ¿no ves que al no ser un cuerpo físico sobrevivirá al derrumbamiento? -dijo ajustándose las gafas de listillo.

¡Mirad, la alfombra! Corred, subíos en ella. Espero que los remiendos que le hicimos fueran suficientes... Zala, tu sabías hacerla despegar, ¿no? -preguntó inseguro, dado el claro desequilibrio mental de su compañero.

¡El Castillo se derrumba por nuestra culpa!- pensé al abrir mi boca y los ojos como platos, no podía creer lo que estaba pasando porque si Rudesindus aparecía la cosa se pondría demasiado fea. Por esa razón, ya asustada por sus propios pensamientos, decide seguir al resto con la intención de subir a la alfombra y escapar de allí. 

- Llévanos Zala, es lo mejor. - se une a lo propuesto por su novio gelatinoso Batracius y ya convencida de que volar en esa alfombra a cargo de ese lutín será un riesgo. Uno que sin dudas prefería solventar antes que verse comprometida en medio de las llamas. 

¡Mirad allí! – Dijo el bisabuelo No Tan Húmedo Von Katunga  cuando el viento infernal hondeaba su capa ensangrentada por sus enemigos caídos a sus pies - ¡El populacho aclama ser rescatado! ¡Ahoi, Ahoi, Ahoi! – espetó tres veces y escupió un moco al pie de su compañero de aventuras.

Aquel cuento narrado por papa “Humus” Katunga resonó en los pensamientos de Zaladin, incentivándolo a encontrar de una vez por todas, a la dichosa alfombra voladora.

¡Ziii! ¡Pog allíh! – gritó, señalando un bulto, que tal vez podría ser la alfombra enrollada, ubicado en la esquina de la sala.

También podría ser un enorme gato negro. ¿Pero no lo es, verdad?

Batracius, Bill y Bonnie se apresuran a desplegar y subirse en la alfombra voladora, mientras que Bill el Barril se asoma tranquilamente a la estancia donde se habían encontrado a la sombra. De lo poco que queda de las plantas superiores de la torre, siguen cayendo cascotes y vigas ardiendo.

Nadie responde a la llamada de Bill.

Y mientras Zaladino intenta hacerse con las...¿riendas? de la alfombra mágica. No tiene gran dificultad para que reaccione, pues ya lo ha conseguido antes, pero otra cosa será conseguir que lo haga de forma adecuada.

El destino se encuentra en el cielo, decía el primo tercero antes de morir aplastado por el excremento de un dragón que paso volando por allí. Lamentablemente el primo tercero ese día salió sin su paraguas anti-popo.

-¡Agiva! ¡Agiva! ¡Ke el zepeggin Katunga zagpa ahoga! – canturea ZalaBaronRojo al subir de un salto a la alfombra y preparar el despegue para cuando sus compinches suban. Mientras tanto Zala sujeta con todas sus fuerzas los dos mechones de cada esquina frontal de la alfombra, siempre simulando las riendas de una montura.

-¡Al inginito y maz allgaaaa! – aúlla con énfasis cuando todos hayan subido, señalando el horizonte que puede verse desde la “no tan grande” ventana del nivel actual.

- ¡¡¡¡¡¡¡Voyyyyyyyyyyyyyyyy!!!!!!! -  expreso con férrea decisión mientras doy un salto y me aferro a una de las puntas, flameando como una bandera estaba dispuesta a ir y me gustaban los riesgos. Era una lutina con estilo y dramaturgia, así que no podía negarme a esta travesía infernal. Más aún cuando la intención es escapar de las poderosas llamas que invaden el castillo y luego el enfado de Rudesindus. 

Al ser una lutina libertina e idealista, era mejor optar por la rebeldía. Por esa razón, aliento a mi amado sapo para que se suba y me acompañe hasta la eternidad. - Vamos Batracius, tienes que subir. - afirmo con una sonrisa y extiendo mi mano para que pueda aferrarse a ella. 

Batracius se había subido a aquella alfombra, pero con un mal presagio. Al fin y al cabo la pilotaba Zala, el causante de todo lo que había salido mal aquel día.

Se agarró a la alfombra y a Bonnie, y enseguida se dio cuenta que la ventana a la que se dirigían era demasiado estrecha para que cupieran con la alfombra, algo a lo que Zala parecía ser ajeno pues ni intentaba maniobrarla para caber.

¡NO ME ARREPIENTOOOOOOOO! -gritó, para nadie y para sí mismo.

Tal y como estaban las cosas, entre subir a una alfombra voladora pilotada por un enajenado o dejar que la torre le cayese encima, la balanza se encontraba bastante equilibrada, pero sus amigos habían subido y no quería dejarles solos.

-Seguro que se meten en algún lío si no les vigilo- pensó mientras se colocaba en el borde de la escalera y saltaba sobre la alfombra cuando esta pasaba junto a él.

-Jerónimoooooooooooo- gritó el rechoncho lutín mientras sus posaderas se acercaban a la tela de la alfombra.

Zalakatunga espera a que sus compañeros suban a la alfombra mientras los cascotes se siguen precipitando desde lo que queda, si es que queda algo, de la planta superior. Rápidamente, los lutines se van subiendo uno a uno. Como la alfombra está pensada para un humano, hay sitio más que suficiente para todos. Actuando del mismo modo que la primera vez, Zala agarra dos mechones de los flecos de a alfombra y empieza a tirar de uno y de otro. La alfombra se eleva con un movimiento un tanto brusco y errático. El lutín enfila la ventana. Desde luego, parece temerario intentar atravesarla con el dominio que Zala demuestra de aquel artilugio mágico. Pero el caso es que el lutín no se lo piensa dos veces y hace que la alfombra se dirija hacia la ventana...más o menos.

El momento decisivo se acerca y cuando ya no hay posibilidad de dar la vuelta, Zala se da cuenta de que un error de cálculo o de maniobra la desviado la alfombra un palmo a la derecha de su objetivo. Al lutin no se le ocurre cosa mejor que hacer girar la alfombra sobre sí misma, como si se tratase de un halcón milenario para que de esa forma, consiga pasar a través de ella. Todos veis como el precario trozo de tela del que depende vuestro destino se inclina a vuestra izquierda. La gravedad hace que os resulte complicado mantener el equilibrio sobre ella. Y por si fuera poco, la maniobra de Zala no es suficiente y parte de la alfombra roza contra el marco de la ventana deformándose, lo que hace que se tambalee.