Partida Rol por web

Yazân ajeno a aquella conversación del capitán y Andrea, también desconocía la presencia de aquella sombra, seguía hablando distraidamente con Elhediel.

- Apuntas con buenas maneras - comentó el haradan en respuesta a la corsaria - aunque tampoco te dejes llevar demasiado, ya sabes que en este mundo, cualquier distracción o incluso emoción en determinado momento, te puede dejar muerto en las profundas aguas que estamos surcando en este momento.

- Sobre el viejo, no sé.. - dijo con cierto aire pesimista - sigue igual que la última vez que lo ví. Sin duda si lo que dice es cierto, que no lo niego, el maldito cofre lo ha dejado echo polvo, teniendo en cuenta como estaba de salud.

- Si es una sombra la que nos persigue lo mejor será que estemos preparados por si acaso. Aunque no me extrañaria que todo esto no fuera más que otro sortilegio de esos hechiceros para mantenernos vigilados bien de cerca, o que esa sea nuestra impresión al menos. Malnacidos, con gusto les abriría la garganta si eso fuera parte de nuestro encargo ... - Se quejó con enfado Cyryatan, quién desconfiaba a cada momento más de la fiabilidad de sus empleadores y de los planes que tendrían en mente. Estaba claro que una vez que estuvieran a tiro de la isla no habría vuelta atrás, ocurriera lo que ocurriera. Por eso sopesó que los más prudente sería arriesgar a la menor cantidad de tripulantes posible, pero también pensó en un plan secundario por si las formalidades con los brujos terminaban en territorio hostíl para su grupo.

El segundo día transcurrió en las mismas circunstancias de paz y sosiego, entre conversaciones. Elhediel, en su norma habitual de trepar por la jarcia del trinquete con las primeras luces del alba -pues no hay momento más hermoso en la mar-, pudo vislumbrar al tercer día cómo empezaba a formarse una leve marejada del nordeste, mas nada que perturbase a los indolentes Andrea y Azrûbel. Mas fue al medio día cuando el serviola* pareció sacaros del letargo al que os habíais acostumbrado.

-¡Capitán, tiene que venir a ver esto!

Azrûbel se encontraba en la toldilla tomando el punto -calculando la situación del buque-, por estima en este caso, pues lejos tenían ya la línea de costa y los astros apenas se podían atisbar.

El escribano trabajaba parapetado contra una mesa de fuerte estructura, atiborrada de carpetas y cartas. Kreontas también andaba por ahí, pues tenía que consultar ciertos manuscritos que se hallaban en dicho camarote. Tenía mejor aspecto, dentro de lo que cabe, mas nada había sacado en claro todavía del cofre. Al menos nada nuevo.

Cyryatan y Yazân departían órdenes junto al contramaestre en la toldilla, por lo que de forma instantánea, dirigieron sus miradas en todas direcciones al escuchar la voz de alarma -que siempre lo es en la mar un avistamiento desconocido-, aunque esta vez nada hubiera especificado el serviola.

El horizonte estaba demasiado turbio. Había que aproar a la dirección indicada para aumentar la información -nunca está de más, corroborar los avistamientos, y más este, que se intuía perturbador-. Así que caéis a babor. Sólo entonces, mandáis a Elhediel jarcia arriba para que os comunicara los detalles.

Elhediel sube jarcia arriba, no sin antes taparse bien bajo el faldellín, para que aunque la marinería silbe, al menos no puedan ver nada. Tiempo tardó en descubrir que Cyryatan mandaba subir siempre a Huraiva y a ella misma para que los corsarios alegraran las vistas mientras él embozaba una socarrona sonrisa. Después ya fue costumbre que las dos ágiles muchachas subieran por la jarcia, pero al principio... ¡Será cabrón! En fin, concéntrate pelirroja que la cosa parece sería.

Elhediel sintió la brisa en su rostro y su melena, y se dejó embriagar por el ubicuo aroma a salitre marino. Era un ritual que le ayudaba a concentrarse. Después, entornó los ojos. ¡Un momento!¡Eso no son unas velas!¡parecen muchas!¡Y vienen hacia aquí!

Elhediel lleva un buen rato ahí subida. Y, o se ha quedado dormida o sea lo que sea lo que ha visto, le ha dejado sin habla...

A Cyryatan le había comenzado ya a extrañar la tranquilidad de los últimos días. Justificaba hasta entonces aquella tensa paz con la proximidad al archipiélago misterioso que la mayoría de los hombres cuerdos evitaría si es que no deseaban tener algo que ver con los hechiceros y sus extrañas artes e influencias místicas. Intuyó por tanto que el camino estaría despejado de ahí en adelante, pero aquella idea se alteró con dudas una vez que la corsaria de cabellera carmesí estuvo en posición de vigía en lo alto y el silencio invadiera sus labios súbitamente.

- ¡Elhediel! - Gritó inquieto el capitán mirando a lo alto - ¿Ves algo a lo lejos, o acaso el viento te ha quitado el habla?

La turbiedad del horizonte no dejaba ver bien, al menos desde cubierta, mas Elhediel ya llevaba ahí arriba un buen rato.

-No querría precipitarme, capitán, pero me parecen muchas velas... triangulares, cuadradas -titubea unos instantes-... parecen... quizás jabeques o galeras... pero también cuadradas, quizás cairon o cîr... y no me parece que sean corsarios.

Mas pronto, los peores temores de la pelirroja se hacen realidad.

Quedáis boquiabiertos al contemplar aquella nube blanca que ocupaba gran parte del horizonte, sin duda ¡Toda una escuadra de la Real Armada de Gondor en peritísima formación, gallardetes e insignias tremolando altivas al viento! Jabeques, mucho más maniobreros en los flancos -que apenas alcanzáis a ver-, nutrido el centro de carracas y carabelas, así como unas cuantas galeras -que hierven de remos y picas-, y adelantado ligeramente de la formación, en el mismo centro de esta, un flamante Palanrist con el blasón de Gobel Mírlond, una de las escuadras más temibles de todo Gondor.

Ahí estaban, el horizonte cubierto audazmente de navíos que a todas luces os cortaban el paso -retroceder sería una locura pues os podrían cercar contra sus aguas, además de que sería navegar a barlovento.

-¡Mierda de Eru!-blasfemó Azrûbel.

Yazân afinaba la vista, usando su mano para tapar los rayos de sol que le impedían la tarea. Tras escuchar a Elhediel y al capitán, no podía creer lo que se perfilaba en el horizonte. Parecía que ese viaje estaba condenado desde el momento que partieron. Miró de reojo al contramaestre y al capitán, que tenían una expresión muy parecida a la suya.

- No sé que coño hace toda la puta flota detrás nuestro, pero mejor será que no nos paremos a averiguarlo. - comentó el haradan, algo exaltado, cosa que era difícil ver en su impasible rostro típico sureño. Yazân dudaba que aquellos navíos los estuvieran persiguiendo, aunque estaban en el lugar adecuado y en el momento oportuno para joderles la vida.

- Esto no puede estar pasando. ¡Malditos sean los dioses y sus juegos!...- Exclamó con ira Cyryatan mientras volcaba de una violenta patada un barril que tuvo la desgracia de cruzársele en el camino. El corsario simplemente no podía creer lo que sus ojos veían. Aquella flota no tenía nada que hacer en un lugar tán extraño de la Tierra Media. O quizás si, detener al Manawnul...

- ¡Andrea, cambia el rumbo! ¡Les daremos un rodeo a esos malnacidos gondorianos, aunque tengamos que desviarnos de nuestra ruta! Ya nos la pagarán esos hijos de perra... ¡Elenna, vamos a necesitar que incentives a tus muchachos más que nunca! Esto es de vida o muerte, no te contengas.- Ordenó finalmente el corsario, quién no pensaba arriesgar su barco y la misión para averiguar si aquella escuadra enemiga era realidad, ilusión del mar o delirio de sus ojos.

AVISO IMPORTANTE! después de desarrollar el sistema que adjunto en la escena de Introducción general quisiera hacer unos cambios (me precipité en algunos aspectos, amén de que ojeado el dossier que os adjuntos, quizás tengáis algo que decir vosotros). Así, de momento no posteeis, que tengo que rehacer algunos de los últimos posts (sobretodo de los míos ^^). Una vez acabado este remiendo lo comunicaré (en la otra escena) y podremos seguir normalmente.

en principio, no debería de cambiar demasiado el asunto, pero bueno, las cosas bien desde el principio. Paciencia.

-Bien nos vendría ahora algo de niebla, si el viejo estuviera en condiciones de dárnosla-Dijo Elenna señalando a Kreontas con un movimiento de cabeza-pero mal está la cosa si tenemos que depender de sus artes. Ellos navegan con el viento de través, si viramos hacia el Oeste, iríamos con el viento al largo y nos sería más favorable que a ellos, pero dudo que a esta distancia fuese suficiente para evitar que nos interceptaran. Si ponemos rumbo Noroeste, todo dependerá de si nuestro barco es más rápido que los suyos.

El viejo está visiblemente concentrado, preocupado. Con la vista fija en lontananza, como tratando de taladrar la distancia mediante sus artes arcanas. Tanta es su concentración que tarda en reaccionar a tu comentario. Y lo hace con una sonrisa cansada.

-Qué más quisiera este pobre viejo que invocar a la niebla para escaparnos de esta. Lo más que podría hacer es envolver el Manawnûl en bruma, y entonces, no tendrían más que seguir a la bruma en vez de al Manawnûl...

Azrûbel, que entornaba los ojos apoyado en la regala del Manawnûl -observando las velas que asomaban por el SE-, toca madera golpeando la regala. Y sin dejar de mirar por la amura de babor, rumia: -Ni menciones la magia, Elenna. Hagamos como siempre, y si ese viejo agorero tiene que usar algún sortilegio, que lo haga sin que nadie se entere; y que por supuesto, nadie lo vea. Demasiados favores le debemos ya a Melkor...
 

-¡Mantenga el rumbo mientas dilucidamos, piloto!-ordena finalmente Cyryatan, después también de rumiar un rato por lo bajini-Tiempo habrá de cambiarlo si la inspiración viene a nosotros antes de que sea demasiado tarde.

Elhediel se hallaba agarrada a una bigota de la jarcia del palo de mesana, empinándose más allá de la regala del Manawnûl. Alguna vez se había caído entre dos de los picos de metal de acero que jalonan la amuras de los incursores corsarios. Pero era el riesgo que tenía que pagar, pues así, no estaba oficialmente  en el puente de mando- o eso le había dejado creer siempre el capitán-, pero era una posición desde la que no se perdía ni una. Siempre había sido una ardillita muy curiosa. Y más de una vez pensó el capitán que le podría haber quitado el puesto si en vez de una ardilla hubiera sido un amasijo de músculos y acero.

Mas Elhediel estaba en otras cosas ahora. Le preocupaba Kreontas, demasiado taciturno y apergaminado. Ya no acababa esas frases suyas tan inquietantes con su característico ijjiiiii-jiiii, y eso le preocupa sobremanera. Sí, le faltó esa chirriante risilla suya en su contestación a Elenna, reafirmó para sí con el ceño fruncido mientras apretaba el medallón de la suerte que había heredado -forzosamente ^^- de  Huraiva.

-Protégeme de caer al mar-musitó al medallón, mientras miraba las olas romper contra el casco del Manawnûl-, o mejor, protégenos a todos de los males que nos acechan-continuó, mientras levantaba la vista en dirección al enemigo. Dos nuevas velas parecían haberse materializado en el difuso horizonte. Estaba claro que eran varios barcos.

-¡Más nos convendría salir de aquí como alma que lleva Morgoth!-grito por fin, girándose en dirección al puente de mando.

-Cuando quiera la opinión de un grumete te lo haré saber, Elhediel-gruñó el capitán, más para mantener la sobriedad del momento que por verdadera disciplina, pues la tripulación del Manawnûl estaba de sobra acostumbrada a la espontaneidad de la pelirroja.

Cyryatan miró hacia arriba para ver lo hinchadas que estaban las velas, y luego fijó la mirada en las olas de proa, que subían y después se deslizaban suavemente por el oscuro costado.

-Mientras el viento nos entre por la aleta seremos más rápidos. Después también, no hay navío más veloz que el Manawnûl. Desgraciadamente, la Armada de Gondor es más hábil y mucho más disciplinada, y perfectamente podrían darnos caza -después hizo una pausa, tensa, prolongada-. Y si nos cazan, ya sabéis: horca para las damas, remo para los señores marineros -en el mejor de los casos- y a tomar por el culo la misión. Esto último lo dijo afectado, como si realmente le importara el puto cofre, aunque todos sabíais de sobra que el cofre y la misión, llegado el caso de estar su gola en juego, se le daban una higa.

Yazân había acudido a la toldilla junto al resto de mandos del Manawnûl.

-Que los maiar del desierto nos protejan-murumuró para sí el tranquilo haradan-lo más prudente sería sin duda lo que dice nuestra cómitre. Navegando a un largo tendremos unas millas de ventaja para poder alejarnos de su vista. E intentar algo, dado el caso.

»No obstante, ese Palanrist, teniendo tantísimos tripulantes adiestrados en largar velas hábilmente, no tardará en desplegar todo el velamen posible y nuestras velocidades serán muy semejantes, una vez le entre también el viento a por la aleta y tengan la gran vela mayor en la mejor posición.

»E ir contra ellos aprovechando el viento en popa y teniendo en cuenta la dificultad de un Palanrist para virar podría ser otra opción. ¡Osada sin duda!-después echó un ojo a la cubierta del Manawnûl y bajó la voz-mas nuestra tripulación no está a la altura de la de la  flota de Gondor y sería una auténtica locura.

-¡Mierdamierdamierdamierda!-farfulló kreontas al cabo de un rato-El almirante del palanrist lleva a un Archimago naval con él, en el puente de mando. No me preguntéis por qué, pero ¡esos perracos vienen a por el cofre!-el viejo parecía muy contrariado, como si hubiera cogido demasiado cariño al maldito cofre-¡Ojalá pudiera saber también lo que se cuchicheaban entre dientes esos dos!

Suponéis que el viejo habría lanzado alguno de esos sibilinos sortilegios -en el límite de las competencias del astrólogo y del brujo-, una especie de malcarados ojos que se materializaban en el aire y que podían recorrer largas distancias para que el hechicero pudiera ver a través de ellos. Pero no oír.

-¡No pueden darnos caza, capitán!¡Tienen con ellos a un Archimago naval y mis artes arcanas no servirían de nada contra él!

-No siempre la osadía es mala, hâradan. Si todos tenemos que morir algún día, yo prefiero hacerlo como una loca a como una cobarde. -se encogió de hombros y tras una corta carcajada, añadió-Aunque puestos a escoger, prefiero no hacerlo de ninguna forma. No importa que ellos puedan igualar la velocidad, si nosotros llevamos ventaja será cuestión de jugar a ver quien se cansa antes. Nosotros nos jugamos el cuello, pero ¿cuánto pasará antes de que ellos quieran volver a tierra a comer caliente, dormir en una cama y tener a una mujer debajo...o un hombre encima, siendo gondorianos?