Partida Rol por web

Los escapes hacían encrudecer notablemente los ánimos del capitán. Huir de una panda de sodomitas y pederastas afeminados hería el orgullo del corsario. Pero los gondorianos tenían una flota y un gran hueste para apoyarla, mientras que él  apenas un barco mal reforzado con sabandijas de la peor estirpe dentro del oficio.

Muchos de los marineros sufrieron entonces del mal genio de Cyryatan durante las primeras horas de la persecusión, aunque ya caída la noche su temperamento comenzó a templarse y a volverse más reflexivo. El capitán paseaba de popa a proa con un andar exaltado, escrutando con recelo el gran mar a lo lejos en busca de velas enemigas.

Cada tanto detenía sus nerviosos pasos para maldecir con rabia el fulgor plateado de Ithil, que esa noche más que nunca hendía las tinieblas como un pétalo de sal.  La fortuna era adversa, pero aún podía empeorar mucho más en las próximas horas.

Cyryatan apretó finalmente con rabia la empuñadura de su majestuoso alfanje, como si se preparara para el abordaje. Pero antes de que cualquier mirada curiosa pudiera advertir ese gesto, el corsario desapareció  de súbito entre las sombras tras la puerta de su camarote. Algo de descanso no le vendría para nada mal...

Estábamos moviéndonos a buen paso, parecía que lo íbamos a lograr y no debía ser yo la única que pensaba que eso era así pues pronto y bajo la luz de Ithil, lo vi alejarse rumbo a su camarote. No sabía si a descansar o a revolcarse con Elenna aunque me parecía haber escuchado el látigo de la cómitre segundos antes, me daba igual. No iba a ocuparme más de ese tema, Cyryatan podía revolcarse con quien le viniera en gana y yo ya había descansado lo suficiente así que me fui en busca de Yazân.

Cuando lo encontré me acerqué a él y con los ojos grandes como un par de platos y humedecidos por lo que iba a acontecer, me referí a él.

-¿Tienes tiempo ahora, marinero?

Le hice un gesto con la cabeza para que me siguiera, no quería que nadie más supiera a lo que íbamos.

Pronto se le curó el corazón roto-pensó la comitre al ver a Elhediel alejarse con Yazân, con algo más que una pizca de ironía. Mejor así, ya tenían suficientes problemas como para soportar a la princesa llorando por los rincones. Si se consolaba con el hâradan, al menos tendría la suficiente presencia de ánimo para ser útil. En eso, al menos, podía respetarla, no se duraba mucho en un barco corsario cuando se tenía un corazón delicado. Echó un último vistazo a los barcos que los perseguían antes de bajar a comer algo caliente. Sabía que incluso estando bajo cubierta iba a notar el cambio de los vientos sobre el Manawnûl, y acudir a cubierta si era necesario. Había pasado más tiempo en el mar que fuera de él, y ya no necesitaba ni pensar para entender lo que significaba cada cabeceo y cada escora que sentía bajo sus pies. En todo caso, el barco no iba a ir más rápido con ella en cubierta, y si la cosa llegaba a las espadas, iba a necesitar sus fuerzas.

-Si antes de que caiga la noche les recortamos las suficientes millas, podemos ponernos viento en popa. Lo suficiente para que ni con sus malas artes arcanas pudieran avistarnos, quiero decir. Por si acaso-inquirió ceñudo el contramaestre-; por una parte es la solución más sencilla pero por otra, no nos alejaríamos de nuestro rumbo y podríamos acabar llevándolos hasta el pastel-después continuó rumiando sus teorías, más para sí que otra cosa-. En principio podrían pensar que tomamos esa dirección por tomar mejor el viento y no porque convenga a nuestro destino. No sé. Aunque si nos han tomado por petimetres de tres al cuarto ya estarán dirigiéndose hacia allí. Hacia el SO.

Elenna echó un último vistazo a las velas en lontananza. ¡Por Melkor que cada vez se veían más lejos!. JAJAJA. Tanta flota para qué, para cuando se quieran poner a nuestra estela estaremos cenando ya en la maldita isla esa, de nombre impronunciable. Ese tranquilizó un poco a la cómitre. Lo suficiente para que ya nada llamara su atención en cubierta. Y se dispuso a bajar a comer. ¡Si es que el puto capitán daba la maldita orden de rancho! En fin, así quizás captase la indirecta.

Yazân se había reunido con Elhediel en la amura de sotavento del Manawnûl. Toqueteaba el pasamanos mientras daba su opinión a la corsaria.

-Vamos. No creo que me vayan a echar en falta en un rato, este viento del noresete no tiene pinta de ir a cambiar en las próximas horas y el Manawnûl está cogiendo el viento estupendamente. Tampoco hay nubarrones en lontanzanza-te comenta-. Pero habrá que mantenerse a salvo de miradas y oídos indiscretos-te dice finalmente, con la barbilla sobre el hombro y mirando de reojo hacia barlovento.

No lo echará nadie en falta a él y tampoco a mí, a mí menos que a nadie. 

Me distraje un poco, no era bueno pero no podía evitarlo. Miré alrededor nuestro, cuando pensaba en el cofre y en mi padre, en todo lo que había pasado para llegar a allí, me ponía nerviosa como una niña asustada pero tenía que reponerme si quería llegar al final del asunto.

-Vamos al camarote de las chicas, allí nadie nos molestará, de momento.

Según camináis hacia tu camarote, no pasáis desapercibidos para Roncillo. El bravonel, azocó un par de nudos muy bien hechos, dejándose ver. Y para cuando Elhediel pasó cerca, echóle un silbido a la pelirroja para que se acercara.

-Por muy discreta que creas ser, ardilla, siempre tienes algún ojo sucio en tu trasero-balbuce, sin quitar ese típico rictus suyo que emulaba media sonrisa-. Difícil moverse discretamente por tan angosto espacio con esa silueta...

Yazân mudó el gesto. Y a Roncillo no se le escapó el adusto semblante del haradan. Mas se conocían de sobra. Yazân sabía que Roncillo no era peligroso. No para los compañeros, al menos. Y Roncillo también conocía al haradan, y por eso tampoco le temía. Y así se estuvieron mirando un instante, desabrido Yazân y jugueteando Roncillo con un palillo entre los dientes, ladeándolo de una comisura a otra de la boca con irreverente flema.

Traté de ignorar a Roncillo, aunque sabía que en una cosa tenía razón: No nos libraríamos de algunos ojos. Lo miré fulminantemente y seguí mi camino hasta llegar a donde solíamos dormir las chicas...

Cuando haces ademán de irte, Roncillo te agarra fuerte del brazo-¡Insensata! Tienes en tus manos un secreto más importante de lo que te crees y ya no puedes confiárselo al capitán. No lo comprendería. Ya conoces qué carácter gasta últimamente.

»Dejadme participar-después ladea la cabeza señalando a Yuma, un negro gigante que hace de todo en el Manawnûl y que es amigo inseparable de Roncillo-, si él vigila cerca de la puerta de tu camarote, sólo el capitán se atrevería a pasar por ahí-después, complacido por haber captado un poco vuestra atención continúa-. Le salvé la vida al muy desgraciado. Y gracias a habérsela salvado una vez, me la ha salvado él a mi cientos. Jodidos negros agradecidos. Es fuerte como las columnas de Ulmo que sujetan los siete mares. Y noble como uno de los primeros nacidos.

Yazân, instintivamente aparta de un empujón a Roncillo: -¡Aparta tus sucias manos de Elhediel!

-¿Qué te hace pensar que queramos compartir ese secreto contigo, perro? ¿Por qué deberíamos hacerlo? ¿o piensas chantajearnos con decírselo al capitán o a tu círculo de caimanes?

Me vi sorprendida por Roncillo que me sujetó del brazo violentamente, fruncí el ceño y miré a Yazân, quizás no era tan descabellado tener al negro de Roncillo de nuestro lado pero claro, eso significaba meter en el horno dos bollos más. Negué con la cabeza.

-Necesito que me sueltes, por las buenas... Si te cuento el secreto o no, tendrá que ser cuando yo lo decida.

Me moví bruscamente para ver si conseguía soltarme del gran marinero sin que las cosas llegasen a más, quizás se conformaba con una promesa.