Partida Rol por web

Ya hacia tiempo que las piedras runicas se habían manifestado por todo Heris, algunas cambiaron grandes zonas. Otras tan solo retocaron levemente la resonancia de su alrededor. La propia madre de la magia se había paseado por cada una de ellas. Preguntándose si su debilitamiento había ocasionado aquella reacción. Medito en frente de cada una de ellas durante eternidades que pasaron en un simple suspiro.

También aprovechó aquella investigación de las piedras runicas para poblar un poco algunas zonas que habían quedado drásticamente cambiadas por su aparición. Por ultimo. Fue a la tundra de la caída de Aruthzan. Allí, con mimo depositó algunas semillas que germinarían en plantas con algún don en especial. Desgarró parte de la realidad. Tomando algunos animales mas comunes y les dio nuevas formas. Funciones y estilos de vida. Quedando plenamente satisfecha con los Tlakhak.

Cuando estuvo a punto de marcharse. De nuevo. Todas las piedras runicas emitieron un pulso al unísono por todo el planeta. No pareció que cambiara nada en la superficie de Heris. Ni tampoco en ningún animal. Ninguna piedra se movió ni desató un nuevo cambio... Pero algo en las profundidades del planeta si que sintió un cambio. Se crearon nuevas formaciones de cristales. Joyas y gemas. cada unas cargadas con alguna propiedad mágica.

Había poblado el mundo de criaturas para la tierra y el agua, y siguiendo su plan, Eon descendió a Heris para completa su tarea con los seres que atravesarían los cielos. Desgarró las nubes y las corrientes de aire con su esencia, provocando que los grandes Titanes cubrieran de sombra el mundo con su sola presencia, y de esas sombras surgieron los Carroñeros para cazarlos. Los pequeños atisbos de dragones empezaron a poblar los bosques con sus entrañable revoloteo, mientras los Kivuli Hay se asentaban en las praderas, dispuestos a empezar su camino.

Satisfecho con el trabajo, Eon descendió hasta su Isla, donde se desarrollaría todo, y posó su cuerpo cargado de energía en las praderas. Ahí surgieron unas preciosas y brillantes flores, que parecían querer abrazar a su creador, y los bosques de la isla se estremecieron ante su llegada. Todo lo que debía de ser creado por su mano estaba terminado, y ahora debía de comenzar el siguiente paso de su plan.

Heris tenia ahora una gran diversidad de seres recorriendo toda su extensión. En el mar, el cielo y la tierra. Plantas, animales y pequeños organismos poblaban el mundo. Sharashiel bajo a la superficie de este. A la caída de Aruthzan, donde había depositado algunas de sus mas bellas creaciones. Allí se dispuso a crear a uno de los seres mas importantes que habitarían en aquel lugar.

En algún futuro habían incluso conseguido conciencia, raciocinio e inteligencia. En otros incluso habían llegado a ser una raza prospera. Pero la diosa sabia, después de haber visto todo aquello. Que no era una raza destinada a la gloria. Esta vez ni siquiera tendrían inteligencia. Su adaptabilidad era mala. Pero eran fuertes. Resistentes y poseían grandes aptitudes para defenderse y cargar peso.

Algo de pelo. Una altura considerable, grandes manos... La diosa iba dibujando con su bastón y la realidad se iba amoldando a su alrededor. Estaba dedicando mayor atención a aquel ser que a cualquiera que hubiera creado con anterioridad. Unos colmillos inferiores grandes para la embestida... y cuatro pequeños ojos independientes para vigilar.

Los Krotx. Seres de 3 metros de altura. Bípedos que se ayudan de las manos para caminar con mayor velocidad. Capaces de mover 2 veces su peso.

El Señor de los Muertos vagó por las cavidades que había creado, unos túneles estrechos por los que apenas pasaría un ser vivo de tamaño medio, pero también había cavidades en las que podrían entrar uno de los grandes bosques creados por sus hermanos.

En ese lugar comenzó a crear vida, algunas plantas, algún ser vivo, pero sobre todo unos seres mezcla de ambos, que parecían alimentarse tanto de la humedad de ese lugar como de pequeños seres.

Luego creo algo amorfo, sin forma, que parecía pringoso o una especie de liquen. Lo creó sin pensar, en ese momento solo quería poder aportar algo que los que vivieran arriba no conocieran, una motivación para explorar el mundo, pero sobre todo algo que los hiciera fuertes.

Tras eso creó una especie de planta alargada, que crecía tanto en la roca como en los pequeños lagos que fue creando, solo porque este mundo también tuviera ese agua que cubría la parte superior.

Por último dio dos pasos y apareció en el continente del sureste, en donde observando ese bosque creado por uno de sus hermanos, decidió crear una nueva criatura. La creó parecida a alguna de sus hermanos, pues le parecían gráciles y majestuosas, pero tendrían su toque personal.

El lago de mana estaba tranquilo aquella mañana. El viento era frío pero no muy fuerte, mecía la hierba simple que nacía entre las zonas donde no había nieve. Componiendo un puzzle verde, marrón y blanco al rededor del el lago.

Varios Thakhak se habían acercado a comer de la hierba de la orilla. Mientras un krotx los observaba en la lejanía. Desde un grupo de árboles mas altos y espesos. Esperando el mejor momento para cargar y con suerte conseguir alguna presa para sus pequeños retoños.

Entonces ocurrió algo que no tenia en sus planes, un chasquido abrió una brecha sobre el lago e hizo salir corriendo a la manada de thakhak... Las crías de el Krotx no comerían hoy. La diosa apareció sobre el lago. Su reflejo distorsionado creaba una visión fantasmagórica en el. Ella misma radiaba energía a su alrededor. "ah... el mundo, esperaba este suceso... pero no tan violento" por un momento se mareo. Era como si el propio mundo quisiera tragarla y dejarla seca. "hemos cargado a Heris con demasiada energía divina, ahora quiere mas..."

Había llegado el momento. Aunque no debía hacer un esfuerzo demasiado grande. Tenia una deuda con ella misma que crearía mas adelante. Y aquello la dejaría exhausta ahora.

No había criatura en toda la creación que se fuera a asemejar a lo que estaba a punto de crear. El propio tiempo se manifestó a te ella, creando una distorsión que afectaría a todo Heris mientras ella creara... Ni el propio tiempo podía perderse aquel momento. Se desplegó ante ella como si de un plano se tratase. En el la diosa leería los pasos que guardo en el futuro para crear con sumo cuidado a los guardianes. Los Ithazi.

Con un movimiento grácil de mano el agua del lago, el llamado mana. Emergió de allí y floto al lado de el tiempo. Quedando ambos uno al lado del otro suspendidos en el aire. Después desgarro el espacio. Con su bastón trazó una línea imaginaria en el aire y este se resquebrajó. De allí extrajo algo de Éter. Sabia que su hermano Eon no lo había creado para aquello. Pero era un componente necesario. Lo tomo entre sus manos y lo dejó entre el tiempo y el mana. Ahora su esencia debía fluir. Era el cuarto componente . Todos y cada uno de los componentes debía ser único, especial y escaso. Proyectó una pequeña parte de su esencia frente a ella. En concordancia con el resto de elementos reunidos allí. Su esencia formo una silueta. Una silueta distorsionada. Con una forma humanoide, pero sin llegar a estar definida. Esta esencia tenia guardada en su interior unos patrones, que debían ser dados cuando tomara una forma sólida. Para esta tarea movió el mana hacia la esencia, y en conjunción por fin tomo forma sólida.

Los Ithazi eran altos, con una masa muscular no muy elevada. Sus cuerpos eran finos, preparados para realizar movimientos rápidos. Esta característica viene asociada a un ritmo metabólico muy particular, con sistemas cardiológico y neurológicos muy por encima de la media estándar que debían establecer la mayoría de sus hermanos. Para ellos las demás razas se moverán a cámara lenta, mientras que para las demás razas los verán realizar movimientos con una gracia y agilidad perturbadora.
Su piel desnuda, como la de la diosa, no presenta ningún pelo o escama, salvo en las terminaciones de los dedos de las manos y los pies. Donde se puede ver una escama dura y traslucida. Que da firmeza y robustez a los finos dedos, para poder manipular con mayor facilidad elementos frágiles. En la cabeza, una cabellera de pelo fino y largo, el cual puede adoptar casi cualquier color que se encuentre en el mundo.  Los ojos rasgados les darían una visión periférica mayor que si fueran mas redondeados y las orejas puntiagudas les permitirían escuchar sonidos focalizados. Pudiendo ignorar algunos otros sonidos ambientales que les molestasen.

Ahora el cuerpo había sido definido. Con sus peculiares características. Pero aquel ser aun no era un ser completo Introdujo con delicadeza y cuidado el éter en el interior de aquel cuerpo. Y la inteligencia broto de golpe. UN choque de emociones y pensamientos deberían haber surgido de aquella nueva forma de vida. Pero el tiempo había colapsado todo Heris momentáneamente por lo que aun no era consciente de nada. Todo estaba detenido. No era consciente de lo que ocurría a su alrededor. - Pharis- susurro con dolor Sharashiel- mi... primogénita- Arrancó parte del tiempo y lo dispuso como envoltura alrededor de la llamada Pharis. Dotándole de una visión sobre todo lo que debe ocurrir.

Repitió el proceso durante un segundo, que bien pudo durar una eternidad. Creando tan solo 50 individuos. De todos ellos el mas perfecto seria sin duda la primogénita. Tras esto el tiempo, receloso de los nuevos hijos de Sharashiel volvió a su lugar fuera de Heris. Entonces todos los Ithazi experimentaron su nacimiento. El cual debía mostrarles el momento de su muerte. Pero el tiempo había emborronado aquella visión. Celoso de los nuevos hijos de Sharashiel, Creando una pantomima borrosa sin ninguna coherencia en las mentes de cada uno de ellos, los dejo confusos y aturdidos.

Pharis fue la primera en despertar de aquella experiencia, y vio a la diosa ante ella- Oh Sharashiel- Dijo. Pero la diosa le hizo un gesto de guardar silencio y poso la mano sobre su cabeza. Mostrándole una segunda visión de como debía dar su vida por ella y por su pueblo.

- No pretendo que lo entiendas todo. Ahora guía a tus hermanos y espera a la llegada de los Últimos- Tras las palabras de la madre de todos. El resto de la raza empezaba a despertar y vieron a la diosa separarse de la elegida y ascender a los cielos.

Apareció de nuevo tras el tiempo de descanso en Ryth-adum en Itza-Toatl, la región que había creado para los que serían sus hijos, y optó por aparecer cerca de la situación de la Piedra de la Muerte. Sabía lo que quería hacer, pero el caso era como hacerlo y si sería capaz de hacerlo. Agitó la cabeza espantando las dudas, y decidió dejarse llevar por lo que le decía su interior, solo con unas pautas en su cabeza.

Caminando comenzó explorar las formas de vida, pues el no se veía capaz de crear nada, y en ese momento no pudo evitar comenzar a modificar de nuevo esos pequeños animales que estaban poblando el mundo. Uno de ellos, el que le parecía que se mantenía más en sintonía con el lugar, fue el escogido, al cual otorgó una buena cantidad de su energía para que diera un salto y pudiera ser un ser diferente, más consciente de lo que era que los demás que poblaban ahora mismo Heris. Le otorgó una forma parecida a la que tenía él, pero sin llegar a ser algo igual, manteniendo los rasgos básicos de ese animalito que se había adaptado tan fácilmente a la zona que él había modificado.

Una vez se sintió más seguro, el Señor de los Muertos continuó modificando lo que era una pequeña manada de esos seres, siguiendo los mismos pasos que había dado con el que fue el primero. 

Una vez hubo creado los que él creyó suficientes y que no le costara más poder del que podría dar antes de desaparecer, paró y habló a esos nuevos seres- Vosotros seréis los Ssra-Toatl y seréis mis hijos. Ésta vida solo será una prueba, una prueba para ver si sois dignos del don que os acabo de otorgar -dijo de forma debilitada- y cuando ésta termine u os creáis preparados podréis someteros a mi juicio y ser recompensados con una vida más allá de éste mundo o desaparecer para siempre -miraba a sus hijos con los ojos dorados y el couatl moviéndose a su alrededor- cuando estés preparados os enseñaré los ritos para invocar a los couatl y que vuestra alma sea transportada a Sabal-adum -dijo señalando a la isla flotante- la Puerta de los Muertos.

Siguió caminando mientras los Ssra-Toatl se arrodillaban ante él, reconociendo su divinidad y que él los había creado- Solo os pido que seáis justos, que la justicia guía vuestros actos y, sobre todo, que no temáis a la muerte, a no ser que hayáis sido injustos -mientras caminaba iba debilitándose más- vivid con la justicia en vuestro corazón y habladme cuando queráis, pues aunque no esté siempre con vosotros escucharé vuestras palabras y estaré pendiente de vuestros actos -y dando un paso más volvió a Ruth-adum, dejando allí a sus hijos, sin más indicaciones que las que les había dado, pero todo vendría a su hora, en este momento tenía que descansar, y mucho.

El intenso hedor que manó de la creación de la Rata Cornuda encontró su camino a Heris. En forma de una intensa energía invadió cada rincón del joven mundo. Era una energía de corrupción que tomando diferentes formas está destinada a deteriorar todo lo que vive, matando, incapacitando y debilitando. La Rata Cornuda observó su energía y la llamó Enfermedad, una masa caótica, fluctuante, que se acumula con facilidad en las cosas muertas, en el agua estancada, se arremolina en los grandes fríos y descansa en las heridas.

Esta energía se expandió y se mezcló con los elementos, con la tierra, el aire, el agua y el fuego. Todo ser que necesite algún elemento para vivir, irremediablemente enferma. Es una corrupción muy lenta, aquello que es necesario para vivir también irá matando a los seres desde el mismo día en que nace. Y lo que no vive se irá deteriorando día a día, lentamente ante el contacto con los elementos.

Sus hermanos habían comenzado a crear criaturas conscientes, criaturas capaces de sentir emociones parecidas a las de los dioses, unos seres tan perfectos y a la vez tan endebles que tan solo alcanzaban a desear parecerse un poco más a sus creadores, Ziltath sabía de antemano que aquél momento llegaría, el momento en el que los seres mortales poblarían la tierra gracias a los dioses, y que como pago se encargarían de alimentar la esencia de las divinidades.

Ziltath había estado pensando en su propia obra, también necesitaba sustento, pero no quería dejar un legado mediocre, tampoco quería eclipsar el resto de creaciones, al igual que el resto del lienzo esos seres tendrían su función, y sin embargo necesitarían de cierta chispa divina para cumplir con su deber, la diosa caviló de nuevo hasta que se le ocurrió la mejor solución.

Como hizo anteriormente con la que sería su efigie en Heris, arrancó un pedazo del interior de Zenitar y comenzó a darle forma, en apenas un suspiro la estatua de obsidiana era una fiel representación de lo que serían sus hijos, unos seres grandes y fornidos, creó miles, si no cientos de miles, para después lanzarlos sobre la faz de Heris, poco a poco su obra se fue despedazando al entrar en la atmósfera, como si el propio planeta los rechazara, apenas unos pocos lograron penetrar, de ellos gran parte acabó perdida en las profundidades oceánicas o roto en rincones apartados, pero unos pocos aterrizaron en las blandas arenas de Baram, al final de la migración solo unos pocos elegidos podrían recibir el don de su diosa, la cual sin dignarse a tocar la superficie del planeta insufló vida en aquellas estatuas de obsidiana que adquirieron un fulgor blanquecino en los ojos como muestra de que ahora eran seres vivos, su cuerpo se había tornado flexible y órganos vitales se formaron en su interior para sustentar aquél soplo de divinidad, pero aún no estaban completos, no diferían mucho de otras de sus creaciones, así que con un gesto desde Ruth-Adum su avatar en la tierra se apareció ante las nuevas criaturas el tiempo suficiente para revelarles una verdad, la verdad de los dioses, y con ello los dotó de consciencia e inteligencia.

Estos son los ziltanitas, mis hijos, mis protegidos, que sean ellos quienes repartan mi voluntad sobre Heris para alimentarme.

Sentí la misma inquietud que mis hermanos. El ciclo de la vida también hacía presa de nosotros. Necesitábamos revitalizarnos, mas no teníamos fuente de energía, ni alimentos, nosotros eramos la fuente de todo ¿Qué podría darnos poder y energía de nuevo? Debíamos canalizar la energía divina que habíamos puesto en Heris de nuevo hacia nuestros seres, para mantenernos vivos, pero sin destruir Heris. Ciertamente la forma de hacerlo era que la vida diera un salto, una evolución previsible, pero fantástica. Inteligencia, esa era la respuesta, la creación de vida inteligente, vida que pudiera reconocernos, que supiera quienes éramos y que conociera la magnificencia de nuestra obra, que nos proclamara lo que éramos, para así convertirnos y mantenernos como lo que somos: Dioses.

De nuevo descendí sobre Heris, extendiendo mis alas. Sobrevolé el Arca del Génesis, sopesando el lugar que daría a los míos como su primer hogar y lugar de nacimiento. Sin embargo reconsideré esta opción, pues una raza inteligente disponía de un gran poder, pues en eso consiste la inteligencia, pero debían aprender primero. Nacerían como niños, sin saber, primero deberían controlarse, aprender su destino, saber confrontarlo, y entonces podrían hacerlo sin dudas ni titubeos. De modo que primero debía ponerlos a prueba, darles a conocer el mundo y su fiereza, para que apreciaran el Arca, y la vida que allí vivía segura. Pues aunque siguieran sus ciclos, donde unos eran cazados por otros, las especies sobrevivían, y no sufrían hambrunas, y crecían fuertes.

Con esta decisión, sobrevolé el Arca, pues no nacerían en el Nido de Dragón como sus hermanos. Avancé hacia el norte, lejos de la armonía del Arca, me adentré en las costas más allá, en el gran continente que cubría la parte septentrional de Heris. No tardé mucho en alcanzar el lugar adecuado. No lejos de la costa que se extiende frente al mar que baña las playas del Arca se alzaba una larga cordillera. El clima era frío, pero la vida era próspera allí, y hacia el Sur encontrarían amplias praderas donde cazar y desarrollarse. No tardarían en llegar a la costa, pero tendrían que cruzarla aún para dar con el Arca, atravesar la montaña y las llanuras y los mares sería una prueba suficiente para marcar su destino, más después aún deberían alcanzar el Nido del Dragón. De tal modo que allí descendí, en el límite occidental de la cordillera, y me dispuse a llevar acabo mi más sublime creación.

De la montaña arranqué una roca con mis poderosas garras, y la deposité en el suelo, la partí de un coletazo, creando rocas más pequeñas. Pensé que no podía engendrar dragones allí, pero aún así les otorgaría un don mayor que a mis otros hijos, pues mi esencia dormiría en ellos, aunque todavía no fuera visible. Así que, al igual que yo tomaba un cuerpo de apariencia más suave cuando entraba a la casa de los dioses, un cuerpo acorde y menos terrible les daría. Sus ciudades podrían desarrollarse con más facilidad así, pues era mejor para crear casas y aldeas, más que el aspecto de un Dragón. 

Con la idea ya fija en mi mente, exhalé mi fuego sobre las rocas, convirtiéndolas en brasas candentes. Su calor derritió entonces la nieve de alrededor, y el agua se vertió sobre ellas, evaporándose y alzándose al viento. Con mis alas creé un torbellino que se arremolinó en torno al vapor y el fuego, haciéndolo girar en armonía. Los cuatro elementos se hallaban reunidos, y así obtuve una masa candente de vida. La moldee a mi gusto, como el cuerpo que yo mismo usaba para ocultar mi verdadera apariencia, pero aún más en su interior guardé mi esencia, procurándoles un cuerpo poderoso, aunque menos fiero. Más aún quedaba un paso, otro elemento que añadir, tomé el Eter de Eon, y en él canalicé mi energía divina, tal como le propuse tiempo ha, y la introduje en sus cuerpos, para que siempre ardiera en su interior, y junto con ella, mi sangre. Aquella llama se reflejó en sus ojos, que mostraban siempre la mirada ardiente del Dragón, su alma poderosa y valiente.

Finalmente rugí, llamándolos, despertando a mis hijos a este mundo. Eran un grupo pequeño, pero crecerían, pues deberían vivir y reproducirse, así como morir como los demás seres vivos, y someterse al juicio del Dios de los Muertos. Pero ahora estaban vivos, abrieron sus ojos, la única parte de ellos que mostraba su verdadera naturaleza, aquello que latía en su interior, durmiente, esperando a la culminación de su destino. Y así les hablé, en la lengua de los dragones, que de entonces en adelante sería la suya propia.

- Sois los hijos del Dragón, pues yo soy vuestro Padre, habéis llegado a este mundo para cumplir un gran destino, más tamaña prueba os aguarda, pues antes deberéis demostrar que de tal destino sois dignos. En vosotros mi voluntad y mi poder yacen, pero mi fuerza y mi saber en vuestra sangre aún duerme. Pero esta sangre no se mantendrá dormida por siempre, y deberéis caminar hacia el día en que despierte y halléis vuestra verdadera forma. Con esta vuestro poder despertará. ¡Y tal como hoy el Padre se ha convertido en hijo, entonces el hijo se convertirá en Padre! - Estas palabras pudieron escuchar los que allí se encontraban, y así se transmitiría de padres a hijos, y nunca olvidarían lo que un día sería su verdad, pues convertirían su leyenda en destino.

Atentamente me observaron, bebiendo mis palabras, y sintiendo el fuego de vida que ardía en su interior. A coro gritaron, y con un rugido les respondí, henchido de emoción. Alcé mis garras hacia el cielo, y rodeé con ellas la imagen de Athra que se veía en el lugar. Hice un gesto como para agarrarlo y otorgarselo, más no fue una estrella lo que les entregué, si no un fruto era lo que apareció en mi mano. - Este es el Fruto de Ignis, y él os guiará hacia vuestro destino. A través de él podré hablaros, y vosotros me hablaréis y alzaréis vuestras plegarias y ruegos. El os mostrará el camino, y también os dará respuestas y consuelo. Este es mi regalo, dejad que ilumine vuestro camino. - Descendí mi mano para que ellos la cogieran, y en sus manos empequeñeció para adaptarse a ellos, pues ahora podían sostenerla en sus manos, y dejar que les mostrase mi conocimiento y les hiciera escuchar mis consejos.

- Mi labor está hecha, hijos míos, permitid que mi luz os guíe. Drakarien os llamarán en adelante ¡Pues sois los hijos del Dragón! - Con estas palabras alcé el vuelo, y ellos contemplaron mi esplendor mientras me alejaba de Heris, ascendiendo más y más hacia los cielos, hasta que mi brillo se confundió con el de Athra, y finalmente desapareció. Allí quedaron, llenos de ideas e ilusiones, aunque confusos, contemplando el resplandor del Fruto de Ignis y decidiendo sus siguientes pasos, pero siempre con su destino como meta.

La hora había llegado, la hora en que la parte más importante de su Plan Maestro tendría lugar. Si hubiera sentido algo en su interior, Eon habría dicho que era impaciencia, pero dado que gracias, en parte a Shrarashiel, todo tenía un momento y un lugar, el Señor del Conocimiento sabía cuándo debía empezar exactamente.

Los Registros dirán que cuando Eon, el Revelador de Nombres, Dios de la Energía y Señor del Conocimiento, llegó a Heris en forma de una columna brillante de luz azulada, Candrana estaba situada justo sobre la figura de su Creador. El satélite brillaba con miles de colores, de una forma que hasta ahora no había hecho desde su nacimiento, en los Albores de la Creación. Por lo tanto, no era casualidad que Eon hubiera elegido este momento para descender a la superficie del planeta. El Bosque de los Susurros se agitó, a sabiendas de que su padre regresaba al hogar que había creado para sus hijos, y las criaturas que poblaban la isla se aproximaron al fulgor, atraídos por su esencia.

De su cuerpo surgió una extremidad, un brazo que hasta ahora no había sido necesario, y lo extendió ante sí. Al momento, tiempo y espacio, energía y éter, se arremolinaron ante él, distorsionando la pura realidad. Un brillante haz de luz se pudo ver alzándose al cielo desde cualquier punto de Heris, menguando lentamente mientras Eon reorganizaba las energías allí contenidas a su antojo. Cuando el brillo se hubo desvanecido, quedaron pequeños corpúsculos de energía, con una leve forma similar a la del dios que los había creado.

- Vish´anur – dijo, con voz solemne, y al darles nombre, reconoció su existencia, y al hacerlo, los Hijos de Eon tuvieron conciencia de sí mismos y de su entorno – Sois mi más preciosa creación, nacidos para continuar con mi tarea en este planeta. Seréis una fuente de conocimiento y sabiduría, y registraréis cada hecho y suceso de Heris, puesto que los reinos caen y los siervos mueren, pero conocer el pasado ayuda al presente a prepararse para el futuro.

Esas primeras palabras serían recordadas por los Vish´anur, puesto que conocer su finalidad, el Plan de su Padre para ellos, era lo más preciados para esos seres hechos de pura energía, ni físicos ni etéreos. Al igual que Eon, no mostraron emoción alguna al estar frente a Él, ya que carecía de sentido para ellos una actividad mental que no fuera la de Crear y Recordar. El Dios de la Energía volvió a hablar a sus hijos, y con sus palabras, los Vish´anur volvieron a aprender de su padre, y eso le acercó más a Él.

- Recordad por siempre que sois Energía, y mi Voluntad es que la Energía sea Infinita. Sólo yo puedo crearla, sólo yo tengo ese Conocimiento, por lo que vosotros debéis aprender a manejarla, transformarla, y adecuarla a vuestras necesidades – dijo, solemne – Y como Energía que sois, nunca moriréis, pero tampoco naceréis. Existiréis en este mundo, cambiando y adecuándoos a vuestro entorno, preparándoos para los acontecimientos futuros. Mi Ojo vigilará vuestro desarrollo, y si estoy satisfecho, no sabréis nunca de mí.

Dicho esto, Eon desapareció en una explosión de miles de partículas que desaparecieron antes de tocar el suelo. No hubo despedidas, ni palabras de aliento, puesto que los Vish´anur no las necesitaban. Sabían lo que tenían que hacer, y cómo hacerlo. Al fin y al cabo, eran los hijos del Dios del Conocimiento.

Habían pasado ya unos años desde la aparición de los Ithazi. Su reproducción no había sido experimentada aun. Mas algunos de los primeros habían caído contra algunos animales salvajes. Su desarrollo estaba siendo bastante duro. De día vivían a orillas del lago. Bebiendo del mana y comiendo algunas plantas y frutos de alrededor.  Pharis narraba historias de sucesos que no día ocurrido aun, y quizás nunca llegaran a ocurrir puesto que veía varias posibilidades.  Todas las mañanas era como un divertimiento para la raza. hacían un circulo al rededor de la primogénita y escuchaban. Al atardecer todos buscaban algún árbol alto para poder subirse y pasar la noche allí.

Así era el día a día de los jóvenes guardianes. Hasta que el momento llego. Los cielos de Heris se volvieron tormentosos. Sobretodo en el continente norte. Una brecha en el tiempo se abrió sin mas aviso y de ella emergió una gran nave, entre descargas de inestabilidad, el propio viento rey cerró todos sus portales ante tal agitación en la realidad.

La nave parecía tener algunos problemas... Humeaba de varias zonas y algunos motores empezaban a fallar. En su interior tan solo se podía sentir la esencia de 30 seres. Una de ellas, ya se había sentido hacia unos años por primera vez en el mundo.

Uno de los pilotos mandó una señal a la cúpula de Oración de donde venia la esencia conocida- Aquí puesto de mando. Fallo en los sistemas principales. Necesitamos ayuda- Y cerró la conexión. En la sala de meditación. Dentro de la cúpula la Vidente Ithazi se levanto. Era la propia Pharis, mas curtida, con una notable carga encima y mas sabia.

Vidente Pharis
- Hemos llegado hermanos. La piedra de almas esta descargada. Nuestro viaje a terminado...- Salio de la sala de meditación y se asomo en cubierta. Donde un grupo de soldados se encargaba de apagar unas llamas en la entrada a las salas de carga.
 

Exarca Manthu
- La batalla en la retirada de el ultimo salto ha dejado varias zonas dañadas vidente- El líder militar salio al paso de Pharis con un informe. Parecía mas preocupado por los daños en la nave que por donde o cuando estaban- No entiendo porque el cristal nos puede mandar mas lejos en el futuro que nuestra propia existencia-

Pharis negó- No esperaba que lo entendieses, sea como sea, los designios de la diosa se han hecho realidad. Estamos en los albores de nuestra creación-

Una figura emergió de entre las sombras. La amable mirada de Thyrsen y su rostro afable se unió a la conversación de el consejo.

Cronarca Thyrsen
- Así es, la atmosfera de Heris aun no esta cargada de resonancia mágica. El tiempo es bastante estable y ninguna ciudad a la vista... estamos en nuestros albores- Hizo una leve pausa y se apartó a un lado. dejando pasar a un grupo de socorro- El cristal de almas ya no nos impulsara a ningún otro tiempo, pero me temo que uno a uno los motores de la nave van a empezar a caer...-

Tal y como dijo el líder espiritual y como habían avisado los pilotos de aquel enorme artefacto volador. La nave iba poco a poco cayendo. Manthu se asomo entonces desde la cubierta principal - vidente. Aun no hemos llegado al nexo de todo, no hay indicios de el lago de mana...- El cronarca y Pharis se asomaron junto a el.

- Tenemos que estabilizar altitud. A penas estamos entrando en el desierto de Murah...¿cuantos falcón quedan operativos desde la ultima batalla?- la vidente miro a un lado y a otro- ¿Arcanis?-

Arcanis
Ante la pronunciación de su nombre un desgarro en el vacío se abrió durante un segundo y la dama de la magia apareció junto al resto del consejo- ¿Llamabais o maestra de las líneas?- La mujer era mas alta que la propia vidente. Sus ojos brillaban con el destello de la magia primordial y sus vestimentas eran mas finas y delicadas que las del resto

- Reúne a tus brujos. Hay que activar los estabilizadores- después Pharis se volteo hacia el exarca- y tu a tus pilotos, hay que estar preparados en los falcón por si mas sistemas fallaran- Después de dar las ordenes cada uno se fue hacia su cometido. Quedando solos el cronarca y ella- Llega el momento...- Thyrsen asintió ante las palabras de la vidente y añadió- también lo he visto... ¿quieres que reúna a todos los que no participen en el aterrizaje..?- La primogénita negó- primero debes acompañarme... y coger todas mis pertenencias cuando llegue el momento. Debes cerrar el circulo-

El inmenso monstruo mecánico siguió su descenso humeante hacia el desierto. Entonces varias esferas se desplegaron alrededor de el. Comandadas por Ithazi que entonaban cánticos a su diosa, dispararon unas descargas que empezaron a estabilizar aquel navío de aire. Poco a poco fue recobrando altitud, al menos el tiempo suficiente para sobrepasar el desierto de murah. Después las esferas empezaron a caer quedando sin energía. De una de ellas llegó una trasmisión de Arcanis- Diosa, he cumplido mi cometido. que Kotk-am-toatl me juzgue bien. Los estabilizadores ya no reciben mas energía... caemos- y después se perdió la conexión. Todos los estabilizadores cayeron y estallaron contra el suelo.

Mientras en los hangares Pharis, Thyrsen y Manthu preparaban los tres últimos falcón que habían sobrevivido a las batallas anteriores- Vidente, tan solo estos tres últimos mantienen todos sus componentes en un estado optimo. ¿Para que los necesitas?- pero la respuesta llego sola desde los altavoces de la nave- Oh Sharashiel... porque nos haces llegar hasta aquí si no tenemos recursos para terminar el cometido...? - se hizo una pausa- Vidente, los sistemas de frenado no se despliegan. Ante nosotros se encuentra la montaña primordial y el lago de mana...-

Pharis camino hasta llegar a los tres Falcón y paso la mano por uno de ellos- Manthu, necesito a tus tres mejores pilotos... debéis situar los falcón delante de Aruthan y utilicéis vuestros propulsores para elevar la parte delantera... hasta el final. Debemos llegar hasta los primeros... deben llegar hasta los primeros- El Exarca comprendió rápidamente cual era su cometido entonces, y vio claro entonces su final. Las visiones de su nacimiento tomaron por fin forma. El moriría salvando a sus hermanos- Por nuestro legado. Yo y dos de mis mejores pilotos llevaremos los falcón a la parte delantera.

Ya casi no quedaba tiempo. El exarca y dos pilotos subieron a los falcón. No quedaba energía para moverlos tampoco a ellos. Los motores de combustión mágica no funcionaban en aquella atmosfera poco cargada.... Pero siempre hay una salida. Pharis inicio el protocolo Eon. Empezó a lanzar descargas y arcos de energía hacia los tres falcón mientras su cuerpo se iluminaba. Poco a poco se convirtió en energía la cual se disperso hasta los 3 incursores activándolos. Sus ropas y pertenencias quedaron en el suelo tiradas.

Los tres falcón salieron del hangar y se situaron como la vidente había dicho en la parte delantera de la nave. Sus pilotos activaron potentes conjuros para frenar la gravedad. Mientras las tres naves activaban sus reactores a máxima potencia con la energía suministrada por Pharis para intentar compensar con ayuda de los conjuros la caída y levantar la parte delantera. El exarca recogió las pertenencias de la vidente entre lagrimas y caminó hacia la cámara de refugiados para guiar a los pocos supervivientes llegado el momento de la colisión.

Todo ocurrió muy rápido. La nave llamada Aruthan sobrevoló las montañas y paso rasante por encima de los árboles. Los primeros Ithazi vieron al gran monstruo volador acercarse a la zona llamada. Obviamente la caída de Aruthan. Donde los tres falcón quedaron aplastados contra el suelo. Aruthan se partió en varios trozos, produciendo explosiones violentas, toda la parte trasera que fue la primera en caer se perdió. y tan solo la parte delantera, donde se encontraba la cámara de refugiados quedó intacta. Aquello que otra vez fuera una nave gloriosa ahora era solo un amasijo de ruinas humeantes entre el lago y la montaña.

El Cronarca salió de la cámara de refugiados. Seguido de 20 Ithazis mas. Algunos armados, otros solo con ropas. Heridos... En las manos portaba las vestimentas de Pharis y su lanza.
Los Ithazi primogénitos se acercaron curiosos a la caída, a observar a sus hermanos del futuro. Pero solo la primogénita Pharis habló- Te he visto en mis sueños... - después miro las ropas y la lanza- tu eres Thyrsen, el ultimo cronarca Ithazi...- paso una mano por la mejilla de este- es el momento de convertirme en la vidente de mi pueblo verdad?-

El cronarca asintió. Dejando escapar una lagrima por su mejilla- Se ha completado el circulo, el principio y el fin. Pero aun debo enseñarte mucho para que puedas ser quien fuiste y serás- Se dirigió al resto de los primeros Ithazi- Hermanos, venimos de mas allá de el tiempo, de donde la diosa no quiere nunca que lleguemos para corregir los errores del pasado. Todos nosotros somos los Ithazi, y no dejaremos que nada ni nadie dañe a Heris o a nosotros-

El Jues Supremo apareció junto a la Piedra de los Muertos, y envió a los couatl a que reunieran a su pueblo. Habían crecido en número ligermente, y pudo ver como algunos de sus hijos eran realmente fuertes mientras que otros estaban contemplando lo que hasta entonces habían sido cuentos.

-Hijos míos -ante las palabras, todos se arrodillaron- hoy es un día importante, pues será el primer juicio sobre una de las almas para ver si pueden trascender más allá de esta vida. Como os dije, esta vida es una prueba para ver si sois dignos del don divino, pero para que lleguen al juicio deben de recibir el último rito.

Varios couatl aparecieron alrededor se enrosacaron cada uno en un Ssra-Toatl. Kotk-am-Toatl cerró los ojos e imbuyó de conocimiento a cada uno de sus hijos, para que supieran qué y como debían hacer para trascender. Tras un instante que pareció una eternidad, el dios abrió los ojos de nuevo- proceded con el Culto Funerario.

Todos se quedaron paralizados, pues no todos eran capaces de hacer lo que se tenía que hacer, hasta que unos pocos, no más de media docena, dieron un paso adelante y con movimientos pausados, comenzaron a prepararlo para la otra vida.

Arrastraron al difunto hasta delante de la Piedra de los Muertos, donde lo rajaron y extrajeron los órganos principales. Mientras un par hacía esto, otros dos se acercaban a la Piedra, alzando los órganos que habían extraído y murmurando oraciones. Éstos órganos fueron imbuídos con la magia de la piedra y tomaron un color dorado brillante y una textura sólida. Tras esto los volvieron a introducir en el cuerpo y con vendas hechas de piel de animal, comenzaron a vendar todo el cuerpo del difunto. Por último, uno talló una máscara de madera, igual a la que tenía la Piedra y los couatl, y se la pusieron al difunto, que al entrar en contacto hizo que la máscara adquiriera el mismo color y textura que la de los órganos.

Una vez terminado el rito, todos se separaron y varios couatl se enroscaron alrededor del cadáver y alzaron el vuelo con él, rumbo a Sabal-adum. Una vez allí, entraron en las cavidades que habá ante la puerta y dejaron el cuerpo en lo que parecían unos nichos naturales preparados para este momento, pero eran unos nichos que hacían que el cadáver se mantuviera en pie, como un guardián vigilando la entrada por toda la eternidad.

Tras esto, Kotk-am-Toatl dio otro paso y desapareció de Heris, agotado, pero tenía que hacer una última cosa.

Tras su llegada al mundo, que no su nacimiento, los Vish´anu descubrieron una cantidad ingente de información, cosa que para ellos era mucho más importante que el propio gozo de existir. Mientras se extendían por el pequeño claro del Bosque de los Susurros donde habían visto la luz de Athra por primera vez, aprendieron lo que era la Gravedad, y comprendieron que si un objeto era liberado, descendía, en vez de ascender. También aprendieron que el Agua mojaba, y aún más, que había algo llamado Viento que podía sentirse, pero no verse a simple vista.

Eso sacudió a los Vish´anur, puesto que surgió una pregunta "¿Habrá más cosas que puedan sentirse, pero no verse?".

Así que decidieron expandirse en todas direcciones, aprendiendo y luego regresando al punto de origen para compartir la información con los demás. Durante los primeros veinte años de existencia, los Vish´anur cubrieron casi la totalidad de la Isla de la Verdad, aunque había puntos demasiado peligrosos para ellos, sobre todo cuando la oscuridad cubría el cielo, y las cosas que no salían de día surgían de las sombras para amenazarlos. En cierto modo, eso respondió a su pregunta, puesto que en la oscuridad, también había cosas que podían sentirse, pero no verse, descubriendo otra verdad, "No hay sólo una respuesta para una pregunta".

Nith-Rah observo la creación en toda su belleza y gloria. El lienzo era precioso, lleno de luces y colores. Alrededor de Heris danzaban sus satélites y el brillante sol llamado Athra. La sincronía era perfecta, las leyes del cosmos eran un mecanismo casi perfecto, en que cada pieza tiene su lugar. Todo flujo de energía se movía al compas de las rotaciones de Heris, y el flujo de materia danzaba de unos organismos a otros, extendiendo un jardín exuberante de vida.

Aun en su forma divina de puro éter, el señor de la luz descendió al Lienzo hasta quedar sobre el extremo más oriental de los Jardines de Zersun.  Los animales del jardín miraron arriba ante la luz del señor del Orden, y una bandada de pterix de todos los colores del espectro visible, volaron a darle la bienvenida. Uno de ellos, el más valiente, superó el miedo a y se poso en el brazo de Nith-Rah.

-Tú, mi pequeño amigo, serás el primero de mis primogénitos. De ti surgirá una casta, que traerá el orden a este mundo, igual que yo he traído orden a este cosmos.

Descendió el dios junto con el animal al suelo, y con gran cariño y delicadeza, en Señor de Luz envolvió el cuerpo del pterix con una cascara de luz.

El animal poseía grandes cualidades, como una gran inteligencia, capacidad de volar, una gran adaptabilidad... pero no era suficiente. El ser debía ser capaz de percibir el orden del mundo, capaz de comprender, de manipular la creación, y de crear un nuevo Orden.

Usando sus fuerza, Nith-Rah aumento la masa, reestructuro huesos, enlazo neuronas. Bajo el caparazón, cada vez más grande, se formo una nueva vida. Una vida fuerte, una vida que traería ley y orden, una vida que traería luz y esperanza

Y así, siguiendo el latido de un corazón, la cascara de luz fue agrietándose en pulsaciones. Poco a poco, la luz se difumino, y ante la forma divina de Nith-Rah, se alzo un ser magnifico.

Su cuerpo era esbelto, ágil y fuerte. Un cuerpo cubierto casi por completo de plumas doradas. Las piernas estaban terminadas en pies con tres garras y un espolón, cubiertos de escamas. El torso era musculoso y ligeramente menos poblado de plumas. Los brazos eran fuertes, con manos finas, pero situadas en medio de lo que parecían grandes alas de plumas firmes. El rostro del ser mostraba dos grandes ojos, nariz afilada y labios carnosos, en unas facciones finas y hermosas. Una densa cabellera de plumas corría por la cabeza y hombros, y apenas ocultaban unas orejas puntiagudas y móviles como las de los felinos. El resto de su cuerpo estaba poblado de plumas, incluyendo  una pequeña cola, donde se agrandaban y formando un abanico

Y así nació el primer Avoral. Hijos primogénitos de Nith-Rah, guardianes del Orden, y viajeros de los cielos

Nith-Rah contemplo con orgullo y amor a su creación, con uno tal como puede sentir un padre por su hijo recién nacido.

Pero aun quedaba trabajo por hacer. La mente del Avoral tenía el potencial, pero era precisa la chispa divina del ether para darle la conciencia y conocimiento necesarios para su cometido.

Los ojos del dios se centraron en los de su primogénito, y un estallido de luz invadió el lugar. Allí donde estaban dos, ahora solo había uno, pues la esencia del señor del Orden ahora había tomado el cuerpo material y se había convertido en su misma alma.

Nith-Rah tomo parte de si mismo e hizo crecer 14 Avoral mas, 7 hombres y 7 mujeres, que serian el origen de todos los clanes y castas de los Avoral, todos y cada uno diferentes al original, pero siempre siguiendo la misma forma y la misma chispa divina, pero con mente diferente.

-Despertad hijos míos, y abrazad la gloria que por nacer os corresponde. Sabed que yo soy Nith-Rah, señor de la Luz y el Orden, y habéis sido creados para seguir mi senda, y traer Luz y Orden a este mundo. Todos vosotros sois mis hijos e hijas primogénitas, y de vosotros surgirán todas las tribus de vuestra raza.

-Sabed, que el destino que os espera a cada uno de vosotros, no está escrito más que por vuestras acciones. Mas yo os prometo, que si al final de vuestro tiempo habéis seguido una vida digna, iréis conmigo a mi morada, donde todos viviremos por toda la eternidad.

Y así, en aquel rincón de la jungla. Nith-Rah enseño a sus hijos a dar sus primeros pasos. Les condujo a lugares maravillosos, les mostro la forma de ver el mundo desde los cielos, y una vez listos, el Señor de Luz y sus primogénitos remontaron el vuelo, sobre los altos arboles de los Jardines de Zersun, y los condujo por las praderas hasta una tierra prometida, un valle verde y fértil, donde morarían sus hijos en sus primeros estadios.

En el viaje, Nith-Rah les enseño lo básico para sobrevivir y conocer el lienzo.  Les enseño a observar el mundo y a sentirlo, les enseño a cazar y alimentarse, les enseño a comprender el mundo que les rodeaba

Y así fue, hasta que finalmente llegaron al valle prometido de Eriend, donde los Avoral se asentaron por fin, y donde Nith-Rah los dejo, prometiéndoles que siempre estaría a su lado aun cuando no los vieran.

Los Avoral se adaptaron rápido a su nuevo hogar. Se asentaron en las cuevas y prados del valle, crecieron y se multiplicaron, desarrollando poco a poco su ingenio y su cultura.

...

Siguiendo las palabras de su creador, los Avoral observaron el mundo y lo que en el había. Comprendieron rápidamente como una piedra con un borde puntiagudo se puede usar para clavarlo como una estaca, también como una piedra con un borde muy fino podía cortar incluso la carne más dura. Incuso se dieron cuenta de como una piedra de yesca soltaba pequeñas chispas de luz al impactar con otra de pedernal.

Este fue el origen de las primeras herramientas de piedra. Herramientas capaces de doblegar un poco más la naturaleza, herramientas que permitían crear un poco mas de orden en el mundo.

Uno a uno descendisteis sobre Heris para depositar la mayor creación que habíais hecho hasta la fecha desde los Ssra-Toatl a los Avoral, vuestros hijos abrieron los ojos y la mente al mundo. Y lo mas importante tenían la consciencia de vuestra propia existencia y el mero hecho de saber que existíais y honraros os devolvía parte de la fe que habíais depositados.

Unos os sentisteis mas fuertes y otros menos, pero sin duda el ciclo funcionaba, aunque estaba claro que la adoración de cada pueblo influía sobre vosotros.

El único hermano no que no creo una raza fue La Rata Cornuda, quizás por ser el mas reciente o tal vez no creyese que podía funcionar, pero una cosa estaba clara, sentía como su esencia se desprendía poco a poco... y no regresaba.

La chispa divina volvía a fluir, en algunos más rápido que en otros, pero todos notaron como las fuerzas volvían a ellos, a excepción de la Rata Cornuda que parecía querer meditar cómo serían sus hijos, Ziltath observó al tiempo meciendo los astros como si se tratara de un gran baile cósmico, durante veinte ciclos que pasaron en un suspiro la diosa vio crecer a sus descendientes.

Aunque aún primitivos los ziltanitas ya habían desarrollado un complicado lenguaje en el que tanto las palabras como los gestos eran importantes, pudiendo llegar a confundirse unas palabras con otras, algo que utilizaban con maestría cuando tenían que hablar y no les convenía decir la verdad, sin embargo ninguno osó mentir, puesto que el primero que lo intentó comenzó a deshacerse hasta transformarse en una masa informe y babeante de ojos y bocas llenas de afilados dientes.

A pesar de ello la oración a Ziltath comenzó a tomar fuerza, algunos de los ziltanitas pasaban su tiempo libre debatiendo sobre las intenciones de la diosa y el significado de sus primeras palabras, y cuando llegaban a un punto muerto rezaban para saber la respuesta que más se aproximara a la verdad, la diosa de las revelaciones se sentía conmovida y orgullosa de su prole, por lo que decidió recompensarlos.

Tras tanto tiempo vigilando las acciones de sus primogénitos la diosa pudo elegir sin temor a equivocarse a uno de ellos, aquél que seguía sus preceptos de una manera tan fiel que se convertiría en su voz en Heris, un hombre llamado Dulahan, tan entregado a la verdad y los secretos que tan solo se pronunciaba cuando era absolutamente necesario, a través de los sueños se comunicó con él, le transmitió su decisión, y como regalo un secreto tan básico y necesario que no podía demorar más en revelarse, así fue como les otorgó el conocimiento de las herramientas.

Eon vio que el desarrollo de sus hijos era bueno, si bien estaba limitado por las posibilidades de su propia existencia. En sus planes contemplaba que los Vish´anur fueran una vasta fuente de conocimiento, pero eso no serviría de nada si pasaban siglos hasta que pudieran salir de los confines de la Isla de la Verdad. Más aún, sus hijos no eran guerreros, ni exploradores, no disponían de alas para volar, garras ni colmillos, ni fuertes músculos para sobrevivir en las tierras salvajes que había más allá de las costas de Ukveli´Ta. No serían capaces siquiera de cruzar el mar que separaba sus territorios de los demás si no aprendían cómo hacerlo.

Sin embargo, todo eso ya había sido planeado de antemano por su padre.

Observando el lento circular de Heris en el vacío del espacio infinito, y cómo bailaba al son junto a Candrana y Zenitar, el Señor de la Energía observó el lugar donde sus hijos se congregaban para compartir información. Su esencia nuevamente se desdobló, como había hecho antes para dejar su huella en el planeta, y se dejó caer. Mientras entraba en contacto con la atmósfera de Heris, su brillo azulado se hizo más intenso, mientras las moléculas de gases entraban en contacto con él. Brillando tanto como una estrella, el Dios del Conocimiento estalló en miles de pequeños corpúsculos de energía, que cayeron hacia la superficie. Sin embargo, antes de golpear el suelo, las pequeñas figuras empezaron a planear, como si fueran hojas cayendo de la copa de un árbol.

No llegaron a pisar tierra firme.

La energía de Eon dispersada, había tomado la forma de pequeñas aves de distintas especies y ninguna en especial, cambiando a su antojo, formadas por la misma energía azulada que el Dios del Conocimiento. Estos seres, brumosos y espectrales como los Vish´anur, se extendieron por todo el planeta, observando todo con sus ojos profundos como la noche. Cada vez que encontraban algo digno de registrar, volaban hacia los hijos de Eon para informar, pues estos seres eran los ojos y oídos de la Comunidad fuera de Ukveli´Ta, y así aprenderían todo lo necesario del mundo sin arriesgar su forma física.

Estos seres, que serían llamados Heraldos de la Memoria, serían reconocidos en todo el planeta como un símbolo de Eon, y un recordatorio de que todo aquello que valiera la pena quedaría registrado en el Códice de los Vish´anur. Estos, satisfechos con no tener que realizar labores exploratorias, se concentraron nuevamente en el punto donde habían visto el mundo por primera vez, y agradecieron silenciosamente a su padre divino que velara por ellos. Sin embargo, y tal como Eon había hablado, no obtuvieron respuesta. Inmediatamente, los Vish´anur llegaron a una conclusión: no debían preocuparse por satisfacer a su Padre, puesto que habían sido creados a su imagen y semejanza, ni debían buscar siempre su Voz, ya que eso resultaría en un gasto innecesario de tiempo y recursos. La mejor opción, tras valorar las distintas opciones, fue la designar a uno de ellos para que se responsabilizara de gestionar la información que recibían de los Heraldos de la Memoria, y transmitirla a los demás, de forma que no se desaprovechara la Energía de los demás en tareas innecesarias.

Tras ver las maravillas que sus hermanos habían creado, la Rata Cornuda descendió a Heris para tratar de hacer lo propio. El lugar que más le había gustado hasta el momento era aquel inframundo. El tejido de oscuridad, un mundo debajo del mundo, el concepto le daba risa y lo llenaba de satisfacción.

Tras vagar un tiempo que pudieron ser años, decidió que ya era el momento.

Tomó una pila de barro que nunca había visto la luz y la moldeó con su voluntad. Utilizó los elementos del inframundo, y los de todo Heris, revolvió y contrajo la masa hasta que todo fue carne. Esta única criatura rebozaba de energía del dios. Era tanta que el cuerpo apenas podía contenerla y se  retorcía con espantosos espasmos de dolor.

La Rata Cornuda estaba pasmado, los seres creados por sus hermanos eran virtuosos y con el tiempo podrían formar, civilizaciones, imperios. Sin embargo, su creación era poco más que una babosa, dolorida y prácticamente inútil. ¿A dónde llegaría aquel ser?

La frustración fue inmensa, se daba cuenta el dios, que no era ni la mitad de creativo que sus pares. Tan atado estaba a la corrupción que no podía crear algo propio, original, dependía de que algo floreciera para poder marchitarlo.

Las moscas volaban nerviosas a su alrededor y la Rata Cornuda estaba crispada de odio. Entonces escuchó, primero unas patitas raspaban la tierra y se aproximaban, luego el inconfundible chillido de las ratas, eran unas cuantas, se acercaban, estos pequeños seres perciben el dolor y el primogénito de la Rata Cornuda se retorcía agónico.

El dios no hizo nada cuando las ratas se aproximaron a su creación. Cuando los pequeños hocicos olisquearon al ser  comenzó con una risita queda. Esta se convirtió en una risa histérica cuando la primera rata dio el primer mordisco. En poco tiempo una horda de ratas comenzaron a devorar la masa informe que era ese primer ser.

La esencia del dios que colmaba ese ser empezó a chorrear, a bañar a las ratas. También se llenaban las panzas con ella. Cuando hubieron terminado de devorar al primogénito en medio de la risa escandalosa del dios, todas aquellas ratas tenían un brillo en los ojos, un brillo de inteligencia, de conciencia, ese brillo divino, regalo de los dioses.

- Usssstedes!!!! Jejejejeje. Ustedes serán mis hijos! Se lo han ganado! Jejejejeje

Como única respuesta, todas las ratas chillaron a la vez.

- Nunca detengan su paso mis hijos. Nunca cesen de vagar llevando  enfermedad y corrupción por doquier.

Los años pasaron, y los Avoral vivieron sus vidas en el valle sagrado que su padre les había confiado. De las 7 parejas habían nacido nuevos hijos, y de los hijos nuevas tribus. Aun escasos en número pero creciendo de forma constante.

No obstante la vida de los Avoral no era fácil. Hasta un cuerpo de su perfección sufre los estragos del tiempo, las heridas y la enfermedad. Varios Avoral ya habían dejado sus cuerpos y sus almas esperaban el juicio de Kotk-am-Toatl para unirse con su creador.

Las nuevas herramientas les permitían cazar en los rebaños de Aceratops con más facilidad, y despedazarlos para aprovechar al máximo hasta el último hueso y entraña.

Las herramientas también trajeron algo nuevo, la capacidad para hacer fuego, haciendo entrechocar piedras de sílice y hierro. Los Avoral no dependían de que el fuego se produjese de forma natural, y cuando fueron capaces de crearlo y utilizarlo para darse calor e iluminar la noche, comprendieron que era algo sagrado, un elemento de Luz como el que su padre les había hablado.

Así pues, los Avoral empezaron a extender el uso del fuego como herramienta de culto. Bendecían la comida que tomaban calentándola en el fuego hasta que estuviese tierna. A los muertos los colocaban en piras para que su espíritu se convirtiese en la luz del fuego y viajara con el creador. Se reunían en torno a las fogatas para orar y para buscar cobijo y protección en la luz y el grupo.

La luz del fuego se extendió por el valle, iluminando la creación de su padre cuando ni Athra ni Candrana estuviesen presentes en el cielo, y evitando los ataques de los Deinos salvajes.

…

Hasta el momento la sociedad de los Avoral se había mantenido simple. Todos eran iguales y se dedicaban a conseguir recursos para el grupo y proteger a los jóvenes. Algunos servían de cazadores y viajaban por el valle siguiendo las manadas de Aceratops, otros eran recolectores y cogían aquello que tuviesen más cerca que sirviese de alimento. Los más ancianos compartían su experiencia con los jóvenes que los mantenían y seguían sus consejos, contándoles como el creador los había llevado a aquel valle donde vivían.

Uno de estos sabios era Talio. En su momento fue uno de los mejores cazadores del clan. Pero el ataque de un Deino durante una cacería le hirió gravemente una de sus alas, con la que no pudo volar más. Sin la capacidad de vuelo, los avoral perdían su mayor ventaja en la caza, que es atacar desde arriba en emboscada con las garras. Así pues, el experimentado Talio quedo entre los recolectores, y sabios, escuchando, aprendiendo y mirando las fogatas entorno a las que se reunía el clan. No obstante, siempre se sintió desdichado, pues de ser un gran cazador lleno de valor había pasado a algo menos grandioso.

Con los años se volvió el más sabio entre los sabios, y una noche, mientras observaba las llamas, danzantes por el suave viento del valle, escucho una voz.

-Nada temas hijo mío, pues yo soy aquel que es padre de todo tu pueblo. Desde hace mucho siento como miras las llamas con las que representáis mi luz y que son mis ojos. Siento tu corazón entristecido, por el destino que te fue designado desde el día en que perdiste tu ala derecha. No obstante, te hablo desde mi hogar celestial, para traerte una nueva esperanza, y un nuevo propósito que habrás de entregar a los tuyos.

-A ti, hijo mío, te concedo el don de escuchar mi voz y verme en las llamas, don que habrás de enseñar a los mas fieles de entre los tuyos, pues tu eres el primero de la casta de los Arcontes, casta que será heralda directa de mi fe, que escuchara mis palabras, y las llevara al pueblo para crear orden en la creciente civilización, la casta que gobernará la sociedad, y la llevara a un futuro mejor, siempre al servicio del bien común y no el particular. Esa, es mi voluntad.

Y así, Talio del ala rota, hablo con sus hermanos y hermanas, contándoles lo que el fuego le había revelado, la que era la voluntad de Nith-Rah, señor de luz y orden. Algunos lo tacharon de loco, mas cuando escucharon las sabias palabras del señor de la luz de sus propios labios, no tuvieron duda alguna.

Talio se instauro así como la cabeza de la casta de los Arcontes, formada por los más sabios y bondadosos de entre los Avoral, y mostro a los más fieles el medio para comunicarse con su creador.