Al entrar en la habitación Morwing pudo ver como la Bruja estaba acompañada por piratas e incluso algún conjurador más. No obstante el elfo tenía entre ceja y ceja a la bruja, la consideraba un riesgo importante hacia el resto del grupo y por ello decidió atacarla con contundencia.

Morwing se desplazó nuevamente hacia el muro buscando una situación en la que ninguno de los demás rivales o compañeros pudiese entorpecer la trayectoria de uno de sus proyectiles ígneos. Sin embargo este proyectil era diferente a los lanzados hasta ahora, mientras se formaba en su mano las piedras de su guante iban brillando más y más, y con ello el tamaño y el calor de la bola de fuego....justo al apagarse las luces del guante el hechicero lanzó la bola sin pensarlo.

La súbita aparición de los aventureros pilló completamente desprevenidos a todos los ocupantes de la habitación. Cuando quisieron darse cuenta de qué estaba sucediendo ya tenían encima a varios de los enemigos y algunas flechas ya volaban por los aires sobre sus cabeza. Viz, uno de los piratas que custodiaba a Igban mientras cerraba sus tratos, se quejó de dolor por el profundo corte infligido por el paladín de Tyr. ¿Qué está pasando? ¿Quién cojones son estos tíos? - Se apresuró a preguntar mientras se giraba desenfundando su estoque para hacer a continuación una pasada a la altura de la cabeza intentando sacar los ojos de su adversario. Sin embargo su estocada fue en vano y sólo pudo ver cómo un furioso hombre volvía a levantar su espadón. A su lado su compañero bajo las órdenes de Igban se apresuró a desenfundar su espada y se dirigió hacia el enano que había aparecido justo al lado del paladín y de que era su líder, a quien había propinado un hachazo también en la espalda. Al igual que su compañero, su ataque fue inofensivo para su enemigo y sólo pudo ver como su espada se estrellaba contra el enorme escudo torreón que portaba el barbudo personaje.

Los guardaespaldas calishitas que servían bajo las órdenes de Lebter Nagan actuaron todo lo aprisa que pudieron. Levantándose de la banqueta se subieron a la mesa derramando las copas de vino por toda la superficie. Ambos, ataviados con los mismos ropajes que utilizaba toda la tripulación, y con sus movimientos ensayados, parecían ser gemelos. Sus flechas abandonaron sus arcos a velocidad de vérigo y se dirigieron hacia el mago que acababa de abrasar a la bruja Fraznil, la primera erró por poco y la segunda pasó entre las piernas del elfo ocasionándole un pequeño corte en el interior del muslo.

La pequeña Svena se vio sobrecogida por todo aquello que acontecía a su alrededor. De pronto un enorme bruto había aparecido ante ella armado con un gigantesco espadón y amenazaba a quien había sido su maestra durante casi toda su vida tras de la muerte de sus padres. Sin saber qué hacer y turbada por los chillidos de Fraznil, optó por retroceder un paso y recitar a la carrera el único hechizo ofensivo que conocía. Moviendo sus manos a la rapidez del rayo y lanzó por los aires una pizca de arena, varios pétalos y un grillo extraído de su bolsa de componentes. Tras ello, y pronunciando una leve letanía  - Ig vasar nu albar...- Apuntó su dedo hacia el imponente bárbaro y rezó a Áuril para que el humano cayese dormido a sus pies.

Zanc aprovechó para avanzar rápidamente mientras desenfundaba su Daga-Espada, todos decían que la bruja era peligrosa, así que sin pensarlo fue directo hacia ella, fue sencillo, la Bruja no se lo esperaba y no pudo reaccionar a tiempo cuando el filo del Gnomo le atravesó sus tripas, aunque ahora no se escuchaban chillidos ni quejidos de dolor, en el mas absoluto silencio el cuerpo de la Bruja cayó pesadamente al suelo mientras se desangraba. Zanc esbozó una sonrisa de satisfacción mientras se mantenía en una pose defensiva, esperando el contra ataque del enemigo.

Con un leve desplazamiento, Losse ocupó la posición que Zanc había dejado al descubierto. Su blanco no varió y de nuevo atacó al alquimista que aún seguía sin reaccionar al súbito asalto del grupo de aventureros. La primera flecha que el elfo lunar sacó de su carcaj terminó clavada en el hombro que anteriormente había rozado. El ataque, desde luego, no fue el mejor que Losse había realizado en su vida, como así demostraba la ardiente luz en los ojos del conjurador. Así pues, recogió otra flecha y la colocó en el arco. En ese momento, Losse trastabilló, sin mayor consecuencia que su flecha saliera sumamente desviada haciéndose añicos en la pasarela de piedra que Morwing acababa de construir.

No le dio tiempo de golpear a las brujas como hubiese deseado, una de ellas, se retiró levemente para salir de su alcance y le señalo con la mano mientras recitaba unas extrañas palabras, tras un leve cosquilleo, todo se volvió negro...

Arggg!!! - Se quejó Gliben Zorstein cuando la afilada flecha se encarnó en su hombro y casi lo traspasó. ¿Pero cómo es posible? ¿No decíais que era seguro? - Preguntó el alquimista mientras salí a la carrera hacia la puerta de la habitación dejando tras de sí un rastro de sangre. Sin embargo, cuando detectó que entre los enemigos que habían entrado por el hueco de la pared se encontraba un lanzador de conjuros, se lo pensó de nuevo. Igneus! - Bramó con su potente voz y al momento un rayo rojizo partió de su mano en dirección a Morwing. Por suerte, el elfo consiguió percibirlo y lo esquivó en el último instante dejándolo pasar y para perderse en la oscuridad de la noche.

Tanto Lebter como Ignar se miraron el uno al otro desconocedores sobre la identidad de los recién llegados. Si ambos capitanes se hubiesen encontrado en otras condiciones y en otros tiempos, podrían haber pensado que se trataba de una trampa de su rival. Pero ahora que ambos trabajaban bajo las órdenes de Steznag aquello no tenía sentido. ¿Quien en su sano juicio se atrevería a atacarlos en una de sus guaridas? No tenía sentido. Ambos desenfundaron aquellas armas que tantos enemigos habían matado anteriormente y las blandieron como sabían. El barbudo pirata, se deslizó hacia la derecha y desenfundó sus dos pequeñas hachas. No eran armas que quitasen el sueño debido a su tamaño, pero en unas manos expertas podían ser letales. Intentó lanzar un ataque bajo y otro a media altura hacia el enano pelirrojo pero ambos ataques fueron extremadamente lentos debido a la herida de su espalda. El enano consiguió esquivarlos sin dificultad tras su enorme escudo y rápidamente adoptó una posición de ataque contra él.

Al fondo de la habitación, Lebter  se resignó y depositó su vaso tranquilamente sobre la mesa. Desenfundando su preciada cimitarra flamígera desenterrada de las mismísimas arenas del Anauroch se dirigió caminando hacia el pequeño gnomo. Es de mala educación presentarse en las fiestas sin avisar... - Susurró al bribón mientras con un rápido ataque descargaba un tajo sobre el pecho del pequeño Zanc. Las llamas mordieron el brazo del hombrecillo cauterizando la herida que el filo había provocado tan solo una fracción de segundo antes.

Allen vio cómo Davros caía presa de un sueño mágico, el combate había empezado bien pero se iba complicando por momentos. Decidió intentar asestar el golpe mortal al pirata que tenía delante y dejar a Ogna que se encargase de despertar al bárbaro. -¡Ogna, despierta a Davros!- consiguió decir antes de lanzar su espada en un intento fallido de eliminar al pirata.

Unos meneos repentinos hicieron a Davros abrir los ojos - ¡¿Pero qué coño?! - Ogna estaba a su lado, moviéndolo de un lado a otro, no hubiese sido un mal despertar de no ser por los movimientos de espadas mudos y las flechas que iban de un lado para otro. Estaba rodeado de amigos y enemigos, en cuanto pudo reaccionar sujetó su arma con dos manos y la esgrimió contra el pirata que estaba cerca de su cabeza, para volver a dibujar otro arco frente a la cara de Ogna hacia el extraño personaje con ropajes exóticos con la cimitarra en llamas, tanto el primer como el segundo arco acertaron sus intenciones, el primero atravesó la parte izquierda del pecho del pequeño pirata, y el segundo rasgo las vestiduras del segundo, a la vez que su pierna derecha.

Acto seguido se levantó mientras mantenía la atención en su amenaza más cercana procurando no darle la oportunidad de golpearle.

JuA Ja ja ja! -Reía el enano esquivando los ataques. - ¿Dos hachas? No sabes usarlas! Jua ja ja ja! - reía el enano poniendo el escudo justo cuando golpeaba Igban y al retirarlo su hacha fue a parar al costado del guerrero. ÉSTA es mi hacha!

TURNO 2

La bruja había sido por fin derrotada aunque la batalla no acaba más que comenzar. Otro gran peligro se encontraba en la sala – Un Alquimista.

Aquel miserable casi abrasa a Morwing con uno de sus conjuros, sin embargo no era ese el mayor peligro que suponía el maldito Mago, se encontraba justo al lado de la puerta dispuesto a tirar por tierra la estrategia del grupo alertando al ejército que se encontraba tras ella. – Sin duda hay que acabar con él.

A pesar de estar amenazado por los piratas arqueros del fondo de la sala, Morwing se armó de valor y sacó la varita que perteneció a Rose, desde el día que la recogió de su cadáver supo que le sería de gran ayuda y qué mejor momento que este para hacer uso de ella. Tras unos pequeños pasos a su izquierda, el hechicero apunto al alquimista con la varita y con una mirada desafiante la activó. – ¿A dónde crees que vas bastardo?

Las estocadas se sucedían a diestro y siniestro. Aquel combate era sumamente extraño ya que recordaba a las famosas obras teatrales de Argluna o Puerta de Baldur, donde los actores combatían con espadas de madera que no producían ruido alguno. De vez en cuando algún grito o imprecación daba a entender que era sólo eso lo que tenía en común con el teatro; la sangre así lo confirmaba. El joven pirata que luchaba con Kormack vio los destellos provocados por la varita del hechicero lo que le llenó de pavor, ya que sabía que pronto el objetivo de ellos sería él si no acababa con su vida. Al echar una mirada al elfo, éste le mostró la lengua en un gesto de burla que imitaba al de una mujer. Teniendo que elegir entre el acorazado enano o el elfo, optó por el segundo. Se acercó hasta él con un paso lateral e intentó trincharlo a la altura de la barriga con su estoque, movimiento que Morwing había previsto por ser lo más obvio. Con un ligero movimiento de cadera el hechicero esquivó el ataque del pirata sin dificultad para acto seguido dedicar un guiño de ojos cómplice al pirata.

Muy cerca de ahí el pequeño Zanc se veía asediado por las flechas de los piratas calishitas que, apostados sobre la mesa, lo habían elegido a él como blanco. De nuevo, notó el escozor de sus proyectiles al pasar uno de ellos rozando su cuello y dejándole una fea marca sanguinolenta en él. La segunda flecha erró gracias a que el bribón se agachó lo suficientemente rápido para esquivarla, lo que también le permitió esquivar sin saberlo la bala lanzada desde la honda de Svena, quien sin la tutela de su mentora se sentía desorientada y sin saber qué hacer.

El objetivo de sus disparos anteriores por fin reaccionó y tomó la peor decisión posible para el grupo de aventureros,  ya que se dirigió a la puerta para dar la alarma al resto de la torre. Morwing lanzó un poderoso ataque contra él,  aunque el alquimista logró mantenerse con vida. Losse se sentía responsable por su falta de precision y no podía dejar que el humano diera la alerta. Extrajo la cuarta flecha de la noche y la depositó en su arco. Surcando el aire, el proyectil terminó inmerso en la yugular del humano provocando que cayera al suelo desangrándose inevitablemente hacia la muerte.

El arma del explorador cargó un segundo proyectil para lanzar un nuevo ataque sobre otro de los rivales. El certero disparo terminó en el pecho del objetivo que, sunado al anterior ataque de Kormack,  lo dejó casi sumido en la sombra. Contra todo pronóstico,  el hombre de los dos hachas aún se mantenía en pie, aunque quizá no por mucho tiempo.

Zanc se vió rodeado de disparos y varios de ellos habían encajado, el que más le afectó fue el causado por aquella bonita cimitarra, sin duda, si salía de allí con vida, optaría para quedársela si el grupo le dejaba. Con suma agilidad Zanc evitó entre saltos y acrobacias los golpes de los enemigos a medida que se parapetaba bajo la mesa, una vez allí sacó la última poción que tenía, era mejor prevenir ya que se había dado cuenta que de algún extraño modo todos habían decidido atacarle a él.

Igban supo que era su fin al notar como el astil de la flecha se insertaba profundo en su pecho atravesándole un pulmón y dejándolo sin aliento. Su cuerpo se dirigió instintivamente contra la mesa de al lado buscando su apoyo para no caer al suelo. Movió torpemente los pequeños hachas hacia aquella difusa figura barbuda que desaparecía ante él. Kormack, quien ya había dado por hecho que el elfo le había quitado otro enemigo de su cuenta particular, se giró malhumorado hacia el pirata que le había tomado la espalda, tanto para prestarle atención como para mirar con odio al maldito Pelonieve. Pero para su desgracia el filo del hacha de Igban encontró un hueco en la nuca del guerrero, justo entre el yelmo y la armadura, donde le ocasionó un gran corte horizontal antes de que el pirata cayese al suelo muerto.

Lebter se maldijo a sí mismo por no haber acabado con la vida del gnomo cuando éste se escabulló entre las piernas de su compañero bárbaro y se perdió por debajo de la mesa. Ahora se encontraba sólo frente al enorme hombretón del colmillo extraño. Ya sabía cómo mordía su arma y no estaba dispuesto a volver a catarla. Con sumo cuidado Lebter buscó huecos en la defensa de Davros y los encontró en las piernas desprotegidas de éste. Eres demasiado grande y tienes demasiada pierna...déjame que te quite un poco. - Pensó mientras dirigía su ataque a las rodillas del bárbaro y realizaba sendos cortes sobre cada una. Los pantalones de Davros echaron humo allí donde la espada había cortado la carne y el tejido. Parece que te resistes a caer bastardo... - Susurró a Davros.

El enano fue a la puerta y se apoyó sobre ella. Ahora nadie podía entrar en esa puerta y puso su escudo para que nadie le pudiese disparar*. Te odio Losse... susurró el enano Erres mi peorrr enemigo. dijo mirando al elfo con sumo odio. El enano acaba de encontrar su Némesis. Era elfo y muy diestro con el arco. A menudo se preguntaba quien ganaría en un combate... sin duda cuerpo a cuerpo era carne de picadillo, pero el elfo no sería tan estúpido como para dejar que el enano se acercase.

Kormack se dirigió a blindar la puerta que daba al salón central de la torre, con lo que Allen se dirigió al pirata que se enfrentaba a Morwing para ayudar al hechicero en su tarea. Pero aquel combate no se presentaba bien para el servidor de Tyr. De nuevo, falló en su intento de golpear a aquel pirata que con su pequeño escudo hizo caso omiso al gran filo de la espada de Allen. ¡Maldición!, gritaba una y otra vez en su cabeza mientras escudriñaba a su enemigo en busca del lugar donde evitar su defensa en el siguiente ataque.

El combate se sucedía en un tétrico silencio. Mientras cargaba otra flecha en el arco le parecía que el discurrir del tiempo se había vuelto espeso. ¿Sería cosa de algún lanzador de conjuros? No podía ser pues todos habían muerto. Tan sólo queda una pobre chiquilla asustadiza. No era ella quien para darle lecciones pero sin saber muy bien por qué apuntó el arco hacia ella. Quizá sólo fuera una inconsciente muchacha como la misma Ogna fue una vez, pero debía saber que sus actos tenían consecuencias. Si te unes al séquito de una bruja de los muertos ten por seguro que el olor putrefacto y dulzón de la muerte estará siempre ahí, amenazante.

La flecha surcó el aire con potencia, sin su habitual silbido. No le gustaba para nada ese silencio artificial.